Para los autores “…la pobreza y la desigualdad se presentan como factores que impiden la convivencia pacífica, porque el concepto de paz asume, al menos desde nuestra perspectiva, un equilibrio inestable entre la lógica individual y la colectiva, y entre los intereses del mercado y el ejercicio de una ciudadanía responsable, todo ello, en busca de una justicia social, por lo que nos es difícil hablar de paz, si no asumimos la búsqueda de la equidad entre las personas y los pueblos” Ante esto ¿Qué posición ética debe asumir la Pedagogía Social?
Los derechos humanos representan, como filosofía y acción
política, el reconocimiento de las reivindicaciones y la dignidad humana, y la
defensa de la justicia y la paz, ya que los derechos humanos, a pesar de sus
deficiencias, tanto conceptuales y prácticas, como en sus procesos de creación,
representan un reconocimiento global de la dignidad de las personas y de los
grupos (Muñoz y Molina), ya que como afirmó el Premio Nóbel de Economía,
Amartya Sen,“un desdichado muerto de
hambre puede ser demasiado frágil y estar demasiado abatido como para luchar y
combatir, y hasta para protestar y gritar. Por tanto, no es sorprendente que
con mucha frecuencia el sufrimiento intenso y generalizado y la miseria hayan
estado acompañados de una paz y un silencio inusuales”. Indudablemente
estas situaciones constituyen una violencia estructural que impiden el
desarrollo de la paz; así pues, la pobreza y la desigualdad se presentan como
factores que impiden la convivencia pacífica, porque el concepto de paz asume,
al menos desde nuestra perspectiva, un equilibrio inestable entre la lógica
individual y la colectiva, y entre los intereses del mercado y el ejercicio de
una ciudadanía responsable, todo ello, en busca de una justicia social, por lo
que nos es difícil hablar de paz, si no asumimos la búsqueda de la equidad
entre las personas y los pueblos, porque, a pesar de la complejidad del
concepto “paz”, no nos cabe duda que éste debe suponer repensar los actuales
modelos de desarrollo humano, posicionándonos en un modelo sociopolítico
crítico en el que prime el interés común y optando por la defensa de las
utopías que desde la educación pueden ser vehículos para la transformación de
las personas y las sociedades. Y aquí la Pedagogía Social
como disciplina que se interesa por los procesos educativos y de socialización,
tiene importancia en la reflexión e implementación de modelos de desarrollo
humano, que desde nuestro punto de vista, están muy conectados con las
propuestas de Paulo Freire y su Pedagogía de la Liberación, basada en procesos
de empoderamiento de las personas, acabando con la cultura del silencio y la
construcción de una conciencia crítica capaz de fomentar las necesarias
transformaciones sociales.
En este sentido, siguiendo a Martín y Vila, creemos que en
una sociedad donde el mercantilismo económico es el que rige la vida, la
diferencia entre incluidos y excluidos se encuentra en gran parte determinada
por la despolitización y la posibilidad de acceso, de unos y otros, a los
bienes de consumo, al ocio y al mercado laboral, cada vez más precario, donde
los incluidos, los que están, y basándose en planteamientos individualistas,
legitiman el actual sistema. Mientras tanto, los excluidos, los que no están en
el circuito antes descrito, se preocupan más por incluirse en el circuito
laboral mercantilista, que cuestionarlo. Así pues, creemos que la Pedagogía Social
se presenta como motivadora y generadora de participación, entendida como las
acciones encaminadas a propiciar el cambio, tanto personal como de estructuras
políticas, sociales, económicas, educativas, a través de procesos dinámicos y
dialécticos, para llegar a la conciencia y la denuncia de situaciones injustas,
porque parece evidente que debemos vincular, de manera indiscutible, el poder
económico, las estrategias de mercado y el capitalismo, que imponen situaciones
de violencia estructural a las que dan soluciones eficaces y universales, y en
las que la víctima es el pobre, que se encuentra privado de derechos y que
amenaza el orden establecido, ya que reclama otra distribución de riquezas. De
esta manera se criminaliza y se culpabiliza la pobreza, a la víctima del
desarrollo social, económico y político por la situación que sufre. Este
desarrollo del modelo capitalista, se ve avalado por lo que Tedesco vislumbra
como una desvalorización en la formación del ciudadano, que se traduce en un
déficit de socialización propiciada por la sustitución de los agentes tradicionales
de socialización, familia, escuela, grupo de pares, etc., por un formidable
protagonismo de los medios de comunicación, que manejados desde las trastiendas
de intereses económicos, políticos y sociales muy concretos, realizan una
apología del consumismo, el capitalismo y la reproducción social,
invisibilizando situaciones de exclusión y de injusticia social. De este modo,
creemos necesario confrontar dialécticamente políticas y prácticas que impidan
que las estructuras sociales y de poder obvien derechos educativos y culturales
de las personas y de los colectivos, incrementando las prácticas exclusoras.
Así pues, en el contexto actual, en el que los procesos de globalización
neoliberal afectan a todas las esferas de la convivencia, y por ende, también a
los referidos a los de la
Pedagogía Social, de manera que todo sea incuestionable,
donde lo único válido es lo medible, cuantificado y eficaz, bajo un prisma
mercantilista de “pensamiento único”, es necesario intervenir educativamente
para la transformación del espacio público y el desarrollo de la sociedad
civil, y todo ello, desde una ética profesional.
Comprender el mundo en el que vivimos nos capacita desde
nuestra ética y desde nuestra conciencia política, para intervenir críticamente
en él, a pesar de los posicionamientos inalterables e incuestionables que desde
todas las esferas tratan de mantenernos inmóviles. Sin embargo, por coherencia
personal y profesional, es necesario reivindicar nuestra conciencia política
como soporte fundamental para la transformación social y la reconstrucción
colectiva. Paulo Freire, lo expresó hace años: “si, en realidad, las estructuras económicas me dominan de manera tan
señorial; si moldeando mi pensamiento, me hacen objeto dócil de su fuerza,
¿cómo explicar la lucha política y, sobre todo, cómo hacerla y en nombre de
qué? Para mí, en nombre de la ética, obviamente, no de la ética universal del
mercado, sino de la ética universal del ser humano; para mí, en nombre de la
necesaria transformación de la sociedad de la que se deriva la superación de
las injusticias deshumanizadoras. Y todo ello porque, condicionado por las
estructuras económicas, no estoy, sin embargo, determinado por ellas”. Pues
bien, no podemos ser ajenos desde la Pedagogía Social
a esta actitud ética y política, enfrentada a las políticas neoliberales y a
las injusticias y desigualdades que generan a través de su propio devenir, que
se traducen en las dinámicas relacionales, la evolución de los procesos de
producción y la tensión de los valores existentes.
Algunas reflexiones
finales
Sin lugar a dudas, los ámbitos referidos suponen ejes
importantes de reflexión desde la Pedagogía Social, aunque, evidentemente, no son
los únicos, sí creemos que suponen focos importantes e ineludibles para que las
personas se sientan ciudadanos libres y con los mismos derechos, así como su
desarrollo implica la posibilidad de vehicular alternativas a las políticas
educativas neoliberales desde la Pedagogía Social.
Hace años Bernard Cassen, escribía en Le Monde Diplomatique
un artículo titulado “Otro mundo es posible”, en el que desarrollaba una serie
de ideas que ahora retomamos por considerarlas acordes con las reflexiones que
presentamos. En síntesis decía:
- Es necesario
desarrollar nuevos marcos de análisis para redefinir qué significa
productividad, riqueza, intercambio, competitividad, desarrollo, desarrollo
humano, recursos, riqueza.
- Es necesario
impulsar una educación crítica en donde se enseña a juzgar, calibrar, mesurar,
contrastar la información en función del conocimiento que produce, sabiendo de
dónde deviene, quién la produce y cuáles son los procesos que la condicionan,
contrastando fuentes y teniendo acceso a ellas.
- La educación
pública debe generar redes de acción social en donde los ciudadanos puedan libremente
crear sus procesos de comunicación, partiendo del principio de libertad de
pensamiento.
- Hay que
abrir las fronteras del primer mundo, teniendo en cuenta que los capitales no
son sólo para optimizar beneficios a costa de la dignidad de los trabajadores.
- Es necesario
desarrollar espacios públicos de intercambios de ideas y de acciones comunes,
donde, en igualdad de condiciones, todos puedan aportar.
- Debemos
construir espacios para una educación que se cimente en la solidaridad y donde
la educación y la justicia sean palabras que estén unidas.
En definitiva, estamos hablando del derecho de todas las
personas a tener derechos y al reconocimiento teórico y práctico de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos para todos y todas. Para terminar, recordamos las
palabras del desaparecido profesor Joaquín Herrera Flores, cuando afirmaba que
no somos nada sin derechos. Los derechos no son nada sin nosotros. En este
camino no hemos hecho más que comenzar.
Extraído de
Alternativas a las
políticas educativas neoliberales desde la pedagogía social
Eduardo S. Vila Merino
Víctor M. Martín Solbes
Universidad de Málaga
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