viernes, 26 de agosto de 2016

El pensamiento mágico en la industria de la comunicación.

¿Estamos de acuerdo con la creencia de que se puede saber a través de los medios, que se puede conocer el mundo mediante el consumo asiduo de comunicaciones mediadas y mediatizadas? ¿Podemos confiar en esa información?


La producción industrial de comunicación se efectúa con arreglo a las normas de la técnica, otro de los rasgos distintivos de la magia. Como en el resto de las industrias, se produce en serie, de forma estandarizada. El lenguaje periodístico, los manuales de estilo, formatos, informativos de radio y televisión, seriales, etc., confirman esta producción estereotipada y uniforme.

La comunicación estandarizada borra la distancia crítica del consumidor con su entorno, obstaculiza la reflexión necesaria para su conocimiento y dominio. De ahí que refuerce el poder de los pocos al ocultar las contradicciones y conflictos, al suprimir la diferencia entre imaginación y percepción, deseo y satisfacción, imagen y cosa. La sociedad productora y consumidora de comunicaciones simplificadas y estandarizadas es una sociedad de necesidades insatisfechas. Semejante sociedad se revela como presa fácil de los intereses autoritarios de los pequeños grupos productores.

El argumento racional de la simplificación técnica se basa en la superioridad distribuidora de los pocos, manifiesta en el hecho de que son los muchos los que vienen a los pocos. La mediación efectuada por los “medios de masas” es, por tanto, unificadora e indiferenciada.

Para vivir y actuar el hombre necesita ordenar sus conocimientos en un marco general de referencia que les dé sentido. Tanto en la sociedad primitiva como en la industrializada, el hombre debe prefigurar su mundo y construir su modelo de universo. Si se dispone de un modelo racional, el conocimiento se obtendrá mediante diferenciación y sistematización. Pero si se carece de él, como ocurre con el pensamiento mágico, se reafirma la imagen homogénea del universo en donde hombres y estados de cosas interactúan sin saber por qué, sin conocer sus relaciones. Las diferenciaciones establecidas por el pensamiento racional recaen así en la indiferenciación primitiva, en el conocimiento infantil.

En la era de la técnica y de la especialización, el pensamiento indiferenciado, mágico, es una forma de integrar los “vacíos” y carencias afectivas de la vida cotidiana, crea dos por la fragmentación del conocimiento y de las relaciones sociales. Apoyándose en el principio de que la técnica y la ciencia son omnipotentes, surge la creencia de que se puede saber a través de los medios, de que se puede conocer el mundo mediante el consumo asiduo de comunicaciones mediadas y mediatizadas.

Ahora bien, cuanto más numerosas son las informaciones que recibe el sujeto individual, cuanto más complejas devienen las redes de la mediación social, tanto más probable será que ese sujeto esté sobrecargado como “recipiente” y colocado en la imposibilidad de reducir esas informaciones a su experiencia personal. O de dirigir el pensamiento hacia sí mismo, distanciamiento que establecería la premisa de la diferenciación. Donde la reflexión es imposible, el mundo recibido debe considerarse como “la realidad”. La autenticidad de la percepción difusa con el medio técnico hace que la imagen televisiva o el texto de prensa sea la cosa misma. Lo “esencial” es haberlo oído, visto o leído en la radio, la TV o el periódico.

Se prometen informaciones y conocimientos. Pero, salvo la previsión del tiempo, útil para la excursión dominguera, lo que se transmite raras veces es reducible a la práctica directa de la vida. La fe en la información se diluye en mu chas noticias que se olvidan al cabo de un par de horas y con las que el receptor no sabe qué hacer porque no está en condiciones de comprender su origen, su alcance ni su significado Cuanto mayor es la fe en la información, más dogmático es el retorno al mito. Los déficits racionales se satisfacen emocionalmente. La fuerza bruta se rebela entonces contra los símbolos de la magia ineficaz: universidad, representantes políticos, grandes almacenes, etc. El culto a la in formación se puede traducir fácilmente en culto al poder y a la fuerza.

Por último, la fe en la información ha producido la impresión inexacta de que la prensa, la radio, la TV o el cine sean medios de información o de comunicación. Si se miden por su volumen de producción, los medios sirven sobre todo a la publicidad comercial y al entretenimiento. La prensa del corazón es mucho más numerosa que la de información, la radio es por encima de todo un instrumento musical y la TV un largometraje transmitido en casa. Como se sabe, el video se compra para ver todavía más películas y más televisión. Se utilizan primordialmente, no para reducir la ignorancia, sino para cubrir temporal y ficticiamente los déficits emocionales con la distracción, para matar el tiempo, por decirlo con una expresión muy española.

La conciencia indiferenciada responde a la vida sentimental estereotipada.  El pensamiento indiferenciado crea una conciencia conformista. Pero esto significa dejar en manos ajenas la solución de los problemas propios, con lo que pue den manipularlos fácilmente en interés suyo. Ahí radica el peligro de entregar las riendas de los asuntos personales en manos de especialistas o del nuevo clero académico. Autodeterminación significa, sobre todo, liberarse de las angustias.

La reproducción de la vida en datos e informaciones no basta. El hombre pequeño, perdido en la masa, quizás pueda interesarse por los datos en que se puede descomponer su mundo. Pero siempre buscará una imagen con la que pueda recomponerlo y le sirva para identificarse con su entorno y superar sus carencias afectivas. Por eso la imagen sustituye a la información, el pensamiento indiviso a la reflexión y el mito que rodea el poder al pensamiento crítico.

Donde impera el mito, el culto ocupa el centro de la atención, desde el culto de la personalidad hasta el culto sentado de la TV. El pensamiento mágico es el antídoto de la inteligencia, cuya acción disgregante podría destruir tal vez la cohesión social con su espíritu crítico. La concepción de la realidad como el peor enemigo del hombre y, por consiguiente, la explotación de la “ilusión redentora” se ha convertido desde hace tiempo en la máxima de la industria del entretenimiento. El sentimiento se ha convertido en mercancía rentable.

De ahí que, como la conciencia es el resultado de la acción y la experiencia, haya que crear otras condiciones socia les de vida y de trabajo que permitan al hombre enriquecerse con experiencias personales y no permitir ninguna “explotación de sus almas” por poderes ajenos.



Extraído de
La Intoxicación Lingüística
El uso perverso de la lengua
Vicente Romano

Colección TILDE

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