jueves, 16 de junio de 2016

Los valores socioeconómicos vigentes y valores ecológicos

Una escuela crítica debe explicitar los valores que la sustentan y los socialmente asumidos ¿Cuáles son los vigentes? ¿Qué opciones podemos considerar?


 Los valores socioeconómicos vigentes, marcados por el sistema de librecambio, por lo que se suele denominar economía de libre mercado, simplifican en exceso las necesidades humanas en elementales o primarias y artificiales o secundarias. La naturaleza humana es mucho más compleja y variada. Admitir la diversidad como valor humanista implica reconocer y defender la pluralidad de necesidades, como ya expuso hace algún tiempo Jan Kotik. Entre ellas cabe distinguir las necesidades naturales (comer, respirar, vestir, etc.), las sociales (todas las relacionadas con la sociedad en la que se vive y se quiere cambiar), las familiares (afecto, respeto, etc.), de amistad (reconocimiento, estima, relación, etc.), las profesionales (educación, escuelas, talleres, etc.) y las institucionales (participación, asistencia, etc.).

La simplificación sólo beneficia al autoritarismo y se utiliza para la imposición de valores desde arriba y para el dominio. Expresa la verticalidad arbitraria de las jerarquías sociales, axiológicas y simbólicas. La alternativa consiste en ampliar la horizontalidad real de las relaciones personales y sociales, nacionales e internacionales. La intolerancia empobrecedora se contrarresta con el fomento de los valores cívicos, el respeto a la diferencia y a la pluralidad enriquecedora, con la creación de voluntad democrática. El pensamiento dogmático se combate con el pensamiento crítico. Antes de hablar y largar consignas, hay que escuchar lo que la gente dice y piensa.

La visión humanista para el siglo XXI incluye asimismo la elevación del hedonismo individualista a felicidad compartida. En su camino ascendente, la evolución cultural humana va del placer al disfrute, y de éste a la felicidad. El placer debe estar gobernado por el disfrute y el disfrute por la felicidad. Lo contrario supone un trastorno de las leyes naturales, que se traduce en infelicidad y en la ruina del disfrute y del placer mismo, como afirma el biólogo evolucionista español Faustino Cordón.

Parece que en el mundo actual se da esta subversión de valores y que para ser felices conviene recusar el hedonismo extraviado, como el que se da en el afán de poder o de posesión, en el disfrute del éxito sobre los demás, antisociales y contrarios a la naturaleza humana y a la felicidad propia y ajena. El hedonista carece de proyecto de vida, generalmente por causas ajenas a él.

Cuando el medio social carece de proyecto, como ocurre en la actualidad, la sociedad desorienta las iniciativas particulares, por ser ella la que les da sentido.

Como perturbación del normal desarrollo de la personalidad, el hedonismo se da preferentemente en personas acomodadas. El daño es mucho mayor en quienes no pueden ser dueños de su destino, por la inseguridad del mañana, por la necesidad de sobrevivir el día a día, o por la sujeción forzosa a un trabajo rutinario. Se diferencia de la felicidad porque:
1) El objetivo del hedonista es realizar una cadena discontinua (discreta) de acciones que procuren placer.
2) La procura de placer se entiende como un impulso egoista, ya que se circunscribe a sensaciones del propio cuerpo y los demás son contemplados como colaboradores o posibilitadores del propio placer, esto es, como meros instrumentos.

La felicidad no se opone al placer, ni al disfrute, sino que se edifica sobre ellos. Sobre el dolor y la necesidad no hay disfrute, ni sin disfrute hay felicidad. Es un salto del impulso momentáneo animal ante estímulos directos (del placer proporcionado por la satisfacción de la necesidad inmediata) al entusiasmo sostenido (a la pasión) ante proyectos bien concebidos que han de realizarse siempre en cooperación, proyectos en los que el ser humano se realiza en pensamiento comunicable. Así asciende del placer a la felicidad. La felicidad es el disfrute por la emancipación creciente de la necesidad, por la conquista de libertad.

Los hombres y mujeres realmente libres no pueden realizarse si no sienten que su actividad repercute favorablemente sobre la estructura de la sociedad en que viven. La felicidad radica en la posibilidad de desarrollar la vida conforme a proyecto ascendente, supraindividual, colectivo, altruista, con los objetivos de resolver los conflictos y necesidades humanos en cooperación, y de organizar la experiencia previa, el pasado humano, en pensamiento orientador de la acción futura.

La felicidad sólo puede venir de actuar conforme a la ley del propio desarrollo —en lo posible— con la percepción, sin duda placentera, de que se expande libremente la individualidad. Entendida así la naturaleza humana —como la facultad de elevar la experiencia a pensamiento orientador y como cooperación—, la felicidad de cada uno no puede consistir sino en la satisfacción de sí mismo de esa manera complementaria, en pensamiento y en cooperación solidaria. Esto es algo maravillosamente nuevo, que diferencia a las personas de los animales (carentes de proyecto).

Ante la primacía actual del valor de cambio, de la rentabilidad financiera, de la mercantilización de las cosas, la cultura, la comunicación, las ideas, y las personas, un proyecto alternativo para el siglo XXI implica el predominio del valor de uso, de utilidad social, dar prioridad a los criterios de rentabilidad social, defender y practicar siempre el principio de servicio público. Si hoy día los artistas los hacen los marchantes o las pautas marcadas por la estética oficial, se trata entonces de garantizar la libertad de creación y de expresión. Ésta excluye la libertad para crear una red, pero incluye la libertad para expresar todos los puntos de vista. Ante las limitaciones que supone la progresiva privatización de la información y de la comunicación, se trata de defender y ampliar la propiedad social del conocimiento, el acceso de todos al pensamiento máximo y a la posesión de sus logros, el disfrute universal de los placeres estéticos, etc.

El economicismo depredador de finales del siglo XX ha conducido a la contaminación de la naturaleza, del tiempo y del espacio, y también de las mentes por la publicidad omnipresente y mediadora de todas las relaciones sociales. En virtud de la mundialización, el vaciado del tiempo y del espacio crea la idea de que los seres humanos viven en un solo mundo, de que forman parte de una sola comunidad, de que el “nosotros” es más importante que el “yo”. La consecuencia de esta línea de pensamiento es la reevaluación de la naturaleza, la conciencia ecológica, que defiende y practica los valores ecológicos, no sólo en el tiempo y en el espacio, sino también en la cultura y en la mente. Este tipo de pensamiento, de proyección inmediata, sostiene:
a) Que los seres humanos no son superiores a los demás elementos de la naturaleza;
b) Que tienen una responsabilidad especial para asegurar la propia supervivencia y la de las otras especies;
c) Que existe y debiera existir una larga relación histórica entre seres humanos y naturaleza; y
d) Que el desarrollo de esta relación sólo pueden juzgarlo las generaciones futuras.
La tarea estriba en hacer que el futuro sea diferente del pasado, y no en reafirmarlo.


Extraído de
La Intoxicación Lingüística
El uso perverso de la lengua
Vicente Romano
Colección TILDE


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