jueves, 3 de noviembre de 2011

La reproducción social y la escuela

Reproducción social no significa "copia”, ningún sistema logró duplicarse, pero si reproducirse mediante diversos mecanismos ¿Qué papel juega la Escuela en ese aspecto? ¿Se trata de un determinismo, o puede haber resistencias? El siguiente artículo analiza el problema.



Louis ALTHUSSER en su trabajo «Ideología y aparatos ideológicos del Estado (Notas para una investigación)», publicado por vez primera en 1969, nos presenta una interpretación de la institución escolar claramente política y, más en concreto, marxista. Su meritorio trabajo propone un modelo explicativo de cómo se reproducen las relaciones de producción en las sociedades capitalistas.

Toda formación social debe, al mismo tiempo que produce y, precisamente para poder producir, reproducir las condiciones de su producción. Necesita, por tanto, reproducir las fuerzas productivas y las relaciones de producción existente. L. ALTHUSSER en donde se va a concentrar más es en la última cuestión, en la reproducción de las relaciones de producción.

Como buen marxista, concibe la forma de articularse una sociedad constituida por dos instancias, la infraestructura o base económica y la superestructura, compuesta a su vez de dos niveles: lo jurídico-político (el derecho y el Estado) y la ideología (las diferentes ideologías, religiosa, moral, jurídica, política, etc.). Y, para ello, no duda en recurrir a una metáfora especial, la de la sociedad como un edificio con distintos pisos; en la base, la infraestructura, y sobre ella dos pisos, la superestructura, con lo que pone de relieve una rigidez conceptual importante, pues, según sus propias palabras, «los pisos superiores no podrían sostenerse (en el aire) por sí mismos, si no descansaran, precisamente, sobre su base» (ALTHUSSER, L). Presupone de esta manera un total determinismo, en última instancia, por la base económica; la superestructura no tendría, por consiguiente, ninguna autonomía, no jugaría ningún papel relevante como motor de transformación de la sociedad.

En la superestructura la diferenciación de los dos niveles antes citados va a tener también dos misiones diferentes. Así, los Aparatos Represivos del Estado (el Gobierno, la Administración, la policía, los tribunales, las cárceles, etc.) se ocuparán de mantener el poder de una manera más directa y visible; «funcionan mediante la violencia —al menos en última instancia (ya que la represión, por ejemplo administrativa, puede revestir formas no físicas)». Por otro lado, los Aparatos Ideológicos del Estado (AIE), integrados por el conjunto de las instituciones siguientes: el AIE religioso (el sistema de las diferentes iglesias), escolar, familiar, jurídico (éste pertenece simultáneamente al Aparato Represivo y al Ideológico del Estado), político (el sistema político con los diferentes Partidos políticos), sindical, de la información (prensa, radio, televisión, etc.), y cultural (las bellas artes, deportes, literatura, etc.), funcionan de manera primordial mediante la ideología y secundariamente también a través de la represión.

Los Aparatos Represivos del Estado no siempre funcionan únicamente mediante la violencia sino que, asimismo, dejan algún pequeño rescoldo a la ideología, aunque ésta es más secundaria en ellos. En realidad, la diferencia entre ambos aparatos está en el distinto peso que otorgan a la violencia y a la represión.

También es diferente el peso de cada uno los diversos Aparatos Ideológicos del Estado según el período histórico de que se trate, así en la etapa precapitalista era la Iglesia el principal, ya que «concentraba en ella no sólo las funciones religiosas, sino además las escolares y buena parte de la función de información y de 'cultura'». Por el contrario, en las sociedades capitalistas desarrolladas es la institución escolar el principal AIE.

La escuela como Aparato Ideológico del Estado, según la teorización de L. ALTHUSSER, pasa a ocupar un papel prioritario en el mantenimiento de las relaciones sociales y económicas existentes. La institución educativa es, de entre todo s los Aparatos Ideológicos del Estado (religioso, escolar, familiar, jurídico, político, sindical, de la información y cultural) la que cumple la «función dominante» en la reproducción de las relaciones de explotación capitalista, ya que, además, es la que dispone de más años de «audiencia obligatoria» e, incluso, gratuita para la totalidad de los niños y jóvenes de la sociedad.

La importancia de la Escuela, según dicho autor, vendría dada por características como las siguientes: recoge a los niños y niñas de todas las clases sociales, obligándoles a asistir indefectiblemente a sus instalaciones durante un buen número de años, y los prepara y clasifica para desempeñar en la sociedad clases diferentes de funciones. Las principales de las cuales serían, según especifica el propio L. ALXHUSSER: «función de explotado (con 'conciencia profesional', 'moral', 'cívica', 'nacional ' y a- política altamente 'desarrollada'); función de agentes de la explotación (saber dirigir y hablar a los obreros: las 'relaciones humanas'), de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer 'sin rechistar' o saber manejar la demagogia de la retórica de los dirigentes políticos), o de profesionales de la ideología (sabiendo tratar a las conciencias con respeto, es decir, con menosprecio, con chantaje, con la demagogia oportuna, acomodándose a los acentos de la Moral, de la Virtud, de la 'Trascendencia', de la Nación,... etc.)» (ALXHUSSER).

Estos cometidos se llevarían a cabo tanto con las nuevas metodologías pedagógicas como con las más tradicionales, y buena parte del éxito estribaría en que las instituciones escolares trabajan con las niñas y los niños precisamente durante los años en que estos son muchos más vulnerables, arropados asimismo por el Aparato de Estado familiar. La institución académica tiene, por tanto, como tarea favorecer el desarrollo de diversas habilidades inmersas en la ideología dominante. En la escuela se aprenden técnicas y conocimientos, más o menos rudimentarios o profundos, de «'cultura científica' o 'literaria' directamente utilizables en los diferentes puestos de la producción (una instrucción para los obreros, otra para los técnicos, una tercera para los ingenieros, una última para los cuadros superiores, etc.)». Al mismo tiempo que se aprende lo anterior, el colectivo estudiantes adquiere en la institución académica «las
'reglas' del buen comportamiento, es decir, de la adecuada actitud que debe observar, según el puesto que está 'destinado' a ocupar,...». La educación moral, la instrucción cívica y la filosofía serían las disciplinas que, de forma más directa, están encargadas de socializar ideológicamente a los alumnos y alumnas.

Es mediante la reproducción de las cualificaciones y de la reproducción de la sumisión a las reglas del orden establecido, o sea, a la ideología dominante, como se consigue la reproducción de la fuerza de trabajo.

Todos los materiales y prácticas que estructuran la vida cotidiana del profesorado y del alumnado en la institución escolar contribuyen a reforzar las relaciones de poder existentes en cada sociedad específica.

Los recursos escolares, las rutinas y prácticas, la acción en general que tiene lugar en ese nicho ecológico que es el aula, transmite una ideología que refuerza la división del trabajo existente y, por lo mismo, la ideología dominante.

En el pensamiento althusseriano la escuela es vista como una «caja negra» donde en realidad no pasa nada, todo sigue una linealidad perfecta; no existen auténticas posibilidades para analizar y modificar esos objetivos y contenidos de la educación. La escuela, como tal, no puede aportar nada en la lucha por la modificación de las estructuras de producción y las relaciones sociales existentes. Algunos miembros, pocos, de las instituciones escolares pueden establecer algún grado de resistencia, y puede ser aquí donde tenga también lugar la lucha de clases, «y a menudo,(de)formas encarnizadas de la lucha de clases» (ALTHUSSER, L , 1977, p. 88) , (no podemos olvidar que el año anterior a la edición de esta obra que comentamos tenía lugar el Mayo francés donde la contestación estudiantil fue decisiva). Pero todo este modelo otorga un peso primordial a un cierto determinismo también en la producción de la ideología, en cuanto derivada exclusivamente de cada modo de producción y con la misión de convencer y garantizar a los miembros de esa sociedad de que todo está bien tal como está. En una sociedad de clases, las relaciones de producción son relaciones de explotación, por consiguiente la ideología tiene que distribuir a los individuos en los diferentes puestos de la división del trabajo y convencerlos de la justeza e inevitabilidad de tal distribución, pero ¿cómo puede surgir otra ideología capaz de favorecer la transformación de la sociedad si no cambian antes las estructuras de producción? Es muy difícil la aparición de un pensamiento y de unas prácticas contrahegemónicas. El pensamiento althusseriano cae así en un determinismo de base económica.

Únicamente un cambio en las estructuras de producción podría originar verdaderas transformaciones en las instituciones educativas. Como vemos, es un modelo teórico paralizante en cuanto a las posibilidades de una intervención crítica en la realidad.

A. GRAMSCI y los neo-gramscianos, como Nicos POULANTZAS , critican el economicismo y la idea de que la economía es, en última instancia, el factor condicionante y determinante. Éstos asignan un rol prioritario a la lucha política e ideológica en diversos niveles dentro de los Aparatos Ideológicos del Estado. «Es más necesario que nunca —escribe N. POULANTZAS — seguir desmarcándose de una concepción economicista- formalista que considera la economía como compuesta de elementos invariantes a través de los diversos modos de producción, de naturaleza y esencia cuasi aristotélica, autorreproducible y autorregulada por una especie de combinación interna. Como es sabido, fue una tentación permanente en la historia del marxismo, y aún en la actualidad» (POULANTZAS).

El estructuralismo althusseriano tiene la gran ventaja de plasmar la vinculación causal que existe entre las relaciones y prácticas sociales en las diversas instituciones con las ideologías. Sin embargo, su modelo presenta una serie de inconvenientes, presupone una política de conspiración por parte del Gobierno y de los responsables de la política educativa de cara a planificar de antemano el éxito y el fracaso escolar de los distintos miembros de la comunidad estudiantil. El profesorado y el alumnado son concebidos como personas obedientes y, en el fondo, pasivos portadores de significados predefinidos, dominados por ideologías que actúan de manera tan inconsciente que es casi imposible su desvelamiento Y un análisis reflexivo. Parece que la reproducción ideológica no pueda presentar fisuras fácilmente. De igual modo, en ningún momento se explica de qué forma tanto los alumnos y las alumnas como el colectivo docente pueden tratar de alterar la situación establecida.


Extraído de
El curriculum oculto
Jurjo TORRES SANTOMÉ
Catedrático de Didáctica y Organización Escolar Universidad de A Coruña

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