sábado, 1 de diciembre de 2012

La inclusión es un medio fundamental para la construcción de sociedades más justas, democráticas e igualitarias


¿Podemos pensar en una sociedad justa, sin una escuela inclusiva? ¿Cuál debe ser el papel de la “equidad”, al momento de hablar de políticas educativas? ¿Podemos pensar en una mejor democracia? ¿En qué consiste una redistribución equitativa de bienes culturales?



El desarrollo de sociedades más justas e igualitarias solo será posible si todas las personas, y no solo quienes pertenecen a las clases y culturas dominantes, reciben una educación de similar calidad que les permita aprender a niveles de excelencia, y si se favorece la interacción de estudiantes de diferentes contextos sociales, culturas y con distintas capacidades y experiencias de vida. La verdadera igualdad de oportunidades pasa por la igualdad de capacidades para actuar en la sociedad y por aumentar las posibilidades de las personas para optar y decidir (Sen, A.); por ello es preciso avanzar hacia políticas sociales que sitúen a las personas en el centro de un proceso de desarrollo humano sostenible, garantizando unos beneficios mínimos para toda la población que les permitan vivir con dignidad, valorando la diversidad y respetando los derechos de todas las personas con el fin de construir sociedades más justas e igualitarias de forma estable.



El interés por la equidad como objetivo de las políticas educativas, a través de diferentes estrategias como la focalización, la discriminación positiva o la acción afirmativa, adquirió mayor fuerza en la década de los noventa, pero no fue la principal prioridad de los sistemas educativos, más preocupados por la calidad en términos de eficacia y eficiencia, lo cual explicaría la persistencia de las desigualdades y la segmentación de los sistemas educativos de muchos países de la región. Las políticas de focalización, prolongadas en el tiempo, pueden terminar estableciendo un régimen segmentado en la calidad de las prestaciones: educación y salud para pobres y para el resto (CEPAL).



Para avanzar hacia una mayor inclusión educativa y social es preciso que la equidad sea una preocupación central en la toma de decisiones de las políticas educativas de carácter general y no reducirse a medidas de carácter periférico orientadas a corregir los efectos secundarios de políticas que no se inscriben en una lógica de justicia (García-Huidobro). Las políticas de focalización no han logrado el impacto deseado dada la magnitud de las desigualdades en la región y su enfoque homogeneizador. La equidad no significa tratar a todas las personas igual, sino dar más a quien más necesita y, sobre todo, ofrecer a cada persona los recursos y ayudas que requiere para estar en igualdad de condiciones de aprovechar las oportunidades educativas y lograr resultados de aprendizaje equiparables. Para alcanzar este objetivo es preciso hacer una redistribución equitativa de los recursos humanos, materiales, tecnológicos y financieros, estimando cuál es el costo de ofrecer una educación de igual calidad en distintos contextos y a personas con diferentes necesidades, y prestando mayor importancia a medidas de carácter preventivo, como la educación y cuidado de la primera infancia, y el desarrollo de sistemas de apoyo para las escuelas y estudiantes con mayores necesidades.







Extraído de
La atención educativa a la diversidad: las escuelas inclusivas
Rosa Blanco
En Calidad, equidad y reformas en la enseñanza
Álvaro Marchesi, Juan Carlos Tedesco, César Coll
Coordinadores

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