domingo, 18 de septiembre de 2016

Decálogo neoliberal

El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica ha venido publicando  una  serie de análisis[1] sobre las categorías conceptuales con las que opera la derecha del subcontinente, tanto a nivel político como mediático. Este artículo condensa los principales mensajes detectados. Pretende ser una guía sucinta de los nuevos códigos que maneja un "neo-neoliberalismo" que se ha reciclado discursivamente para tratar de hacer olvidar los resultados catastróficos de sus políticas en los años 80 y 90.

1.        Gestión eficiente. Ya no es el tiempo de las ideologías. Ni siquiera de la política. Lo que supuestamente le importa a la gente es que las cosas funcionen. El político se asimila a un empresario. Sólo se valoran los resultados.

2.        Liderazgos no carismáticos. En consonancia con el concepto anterior, se precisan dirigentes sin carisma personal pero con una pátina de buenos gestores. La grisura de carácter se identifica con seriedad y responsabilidad para abordar los asuntos públicos. Se prefiere al contable de oficina antes que al líder de masas. Éste se asocia a un populismo manipulador.

3.        Banalización de lo político. Frente a los grandes constructos del pasado, la política se reduce cada vez más a una suerte de presentaciones inconexas donde prima lo anecdótico. La frivolización se traviste de "humanización". Programas de variedades y entretenimiento se constituyen en el escenario preferido por los políticos, en detrimento del escenario institucional.

4.        Meritocracia. Los logros son productos del esfuerzo personal y no de las condiciones sociales. La maximización de la educación es el elemento legitimador del mérito. Se presenta un sistema educativo en abstracto al que supuestamente todo el mundo tiene acceso, sin tener en cuenta la extracción de clase. Del aprovechamiento o no que haga el individuo dependerá su suerte.

5.        Desarrollo y consumo. El progreso se presenta como un desarrollismo sin límites que propicia la posibilidad de un consumo calificado como "derecho" (y ocultando de esta forma los derechos legítimos como el derecho a la vivienda, sanidad, trabajo, salario digno, etc.).

6.        Ineficiencia de los modelos socialistas. Son "intrínsecamente ineficientes". Su éxito a principios de siglo fue un espejismo propiciado por unos precios de las materias primas que alcanzaron máximos históricos. Una vez resituadas las cotizaciones, estas propuestas vuelven a demostrar su inconsistencia. Se teje un hilo sutil que las relaciona con los antiguos regímenes comunistas de la Europa del Este. Regresa la teoría del Fin de la Historia. El capitalismo es el único sistema válido.

7.        Regreso a los referentes occidentales. Estados Unidos y Europa occidental son los modelos, en antagonismo a la autoidentificación latinoamericana de la propuesta bolivariana. Todo se valora en función de su mayor o menor parecido al Primer Mundo. Es un retorno a los complejos de inferioridad que tan funcionales han sido a las élites locales.

8.        Sacralización de la unidad. Los gobiernos progresistas han polarizado a los países, enfrentando a hermanos contra hermanos. El Neo-neo liberalismo levanta la bandera de la unidad por encima de las diferencias de clase. No importa ser rico o ser pobre. Lo verdaderamente importante es la pertenencia a una misma nación. La lucha de clases queda invisibilizada.

9.        Formalismos democráticos. Se ponen en primer plano los protocolos de las democracias electorales de origen liberal, con el voto como máxima posibilidad de ejercicio político para los pueblos. Cualquier experiencia de democracia protagónica es deslegitimada. La economía libre de mercado se considera un requisito indispensable de la democracia.

10.    De la política social a la asistencial. Se elimina la consideración de las políticas sociales como derechos. Se entiende que éstas impiden el desarrollo de un país y privan a sus destinatarios de los estímulos necesarios para trabajar o emprender. Únicamente se reserva una precaria política asistencial para los sectores más vulnerables, más como contención de posibles protestas -y vuelcos electorales- que como una acción decidida a sacarles de su condición.

Nota

Alejandro Fierro / CELAG  
Ava Gómez / CELAG


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Eficiencia, productividad y flexibilidad

En esta publicación, el autor hace referencia a la “Intoxicación Lingüística”, a un uso que se da al lenguaje, fijando sentidos como el de estos términos. Ante esto, es necesario una escuela con capacidad de dar una mirada crítica.


Eficiencia
El diccionario la define como virtud y facultad para lograr un efecto determinado. La noria de la producción capitalista implica la acción conjunta de varios procesos. Los diversos agentes económicos que actúan en el capitalismo tienden a la maximización del beneficio y al crecimiento económico. Esto es lo que los economistas del sistema denominan “eficiencia”. La palabra suena bien, pero lo que en realidad significa es reducción de los costes laborales y uso creciente de la tecnología. Esto es, despidos cada vez más frecuentes y numerosos, sueldos cada vez más bajos, empleo cada vez más precario. En suma, la aceleración de la noria del capital, el aumento de la “eficiencia” se traduce en mayores gastos sociales.

Productividad
La eficiencia suele ir acompañada del concepto de productividad. Nos dicen que el aumento de la productividad es esencial. Pero si se mira de cerca, el término productividad es, por lo menos, ambiguo, en particular cuando se aplica al conjunto de la economía. Es algo difícil de medir. Así, si un grupo de trabajadores aumenta la producción de una empresa a costa de su salud, ¿es buena la productividad? Como se sabe, existe un abismo enorme entre los beneficios de la productividad y los salarios de los trabajadores a lo largo de los últimos decenios. Las fantasías de los economistas del sistema nos quieren convencer de que el aumento de la productividad se traduce en mayores salarios. Cualquiera puede comprobar esta falacia. La realidad es la precariedad en el empleo, los contratos basura, el trabajo semiesclavo de mujeres y niños para sobrevivir, etc. El énfasis de los economistas oficiales en la tecnología como factor decisivo y su fijación en el libre comercio lo venden como beneficio evidente para los trabajadores. Pero, aparte de los contratos basura, el resultado ha sido eso que se denomina deslocalización (externalización), tanto del trabajo especializado como no especializado.

Flexibilidad
Así, para facilitar a los empresarios el despido, se habla de “flexibilidad”, concepto que se emplea como panacea para resolver los problemas de la economía. En realidad es un término doloroso para todo trabajador y trabajadora desempleado/a. Cuando un sector de la economía o una empresa ha tenido pérdidas se dice que ha tenido un “crecimiento negativo”. El concepto de “pérdidas” se utiliza para indicar que una empresa ha ganado menos que el año anterior, por ejemplo, que ha ganado 32 mil millones en vez de los 35 mil el ejercicio anterior.

La población de un país se cosifica en “capital humano”, “material humano”, “recursos”, “consumidores”, etc. Semejante lenguaje inhumano se encarga de incluir en los balances algo que no es calculable, contable. Si se prescinde de su contenido religioso del siglo XVI, ¿qué significa hoy la palabra “reforma”? El diccionario de la lengua recoge su sentido positivo de innovación o mejora de algo. Cuando se habla de innovación y mejora de una sociedad, se utiliza el término de “revolución”, y para dar marcha atrás el de “contrarrevolución”. Pero para darles la vuelta a las reformas (mejoras) de la sociedad no existe la palabra “contrarreforma”. Se hacen reformas en una casa para mejorarla, pero no para empeorarla. Aplicada al empleo no es así. El Banco Mundial ha reconocido que las reformas del gobierno militar convirtieron a Chile en un laboratorio de la “escuela de Chicago”, y que no se informó al público de los cambios efectuados. Esa experiencia se denominó “una lección de pragmatismo”. Considerando que el Banco Mundial apoyó a Pinochet, el nombre refleja su propio pragmatismo.




Extraído de
La Intoxicación Lingüística
El uso perverso de la lengua
Vicente Romano

Colección TILDE

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El modo indicativo e imperativo en los medios.

Los medios “inducen a actuar, comprar y aceptar”. Y todo esto se transmite con un estilo conciso, con una sintaxis comprimida y condensada que impide el desarrollo del verdadero significado. ¿Cómo los usan, especialmente la televisión? Esto es una herramienta en los medios de comunicación ¿No debería la escuela abandonar su indiferencia ante esto?


El modo del discurso escueto es el indicativo e imperativo. Es la palabra que, como decía Marcuse, “induce a actuar, comprar y aceptar”. Y todo esto se transmite con un estilo conciso, con una sintaxis comprimida y condensada que impide el desarrollo del verdadero significado. No admite contradicciones ni matices. La definición cerrada de los conceptos pervierte de tal modo el discurso que puede llegar al resultado de que en nombre de la libertad de expresión se bombardeen periódicos y emisoras de radio y televisión, o a la guerra se la denomine paz y a las víctimas “daños colaterales”. La criminal guerra contra Yugoslavia, Afganistán, Iraq, Líbano, puede servir de ejemplo de esta perversión del lenguaje. Dentro de esta lógica de la razón pervertida, los negocios de la guerra y sus inconvenientes para todos, los intereses particulares de quienes se enriquecen con la destrucción y la muerte se identifican con las ventajas de la paz y los intereses generales del bien común.

Las proposiciones de este lenguaje indiferenciado, mágico, son intimidadoras y glorificadoras al mismo tiempo. Son las formas de órdenes sugestivas, más evocativas que demostrativas. Se trata del discurso hipnótico del reclamo publicitario, o de la brutalidad imperativa del “ordeno y mando”, si el caso lo requiere. Es el lenguaje unidimensional que persigue la formación del hombre unidimensional.

El uso tan frecuente de abreviaturas (OTAN, ONU, UE, etc.) obstaculiza el planteamiento de preguntas no deseadas. Así, OTAN no sugiere lo mismo que Organización del Tratado del Atlántico Norte. En este caso habría que preguntarse qué hacen en ella países que, como Turquía, Grecia o Italia, nada tienen que ver con el Atlántico Norte, o que estas tropas se hallen ahora defendiendo los intereses de los grandes consorcios petroleros usamericanos en Asia Central. El discurso cerrado presenta la realidad en términos dicotómicos de buenos y malos.

No demuestra ni explica, sólo persigue el control reduciendo las formas y los símbolos de la reflexión, la abstracción, la contradicción y la dialéctica de la compleja realidad social a imágenes simplificadoras. Y, aunque la gente no crea este lenguaje o no le importe, actúa, sin embargo, de acuerdo con él, sigue sus indicaciones.

Mientras los medios emplean cada vez más el indicativo en la vida pública, en la vida la gente se pregunta diariamente qué pasaría si... Esto tiene que ver con el imperativo de la expresión corta y con la brevedad de la transmisión técnica. La información televisiva refuerza esta tendencia. Una imagen muestra lo que presenta. El lenguaje tiene que explicar el significado plural de las cosas, la relatividad de los conceptos. Pero, por razones de tiempo y espacio, no permite ningún subjuntivo ni condicional, ninguna subordinación. La mirada fugaz a los pequeños signos se compensa con ilusiones que se pueden obtener de Internet desde la tranquilidad del propio cubil Pero esto no proporciona ninguna certeza. Si se quiere ésta, hay que comprobarla por sí mismo, en la interacción con la realidad y con los demás seres humanos, en el diálogo enriquecedor.



Extraído de
La Intoxicación Lingüística
El uso perverso de la lengua
Vicente Romano

Colección TILDE
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