El continente americano está marcado por grandes diferencias, allí conviven el centro del poder mundial, y su “patio trasero”. El sur se caracteriza por las enormes diferencias sociales. En este contexto surgieron diversas expresiones de pedagogías críticas, que apuntan a cuestionar el orden vigente ¿Cuáles son los principales exponentes? ¿Qué caracteriza sus puntos de vista?
Los pedagogos americanos establecen una reflexión crítica
desde el centro mismo del sistema educativo y los requerimientos fundamentales
para crear ambientes pedagógicos en los cuales el sujeto educativo
(sujeto/maestro; sujeto estudiante), se encuentre consigo mismo y con el otro
como persona, con todas sus potencialidades y se reconozca en su pensar, sentir
y actuar como hombre y mujer constructor de libertad y esperanza, al tiempo que
como impugnador activo de la negación que se hace del ser humano, desde su
privación a la educación, a la reflexión crítica, a ser sujetos direccionadores
de su propia existencia, dada la marginalidad a la que han sido remitidos por
un sistema colonizador, discriminante, de exclusión, de marginamiento y de
irrespeto por las diferencias. Proponen didácticas, currículos, mediaciones y
relaciones pedagógicas propiciadoras de ambientes pedagógicos favorecedores de
crítica, creación, autonomía personal en el sentido de la emancipación
colectiva y estructural. Sus principales representantes son Paulo Freire, Henry
Giroux, Peter Mc Laren y Hugo Zemelman.
Para Freire, la pedagogía, ante todo es un acto amoroso, de
compromiso ético y político, que permite empoderar a aquellos que no tienen
voz, dar la posibilidad de la palabra a aquellos que les ha sido imposibilitada
su expresión. El método fundamental es el diálogo a partir del reconocimiento
del otro y su dispositivo principal, la pregunta, desde esta comprensión, el
maestro lo primero que debe hacer es escuchar a ese otro estudiante, desde sus
vivencias y experiencias, pues allí se encuentran las palabras vitales que
constituyen su universo “las palabras generadoras”, que en el reconocimiento
(por parte del maestro) y el autorreconocimiento (por parte del alumno) se
legitiman como dinamizadoras del proceso de conocimiento, de alfabetización
antropológica, epistémica, sociocultural, ética y política. Generar ambientes
pedagógicos que permitan el reconocimiento y el autoconocimiento, ya que estos
son el germen de la educación liberadora, de la pedagogía como práctica de la
libertad.
De esta manera, el acto de educar se convierte en la
generación y en la dinamización de un proceso de concienciación en el cual el
estudiante se piensa como un “ser situado en el mundo” al tiempo que descubre,
de manera crítica, el “lugar que ocupa” y el que debería ocupar como “ser
humano”.
De lo que se trata, entonces, es de “aprender a leer el mundo para escribir su historia”, es decir, leer
la natura y la cultura con todos sus elementos y el cúmulo de sus relaciones
políticas, económicas, sociales y culturales, al tiempo que de escribir su
historia, por lo tanto, de transformarla.
El sujeto educador es un constructor de esperanza, por eso
la pedagogía para Freire, ante todo, es un proyecto humanista que debe
favorecer la estructuración del pensamiento y la reestructuración de la
conciencia en el sentido individual y colectivo.
Por su parte, Henry Giroux centra su reflexión en la
interacción cultura-educación, lugar desde donde denuncia la manera como el
sistema educativo está cruzado por el mundo del mercado y los medios masivos de
comunicación que empobrecen la mentalidad de las personas, especialmente la de
los niños y los jóvenes. Giroux propone una pedagogía crítica como pedagogía de
la resistencia, en la que se sostiene que los currículos educativos planteados
en el sistema no son prácticas desprevenidas, sino elaboraciones efectuadas
intencional y polarizadamente por las fuerzas económicas, políticas, sociales y
culturales que detentan el poder en una sociedad determinada. En su libro Los
profesores como intelectuales plantea que:
El profesor, ante
todo, debe ser un trabajador intelectual crítico/reflexivo que desde la
construcción de una argumentación sólida nacida de una visión académica
profunda de las realidades económicas, políticas y sociales, cuestione y le
proponga herramientas a sus estudiantes para cuestionar las estructuras de
poder que dan génesis y legitiman formas de conocimiento productoras de unas
verdades y estilos de vida degradantes de las maneras de pensar y de percibir
el mundo que conllevan a privilegiar y enaltecer los ámbitos del mercado y a
quienes los detentan a favor de sus intereses particulares.
Frente a esta
realidad, la pedagogía desde el centro mismo el sistema educativo y de la
escuela deben construir resistencias, favoreciendo la construcción de un
pensamiento crítico y creativo en los estudiantes, para que ello se dé, el
primer paso que se ha de dar es que los profesores se sientan y conviertan en
intelectuales, profesionales reflexivos sobre su propia condición y situación y
sobre las exigencias que demandan las prácticas pedagógicas como prácticas
éticas, políticas y disciplinares.
Para Peter McLaren el papel que desempeña la pedagogía
crítica consiste en contribuir a la creación de una sociedad equitativa
sostenida por los valores socialistas de cooperación y solidaridad. La
pedagogía crítica presupone el análisis de la realidad a partir de la relación
entre experiencia, construcción de conocimiento/saber y orden social, de manera
estructural y con una intencionalidad transformadora:
Todo el proyecto de la pedagogía crítica está dirigido a
invitar a los estudiantes y a los profesores a analizar la relación entre sus
propias experiencias cotidianas, sus prácticas pedagógicas de aula, los
conocimientos que producen, y las disposiciones sociales, culturales y
económicas del orden social en general […]. La
pedagogía crítica se ocupa de ayudar a los estudiantes a cuestionar la
formación de sus subjetividades en el contexto de las avanzadas formaciones
capitalistas con la intención de generar prácticas pedagógicas que sean no
racistas, no sexistas, no homofóbicas y que estén dirigidas hacia la
transformación del orden social general en interés de una mayor justicia
racial, de género y económica. (Mc Laren)
Hugo Zemelman y el Instituto de Pensamiento y Cultura en
América Latina (Ipecal) han propuesto una episteme como construcción de
conocimiento desde el centro mismo de la realidad, conciencia histórica y
didáctica no parametral que propugnan por la potenciación del sujeto.
El sujeto potenciado es aquel capaz de ubicarse como sujeto
histórico, responsable de su propia existencia, a partir de un reconocimiento
de la manera como constituye y ha constituido su propia historia y, desde allí,
de la forma como percibe y asume los diferentes componentes de la realidad y de
las realidades que construye. De esta forma, el sujeto vivencia procesos que le
permiten hacer presencia en la realidad histórica como sujeto activo que no
solo vive, sino que también reflexiona sus vivencias convirtiéndolas en
potenciación de su existencia y aporte desenajenante, transformador
emancipatorio de carácter ético y político.
La autorreflexión del sujeto se dinamiza en la discusión y
en el debate de sus reflexiones en un ambiente colectivo, en el cual, mediante
la conflictualización de sus vivencias y argumentos como vivencia se constituye
un nuevo conocimiento sobre sí, que al haber servido como pretexto de discusión
potencia al mismo tiempo a los integrantes del círculo de reflexión y a sus
prácticas sociales, políticas, éticas y pedagógicas.
La potenciación del sujeto no se da imponiendo sobre sí teorías,
ideologías, conceptos impuestos desde fuera, sino que se propone a partir de
una lectura efectuada sobre su propio ser, que puede ser cuestionada por
problematizaciones planteadas desde otro tipo de experiencias que pueden ser
teóricas o igualmente vivenciales.
De esta manera, la opción vital de Hugo Zemelman y del
Ipecal, por la construcción de un pensamiento crítico, propone un rescate del
sujeto en la historia y como generadores de historia. A partir del
planteamiento anterior, la didáctica y la enseñanza se comprenden como
dinámicas históricas de carácter ético y político en las que ha de primar el
reconocimiento del sujeto en la comunidad educativa, por encima del
reconocimiento a los dispositivos parametralizados como: los currículos, las
teorías, las normas y las imágenes de poder.
La didáctica no
parametral es una postura que comprende el proceso de enseñanza-aprendizaje
como un proceso intencional de permanente promoción de ruptura de sentidos y
significados en el propio devenir existencial, lo que implica definir al
conocimiento como construcción de significados y sentidos, es decir, de redes
de representación simbólicas históricas e historizadas; al sujeto concreto como
individuo sujetado a su territorialidad contextual y a su subjetividad, lo que
hace de él un sujeto dialéctico en tanto que se articula en su sujeción
simbólica como sujeto de deseo y como sujeto de inconsciente, sujeciones que se
actúan en el mundo de las relaciones situadas, en este caso, en situaciones de
enseñanza y aprendizaje concretas. (Quintar)
Extraído de:
Actitud y pensamiento crítico.
La problematización de los contextos en la construcción del
conocimiento*
Luis Ernesto Vásquez Alape
Universidad de La Salle, Bogotá, Colombia
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