¿Qué
función cumplen hoy los medios de comunicación? ¿Qué podemos intentar desde la
escuela? ¿Qué perspectiva se nos plantea?
Todo
el mundo sabe que las comunicaciones breves y fugaces deben percibirse
rápidamente, pero que sólo se pueden reconocer paulatinamente pidiendo más
información y haciendo preguntas. El público al que le está permitido oír y ver
pero que no puede leer ve limitada su emancipación. Lo que se tiene en negro
sobre blanco y se puede llevar tranquilamente a casa sólo es el principio de la
comunicación. Proclamar lo leído, publicarlo, es el segundo paso, sin el que el
primero carece de sentido. Es la palabra la que hace vivir las letras muertas.
La emancipación no se demuestra apretando un botón de la radio o la televisión,
ni cambiando de canal cada dos por tres, sino única y exclusivamente tomando la
palabra y pronunciando el mundo como es (P. Freire).
El
reduccionismo actual del discurso periodístico conduce a la despolitización de
la sociedad, efectuada a través del reclamo consumista, lo que equivale a la
debilitación del estado. Este se reduce entonces a acciones simbólicas.
Este
mecanismo apunta a un orden económico que ya no pretende satisfacer
necesidades, sino crearlas. Los mensajes de los medios de masas, acoplados a la
industria de la sugestión del reclamo comercial, despiertan en los receptores
falsas expectativas. Deben buscar la salvación donde no puede estar: en el
consumo de los milagrosos mundos de los medios. Como afirma Pross, tal vez la
explotación de la tierra, de los tesoros de la naturaleza, haya llegado tan
lejos que la industria tenga que recurrir ahora a la explotación del alma de los
hombres y mujeres. Los esfuerzos se dirigen ahora no tanto a explotar de la
fuerza de trabajo como a estimularla fisiológica y psicológicamente para crear
las necesidades que hacen girar esta rueda de la denominada “sociedad libre de
mercado” o sea, del capitalismo.
Cierto,
el público sólo puede alcanzarse a través de los medios. La “sociedad global”
carece de actitud, como tampoco es seguro que los “medios” o “la prensa” estén
en condiciones de adoptar una postura. En la actualidad, como el público debe aceptar
los nuevos medios electrónicos a fin de sufragar el gasto enorme de los
inventores y propietarios, apelar a los legisladores es tan fútil como apelar a
la responsabilidad de periodistas y editores.
Habría
que partir, más bien, desde abajo. Se podría intentar:
• Crear público con medios alternativos
que no funcionen con criterios comerciales, y denunciar los intereses de la
industria medial.
• Realizar un trabajo de ilustración en
las escuelas, establecer el estudio de los medios como asignatura.
• Fomentar la competencia comunicativa. No
basta con ser un receptor “crítico”. Hay que ser consciente del papel que uno
juega en el proceso de la comunicación de masas y de las posibilidades que
tiene para articular, expresar y satisfacer las múltiples y variadas
necesidades.
La
reflexión sobre el futuro del periodismo no debe olvidar su origen ni sus
características profesionales: los periodistas investigan, producen y publican
bajo las condiciones materiales existentes. Las nuevas tecnologías aumentan la
fascinación por lo lúdico cuando se dominan las viejas artes de la
investigación, la formulación y la publicación. Uno no se las puede arreglar
sin alfabeto, sin el dominio de la configuración artesanal y sin la fantasía
propia.
Descubrir
las contradicciones, analizarlas y comentarlas sigue siendo el gran cometido.
La receta consiste en mantener la debida distancia ante los temas y el
compromiso con el público, esto es, con el pueblo.
Si
la capacidad diferenciadora de los grandes medios y de la comunicación
institucional, académica, no puede o no quiere plantearse preguntas en el
sentido ilustrador aquí expuesto, la inteligencia humana tiene que utilizar
otros medios para hacerlas. La magnitud decisiva es siempre la sociedad
polifacética de la población, el mundo multicolor de los movimientos populares,
de los lectores y no lectores, negros y rojos, hombres y mujeres, etc.
Si
la comunicación organizada de los grandes medios periódicos y de las
instituciones no indagan los conflictos ni se los cuestionan, éstos estallarán
de una manera o de otra. Los medios de comunicación son útiles mientras
verbalicen los conflictos latentes antes de que empiecen a volar las piedras y
la fuerza bruta desplace a la dialéctica de pregunta y respuesta. Plantear
ahora preguntas incómodas, provocadoras, significa hallar las respuestas de
mañana. Omitirlas equivale a no cumplir debidamente la profesión de comunicador
o de formador de comunicadores.
Extraído
de
La
Intoxicación Lingüística
El
uso perverso de la lengua
Vicente
Romano
Colección
TILDE
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