¿Qué
sentido le otorga Freire a “Utopía”? Dice el autor de los siguientes párrafos “Los pasajes más bonitos de las obras de
Paulo Freire son los que tratan sobre el sueño y la utopía. Paulo Freire era un
educador dedicado al futuro. Para leer a Freire, siempre hay que traspasar esa
puerta de entrada, la puerta de la utopía. Partiendo desde este punto de vista,
me gustaría sacar algunas consecuencias de este aspecto para la formación del
maestro. La utopía es lo que Freire llamaría un tema “epocal”, según él esta
palabra se refiere al tema que abarca el más amplio y compartido interés de
toda una época”.
En
todos sus libros, Paulo Freire siempre nos menciona algo sobre utopía y sueño.
En el libro Pedagogía de la tolerancia, Freire nos cuenta que su sueño
consistía en una “sociedad menos fea, una
sociedad en que sea posible amar y ser amado”. Cada vez que retomaba el
tema, Freire siempre agregaba una idea nueva y nos recuerda que “no es posible soñar y cumplir el sueño si no
se comparte ese sueño con otras personas”.
En
otro libro, Pedagogía de la Indignación, encontramos algunos de esos pasajes
bellísimos sobre sueño y utopía:
1
ª – “Sin sueño y sin utopía, sin denuncia
y sin anuncio, lo único que queda es el entrenamiento técnico al que la
educación es reducida”;
2
ª – “El sueño de un mundo mejor nace de
las entrañas de su contrario. Por eso corremos el riesgo tanto de idealizarnos
un mundo mejor, desligándonos del nuestro real, como de quedar demasiado
‘adheridos’ al mundo real, sumergiéndonos en el inmovilismo fatalista”;
3
ª – “La desproblematización del futuro,
dentro de una comprensión mecanicista de la historia, de derecha o de
izquierda, conduce necesariamente a la muerte o a la negación autoritaria del
sueño, de la utopía, de la esperanza”.
Freire
nos habla también de un pensamiento profético como un pensamiento utópico, un
pensamiento que “anuncia un mundo mejor” sin la soberbia y la arrogancia de
quien pretende determinar la historia. Por el contrario, el pensamiento
profético, según él “implica la denuncia
de lo que estamos viviendo y el anuncio de lo que podríamos vivir. Es un
pensamiento esperanzador (…). Hablar sobre el estado de la realidad,
denunciarla, anuncia un mundo mejor (…) en la profecía real, el futuro no es
inexorable, es problemático. (…). Contra cualquier tipo de fatalismo, el
discurso profético insiste en el derecho que tiene el ser humano de comparecer
ante la Historia no sólo como su objeto, sino también como sujeto”.
—
¿Cómo define Paulo Freire la utopía?
—
En el libro El Educador: Vida y Muerte, organizado por Carlos Rodríguez
Brandão, hay un artículo de Paulo Freire titulado “Educación: el sueño
posible”, en el cual se versa sobre la utopía, afirmando lo siguiente:
El sueño posible
exige que piense diariamente en mi práctica; me exige descubrimiento, el
descubrimiento constante de los límites de mi propia práctica, lo que implica
percibir y demarcar la existencia de lo que llamo espacios vacíos a ser
llenados. El sueño posible tiene que ver con los límites de estos espacios y
esos límites son históricos. (…) El tema del sueño posible tiene que ver
exactamente con la educación liberadora y no con la domesticadora. El tema de
los sueños posibles, reitero, tiene que ver con la educación liberadora siempre
que sea práctica y utópica.
Pero
no utópica en el sentido de lo irrealizable; tampoco en el sentido de quien
habla sobre lo imposible, sobre los sueños imposibles. Es utópica en el sentido
de que es una práctica que vive a la unidad dialéctica, dinámica, entre la
denuncia y el anuncio, entre la denuncia de una sociedad injusta y explotadora
y el anuncio de un sueño posible de una sociedad que por lo menos sea menos
explotadora, desde el punto de vista de las grandes masas populares que
constituyen las clases sociales dominadas.
La
palabra utopía fue acuñada por el escritor católico inglés Thomas Morus
(1450-1535) con la publicación de su libro Utopía, en 1516 . Moro imaginó un
lugar perfecto que fuese al mismo tiempo un buen lugar y ningún lugar. Escribiendo
en latín y en forma de diálogo, él creó al marinero Rafael Hythloday
quien, a su regreso de un viaje con
Américo Vespucio, cuenta la historia del descubrimiento de una isla fantástica
llamada Utopía, ubicada posiblemente en la costa brasileña, donde existía una
sociedad feliz e igualitaria. “El
objetivo de las instituciones sociales en Utopía era, primero que nada,
ocuparse de las necesidades de consumo público y personal, dejando a cada
ciudadano el mayor tiempo posible para liberarse de la esclavitud del cuerpo y
cultivar libremente el espíritu y desarrollar sus facultades intelectuales a
través del estudio de las ciencias y las artes. Este desarrollo integral
representaba para ellos la verdadera felicidad” (Moro). Tomás Moro no
olvidó incluir el papel del maestro en su Utopía. En su opinión, el maestro de
Utopía debía emplear “todo su talento y
experiencia para grabar en el alma aún tierna y fácil de impresionar de la
infancia, los buenos principios que constituyen la salvaguarda de la república.
El niño que recibe la semilla de esos principios los conserva cuando se hace
hombre, convirtiéndose con el tiempo en un factor útil para la preservación del
estado”.
Uno
de los estudiosos más importantes con respecto al papel de la utopía en la
educación es el educador suizo Pierre Furter. En su libro Educación y reflexión
(1972), Furter dedica un capítulo entero a la discusión de este tema. Según él,
la utopía “tiene una función social
educativa porque es una manera de escapar de la violencia, al tiempo que se
preparan las reformas necesarias y se organiza mentalmente un espacio propicio
para los cambios, sin revolución sangrienta. La utopía no escapa de la historia
hacia una isla o una ciudad amurallada (…) pero básicamente constituye una
manera de tomar distancia con respecto a la historia, para así poder
reflexionar dialécticamente sobre ella. La utopía, gracias al imaginario y a la
ficción, permite retraerse un poco de la realidad para escapar de las
obligaciones tiránicas que impone la realidad inmediata y medir todas las
consecuencias de una acción”.
Para
Paulo Freire “una de las tareas más
importantes de la practica educativo-crítica consiste en propiciar las
condiciones para que los estudiantes ensayen la experiencia profunda de
asumirse en el marco de sus relaciones comunes con otros estudiantes y
maestros. Asumirse como ser social e histórico, como ser pensante, comunicador,
transformador, creador, realizador de sueños, capaz de sentir rabia porque
también es capaz de amar”. El educador es un “realizador de sueños”, para
él, el pensamiento utópico va muy ligado a la reflexión pedagógica en la medida
en que el educador, al reflexionar sobre como su accionar produce cambios, a
través de su acción hace realidad, en efecto, una utopía. La educación como un
instrumento eficaz de transformación es, en esencia, utópica. No obstante,
Furter advierte que en vista de que la utopía guarda relación con la
imaginación, siempre será ambigua y es necesario verla de forma crítica. El
educador piensa en el futuro, él está dedicado a ese futuro, pero su acción
cotidiana está totalmente comprometida con el presente. Su accionar, por ende,
representa una acción contradictoria. Es por esto que las relaciones entre el
pensamiento utópico y la acción pedagógica constituyen relaciones complejas y
dialécticas, asimismo, la utopía pedagógica debe ser concreta, para que no se
convierta en una abstracción delirante.
La
utopía atraviesa hoy por un tiempo de crisis. Nosotros los educadores, en un
acto pedagógico esencial para la construcción de la educación del futuro,
tenemos el compromiso de reafirmarla. Crisis equivale a perder respuestas, las
mismas que utilizábamos para vivir mejor. La crisis es ruptura y promesa, es
por eso que también representa una oportunidad.
Autor
Moacir
Gadotti
La
Escuela y el Maestro
Paulo
Freire y la pasión de enseñar
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