«COMO OTRAS VECES EN LA HISTORIA: EL CAPITALISMO CEDE LO SUFICIENTE PARA NO PERDER SU DOMINIO»
Lo peor de un momento presente es cuando ni
siquiera podemos imaginar el futuro. Esto es, justamente, lo que le está
ocurriendo al neoliberalismo. Vive un presente extremadamente complicado, que
se agrava aún más por la incapacidad que tiene de dibujar nuevos horizontes
hacia adelante.
Luego de medio siglo de existencia, el
neoliberalismo se enfrenta a una gran crisis de ideas. Su manual quedó
obsoleto.
La decadencia siempre es un proceso lento y, en
muchas ocasiones, también inaceptable para quien lo padece. El neoliberalismo
vive sus meses más complejos en América Latina.
La pandemia del Covid-19 ha puesto al descubierto
muchas de sus debilidades, que hasta ahora habían sido «tapadas» con grandes
campañas de comunicación con alta dosis de posverdad (por no decir de
mentiras). Véase, por ejemplo, lo que pasó en el año 2008: la última gran
crisis neoliberal en lo económico fue reescrita como un problema de burbuja
inmobiliaria, y responsabilizaron de todos los males a los ciudadanos, por un
exceso de endeudamiento.
Sin embargo, esta vez, ante la actual Gran Recesión
que vivimos en el mundo, es prácticamente imposible que puedan nuevamente
echarnos la culpa de todo, a pesar de que lo intenten. En este momento hay un
gran consenso de que la culpa no reside en la gente, sino que el problema real
está en un modelo económico y social muy poco preparado para afrontar
adversidades.
El neoliberalismo se olvida de la economía real en
pos de una entronización de la financiarización y, por otro lado, sigue
defendiendo la ausencia del Estado a pesar que la ciudadanía latinoamericana
demanda todo lo contrario
Todos los mitos neoliberales saltaron por los aires
en el justo momento en el que la gente necesita afrontar una situación
dramática. El neoliberalismo no logra acertar con ninguna de sus respuestas
habituales. Por un lado, se olvida de la economía real en pos de una
entronización de la financiarización y, por otro lado, sigue defendiendo la
ausencia del Estado a pesar que la ciudadanía latinoamericana demanda todo lo
contrario. Según datos de las encuestas CELAG en el último trimestre, en
Argentina el 90% está a favor de un Estado mucho más presente y activo; este
valor es del 70% en Chile, 60% en México y 75% en Bolivia.
Los sentidos comunes en la región cabalgan por una
dirección completamente opuesta a lo que defiende el libreto neoliberal. El
impuesto a las grandes fortunas cuenta con gran apoyo en muchos países de
América Latina (76% en Argentina, 73% en Chile, 67% en México, 64% en Bolivia y
75% en Ecuador); y lo mismo ocurre con una renta mínima, garantizar
públicamente la salud y la educación como derechos, frenar las privatizaciones,
suspender y renegociar el pago de deuda, etc. Además, en la mayoría de los países
en la región, la banca, los grandes medios y el Poder Judicial cuentan con una
imagen muy negativa.
Esta enajenación de los políticos neoliberales (y
sus respectivas usinas) en relación a lo que piensa la gente se traduce en
muchas de las fotografías que estamos viendo en la región en los últimos
tiempos. Piñera sin saber qué hacer ante una mayoría que ya comenzó el proceso
constituyente para cambiar Chile. Lenín Moreno acaba su mandato en Ecuador sin
apenas aprobación (11%) por la implementación del proyecto neoliberal. Áñez
sigue empobreciendo a Bolivia y, de cara a la próxima cita electoral, goza de
muy poco apoyo (11%).
En Colombia, el uribismo está en sus horas más
bajas con su máximo exponente con orden de detención y sin capacidad para
afrontar la pandemia. Macri, ahora de vacaciones en Europa, jamás pudo
construir hegemonía neoliberal en Argentina y dejó una economía hecha pedazos.
Bolsonaro, con casi 100 mil muertes por Covid a sus
espaldas y con una gran dificultad para garantizar gobernabilidad y estabilidad
política, económica y social. Y en este panorama, de crisis neoliberal, también
debemos considerar lo que ocurre en Perú, donde se cerró el Congreso el año
pasado –y tiene con todos sus expresidentes condenados por corrupción– y
Paraguay, donde el presidente Abdo evitó el juicio político in extremis, luego
de haber vendido energía a Brasil a «precio regalado».
El neoliberalismo cuenta con un gran poder
estructural que, seguramente, estará dispuesto a camuflarse tras ideas
progresistas. De ahí que el FMI tenga un tono más conciliador en materia de
deuda externa; o el Banco Mundial defendiendo los programas de rentas mínimas;
o los multimillonarios abogando por más impuestos
El neoliberalismo está en default, pero se niega a
desaparecer. Procura reciclarse y oxigenarse. Dicho de otro modo: está
renegociando su futuro, pero con una gran dificultad para generar horizontes
que convenzan y entusiasmen. Sin embargo, sería un grave error subestimarlo ni
darlo por muerto, porque cuenta con un gran poder estructural que, seguramente,
estará dispuesto a camuflarse tras ideas progresistas.
El mejor ejemplo es el FMI, que sin haber cambiado
su composición «empresarial» tiene ahora un tono más conciliador en materia de
deuda externa; o el Banco Mundial defendiendo los programas de rentas mínimas;
o los multimillonarios abogando por más impuestos. Son muestras inequívocas que
hay un intento de apropiarse de las ideas progresistas, impropias del
neoliberalismo. Seguramente para hacerlas suyas y reformularlas, matizarlas,
resignificarlas… Esto ya ocurrió muchas veces en la Historia: cuando el
capitalismo estuvo en problemas, cedió lo suficiente para no perder su dominio.
Estamos en un tiempo político de disputa en la
región, en el que neoliberalismo está en default pero intenta escapar de su
propia quiebra. El resultado de este dilema dependerá tanto de la capacidad que
tenga la matriz neoliberal para reinventarse, pero fundamentalmente de cómo el
progresismo avance, implemente soluciones certeras y cotidianas a la ciudadanía,
y genere horizontes acordes a los nuevos tiempos.
Fuente
e Imagen: https://insurgenciamagisterial.com/como-el-neoliberalismo-esta-en-default-en-america-latina-y-que-hace-para-no-desaparecer/
Por: Alfredo Serrano Mancilla
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