domingo, 25 de diciembre de 2016

LA EDUCACIÓN ES MÁS QUE UN LOGO CORPORATIVO

Cualquiera que pase algo de tiempo en el campus de un college en esto días no puede desconocer como la educación superior está cambiando. Atadas por el dinero y definidas crecientemente en el lenguaje de la cultura corporativa, muchas universidades parecen estar menos interesadas en el alto aprendizaje que en convertirse en escaparates licenciado por corporaciones de grandes nombres – ventas de espacio, edificios, y sillas para donantes corporativos ricos.

Los presidentes de los College, son ahora llamados C.E.O. y son menos conocidos por su liderazgo intelectual que por su rol como forjadores de fondos y su habilidad para construir puentes entre el mundo académico y el de los negocios. Los avezados capitalistas ahora friegan los College y universidades en la búsqueda de grandes beneficios hechos a través de acuerdos de licencia, el control de derechos de propiedad intelectual, y la inversión de compañías derivadas de la universidad. En el tiempo del dinero y las ganancias, los sujetos académicos ganan estatura casi exclusivamente por su contravalor en el mercado. Esto se suma a los intentos de la administración Bush por privatizar la educación superior cortando los programas sociales, saqueando los servicios públicos y empujando a los estados al borde de un desastre financiero.
Mientras, la educación superior se convierte cada vez más en un privilegio que en un derecho. Muchos estudiantes de la clase trabajadora encuentran financieramente imposible ingresar a los college, o a causa de los costos que aumentan permanentemente tienen que abandonar. Aquellos estudiantes que tienen recursos para permanecer en la escuela sienten cada vez más las presiones del mercado laboral y deben apurarse por tomar cursos y recibir credenciales profesionales en negocios, ocasionando perjuicios a las ciencias naturales y las humanidades. No debe sorprender, que los estudiantes sean llamados “clientes”, y que las facultades son menos recompensadas por sus becas que por su habilidad de asegurar sus fondo y becas de fundaciones, corporaciones y otras fuentes externas. O que antes de ser reconocidas por su enseñanza crítica inventiva y rigurosa investigación, sean valoradas como operadoras multinacionales, aún cuando la mayoría cortan cada vez más el contrato de empleados. Los presidentes de algunas universidades discuten incluso acerca del llamar a los profesores “empresarios académicos”.
En tanto, la línea entre las instituciones de educación superior orientadas al lucro o no colapsa, la tensión entre los valores democráticos y los intereses de mercado mancha, y la distinción entre educación y entrenamiento para el trabajo se rompe. Tampoco debe sorprender, que se ha convertido en más difícil para la opinión pública reconocer que los problemas que enfrenta la educación superior tienen menos que ver con la administración corporativa , y la eficiencia, que con la erosión de los ideales democráticos.
Por fortuna, hay una larga tradición en la historia Americana que rechaza la noción de que la educación superior debe ser tratada como la marca de un producto o simplemente como entrenamiento para la fuerza de trabajo de las corporaciones. En esta visión más noble, que se extiende desde Thomas Jefferson y Horace Mann a W.E.B. Du Bois y Jonh Dewey, la educación superior fue siempre defendida tanto como un bien público como una esfera autónoma donde los estudiantes para la ciudadanía activa, el valor cívico, y el desarrollo de una sociedad democrática sustantiva. Si la educación superior enfrentará el desafío del nuevo milenio, las universidades y los college necesitan reclamar su legado y redefinirse como sitio de aprendizaje crítico y activa participación en la vida cívica.
Esta visión de la educación como ideal cívico, sugiere respeto de los educadores, tanto maestros como profesores, ofreciendo a los estudiantes el conocimiento necesario para aprender cómo gobernar en oposición a cómo ser gobernado, expandiendo las fronteras de su imaginación, y permitiendo la promesa de un orden democrático social vibrante.
Considerar la educación como un intento democrático comienza con el reconocimiento que la educación superior es más que una oportunidad de inversión, la ciudadanía es más que consumir, el aprender es más que prepararse para el trabajo, y la democracia es más que tomar decisiones en el centro comercial local. La educación superior es un logro democrático ganado con dificultad y es tiempo de que los padres, las facultades, los estudiantes, y los ciudadanos preocupados se ocupen de ella como un bien público más que como un mero campo de entrenamiento para los intereses, valores y beneficios corporativos.
Al corazón de tal lucha está la noción de una militancia utópica en que la esperanza se convierte en la precondición tanto para pensamiento alternativo y acciones con responsabilidad y coraje. La democracia está en crisis en todo el mundo, y uno de los caminos para conducirnos en esta es a través de un modo de educación que no tome sólo lugar en la educación pública y superior, sino también a través de anhelos utópicos en los cuales podamos vislumbrar comunidades organizadas alrededor del valor en vez del miedo, compartir las necesidades humanas antes que los valores amorales del mercado, y principios morales que nos lleven a no sólo tener esperanza sino a actuar para eliminar el sufrimiento y explotación humanas mientras expandimos los derechos democráticos, identidades y relaciones sociales.


Translated by: Pablo Aiello
Fuente del Artículo:
Por:

Henry Giroux (Providence, 18 de septiembre de 1943) es un crítico cultural estadounidense y uno de los teóricos fundadores de la pedagogía crítica en dicho país. Es bien conocido por sus trabajos pioneros en pedagogía pública, estudios culturales, estudios juveniles, enseñanza superior, estudios acerca de los medios de comunicación, y la teoría crítica.


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