Existe una mano invisible que beneficia a todos: oferentes y
demandantes.
Esta se da por el egoísmo de las personas de satisfacer sus propias
necesidades.
Al realizar los intercambios la sociedad en su conjunto se beneficia
automáticamente.
Adam Smith – La Riqueza de las Naciones
Mas tienen una mano invisible que mata […]
Arthur Rimbaud – Los Sentados
Donde hay competencia (con-,
entero, conjunto, por completo; petere, dirigirse a, buscar,
atacar, pedir; -nt-, agente; ia,
cualidad), difícilmente puede haber confianza (con-,
entero, conjunto, por completo;fides, fe; -nt;
agente; -ia, cualidad). Esto es, en un contexto en el
que se “busca o pretende algo -en escasez- al mismo tiempo que otros”, la
confianza “como hipótesis sobre la conducta futura del otro” [1] va a suponer
un despliegue, frecuentemente grotesco y voluminoso, de las herramientas de la
gestión de riesgos. Tal cosa se asume, claramente de forma acrítica, como
“normal” en las relaciones inter-empresariales bajo el prisma neoliberal,
dejando pasar desapercibido, por otra parte, que la competencia entre empresas
se trasladó, hace largo tiempo, a la competencia entre los individuos.
Hoy se
compite por acceder al consumo a través del mercado de trabajo. La escasez
laboral genera miedo a la pérdida de una posición ilusoria de ”ventaja”
consumidora en el presente y de seguridad personal en el futuro. La precariedad
laboral pervierte esta escasez fragmentando el empleo por el que los individuos
compiten en una subasta inversa [2]. Los desempleados compiten por el acceso,
puestos bajo sospecha, mientras que los empleados lo hacen por la permanencia.
El discurso darwinista y meritocrático, con un premeditado sesgo actitudinal en
el desempeño personal, siembran el pánico en el Estado del Malestar y en sus
aledaños. La confianza brilla por su ausencia en la cola del paro y en cada “pool” de
la oficina.
Stephen
M.R. Covey, siguiendo la estela de oportunismo de su progenitor del mismo
nombre, el autor de “Los siete hábitos de las personas altamente
efectivas”, se postula como autor intelectual de un remedio fecal para
este problema, eminentemente sistémico. “Sin confianza no podemos tener cultura
ganadora”, declama Covey, indicando que es preciso “aumentar la confianza en
las organizaciones para aumentar así la velocidad de los procesos y disminuir
los costes”. El estúpido e infundado tecno-optimismo capitalista, que no tiene
empacho en romper los límites naturales [3] mientras apuntala el camino hacia
el ecofascismo, no excluye de su objeto evaluar la elasticidad y la resistencia
de la salud física y mental de los empleados y ponerla a prueba todo lo que sea
preciso:¿estamos dispuestos a morir con tal de vivir una vida que nos está
matando?, preguntaba Farnish.
Los mandos
directivos en las organizaciones (a los que Covey llama líderes)
van a tener la posibilidad de trasladar la presión de su incompetencia, su
falta de responsabilidad y su egoísmo a sus subordinados mediante lo que viene
a denominar la “confianza inteligente”, es decir, “el
necesario equilibrio entre la propensión a confiar y el análisis”. Con un
discurso de doble filo, el fino estratega hace recaer inevitablemente en los
empleados las consecuencias de cualquier confianza no satisfecha. El hijo del
predicador Covey abusa de Lao-Tzu cuando cita que “aquel que no confía lo
suficiente no será digno de confianza”. Se rompe la reciprocidad de la
confianza en su evidente asimetría, pues su falta no puede ser otra cosa más
que una constante para los empleados en condiciones precarias. El individuo,
además de ser empresario de sí mismo, es policía de sí mismo y de todos los
demás.
Nos
encontramos en el marco de una guerra de clases que seguimos perdiendo, en una
auténtica batalla por el lenguaje, el pensamiento y los valores que el enemigo
pelea palmo a palmo en cualquier ámbito, por minúsculo e insignificante que nos
parezca, hasta pasarnos incluso desapercibido, con la seguridad que le otorga
nuestra propia disponibilidad como recursos inconscientes casi ilimitados,
ocupando inexorablemente todos y cada uno de los espacios en los que existe una
necesidad y una posibilidad de resistencia y de negación. El neoliberalismo es
prolífico en la difusión masiva de neo-ideas y neo-conceptos y
en la construcción de imaginarios que reproducen y re-diseñan la ridícula idea
de generar riqueza a partir de la deuda.
En su mediatización, estos
constructos minoran a la clase trabajadora precarizándola en todos los ámbitos
que le atañan. Cada una de sus manifestaciones lleva asociada una disminución,
una renuncia, una carga adicional (en lo laboral, en la sanidad, en la
educación, en los fiscal…) en aras de una productividad y de una rentabilidad
económica que absolutamente nada tiene que ver con la naturaleza humana. El
capitalismo, mucho tiempo después de haber devorado su imaginaria mano
invisible, sigue avanzando, controlando con frialdad y meticulosidad el
crecimiento de la desigualdad social e internacional de la misma manera que
consentía aquel asesinato social que refería Engels enLa
condición de la clase obrera en Inglaterra («aquella clase que
actualmente posee el dominio social y político y, con esto, al mismo tiempo, la
responsabilidad por la condición de aquella otra clase que no tiene ningún
poder. En Inglaterra, esta clase dominante es, como en todos los demás países
civiles, la burguesía»[…] «que la sociedad en Inglaterra cumple cada día, cada
minuto, lo que, en los diarios obreros ingleses, se llama con pleno derecho
asesinato social»[…] «la sociedad sabe lo nocivo que es tal estado para la
salud y la vida de los trabajadores y no hace nada para mejorar esa
situación»).
Es urgente alcanzar una percepción
común del funcionamiento del sistema y entender como colectivo nuestra
situación dentro del mismo para cimentar la contra-hegemonía cultural y la
emancipación respecto de las actuales estructuras de poder. Tal cosa no es
factible dentro de los cauces diseñados por las instituciones y por la
legislación que conforman, acuerdan y conceden las partitocracias a sus amos.
Es indispensable promover y facilitar procesos individuales y colectivos de
auto-educación y auto-formación con la participación de los movimientos
sociales y la colaboración inestimable de ladocencia disidente, para
dinamizar la cohesión social y redescubir lo común. Cualquier
movimiento e iniciativa debe conectar con los demás por tener su lucha el mismo
origen. Los conocimientos y las técnicas de cada uno son valiosos pero sólo la
puesta en común puede proporcionar una visión de conjunto lo suficientemente
amplia y unos valores compartidos capaces de construir una contra-hegemonía
real.
Se precisan organizaciones sociales y
obreras ágiles y flexibles, lejos de las estructuras verticales y rígidas que
sólo generan desilusión, que sean capaces de encontrarse en un momento dado en
un espacio de movilización, físico o virtual, temporal y abierto en el que se
encontrará el colectivo, la comunidad, con el conjunto de sus demandas frente a
un único enemigo, brutal y despiadado, que considera legítimo y natural sus
actos y sus políticas de precarización, expolio, extracción y minorización y es
conocedor y consciente de ello, pero al que se enfrentará y le mostrará su
capacidad de organización, decisión y acción desde la Solidaridad, el Apoyo
Mutuo y la Cooperación.
Por.
Alejandro Floría Cortés
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215542
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