martes, 22 de febrero de 2011

Paulo Freire padre de la Pedagogía Crítica


Paulo Freire padre de la Pedagogía Crítica
Puntales de su filosofía de la educación.
Lo ético, coherencia entre el discurso y la práctica.
Lo epistemológico. El enfoque epistemológico de carácter dialéctico.
Lo pedagógico. El sentido común como punto de partida, Educador y educando se educan juntos.
Lo socio-político. No hay ningún ser humano que no sea ahistórico ni apolítico. Asumir con plena conciencia el mundo que vivimos, y optar en consecuencia.


jueves, 10 de febrero de 2011

Los desafíos de la educación popular

En las líneas que siguen, expongo algunas inquietudes acerca de los desafíos que enfrenta la educación popular en la coyuntura en que vivimos. Son reflexiones que compartimos con Paulo Freire en sus últimos años de vida.

La deshistorización del tiempo


En la educación popular debemos aprender a colocar los conceptos en lenguaje plástico. Existe un principio sagrado: no se trata de que el pueblo entienda lo que hago, sino que "vea" lo que yo hago. Si no logramos transformar el concepto en metáfora, en imagen, seguiremos hablando un lenguaje ajeno y corremos el riesgo de llevar al pueblo a usar un lenguaje intelectualista. Un ejemplo de ello es el caso del carcelero que leía nuestras cartas en la prisión para censurarlas. Un día conversaba con nosotros y se quejaba de sus problemas sentimentales con su novia; al poco tiempo le pregunté cómo iban las cosas y me respondió: "Ay, hermano, el asunto está difícil, nos encontramos en un antagonismo". Él había leído en nuestras cartas la palabra "antagonismo", la encontró bonita y la incluyó en su lenguaje.


Otro principio de la educación popular es la necesidad de "tener un tendedero donde se puedan colgar los conceptos y analizar la realidad". El tendedero es la percepción del tiempo como historia. Es un hecho que existen civilizaciones, tribus y grupos que no tienen la idea del tiempo como historia, como los antiguos griegos, para quienes el tiempo era cíclico.

La esencia del neoliberalismo es la "deshistorización del tiempo". Cuando Fukuyama declaró "el fin de la historia", no hizo sino expresar lo que el neoliberalismo quiere lograr: "hemos llegado a la plenitud del tiempo: el método neoliberal de producción capitalista, el mercado. Son pocos los escogidos y muchos los excluidos; y ya no tiene caso querer luchar por una sociedad alternativa". Actualmente es difícil hablar de sociedad alternativa; de socialismo, ni pensarlo. Se ha creado una especie de pudor, un bloqueo emocional alrededor de este asunto.

La idea de que el tiempo es historia proviene de los persas, fue transmitida a los hebreos y acentuada por la tradición judaica. Es curioso que los tres grandes paradigmas de nuestra cultura sean judíos (Jesús, Marx y Freud) y que por lo tanto trabajaran con los conceptos tiempo e historia.

La perspectiva de Jesús es histórica. El Dios de Jesús es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; el concepto principal de la prédica de Jesús, el Reino, es la culminación de un proceso histórico. Otro ejemplo es el relato del Génesis, donde la creación del mundo aparece marcada por la historicidad del tiempo desde antes de la aparición del ser humano. En el caso del marxismo este no se puede entender sin profundizar en los modos de producción anteriores al capitalista y sin comprender cómo sus contradicciones pueden llevar a los modos de producción socialista y comunista. El análisis marxista supone el rescate del tiempo como historia. En el caso de Freud, cuando alguien se somete al psicoanálisis el psicoanalista le pregunta sobre su pasado, su infancia, su niñez. Toda su psicología es un rescate de nuestra temporalidad cono individuos.

El neoliberalismo está destruyendo la perspectiva histórica, por eso corremos el riesgo de hacer educación popular descolgando la ropa sin tener un tendedero. Ese tendedero a nuestra espalda, el tiempo en cuanto historia, es fundamental para que otros puedan visualizar el proceso.

Esto sucede también en la dimensión micro de nuestras vidas. ¿Por qué actualmente las personas tienen dificultad en tener proyectos de vida? ¿Por qué los jóvenes llegan al término de la educación media y no tienen idea del curso superior que desean estudiar, la carrera que quieren seguir, el rumbo que quieren dar a sus vidas? Cada vez abandonan más tarde la casa de los padres porque pierden la dimensión histórica; todo es "aquí y ahora".

Lo que más favorece la deshistorización es la televisión. Nuestra generación es la última generación literaria, porque la literatura es narrativa y la narrativa tiene un comienzo, un medio y un final. El libro induce a la historicidad mientras que la televisión promueve la circularidad. Acaba con la idea de pasado, presente y futuro; comienzo, medio y final. Pongamos cono ejemplo cuando Ayrton Senna, corredor de autos, murió en un accidente: en una misma toma lo vemos siendo enterrado, recibiendo un premio y dándose un baño de champaña. Esto genera en la mente de las nuevas generaciones la idea de circularidad, nunca la temporalidad, y mucho menos de historicidad. Lo que fue puede ser, lo que puede ser ya fue, lo que sucede ahora no podrá ser después.

La televisión constituye un desafío para la educación popular. Aunque todo el sistema escolar se basa en la lectura de libros en cierto modo resulta anacrónico, porque no es suficiente educar a las personas para leer textos: necesitan ser educados para ver la televisión. En Brasil, por ejemplo, el promedio diario de asistencia a la escuela de un alumno de educación media es de cuatro horas, mientras que frente al televisor es de cuatro horas y media. El promedio europeo es de ocho horas en la escuela y, como máximo, tres horas frente a un televisor. Se requiere educar para ver la televisión, de manera que las personas logren un distanciamiento y, a partir de él, una percepción crítica de los programas que observan.

La concientización


La educación popular, tal como fue desarrollada en la obra de Paulo Freire, se basaba en dos paradigmas: el del personalismo cristiano y el marxista. Los dos paradigmas acuñaron una expresión que actualmente ya no está tan de moda: "concientización".

El paradigma de la concientización debe discutirse con más profundidad porque las personas, incluyéndonos a todos, no hacemos exactamente lo que consideramos verdadero ni lo que pensamos. Hacemos lo que queremos, y muchas veces queremos lo que no pensamos, o pensamos una cosa y hacemos otra. Esto no significa que corramos el riesgo de nunca acertar. El problema es que con mucha frecuencia formamos líderes "concientizados" que, sin embargo, en las instancias de poder, establecen relaciones opresivas y burguesas. Es muy difícil formar verdaderos líderes.

Paulo Freire enfatizaba las dificultades para "educar permanentemente al educando y al educador". El educador se educa a partir del educando, pero puede o no dejarse reeducar. En general tendemos a no dejar que nos cuestionen. En la práctica de la educación popular, en nombre de una educación y una metodología liberadoras seguimos con prácticas "bancarias" y colonizadoras. Pensamos que vamos a cambiar la forma de pensar del educando en lugar de partir de él. Partir del educando es la única manera de partir de la experiencia del grupo.

Tenemos el vicio de ser direccionistas en nombre de la educación popular. La educación popular es como la gimnasia: si dejas de practicarla, engordas, te vuelves flojo; es la gimnasia del espíritu pedagógico, no puede detenerse.

Los nuevos paradigmas


La educación popular debe trabajar los nuevos paradigmas: la dimensión holística de la realidad; la dimensión ecológica; las relaciones de género, sexualidad, afectos y subjetividad; la relación de lo micro con lo macro.

"Dimensión holística". Holos es una palabra griega que significa totalidad. Es necesario tener presente que el educando, así como el educador, es un ser en totalidad, en sus relaciones, en sus contradicciones, dotado de razón y emoción. Es un ser que tiene relaciones que rebasan el análisis político, cartesiano, explícito, conceptualmente correcto y definido. Esa red de relaciones debe ser tomada en cuenta en el proceso educativo. Existe un vínculo indestructible entre los seres humanos y la naturaleza, entre nosotros y el cosmos.

"Dimensión ecológica". El aspecto ecológico es una navaja de dos filos. Existe la forma burguesa de enfrentarlo y la manera libertadora. El gran legado del líder seringueiro Chico Mendes consiste en entender que todo lo que acontece en la naturaleza influye en la vida humana, así como lo que ocurre en la vida humana influye en la naturaleza.

El reto es estudiar cómo se da la relación con la ecología. No se trata de defender a los delfines del golfo Pérsico o las ballenas de Alaska olvidando los niños del noreste de África. De hecho, el animal más amenazado por la extinción es el ser humano.

La bandera de la ecología es revolucionaria porque la ecología es como un avión: aunque haya primera clase, clase ejecutiva y clase turista, a la hora de caer no hay distinción, todos pueden morir. Comprenderlo así nos permitiría reformular también la idea de aliados políticos. En ocasiones limitamos el abanico de aliados por no sentir que hay demandas que exigen respeto a la vida tanto de las clases dominantes, como a la nuestra, como el medio ambiente, que afecta igualmente a ricos y a pobres. Podríamos movilizar a todo un sector de la sociedad que, por nuestros prejuicios, está siendo movilizado por nuestros enemigos de clase. Por prejuicios paradigmáticos dejamos a ciertos sectores importantes de la sociedad en manos de los que quieren perpetuar el sistema, y no de los que quieren cambiarlo. Esto es así porque no trabajamos la dimensión liberadora de los paradigmas.

"Subjetividad". Actualmente en los procesos de educación popular ya se discuten aspectos subjetivos y de sexualidad, aunque no tanto como sería deseable. Está demostrado que a medida que se habla menos de determinados temas se cometen más errores. En las escuelas no se hablaba de sexo ni de política y en ellas se hicieron y se hacen muchas tonterías.

La discusión debe enfocarse hacia cuáles son los nuevos paradigmas de la educación popular, o bien, cómo desarrollar una metodología y una teoría de la educación popular incorporando el legado de Paulo Freire y haciéndolo avanzar. Este es un desafío que enfrentamos todos nosotros.

"Lo micro y lo macro". El aspecto de lo personal y lo social, de lo micro y lo macro, de lo particular y lo general, de lo local y lo global, genera nuevos paradigmas sobre los que debemos pensar en el marco de la educación popular; de lo contrario se corre el riesgo de acertar en lo particular y seguir en otra dirección con respecto a lo general.


La crítica y la autocrítica

Otro de los desafíos de la educación popular es volver la crítica y la autocrítica una práctica fundamental, y esto nos lleva a afirmar que no se puede hablar de educación popular sin que haya transparencia en la actuación de los miembros del equipo. La educación popular exige escuchar a los educandos y al equipo sobre lo que piensan del educador, de su desempeño. Tendemos a pensar que todo está bien y vamos aplazando los problemas. Es ahí cuando las cosas se detienen.


La educación formal

Aunque no es posible adoptar en la escuela formal la metodología de la educación popular, sí es posible incluir en aquella algunas pedagogías de la educación popular, o crear una escuela con la metodología de la educación popular.


Esta imposibilidad es válida para otros espacios de la reproducción del sistema. En general son espacios positivos en sus objetivos inmediatos y, por lo tanto, necesarios, como los consejos tutelares, la atención a los niños, proyectos de salud, etcétera.


Como ya no tenemos una visión apocalíptica de la sociedad, no vamos a dejar de adoptar algunas iniciativas con la justificación de que "eso o aquello solo se podrá lograr en una nueva sociedad". Hemos descubierto que lo nuevo se hace ahora, y a través de la acumulación de lo nuevo vamos acabando con lo viejo. A través de etapas y de nuevas iniciativas conseguiremos conquistar adhesiones, y así enfatizar las contradicciones y posibilitar, en el futuro, un cambio de la sociedad.

El problema de la escuela es ser esclava de una cronología curricular con la cual la educación popular es incompatible porque esta depende del tiempo de los educandos y no del tiempo del plan de estudios. El desafío está en conseguir inventar una escuela que no esté atada al control de instituciones gubernamentales.

Introducir otra dinámica en la escuela formal es posible pero no será fácil. Fernando Cardenal, ministro de Educación en la Nicaragua sandinista, tenía una propuesta de reforma educativa interesante que no se logró debido a la agresión de EE.UU. Su propuesta acababa con el plan de estudios, rompía la coincidencia entre el avance escolar y la cronología anual de manera que un campesino podría cursar el sexto grado en seis meses o en seis años, dependiendo de "su tiempo". La propuesta rebasaba el criterio de vencedores y de vencidos. Nadie era obligado a realizar exámenes a fin de año para pasar al siguiente nivel.

Existe una serie de innovaciones pedagógicas, pero son solo una gota de agua en el océano de un sistema escolar preso del plan de estudios y de la tradición. En Kenia, África, existe una experiencia educativa que procura adecuar el pensamiento con la acción. Aunque no pretende ser educación popular es un paso con respecto al cual nuestra educación está a muchos años luz. Uno de los requisitos de esta escuela es que cada alumno pase una semana del año conviviendo con trabajadores para permitirles entender cómo se articula la ciudad desde abajo. Algunos salen de madrugada con los barrenderos para recoger la basura, otros permanecen una semana como auxiliares de enfermería en un hospital público, etcétera.

En la escuela brasileña las personas pasan más de 20 años en los escritorios escolares, salen con un certificado, pero no saben cocinar, coser, planchar ropa, cuidar la casa, arreglar un aparato electrodoméstico, no entienden de mecánica, de automóviles o de carpintería. Nunca debaten aspectos como pérdida, ruptura, afectos, sexualidad, muerte, dolor, espiritualidad. Nuestra escuela no trabaja temas fundamentales.

Los excluidos

Cada vez un número mayor de sectores populares se enfrenta a su supervivencia inmediata, y cuando una persona se encuentra en esa situación no tiene tiempo ni condiciones psicológicas para participar en reuniones, entrenamientos o encuentros.


Este es un factor que complica nuestro trabajo. No sirve trabajar con personas que se encuentran en la miseria. Nadie logra movilizar a una persona que está preocupada por la comida de cada día. Es importante buscar sectores en los cuales, estratégicamente, se compensa la inversión de nuestro trabajo. Esto no significa que vayamos a dejar de trabajar con los que viven en las calles, como los que se alojan debajo de un puente o con un niño con SIDA. Sin embargo, debemos tener claridad, dentro de un proceso social más amplio, acerca de dónde invertir en la formación de nuevos líderes populares.

El trabajo de base consiste actualmente en lograr atraer a los sectores excluidos y proporcionarles un mínimo de organización para, a partir de esa organización, posibilitar la movilización. Contar con un trabajo de base debería constituir un criterio para todo educador.

Los afectos


En nuestros días el aspecto de los afectos se está discutiendo más. Los líderes formados mediante la educación popular están mostrando, con su práctica, cómo lo afectivo influye en el desempeño político. Cuando no eran líderes, no tenían responsabilidad pública, podían vivir sus problemas afectivos porque ello afectaba, cuando más, a la familia. Ahora afecta estructuras e instituciones.

Discutir el asunto del amor, en su dimensión personal y social, es romper un tabú, significa colocar al amor cono la condición para vivir en una sociedad donde las personas son diferentes sin ser necesariamente contrarias. Queremos crear una sociedad amorosa.

Recomendaciones para la acción


1. Hacer educación popular implica tener siempre como referencia el tiempo como historia. Esto es lo que nos permite analizar los procesos educativos y hacerlos visibles para otros. Siendo la televisión un elemento clave en la destrucción de la perspectiva histórica es necesario promover una educación para ver la televisión, que le permita a las personas el distanciamiento necesario para ser críticos frente a los programas que observan.

2. La educación popular requiere que el educador se cuestione, se eduque permanentemente en el diálogo con los educandos. Partir del educando es la única manera de partir de la experiencia del grupo, de lo contrario tendremos una educación popular conceptualmente liberadora, pero colonizadora en la práctica.

3. Debemos enfocar la discusión acerca de los nuevos paradigmas de la educación popular, rescatando su dimensión libertadora, para desarrollar una metodología que incorpore el legado de Paulo Freire y lo haga avanzar.

4. Aunque no es posible adoptar en la escuela formal la metodología de la educación popular, sí es posible incluir, en aquella, algunas pedagogías de la educación popular o crear una escuela con la metodología de la educación popular. Lo nuevo se hace ahora, y a través de la acumulación de lo nuevo vamos acabando con lo viejo. A través de etapas y de nuevas iniciativas conseguiremos conquistar adhesiones para posibilitar, en el futuro, un cambio de la sociedad.

5. La dinámica de la educación popular busca el cambio social y, por lo tanto, debe saber invertir en los sectores donde haya personas que tengan el potencial de multiplicadores. Ellos, a su vez, ayudarán a la formación de los que trabajan directamente con sectores excluidos.


Traducción: Dora Benveniste Levy

Autor

Frei Betto • Brasil

Fuente

La Jiribilla

http://www.lajiribilla.cu/

lunes, 7 de febrero de 2011

LAS IDEAS PEDAGÓGICAS DE ANTONIO GRAMSCI

En este año que concluyó se celebró el centenario del nacimiento del pensador Antonio Gramsci, el teórico marxista en quien se conjugó el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad. Sus escritos sobre el papel de lo ideológico en los procesos de cambio social abren el camino a la reflexión sobre el papel legitimador/transformador de los aparatos escolares. Sin embargo, Gramsci, a causa de las duras condiciones de su vida política y carcelaria, no tuvo tiempo ni oportunidad de desarrollar sistemáticamente sus concepciones pedagógicas. Éstas se hallan implícitas en sus conceptos de hegemonía  y revolución cultural, y explícitas, aunque dispersas, en diversos textos de sus "Cartas desde la Cárcel" y en sus célebres "Cuadernos de Cárcel". Para Gramsci, el problema escolar se halla conectado con la relación neurálgica que existe entre pedagogía y política, tal y como la elaboró en su concepción central de hegemonía.


Así lo explicita, en uno de sus textos publicado en el volumen El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, al precisar que "este problema puede ser relacionado con el del planteamiento moderno de la doctrina y de la práctica pedagógica, según la cual la relación entre maestro y escolar es una relación activa, de interacciones recíprocas, por las cuales todo maestro es al mismo tiempo alumno, y todo alumno maestro. Pero la relación pedagógica no puede reducirse al ámbito de las interacciones específicamente escolásticas, por las cuales las nuevas generaciones entran en contacto con sus predecesores, cuyas experiencias y valores históricos necesarios absorben para madurar una personalidad propia, histórica y culturalmente superior. Esta relación existe en toda sociedad en su conjunto y para cada individuo con respecto a los demás, entre las clases intelectuales y las no intelectuales, entre los gobernantes y los gobernados, entre las élites y los seguidores, entre los dirigentes y los dirigidos, entre las vanguardias y los cuerpos de los ejércitos. Toda relación de hegemonía es necesariamente una relación pedagógica y se verifica, no sólo en el interior de un país, entre las diferentes fuerzas que lo componen, sino en todo el campo internacional y mundial, entre grupos de civilización nacionales y continentales".


Educación de élites y educación de masas

Gramsci se planteaba también el problema de la educación como un problema esencial en el proceso de elevación cultural del pueblo, que en el período del "Risorgimento" —típico movimiento de élites— había sido descuidado. Empero, para Gramsci, hacer política no era sólo educar a una vanguardia sino tratar de elevar a las masas al nivel de una cultura integral. Y así lo subraya con la siguiente matización: "Crear una nueva cultura no significa hacer sólo individualmente descubrimientos originales, sino también, y especialmente, difundir críticamente verdades ya descubiertas, socializarlas, por así decirlo, y por lo tanto convertirlas en base de acciones vitales, elementos de coordinación y de orden intelectual y social. Que una masa de hombres sea conducida a considerar unitariamente el presente real es un hecho filosóficamente mucho más importante y original que el hallazgo por parte de un genio filosófico de una nueva verdad que se conserve como patrimonio de pequeños grupos intelectuales".


Hegemonía y escuela

La profesora Cristhine Buci Glusckmann, analizando tales textos, considera que para Gramsci el sistema escolar es —como las demás organizaciones culturales que actúan en la sociedad civil— uno de los factores de hegemonía de una clase social y constituye el hilo conductor en la elaboración de los Cuadernos de la Cárcel. Y es lógico que así sea, pues la supremacía de una clase social no es sólo dominación sino —como hegemonía— dirección intelectual y moral. Para imponerla no basta la coerción —de los aparatos regresivos del Estado— sino que es preciso también el consenso o consentimiento de las clases subalternas.


Para el logro de esa hegemonía, es fundamental la función que desempeñan los intelectuales. Actuando como "funcionarios de las superestructura" cimientan la unidad de la estructura y la superestructura, que constituye un bloque histórico determinado, mediante la elaboración y difusión de la ideología de la clase dominante dando lugar a su hegemonía. De ahí la importancia de la educación, ya que ésta desempeña una función esencial en la formación de los intelectuales del bloque emergente como ya lo habían desempeñado en la gestación del bloque dominante. Con la particularidad de que, para los intelectuales del nuevo bloque emergente, la cultura constituye un integrante básico del socialismo, pues éste debe integrar una concepción integral de la vida que comprenda no sólo la organización política sino también la organización del saber a través de la actividad cultural.


El hombre en la sociedad y en la escuela

Antes de iniciar, en 1929, una reflexión sistemática sobre los problemas pedagógicos, Gramsci se había planteado —reflexionando sobre la "filosofía de la praxis"— el problema de la naturaleza humana. Para Gramsci no existe una "naturaleza humana universal" (concepto metafísico) ni tampoco una individualidad preconstituida al proceso de formación histórica de cada uno de los hombres. Preguntarse ¿qué es el hombre? es preguntarse si el hombre puede modelar su propio destino. Es decir, si puede crearse una vida propia. Según Gramsci, la respuesta es que "el hombre es un proceso, el proceso de sus actos". O, dicho de otro modo, el hombre es, sobre todo, espíritu, o sea, creación histórica, no naturaleza. Aunque el hombre es un ser material, esta materialidad no puede reducirse al significado que la materia tiene en las ciencias naturales o en las metafísicas materialistas premarxistas. No existe, por lo tanto, una naturaleza humana de base, determinada y fija ontológicamente en la variedad de sus manifestaciones durante el conjunto de su historia sino que la naturaleza humana es un continuo transformarse que se va determinando poco a poco a través de la dialéctica de las relaciones sociales: la naturaleza humana es el conjunto de las relaciones sociales que determina una conciencia históricamente definida. Además, el conjunto de las relaciones sociales es contradictorio en todo momento y se halla en continuo desarrollo, de forma que lanaturaleza del hombre no es algo homogéneo para todos los hombres y todos los tiempo.


Para Franco Lombardi. es ésta una historización de la realidad humana en la que adquiere sentido y significado preciso la primitiva observación gramsciana de que "el hombre es creación histórica, expresión de las relaciones entre la voluntad humana —situada en la superestructura de una formación económico-social— y la estructura económica de la sociedad. La escuela o, más genéricamente, la educación desempeña una función muy importante en el desarrollo de esas relaciones al asegurar la transmisión del acervo cultural de una a otra generación" (Gramsci).


Educación y formación de la personalidad

La concepción que Gramsci tenía de la función de la educación emerge así de todo el conjunto del pensamiento gramsciano y enlaza estructuralmente con la "filosofía de la praxis", en cuanto que ésta aspira a ser una reforma moral cuyo fin será elevar la conciencia crítica de las clases populares para que los individuos que la constituyeron lleguen a adquirir una concepción superior de la vida. En ese sentido, debe precisarse que la característica educativa implícita en la "filosofía de la praxis" (marxismo) se manifiesta, sobre todo, en el proceso de formación de la personalidad. Para Gramsci, el hombre, que es el resultado de unas condiciones de vida, es también el sujeto de una transformación determinada, ya por un cambio del conjunto de las relaciones sociales, ya por la toma de la conciencia de estas situaciones objetivas y por la voluntad de querer servirse de ellas.


De este modo, apoyándose en las condiciones objetivas de existencia, el hombre pone en movimiento la propia voluntad como aplicación efectiva del querer en abstracto y forma así su propia personalidad. Esta formación no es sólo individual y subjetiva sino una operación compleja en la que los elementos individuales y subjetivos se asocian a los elementos de masas, objetivos o materiales. con los que el individuo se encuentra en unas relaciones de acción recíproca. Conviene también precisar que, si bien la síntesis de dichos elementos es individual, ésta se realiza por medio de una actitud que está en conexión recíproca con el exterior —la naturaleza y los otros hombres— realizando un progreso ético que sería vano considerar individual.

Rechazo del determinismo y del innatismo pedagógico

El rechazo que Gramsci realiza tanto del determinismo como del innatismo pedagógico es una consecuencia de su concepción de la naturaleza humana. Según Gramsci, no se puede hablar de una naturaleza "a priori" del niño, ni del hombre en general, innata, cuya simple función sería la de manifestarse. Es evidente que en el individuo humano hay elementos naturales de carácter innato, pero después de un examen detenido se muestran menos innatos de lo que parecen, y, por lo tanto, su importancia debe limitarse al máximo, incluso porque no todo lo que en el niño parece ser natural resulta ser tal y, a veces, es mejor considerarlo como historia.


Dado que la conciencia del niño no es algo "individual" sino reflejo de la parte de la sociedad civil en la que el niño estaba integrado, de las relaciones sociales que se crean en la familia, en la vecindad, el pueblo, etc., se deduce que la posición innatista que propone "renunciar a formar al niño" significa únicamente permitir que su personalidad se desarrolle tomando caóticamente del ambiente general todos los aspectos de la vida. En consecuencia, Gramsci se opone a la pedagogía que considera la educación como el desarrollo de algo ya existente bajo la forma de una fuerza latente originaria, teniendo en cuenta que esta originalidad no es más que un indiferenciado e informe complejo de sensaciones e imágenes obtenidos durante la primera fase de la vida del niño. Este modo de concebir la educación, no es válido, en todo caso, sino para contraponerlo a otro peor —que Gramsci denomina "jesuítico", basado en una coacción externa brutal— pero que acaba por exasperar tanto la espontaneidad que corre el peligro de caer en el fatalismo, mientras que, por el contrario, la educación debería ser organizada y dirigida, incluso a través de una cierta forma de coacción.

Gramsci argumenta también esta tesis en una carta dirigida a su esposa sobre la educación de los hijos. Decía entonces así: "Pero en conjunto (sus cartas) me han dado la impresión de que tú y otros miembros de tu familia sois demasiado metafísicos, al presuponer que el niño contiene al hombre entero en potencia, siendo preciso por tanto ayudar al desarrollo de ese contenido latente sin ejercer ninguna clase de coacción, dejando actuar a las fuerzas espontáneas de la naturaleza o qué sé yo. Por mi parte, pienso que el hombre es toda una formación histórica, obtenida a través de la coerción (entendida en el sentido más general que el de brutalidad y violencia externa), y además pienso que de otro modo se caería en una forma de trascendencia o de inmanencia. Lo que se toma por una fuerza latente no es, en su mayor parte, sino el complejo informe e indiferenciado de las imágenes y sensaciones de los primeros días, de los primeros meses, de los primeros años de la vida; imágenes y sensaciones que no siempre corresponden a lo mejor según nuestros deseos. Esta manera de concebir la educación como el desenredar una madeja ya preexistente tuvo su importancia cuando se trataba de oponerla a la escuela jesuítica, por cuanto negaba una filosofía aún peor, pero hoy está superada a su vez. Renunciar a formar al niño no significa otra cosa sino permitir que se desarrolle su personalidad acogiendo caóticamente del ambiente general todos los motivos que han de formar su vida. Es extraño e interesante que el psicoanálisis de Freud haya creado, especialmente en Alemania, tendencias similares a las que rigieron en Francia en el siglo XVIII, y que aparezca de nuevo el tipo del buen salvaje corrompido por la sociedad, esto es, por la historia. Resulta una nueva forma de desorden intelectual muy interesante".


Educación crítica

Al poner el acento sobre el elemento voluntarista de la educación Gramsci resalta la necesidad de que no provenga de la familia del niño y de que no actúe como puro individuo, sino que sea portador de los ternas más importantes del grupo social. Según Gramsci, para educar es necesario un aparato cultural a través del cual la generación anterior transmita a la generación de los jóvenes toda la experiencia del pasado —de las generaciones pasadas— y les haga adquirir sus inclinaciones y hábitos. Incluso los físicos y técnicos que se adquieren con la repetición. Esta transmisión de contenidos culturales de la vieja a la nueva generación se realiza especialmente a través de la escuela. Es decir, de la obra del maestro que en su trabajo realiza el nexo instrucción-educación, ya que para Gramsci no puede existir, al menos en teoría, una instrucción sin educación.


En definitiva, para Gramsci, maestro no es sólo el que enseña en la Escuela, sino que el verdadero maestro, el educador, es aquel que representando la conciencia crítica de la sociedad, y teniendo en cuenta el tipo de hombre colectivo que se encuentra representado en la Escuela, asume el papel de moderador entre la sociedad en general y la sociedad infantil en desarrollo. Es también educador y quien secunda estimula el proceso evolutivo a través de la búsqueda de un equilibrio dinámico y dialéctico entre imposición social e iniciativa autónoma del individuo. Gramsci considera también al maestro como intelectual, es decir, como un dirigente (especialista político) que trabaja en el campo de la educación difundiendo la ideología del bloque histórico dominante o tratando de elaborar la hegemonía del nuevo bloque emergente. De ahí la necesidad de que el educador sea también educado ya que, según la célebre Tercera tesis de Marx sobre Feuerbach, "la doctrina materialista de que los hombres son el producto del ambiente y que, por lo tanto, los cambios en los hombres son el de otros cambios en el ambiente no tiene en cuenta que también los hombres puedan modificar el ambiente y de que el educador de ser a su vez educado".


La Escuela única o unitaria

El concepto dé Escuela única, o unitaria, desempeña una función relevante en las concepciones pedagógicas de Gramsci. En realidad, es una consecuencia de la visión que el pensador italiano tiene del desarrollo de la sociedad. Según Betti, la sociedad que se plantea Gramsci es una comunidad nueva, animada de un espíritu de justicia social, una sociedad donde la escuela se inserta como elemento activo y propulsor para la educación de las nuevas generaciones, una sociedad que no entre en contradicción con la escuela, sino que sea capaz de revivir y prolongar las recíprocas interacciones que la escuela establece. En la visión gramsciana, el problema de la sociedad es esencial. Gramsci, al igual que Makarenko, está convencido de que la cuestión de la revalorización del trabajo como actividad humana y social, de la construcción de una sociedad capaz de realizar las más válidas aspiraciones del hombre no puede encontrar una solución satisfactoria en el mero activismo pedagógico por cuanto que la educación social ha de ir unida a la idea de transformación social.


Con Makarenko, ya no se piensa en actuar por actuar sino que se aspira a una actividad concreta, socialmente interesante, que una vez más la escuela a la vida y a las rápidas transformaciones sociales se producen. Ahora está claro que no es posible plantearse el problema de la escuela sin vincularlo al de las exigencias de la sociedad, de la cual debe ser expresión y motor la escuela. Todos los aspectos, desde los ideales educativos hasta los programas, han de valorarse a la luz de los problemas presentes y futuros de la comunidad. La vitalidad de una escuela se mide por su sensibilidad frente a estas nuevas solicitudes que proceden de la vida, lo mismo que la causa de su decadencia haya que buscarla en la ruptura entre escuela y sociedad. Gramsci advierte que el retraso de la escuela debe ser diagnosticado en razón de su no adecuación a la vida. Ello ocurre cuando se presenta como escuela culturista que insiste en presentar problemas que, si tuvieron importancia en otros tiempos, han dejado de tenerla. Del aislamiento de la escuela respecto a la vida nace lo que Dewey llamó "despilfarros de la educación", que impiden al niño el aprovechamiento de su experiencia cotidiana e inversamente no le permiten servirse en la vida de lo que aprende en la escuela.

Para Betti, de cuanto queda dicho, y ante la necesidad de difundir los valores humanos a fin de que nadie se vea privado de condiciones para el desarrollo de su personalidad, nace la exigencia grarmsciana de una escuela unitaria elemental-media como instrumento para formar a las nuevas generaciones a través de la acción consciente del adulto, de la sociedad. ¿En qué razones se funda esta reivindicación?: Por una parte, en tratar de eliminar la orientación clasista de la escuela, que procura dar un tipo diferente de educación a cada estrato social para cristalizar a cada uno de éstos "en una función social determinada, o directiva o instrumental, en vez de ofrecer a todos los niños iguales oportunidades de elección de su propio provenir". Por otra, la escuela única es concebida por Gramsci como un medio insustituible para la creación de nuevas relaciones, de relaciones más justas entre trabajo intelectual y trabajo industrial, a fin de superar, como bien precisaba Hessen, "la antigua y decisiva oposición entre la cultura general y la instrucción profesional", entre escuelas para las élites y escuelas para artesanos.

Además del rechazo de la tradicional escuela media para las élites, distanciada de la vida y empeñada en "instruir a la juventud sobre materias alejadas de cuanto sea útil y relacionado con el presente", aflora en el pensamiento de Gramsci un nuevo concepto de la escuela profesional entendida no ya como escuela meramente artesana, sórdidamente practicista, sino como medio para asegurar a los jóvenes aprendices una específica cultura general. Es significativo que, aunque Gramsci no estima que pueda ser competencia exclusiva de la escuela la reconstrucción social, pues la considera insuficiente como instrumento para eliminar las diferencias de clase, piense que sin embargo la escuela única podría dar lugar a una mejor comprensión entre los jóvenes de las diferentes capas, con efectos beneficiosos que tal vez se harían sentir "no sólo en la escuela sino en toda la vida social". Esta posibilidad de entendimiento no será inconsciente ni impuesta por una fuerza exterior, sino que se originará como fruto o resultado de la escuela unitaria, porque antes de adoptar el camino de la especialización intelectual y profesional los jóvenes habrán adquirido una conciencia moral y social sólida y homogénea que les habrá permitido entenderse, comprenderse y ser comprendidos, estableciéndose un encuentro anterior a las divisiones religiosas, políticas e ideológicas.

Para Gramsci, la escuela única constituye una gran exigencia de la sociedad moderna, que necesita aprovechar todas las posibilidades de los jóvenes para mantenerse sólida y progresiva. En consecuencia, la educación debe entenderse como una presión enérgica "sobre todo el sector escolar para hacer emerger a esos millares, centenares, o aunque sólo sean docenas de estudiosos de altos vuelos, necesarios para la continuidad de cualquier cultura". Desde esta perspectiva, según Betti, no debe creerse que Gramsci, al mencionar esa intención de seleccionar enérgicamente, pretende reducir la escuela a una pequeña élite, aunque fuese la élite de la inteligencia. Grámsci está íntimamente convencido de que el problema de llevar la cultura a todos coincide con el de seleccionar los grandes dirigentes de la sociedad. Pues en realidad, cuando se dice que todos deben seguir el mismo curso, no significa que todos vayan a alcanzar los mismos objetivos y los mismos resultados, sino que todos deben tener la oportunidad y los medios para constituirse como personas, deben estar sometidos a la disciplina y al trabajo intelectual ser puestos en contacto con el patrimonio cultural acumulado por las generaciones precedentes, y estar cada cual en condiciones para poder expresar "su verdadera y esencial capacidad. asegurándole para ello el desarrollo natural tantas veces comprometido por los shocks psíquicos debidos a hechos de la vida del alumno en la familia y en la escuela".

En esta concepción gramsciana, la escuela no puede concebirse ni siquiera en sus primeros años, como una diversión, como una enseñanza fácil y atrayente en todo momento y a cualquier precio, sino como una acción que, dentro del respeto al educando, impone sacrificios, renuncias y esfuerzos. Pues nunca dejará de ser cierto que el entendimiento del niño no progresa sino "por medio del esfuerzo", al mismo tiempo que lucha por "sujetarse a privaciones y limitaciones del movimiento físico, es decir, que se somete a una disciplina psicofísica". Basándose en sus propias experiencias, Gramsci concibe el estudio como una tarea muy seria y fatigosa que no se lleva a cabo espontáneamente, sino que exige una preparación no sólo intelectual sino también muscular y nerviosa: es como un proceso de adaptación, un hábito adquirido a través del esfuerzo, superando el tedio e incluso el sufrimiento. De ahí la posición negativa de Gramsci ante la idea de que la escuela, por ser para todos, haya de ser fácil. De ahí también la sugerencia de generalizar la enseñanza preescolar, a fin de que todos los niños adquieran esos hábitos necesarios para facilitar la adaptación psico-física a la escuela, así como al proyecto de crear una serie de actividades integradoras, tales como bibliotecas, guarderías, etc, para favorecer el proceso de homogeneización de los diversos elementos de la vida escolar y elevar a los más desposeídos al nivel de los mejores. Desde esta perspectiva resulta claro que el objetivo de la escuela unitaria es crear un estrato de intelectuales, elevando las masas a la cultura para hacerles adquirir una concepción superior de la vida, en contra de las tendencias que se proponen mantener a los simples, a los humildes, en su filosofía primitiva. En consecuencia, la escuela unitaria es "un elemento básico en la lucha por la hegemonía de las clases populares".

En ese sentido, Gramsci supera netamente el concepto de la cultura subalterna, destinada a las clases más pobres, y el de la cultura humanística, desinteresada, como privilegio de las clases dirigentes. No sólo rechaza la idea de la escuela hecha a medida de las clases populares —luchando decididamente desde las páginas de "L'Ordine Nuovo" contra tales tendencias, que se manifestaban incluso en el seno del movimiento obrero— sino que además se oponía a toda concepción de la cultura como saber enciclopédico, como adquisición de nociones inconexas que forman hombres mecánicamente determinados, cuando no desarraigados, gentes que se creen superiores al resto de la humanidad porque han acumulado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas, que desgranan en toda ocasión para alzar una barrera, entre ellos y los demás.

Para Betti, en el Gramsci joven es más evidente la influencia idealista y la valoración de la espontaneidad, de la subjetividad, que el Gramsci maduro colocaría luego en sus más justos términos de relación concreta con el mundo humano y natural. Pero, por el contrario, se mantuvo siempre firme en el rechazo de una cultura subalterna para las clases populares. Rechazó el concepto de "escuela popular" porque se daba a ésta un carácter de escuela profesional, inmediatamente práctico, quedando las clases populares en su sempiterna posición de inferioridad. A su juicio, la escuela popular obedecía al propósito de someter a los desheredados, de inculcarles resignación y respeto frente a la situación existente. En cambio, la escuela propugnada por Gramsci trataría de implantar en todo joven "una psicología de constructor". Todos deberían estar en condiciones de ser "gobernantes", aunque sea en un sentido abstracto. Así se funden los ideales humanístico y democráticos, y la tradicional dualidad entre el hombre aristocrático y el hombre común se superaba en el hombre moderno.





Autor

Jose María Laso Prieto

José María Laso es presidente de la Fundación Isidoro Acevedo y autor, entre otros libros, de " Introducción al pensamiento de Gramsci" 


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