El término
“Alfabetización” para Paulo Freire
La ficha “alfabetización” es relevante si
consideramos que el pensamiento pedagógico y social de Paulo Freire tiene sus
bases asentadas en las primeras experiencias realizadas entre los años 1957 y
1964, pues sus reflexiones respecto al acto educativo y sobre el mundo, de
acuerdo con Paulo Rosas (su compañero y amigo del SESI y del Movimiento de
Cultura Popular (MCP), el propio Freire dijo que estos espacios fueron dos
polos de influencia en la germinación de sus ideas.
En lo que
se relaciona con el MCP, Freire, en Cartas a Cristina, destaca los siguientes
puntos que “se anclan en una comprensión crítica de la educación” (FREIRE):
• La
alfabetización es un acto de conocimiento, de creación y no de memorización
mecánica.
• Los (as)
alfabetizandos (as) son sujetos de y no proceso de alfabetización.
• La
alfabetización debe partir del universo vocabular, pues los temas se retiran de
él.
•
Comprender la cultura como creación humana, pues los hombres y mujeres pueden
cambiar a través de sus acciones.
• El
diálogo es el camino que nortea la praxis alfabetizadora.
• Lectura
y escritura no se dividen dicotómicamente, al contrario, se complementan, y si
son combinadas, el proceso de aprendizaje hará alianza con la riqueza de la
oralidad de los(as) alfabetizandos(as). En el año 1958, Juscelino Kubitscheck
convocó, a través de su ministro de Educación, Clovis Salgado, al II Congreso
Nacional de Alfabetización de Adultos y de Adolescentes, a fin de evaluar la
Campaña de Educación de Adultos y Adolescentes (CEAA), organizada por Lourenço
Filho. En uno de los informes presentado en este II Congreso, Freire ya
señalaba que un trabajo educativo podría ser realizado sólo si sus
orientaciones se dirigiesen hacia la democracia. “Si el proceso de alfabetización
de adultos no fuera sobre —verticalmente— o para —asistencialmente— el hombre,
sino con el hombre, con los educandos y con la realidad” (FREIRE, 2006, p.
124).
Sin lugar
a dudas, las intervenciones de Freire pasan a demarcar de forma crítica su concepción
de alfabetización-educación, o sea, de que hay dos posibilidades de hacer
pedagogía: una, a partir de una práctica alienante y universalista; otra, a
partir de una práctica liberadora y dialógica, pues no hay neutralidad en
alfabetización-educación. El año 1962 estuvo marcado por la creación del
Servicio de Extensión Cultural de la Universidad de Recife (SEC) que, de
acuerdo con Ana María Freire, era un deseo de Freire, ya que él comprendía a la
Universidad como un espacio de, además de otros aspectos, formar profesores
para trabajar con educación popular.
Al ser el
SEC un lugar importante para el pensamiento y para la planificación de las
prácticas de educación popular, Ana María Freire recuerda que en las “primeras
horas del golpe militar de 1964, en su sede no sobró nada de documentación y de
los trabajos educativos del SEC y de la actuación de los idealizadores y de su
primer director Paulo Freire” (FREIRE, 2006, p. 105). En el libro A importância
do ato de leer, Freire retoma con mucha claridad su comprensión sobre el
concepto de alfabetización. En él enfatiza que su carácter debe superar los
límites de la pura decodificación de la palabra escrita, pues “la comprensión
crítica del acto de leer se anticipa y se alarga en la inteligencia del mundo.
La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la
posterior lectura de la palabra no puede prescindir de la lectura de aquel”
(FREIRE, 1982, p. 9).
De esta
forma, aprehender el texto exige la aprehensión de las relaciones entre éste y
el contexto, por ello, la alfabetización es un “acto político y un acto de
conocimiento, y por ello un acto creador” (p. 9), en el que el alfabetizando es
sujeto y no objeto de la alfabetización. Enseñar no es transmitir conocimiento
sino establecer condiciones para su construcción. En cuanto más crítico sea
este proceso (enseñar y aprender) más se amplía el deseo de saber, la
curiosidad epistemológica frente a los desafíos que presenta el mundo. Esta
relación texto-contexto-texto y mundo-palabra-mundo está presente en el
cotidiano. A esto Freire llama movimiento, ya que “la lectura de la palabra no
es apenas precedida por la lectura del mundo, sino por una cierta forma de
escribirlo o de reescribirlo”, o sea, de transformarlo a partir de una práctica
consciente (FREIRE, 1982, p. 13).
En esta
perspectiva la alfabetización, que es comprendida como acto creador, no puede
ser vista como un simple proceso de memorización mecánica de las palabras y de
las “cosas muertas o semi muertas” sino como un proceso que se inunda de actos
de creación y de recreación. Para ello, el papel del alfabetizador(a) debe ser
“dialogar con el “analfabeto” (mis comillas) sobre situaciones concretas, por
ello la alfabetización no puede hacerse de arriba hacia abajo, ni de fuera para
dentro” (FREIRE, 1979, p. 41).
La
centralidad de la alfabetización está en garantizar que las palabras
generadoras que organizarán el proceso de enseñar provengan de la realidad de
los alfabetizandos(as), de los grupos populares. De esta forma se construye lo
que Freire denomina universo vocabular, cargado de experiencia existencial. El
debate en torno a las palabras generadoras busca el concepto antropológico de
cultura, simultáneamente alfabetizando y concientizando. Freire afirma que son
“situaciones locales que abren perspectivas para el análisis de los problemas
regionales y nacionales” (FREIRE, 1979, p. 43), porque una palabra generadora
puede envolver una situación de un individuo o de una colectividad.
Sin
embargo, para poder explicar mejor un proceso de alfabetización que dialogue
permanentemente con la realidad de los (as) educandos (as), Freire hace una
importante excepción al retomar esta idea en Pedagogia da esperança, debido a
que él se da cuenta que hay una visión reduccionista entre algunos, que
entienden que levantar las palabras generadoras significa permanecer en ellas.
Sin embargo, Freire nunca dijo que “este universo lexical debiera permanecer
absolutamente adscrito a la realidad local. Si lo hubiera dicho no tendría la
comprensión que tengo del lenguaje” (FREIRE, 1982, p. 45). En este sentido, “la
función del educador no puede ser la del repasador o la del consultor
especialista, sino la de un colega, la de un articulador de un movimiento
formativo, de un liderazgo político e intelectual” (BRITTO, 2006, p. 16).
Aprender a
leer y escribir, incluso si es un deseo individual legítimo (para mejorar la
vida) y una necesidad impuesta socialmente, no puede agotarse en esos dos
aspectos. Al contrario, la alfabetización necesita ser comprendida como un
conocimiento que amplía, pues alfabetizarse “es participar junto con otras
personas, de un universo ampliado de la propia curiosidad humana. Esa matriz de
la conciencia, junto con el conocimiento y el sufrimiento” (BRANDÃO, 2006, p.
441).
Por Liana
da Silva Borges
Extraído
de
DICCIONARIO
Paulo Freire
Danilo R.
Streck, Euclides Redin, Jaime José Zitkoski (Orgs.)