Freire
(1994, 1997) concibe que, siendo determinados, somos también seres humanos
condicionados por el contexto histórico socio cultural en el que vivimos. Pero
el potencial de la existencia humana está en tener conciencia de sus
condicionamientos, pues a partir de su visión crítica sobre el mundo, podrá
enfrentar las situaciones límite, superándolas a través de la lucha solidaria y
colectiva por la transformación de las realidades condicionantes.
El ser
condicionado en la naturaleza humana expresa la historicidad de la existencia
concreta de las personas en su vida, siempre situadas en el tiempo y en el
espacio con todas las variaciones socio culturales que concretiza esa
situación. Pero, a partir de los condicionantes históricos y de las
transposiciones de ellos por la praxis transformadora, los seres humanos se van
construyendo como seres abiertos, dialécticos y hacedores de sí mismos.
La lucha
por la superación de las situaciones límite en que nos encontramos involucrados
en nuestro mundo histórico cultural es la razón de ser de nuestra existencia y
el impulso práctico con que nos humanizamos como seres capaces de conquistar
más libertad (FREIRE, 1993) y construir permanentemente nuevos sentidos
existenciales para la convivencia en el mundo.
Esta es la
gran diferencia que anota Freire entre concepciones deterministas y/o
mecanicistas de la naturaleza humana y de la vida en sociedad, y la concepción
radicalmente dialéctica y dialógica, que nos confiere una capacidad
ético-política única de nuestra especie, de poder vivir en el mundo. El testimonio
de Freire es profundamente revelador de ese sentido original de concebir la
existencia humana:
Me gusta ser persona porque sé que
soy un ser condicionado, pero consciente del inacabamiento, sé que puedo ir más
allá de él. Esta es la diferencia profunda entre el ser condicionado y el ser
determinado. La diferencia entre el inacabamiento que no se sabe como tal y el
inacabamiento que histórica y socialmente alcanzó la posibilidad de saberse
inacabado.
(FREIRE, 1997, p. 59)
En el
pasaje colocado arriba se puede verificar la gran importancia que Paulo Freire
atribuye a la consciencia que tiene cada ser humano en sí mismo, tanto de su
inconclusión como de los condicionamientos de su forma de existir en sociedad.
Sin embargo, la consciencia de la que nos habla Paulo Freire no debe ser
entendida de forma espontánea, ingenua y/o fragmentada. Al contrario, la lucha
de Freire siempre fue en el sentido de que debemos superar la condición ingenua
en que nos encontramos espontáneamente y alcanzar la criticidad de la
conciencia como realización de la propia naturaleza humana.
En ese
nivel, somos capaces de ver el por qué de todo lo que está relacionado con
nuestra vida. En su última obra publicada en vida, Freire refuerza una vez más
el papel de la concientización en la construcción auténtica de la existencia
humana que, al mismo tiempo, implica la construcción de un mundo socio
culturalmente más humanizado. Es a través de la conciencia crítica del
inacabamiento de su ser y de la necesaria actuación práctica para transformar
la realidad social que nos condiciona, que nosotros, seres humanos, somos
capaces de trascendernos a nosotros mismos y humanizarnos como seres en
permanente búsqueda del ser más. Entre nosotros, hombres y mujeres, la
inconclusión que se reconoce a sí misma implica necesariamente la inserción del
sujeto inacabado en un permanente proceso social de búsqueda.
Mujeres y
hombres históricos, socio culturales, nos convertimos en seres en los que la
curiosidad, al sobrepasar los límites que les son peculiares en el dominio
vital, se convierte en la base de la producción del conocimiento (FREIRE, 1997,
p. 61). El sentido que Freire (1997) atribuye a la concientización es el pasaje
de la curiosidad ingenua a la curiosidad crítica y/o epistemológica. El proceso
de elaboración/construcción/actualización del conocimiento requiere, además de
la toma de conciencia, la radicalidad dialéctica que produce la tensión
constante entre reflexión-acción, teoría-práctica, discurso-inserción en la
realidad. Sin ese proceso de tensión y síntesis entre los dos polos
dialécticos, la curiosidad epistemológica no se completa, de manera que atrofia
el potencial de trascendencia del horizonte de la conciencia y ocasiona también
cierta cristalización de la visión del mundo por falta de inserción práctica en
la realidad que lo está condicionando. O sea, las situaciones límite que
desafían el potencial de realización de una existencia más libre, consciente y
responsable de su historia, no podrán ser transpuestas apenas en la teoría. La
praxis transformadora de la realidad, como construcción dialéctica del mundo y
de los propios sujetos (personas humanas) es la que caracteriza el proceso de
concientización y lo diferencia de la simple toma de conciencia.
Por Jaime
José Zitkoski
Extraído de
DICCIONARIO Paulo Freire
Danilo R. Streck, Euclides Redin, Jaime José Zitkoski (Orgs.)
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