- El año 2020 nos ha dejado, y junto a él, un
conjunto de experiencias genuinas, y otras no tanto, que hicieron frente
al desafío de dar continuidad al sistema educativo en tiempos de pandemia.
La comunidad educativa, en un esfuerzo titánico, debió abordar un reto
global sin precedentes para esta generación, y lo hizo pese a la
desigualdad estructural en la que se ha cimentado la sociedad digital en
que nos situamos.
Es evidente que las
tecnologías digitales jugaron un papel central en esta etapa, y que su uso
extendido, provocó un amplio proceso de alfabetización digital que quedará en
el tiempo, y que conllevará sustantivos cambios en la gestión, organización y
didáctica escolar del futuro. Pero tampoco nos engañemos. Este año también ha
desvelado, por un lado, el intento trepidante de las Big
Tech por reposicionar su influencia en las políticas sociales y
educativas, para entrar con sus aplicaciones en el mercado de la educación
personalizada de los centros escolares, y así poder extraer y recopilar
información sobre cada estudiante. Y por otro, la ausencia de conciencia (y
competencia) crítica de la ciudadanía, y en este caso, de la comunidad
educativa, a la hora de acceder y utilizar los dispositivos y entornos
digitales. En la mayoría de los casos, su uso se ha basado en prácticas
compulsivas, que han buscado “salir del paso” ante este reto de continuidad
telemática forzada.
Covid 19: ventana de oportunidad para las ‘big tech’
Justo cuando las
Big Tech vivían una fase de manifiesto cuestionamiento global y en la mira de
los gobiernos de muchos países por sus prácticas monopólicas, de fraude fiscal, de uso
indebido de datos recopilados y de “abuso de posición de dominio”,
sucede la pandemia del Covid-19 y la aprovechan como una “ventana de
oportunidad”, poniendo a disposición de la ciudadanía de forma “altruista”,
sus distintas herramientas y plataformas digitales. Aquí algunos casos:
- Google a través de G-Suit firmó
acuerdos con cientos de gobiernos para proveer a la comunidad
educativa, de sus plataformas y herramientas virtuales.
- Microsoft, a través de su plataforma
educativa Microsoft
Teams, ofreció acceso gratuito a organizaciones y escuelas alrededor
del mundo.
- Zoom ofrecía una suscripción y uso gratuito
(durante 40 minutos) y se transformaba en la
app más utilizada en el mundo para la realización de
videoconferencias. Aunque su
éxito fue sacudido por sustantivos problemas de privacidad y
seguridad.
- Coursera, a través de la iniciativa Coursera
Together puso a disposición de todas las universidades su oferta
formativa de forma gratuita.
- TikTok generó la iniciativa #LearnOnTikTok para
potenciar la educación online durante el confinamiento.
Promociones,
inicialmente gratuitas, pero que generaban “clientes cautivos”. Pues, una vez
que aprendes a utilizar una plataforma digital, con sus especificaciones y
características particulares, la migración se reduce y permaneces en aquello
que ya conoces y dominas.
Lo cierto es que
parece que hoy en día, tras el renovado manto de optimismo tecno-educativo, lo
que de verdad se busca es extraer información del alumnado mediante la
conversión de las escuelas, en lo que Williamson
denomina las “escuelas start-up”, es decir, una fábrica de datos e
información comercializable sobre unos clientes presentes y futuros a los que se
quiere fidelizar.
¿Qué podemos hacer (y que se está haciendo) para que la ciudadanía
aprenda a relacionarse críticamente con los datos?
Ante esta
situación, no podemos pensar (ni legitimar) que la ciudadanía sea un simple
espectador pasivo. En este artículo nos gustaría destacar algunas iniciativas y
proyectos que ya están llevándose a cabo desde los ámbitos académico, político
y ciudadano, y que poco a poco han ido ayudando a desvelar las tendencias antes
mencionadas. Sin ánimo de cerrar el foco analítico, ni menos de proponer
un ranking al respecto, a continuación presentamos algunos
aportes que, desde nuestra mirada, consideramos que vale la pena tener
presentes:
Iniciativas desde la academia y la investigación
Cada vez son más
crecientes los esfuerzos que desde la academia se llevan a cabo con el fin de
informar a la comunidad educativa y, en general, a la sociedad de los riesgos
de una datificación controlada por las Big Tech. Parte sustantiva de estas
propuestas se mueven desde la denuncia, a la formulación de programas en los
cuales básicamente lo que se plantea es la concientización del usuario, a
través de lo que se ha dado en llamar la “data literacy” o alfabetización en
datos. Aquí algunos ejemplos:
- Significativo ha sido el trabajo de Cathy O’Neil, que
indicó la necesidad de “abrir” la caja negra de los algoritmos pues de
otra manera podrían convertirse en armas de destrucción matemática.
- También Shoshana Zuboff,
que nos ha llevado a comprender cómo la sistematicidad de adopción de
modelos de negocio basado en técnicas extractivas de datos sienta las
bases para un cambio paradigmático del capitalismo, es decir, el
capitalismo de la vigilancia.
- Virginia
Eubanks y Safyia Noble han
explorado los sesgos racistas encapsulados en las recomendaciones y
acciones programadas por algoritmos en sistemas tan delicados como la
atención socio-sanitaria.
- Cristóbal
Cobo en su libro Acepto las condiciones propone
un análisis crítico y abierto sobre las consecuencias de la masificación
de las tecnologías y su impacto en las nuevas formas de poder y control de
la sociedad actual. El libro explora qué papel ha de jugar la educación en
este contexto.
- Destaca dentro de esas iniciativas pioneras el
trabajo de Luci Pangrazio,
Neil Selwyn (entre otros y otras) en su proyecto “Data Smart School”.
Este proyecto investiga nuevas metodologías que faciliten el mapeo de
iniciativas basadas en el tratamiento de datos digitales con fines
educativos inclusivos eviten la dominación y mal uso de estos.
- También este es el foco del proyecto “Culturas de
Datos Justas” donde se están mapeando una serie de iniciativas en la
que los educadores e investigadores educativos intentan unir las piezas de
este rompecabezas. Aunque queda aún mucho por hacer.
Estas miradas
académicas y desde la investigación han tenido como punto de partida el
informar sobre el sesgo, el espacio de libertad que se ha creado la industria
“Big Tech” en el moverse mucho más rápidamente que la crítica social y la
normativa. Sin embargo, reconocer el problema es sólo el inicio, por lo que la
investigación educativa se está moviendo en la dirección de los enfoques que
lleven a la transformación de prácticas, a través de la alfabetización.
Iniciativas institucionales
En el presente, las
corrientes de data literacy están en sus albores, y se han ido caracterizando
en primer lugar por una visión entusiasta del uso de los datos, particularmente
ligadas a las perspectivas de coding y minería asociadas a los
datos abiertos. En línea con la propuesta pedagógica de Paulo Freire, en
términos generales estas iniciativas ayudan a: (1) proveer de seguridad y
protección de la privacidad de los/as usuarios/as (2) comprender las “técnicas”
que encierran los algoritmos; (3) favorecer el potencial de trabajar con datos
a partir de sus estructuras más íntimas, para así ser capaces de leer sus
alfabetos y (4) lograr transformar las formas de participación en la
tecno-estructura.
Un primer ámbito de
trabajo es el de los datos abiertos y las posibilidades que para la sociedad
implica el poder navegar y sacar provecho de dichos datos, públicamente
compartidos. Dicha actividad llevaría a formas de alfabetización técnica
avanzada, pero también a la participación y monitorización cívica del gobierno.
Entre esta tipología iniciativas, destacamos por ejemplo, la de l’Ajuntament de
Barcelona, que cuenta con el programa “Repte
Dades Obertes” que llama al alumnado de ESO a competir en proyectos que
usen los datos abiertos del gobierno. Pero hay muchísimas iniciativas de hackathon para
trabajar sobre esta tipología de datos, para no hablar de las nuevas formas de
visualización dinámica ofrecidas por organismos como el Instituto Nacional de Estadística o
el Eurostat.
Lamentablemente,
hoy por hoy la discusión del uso de los datos generados por software privativos,
sigue estando mucho menos difundida, pues claro está, son datos inaccesibles.
Las acciones de concientización y de comprensión de las estructuras que
permiten la generación de automatismos y sistemas de recomendaciones es una de
las líneas más relevantes y necesaria de abordar.
Justamente la
propuesta de la Children’s
Commissioner del Gobierno británico que ha generado una iniciativa que
busca favorecer la comprensión de los términos de condiciones de las
principales redes sociales y plataformas virtuales mediante una versión
simplificada de estas.
Iniciativas desde la sociedad civil
Aquello que
caracteriza la pedagogía crítica es el potencial transformador de impacto sobre
la sociedad, y ello aún es un tema mucho menos claro, pues va más allá de los
que podríamos llamar “superpoderes de la alfabetización”. De hecho, uno de los
problemas encontrados en las intervenciones de concientización es que una vez
comprendido el problema, quedamos “atrapados” en la disponibilidad de
tecnologías alternativas para evitar el trazado de datos, o en nuestra propia
necesidad de espacios como las redes sociales para desplegar nuestra tarea
educadora, o profesional, o simplemente social.
No basta saber para
cambiar una tecno-estructura ligada a un entramado técnico, económico y
político, y es aquí que las herramientas de cambio vienen de las formas de
activismo de la sociedad civil. Estas formas de activismo requieren también una
fuerte competencia en datos, desde aspectos tecnológicos y de ciencia de datos,
hasta aspectos jurídicos. Pero principalmente, encierran formas de
participación democrática que también necesitan ser forjadas en el sistema
educativo, desde una perspectiva crítica enlazada a las alfabetizaciones
técnicas.
Ya existe una cantidad
sustancial de iniciativas en esta línea. Aquí hay algunas de ellas:
- Faro
Digital que pone su foco en las juventudes y que desde ahí,
promueve iniciativas que favorezcan la protección de la privacidad y los
datos personales de los jóvenes durante su navegación en internet. Y otras
que buscan favorecer el uso consciente y crítico de las tecnologías
digitales
- ILDA.
Iniciativa que busca promover y entender el uso de los datos abiertos en
América Latina en el año 2012.
- XNet con
su propuesta de escuelas fuera de Google Classroom
- Open data,
asociación que nace para promocionar los datos abiertos en el entorno de
Barcelona
- Myshadow de
Tactical Tech, ayuda a controlar los rastreos de los datos personales,
permite observar cómo se están rastreando y provee de información crítica
sobre la industria de los datos.
La mayoría de estas
iniciativas apoyan a la ciudadanía, a jóvenes, a redes de padres y madres, con
el fin de formular espacios de participación y de discusión, cuyo efecto es
generar presión sobre el sistema político. Esos movimientos han desencadenado
una serie de intervenciones experimentales, junto a una progresiva construcción
de soluciones en el campo de la práctica educativa y la sociedad civil.
Algunas consideraciones finales…
La intensa
actividad de los tres colectivos abocados a explorar el problema de la
datificación ha dado lugar a varias formas de intervención y de trabajo hacia la
generación de alfabetismo eficaces. Es el empeño de dichos colectivos, lo que
ha permitido alcanzar los estamentos de las políticas educativas (entre otras
áreas) a nivel europeo. Desde 2016 y hasta el presente, la política de
protección de datos (GDPR)
ha sido uno de los enfoques más innovadores, que lentamente se está
convirtiendo en un actor clave para la generación de acciones de alfabetización
en datos a todos los niveles educativos. Más específicamente, si consideramos
el nuevo Plan
de Acción Digital , una de sus preocupaciones es justamente mejorar,
transformar y formar sobre el uso de datos de la ciudadanía. En diciembre de
2020 se ha formado un grupo de trabajo europeo para revertir el marco de
competencia digital DigComp
2.1 y pasar a la versión 2.2. Se busca en esta revisión, incluir de
manera determinante, un enfoque competencial sobre alfabetización en datos, a
trabajar en los centros educativos y en todos los niveles del lifelong
learning.
En este artículo,
hemos tratado de describir el actual panorama de transición en cuanto a los
riesgos y vulneraciones a la privacidad en la interacción entre la ciudadanía y
tecnologías digitales. Transición que se ha visto acelerada por la pandemia.
Nos referimos al pasaje de los entornos y herramientas digitales a espacios de
vida que estarán atravesados por las que se denominan tecnologías inteligentes.
Lo que parece un oxímoron, dado que hasta donde hemos explorado, se ha otorgado
a la tecnología digital el rol de herramienta vehiculante en la construcción de
la sociedad moderna, y un instrumento simbólico de la inteligencia humana. Sin
embargo, su uso actual, tal y cómo lo hemos presentado en este espacio, parece
seguir una connotación muy estrecha y acrítica de “inteligencia”. De hecho, un
desarrollo tecnológico rápido de los sistemas datificados (que
son la base de la inteligencia artificial) requiere una buena comprensión para
que pueda darse esa integración. Ese diálogo “post-humano”, que no limite ni
bloquee el desarrollo humano.
A los educadores
les queda mucho por hacer en este contexto, pues los enfoques pedagógicos, el
desarrollo de habilidades a lo largo del curriculum escolar y el análisis de su
impacto en la sociedad y las familias, está aún en sus albores. Pero como hemos
visto en la variada participación sobre la construcción de un camino hacia
la data literacy, los educadores no están solos.
Juliana Raffaghelli
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