Para
destacar la reflexión de Freire sobre autoritarismo en diferentes momentos de
su “bio-bibliografía”, es posible ubicar en la principal obra de los años 1970,
Pedagogia do Oprimido (exilado en Chile), cinco referencias al tema.
En una
primera reflexión Freire afirma: “es por eso que esta educación, en la que
educadores y educandos se constituyen en sujetos de su proceso, al superar el
intelectualismo alienante, al superar el autoritarismo del educador “bancario”,
supera también la falsa conciencia del mundo” (1982, p. 86). Las demás
referencias dan cuenta de la tensa relación entre autoridad y libertad como la
que se expresa a continuación: “La teoría dialógica de la acción niega el
autoritarismo como niega el libertinaje. Y al hacerlo, afirma la autoridad y la
libertad” (p. 210). A continuación, en los años 1980, tiempos de escritos
dialogados, Freire, al conversar con Faundez, dice: “… el autoritarismo que
corta nuestras experiencias educativas, inhibe, si no reprime, la capacidad de
preguntar. La naturaleza desafiante de la pregunta tiende a ser considerada, en
la atmósfera autoritaria, como provocación a la autoridad”
De los
años 1990, posteriores a la SME/SP14, en la obra Professora sim, tia não15, es
posible ubicar reflexiones 14 N de la T: Secretaría Municipal de Educación de
São Paulo. 15 N del R: Traducido al castellano como Cartas a quien pretende
enseñar, sobre el autoritarismo, “no importa si de los padres y madres, de las
profesoras o de los profesores”. Para Freire, frente al autoritarismo “podemos
esperar de los hijos y de los alumnos sea posiciones rebeldes, refractarias a
cualquier límite, disciplina o autoridad, pero también apatía, obediencia
exagerada” (1993, p. 56).
La
reflexión que recorre sus obras es retomada aquí, o sea, habla de la dificultad
que surge cuando “tendemos a confundir el uso cierto de la autoridad con el
autoritarismo y, así, debido a que lo negamos, caemos en el libertinaje o en el
espontaneísmo pensando que, contrariamente, estamos respetando las libertades,
haciendo entonces democracia”. Para Freire “otras veces somos efectivamente
autoritarios, pero pensamos que somos y nos proclamamos progresistas”. Y
concluye afirmando: “Sin embargo, de hecho, debido a que rechazo el
autoritarismo no puedo caer en el libertinaje de la misma forma como,
rechazando el libertinaje, no puedo entregarme al autoritarismo” (1993, pp.
86-87).
Según
Freire no es autoritario el acto que afirma que “sólo hay disciplina (…) en el
movimiento contradictorio entre coercibilidad necesaria de la autoridad y la
búsqueda despierta de la libertad”. Pero es autoritaria la actitud de la
autoridad que se hipertrofia y su acción “inmoviliza o distorsiona (…) el
movimiento de la libertad. La libertad inmovilizada por una autoridad (…)
chantajista (…) se pierde en la falsedad de movimientos inauténticos (FREIRE,
1993, p. 118). Para pensar el autoritarismo, Freire parte de una constatación:
el diálogo propuesto por las élites es vertical, forma un educando pasivo,
imposibilitándolo de reaccionar y crear, al imponer silencio y obediencia. Y el
paso de la conciencia ingenua a la consciencia crítica, requiere de un
recorrido en el que el educando va rechazando el hospedaje del opresor dentro
de sí (LIMA, 1998, p. 15).
Freire
(1982) avanza en la demarcación conceptual alrededor de sus concepciones sobre
diferencias entre la pedagogía del colonizador y la pedagogía del oprimido,
momento en que su óptica de clase se explica y la pedagogía burguesa y
colonizadora es bancaria. La consciencia del oprimido se encuentra sumergida en
el mundo organizado por el opresor, un mundo sustentado por el autoritarismo,
razón por la que hay una duplicidad que lo cubre: por un lado, el opresor se
encuentra hospedado en la consciencia del dominado, lo que produce miedo de ser
libre y por otro, hay el deseo y la necesidad de libertad.
Para
Freire, los consensos fáciles (no poco citados a partir de prácticas realizadas
citando la perspectiva freiriana) no consiguen negar la tensión dialéctica
entre la libertad de ser y las condiciones de posibilidad de construcción de
espacios y tiempos libres, ante el imperativo y el apelo ontológico al
encuentro, en la constitución de nuevas relaciones sociales. A partir de ello
es posible afirmar la posibilidad de generar alternativas pedagógicas capaces
de producir una nueva forma de organizar la vida.
Es una
tensión verificable en la sociedad actual, que oscila entre la imposición de la
disciplina que niega la libertad y la ausencia de disciplina por la negación de
la autoridad. Para Freire, únicamente para concepciones y prácticas
autoritarias y de libertinaje, “el acto educativo es una tarea aburrida. Para
los educadores y educadoras democráticos, el acto de enseñar, de aprender, de
estudiar, son quehaceres exigentes, serios”, pero no autoritarios. Es por eso
que la satisfacción con la que se pone “frente a los alumnos, la seguridad con
la que se les habla, la apertura con la que se los escucha, la justicia con la
que se trata sus problemas, hacen del educador demócrata un modelo. Su
autoridad se afirma sin irrespetar las libertades”. El educador demócrata no
puede estrechar su autoridad o atrofiar la libertad del educando: “la fuerza del
educador demócrata está en su coherencia ejemplar (…).
Perjudica
más que el autoritarismo coherente”. Freire se acuerda que el autoritarismo “no
se manifiesta apenas en el uso represivo de la autoridad”, sino “en la
vigilancia enfermiza sobre los educandos, en la falta de respeto a su
creatividad, a su identidad cultural. En la falta de acatamiento a la manera de
estar siendo de los alumnos de las clases populares, en la manera como los
propone o los censura (…)” (1985, pp. 72-73).
Por Gomercindo
Ghiggi
Extraído
de
DICCIONARIO
Paulo Freire
Danilo R.
Streck, Euclides Redin, Jaime José Zitkoski (Orgs.)
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