El asistencialismo es la anti
educación, la educación anti dialógica. Niega la dimensión radical del sujeto.
Reduce la acción-pensada (la práctica) del otro a la conciencia del asistente.
En Extensão ou comunicação (2001), Freire atribuye al quehacer asistencialista
que se considera educativo, la expresión equívoco de consecuencias funestas. Y
completa: “a no ser que hayan optado por la “domesticación de los hombres”.
Sigue el educador nordestino:
En el momento en que un asistente social,
por ejemplo, se reconoce como “el agente del cambio”, difícilmente se dará
cuenta de esta obviedad: que si su empeño es realmente educativo liberador, los
hombres con quienes trabaja no pueden ser objetos de su acción. Por el contrario,
son tan agentes del cambio como él. (FREIRE, 2001, p. 44)
En la perspectiva freiriana,
la gravedad del asistencialismo está en la negación del sujeto y de su
protagonismo. Se niega al sujeto la capacidad de autoría. Cuando el trabajador
social que se considera educador atribuye a su propia perspectiva de
intervención social la capacidad de substituir la subjetividad del otro, él
comete un equívoco político y al mismo tiempo, presenta una ingenuidad de
comprensión de la realidad, la que le parece ser posible de cambio a partir de
la dimensión ideal elaborada por él.
Efectivamente, y en eso
Freire se presenta muy próximo de la teoría marxista del valor, el cambio es
realizado por sujetos de la acción o de la parte de la realidad que está siendo
objeto de modificación. Esa dimensión del sujeto es expuesta en textos de Jorge
Cammarano González, Georgy Lukács e István Mészáros, que discuten las tesis
fundamentales de Marx (ver referencias).
Esa dimensión ontológica es
esencial en el tratamiento del asistencialismo. Freire, en una perspectiva
histórica radical, afirma la importancia social de la acción, por ejemplo de un
agrónomo, que, al entender la insubstituible acción de los agricultores, los
ayuda a “re-pensar” su propia acción, a “re-crear” sus pensamientos. Al
proponerles su realidad y al problematizarla con ellos en sus límites,
participa de la propia acción transformadora, con la mediación de los colonos.
Y niega decididamente la acción que no considera a los sujetos de ella como
punto de partida de cualquier reflexión la práctica social.
Esa es la dimensión política
del diálogo que demarca la posición de Freire en el pensamiento pedagógico. En
otros dos momentos —uno vinculando la práctica fascista a la educación y otro a
la propia concepción de extensión, que también se presenta en la escuela—
Freire regresa al tema. En conversación con Sérgio Guimarães, registrada en
Sobre educação (diálogos), sitúa al asistencialismo en términos y consecuencias
aparentemente obvios. Quien programa es el sujeto de la programación, y el
sujeto de la programación es el profesor, y no los educandos. Tampoco (…) los
educandos son, de ninguna manera, consultados sobre su práctica. Y lo que es
terrible —continúa Freire— es que la práctica, es la práctica de la formación de
ellos. (FREIRE; GUIMARÃES, 1982, p. 94)
Ahí está nuevamente su
radicalidad ontológica. Cuando explora el término extensión, utilizando la
mediación de los campos asociativos de Bally, él sintetiza diez asociaciones
con lo siguiente: 66 Nos parece (…) que la acción extensionista implica (…) la
necesidad que sienten aquellos que la hacen, de ir hacia la “otra parte del
mundo”, considerada inferior, para, a su manera, “normalizarla”. Para hacerla
más o menos semejante a su mundo. De ahí que (…) el término extensión se
encuentre en relación significativa con transmisión, entrega, donación,
mesianismo, mecanicismo, invasión cultural, manipulación, etc. Y todos estos
términos comprenden acciones que, transformando al hombre casi en “cosa”, lo
niegan como un ser de transformación del mundo. (FREIRE, 2001, p. 22) El
asistencialismo es lo opuesto a la pedagogía freiriana.
Por
José Fernando Kieling
Extraído de
DICCIONARIO Paulo Freire
Danilo R. Streck, Euclides Redin, Jaime
José Zitkoski (Orgs.)
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