La globalización, producto de un
capitalismo avanzado, basado en la bursátilización de la economía, el mercado y
la informatización de la sociedad, tal como lo plantea Castells trajo
aparejados diversos fenómenos políticos y sociales propios de un nuevo esquema
productivo. Aunado a lo anterior, la dinámica concentradora del capital,
derivada de la implantación de políticas neoliberales generó, parafraseando a
Frantz Fanon, a los nuevos condenados de la tierra.
Estos nuevos condenados resultan ser un
estorbo social pues requieren de ciertas ayudas que el modelo económico no se
encuentra dispuesto a ofrecer, pues “en
un mercado puro y duro, sin intervencionismo del gobierno, la educación, la
sanidad, la vivienda, la alimentación, etc., serían privilegio de una minoría,
el resto de la población acabaría en la más pura marginación y miseria”
(Torres).
Estos estigmatizados se encuentran
representados por los excluidos, los desechables en el argot lingüístico local
argentino, es decir, por todos aquellos que carecen de las posibilidades de
integrarse a una sociedad intrínsicamente excluyente. Nos referimos a toda la
población en extrema pobreza, los nuevos analfabetas digitales, los viejos, los
discapacitados, los desempleados y en fin aquellos grupos sociales que,
incluyendo a las nuevas generaciones de jóvenes y los indígenas, no tienen ni
tendrán posibilidad de ser asimilados en la actual dinámica social, producto de
sus propias contradicciones internas. En un esquema ferozmente excluyente los desechables
no existen, aún cuando el propio esquema económico sea su promotor y
generador.
En este sentido, ...lamentablemente,
la educación de adultos, que había sido central en las preocupaciones retóricas
de ciertas alianzas gobernantes y movimientos sociales en los sesenta y los
setenta, se ha convertido en un área marginal en los ochenta, a pesar de la
demanda y envergadura del problema, languideciendo prácticamente hacia fin de
siglo. En cierto sentido el analfabetismo continúa siendo un problema con dimensiones
mucho más complejas dadas las demandas del analfabetismo cibernético y los
avances de la
comunicación. Así el analfabetismo funcional, cibernético y
computacional constituyen un problema educativo tan o más drástico de lo que
fuera el analfabetismo funcional hacia principios del siglo XX. (Torres).
No se puede afirmar que, con
anterioridad al surgimiento e implantación de la globalización y las políticas
neoliberales, no existían excluidos. Los excluidos, particularmente en las
distintas fases del capitalismo, han existido invariablemente aunque quizá con
otras características y, reiteradamente, han representado un peligro para el
estatus social. Este darwinismo social, descaradamente imperante en la etapa de
la revolución industrial, no puede tener el mismo rostro en una sociedad como
la del conocimiento que, en teoría, propugna por la racionalidad en todos sus
órdenes. Bajo esta óptica se desarrollan opciones dentro de las políticas
educativas institucionales, aparentemente racionales y humanitarias, tales como
la educación social. En este sentido la contención, o mejor dicho la
prevención, tiene como objetivo dar una respuesta anticipada, mediante esquemas
asistencialistas, a una posible inconformidad o revuelta de los excluidos. En
la actualidad se desarrolla un darwinismo sutil, de terciopelo digamos,
delicadamente oculto, que pretende defender los derechos ciudadanos mediante un
discurso democrático pero con el mismo objetivo: la selección de aquellos que
merecen seguir viviendo y de los que no.
Dadas las particularidades de un modelo
concentrador, y furiosamente excluyente, las masas de exceptuados son muy
diversas, su cantidad enorme y no se hallan presentes los atenuantes sociales e
institucionales que existían durante la etapa del Estado benefactor. Esto
último deviene en un gran riesgo para la estabilidad social.
En esta tesitura, se plantea el
desarrollo de ciertas políticas y acciones asistencialistas con el fin de
“prevenir” o anticipar cualquier circunstancia de riesgo. El asistencialismo,
si bien no corrige los problemas de fondo, resulta ser un eficiente paliativo y
una contención a cualquier eventualidad social, particularmente de corte
político. En este contexto surgen las propuestas de la educación social.
La educación social no nació,
precisamente, como una corriente o disciplina democrática o libertadora. Es, en
si misma, una respuesta de los grupos dominantes a una situación potencialmente
peligrosa para el estado de cosas.
Los antecedentes que dan origen a la
educación social son el higienismo y la prevención e intervención social. Estos
conceptos y procedimientos se derivan del enfoque médico y epidemiológico.
Esconden, esencialmente, una intencionalidad ideológica sumamente autoritaria:
la contención y posible eliminación eugenésica de los débiles. Los que no
sirven o que, de acuerdo a sus características físicas y mentales, no pueden
integrarse al proceso productivo o significan un lastre social. Aquellos que
tarde o temprano representarán un riesgo y un gran peligro, sobre todo si se
organizan y exigen su derecho a existir y a mejores condiciones de vida.
La educación social tal como lo plantea
Ortega, tiene como campos de acción los siguientes:
·
La educación social especializada (educación de
personas en dificultad, riesgo, desamparo, exclusión, maltrato, abuso o bien
que se encuentran en conflicto (inadaptados, delincuentes o drogadictos)
·
La educación permanente y de adultos (educación
para los representantes de la tercera edad, formación laboral y la educación
familiar o escuela para padres)
·
La animación sociocultural (educación para el
ocio, el tiempo libre, educación cívica y la educación ambiental)
Dentro del espectro disciplinar, se
ubican, en este ámbito, las siguientes corrientes:
·
La pedagogía social especializada
·
La gerontopedagogía
·
La pedagogía del ocio y el tiempo libre
La educación social, de acuerdo al mismo
autor, es una forma de educación que, a su vez, es objeto y ámbito de la
pedagogía social. La educación social sería el fenómeno, la realidad, la praxis
y la acción, y la pedagogía social la reflexión científica. La disciplina
científica que considera, conceptúa e investiga esa educación social. Este tipo
de educación se puede definir en el discurso oficial, como un derecho de los
ciudadanos, sobre todo de aquellos grupos vulnerables. De igual manera, se
puede definir como una profesión de carácter pedagógico. Básicamente, la
educación social es una formación no necesariamente escolarizada, aún cuando
puede tener procesos escolarizados. Por otra parte, es pertinente reconocer que
aún cuando una disciplina, institución u organización social surja bajo la
égida de un proyecto económico e ideológico determinado, no significa que, en
términos temporales y evolutivos, invariablemente, continúe operando para aquello
que fue creado pues, como atinadamente en su momento definió Carlos Marx, las
cosas y eventos dependientes de la superestructura social guardan cierta
autonomía respecto a los eventos estructurales, por lo que muchas veces,
contradictoriamente, pueden terminar siendo la antitesis de su creación. Tal
como parece acontecer con algunos representantes de la educación social en la
actualidad.
Extraído de
Sociedad del
conocimiento y políticas neoliberales: la escuela bajo acoso
Jaime García SánchezCentro Interdisciplinario de Investigación y Docencia en Educación Técnica (CIIDET)
Jesús Adriana Sánchez Martínez
Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ)
En Odiseo
Revista Electrónica de Pedagogía
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