Para investigar adecuadamente la relación entre el Estado y la enseñanza se necesita plantear y analizar dos cuestiones. ¿Cómo ejerce control el Estado sobre las escuelas en términos de sus funciones económicas, ideológicas y represivas? ¿Cómo funciona la escuela no sólo para promover los intereses del Estado y de las clases dominantes, sino también para contradecir y resistir a la lógica del capital?
El
Estado se encarga del amplio costo inicial de la investigación y básicos.
Después “transfiere” los frutos de nuevo al “sector privado”, una vez que se
han vuelto lucrativos. El papel del Estado en relación con la acumulación de
capital es muy evidente en tanto que subsidia la producción de conocimientos
técnico-administrativos [...] Como la economía, varios ejemplos de patrones de
este tipo de intervención se están volviendo más visibles. Incluyen el énfasis
puesto en la educación a base de pericia, los sistemas gerenciales, la
educación de carrera, el futurismo (a menudo una fórmula que designa la
planificación de la fuerza de trabajo), el apoyo sostenido al desarrollo de
planes de estudio de ciencias y matemáticas (si se compara con las artes), los
programas de exámenes nacionales [...] Todos estos puntos, y otros más, señalan
el papel, a veces sutil y a veces abierto, de la intervención del Estado en la
enseñanza, en un intento por maximizar la producción eficiente tanto de sujetos
como de conocimientos que se requieren en una economía desigual.
“las
escuelas mantienen a los niños fuera de las calles y aseguran que la mayor
parte de los días del año no puedan comprometerse en actividades que vayan a
quebrantar un contexto social sujeto a la acumulación de capital, sino que
estén dispuestos a ser socializados en modos compatibles con el mantenimiento
de dicho contexto”.
Las escuelas, por supuesto,
hacen algo más que transmitir la lógica del dominio; esto se puede ver en las
contradicciones que surgen en torno a la ideología de los derechos democráticos
que a menudo se reproducen, en el plan de estudios de la escuela. Las escuelas
juegan un papel activo en legitimar la opinión de que la política y el poder se
definen en torno a temas como los derechos del individuo y mediante la dinámica
del proceso electoral. Para esta ideología liberal de los derechos
democráticos, resultan ser claves los presupuestos que definen la esfera
política y el papel que juega el Estado en esta esfera. La importancia de esta
ideología como una parte contradictoria del plan de estudios hegemónico no se
puede exagerar. Por un lado, funciona para separar los asuntos que conciernen a
la política y a la democracia de la esfera económica y para desplazar la noción
de conflicto, de su contexto social de clase, al terreno de los derechos
individuales y de la lucha.
Por otro lado, hay una cierta contralógica en la ideología
democrática liberal que suministra las bases para la resistencia y el
conflicto. Es decir, que la ideología democrática-liberal se preocupa por
derechos humanos que a menudo están en contradicción con la racionalidad
capitalista, su ethos de fetichismo mercantil y su búsqueda de la ganancia.
Finalmente, se debe recordar
que la intervención que más directamente ejerce el Estado está constituida por la ley. Aunque es imposible
discutirla aquí en detalle, esta intervención con frecuencia toma formas que
vinculan a las escuelas con la lógica de la represión más que con la dominación
ideológica. Un ejemplo de este vínculo es el hecho de que los fundamentos de la
política escolar a veces se establecen en los tribunales, como sucede con el
impulso a la integración racial en la enseñanza pública. Otro ejemplo está dado
por el hecho de que la asistencia a la escuela es legalmente obligatoria, lo
que proporciona el cimiento “legal” que lleva a los estudiantes a las escuelas.
Son la corte, la policía y otras instancias estatales las que intentan poner en
vigor la asistencia obligatoria a la escuela. Por supuesto, la asistencia obligatoria
a la escuela no garantiza la obediencia de los estudiantes y, en algunos
aspectos, se vuelve un elemento importante en el surgimiento de la resistencia
estudiantil: un hecho que a menudo olvidan los teóricos de la resistencia.
En conclusión, se debe
enfatizar que las teorías del Estado cumplen un servicio teórico al contribuir
a nuestra comprensión de cómo los procesos de reproducción social y cultural
funcionan en la esfera política. Tales teorías, con toda razón, llaman nuestra
atención sobre la importancia de la autonomía relativa del Estado y de sus
aparatos (como las escuelas), sobre el carácter contradictorio del Estado y
sobre las presiones económicas, ideológicas y represivas que ejerce el Estado
en la enseñanza. Sin
embargo, se debe reconocer que, como parte de una teoría más amplia sobre la
reproducción, los enfoques teóricos del Estado hegemónico muestran algunas
fallas teóricas importantes. En primer lugar, las teorías sobre el Estado se
concentran en macro-temas y en temas estructurales que dan como resultado un
análisis capaz de señalar las contradicciones y la lucha, pero que dice poco
respecto de cómo funciona la intervención humana en dichos conflictos, en el
nivel de la vida cotidiana y de las relaciones concretas en la escuela.
Una segunda falla consiste en
que algunas teorías del Estado prestan poca atención a la cultura como un
ámbito de autonomía relativa con su propia contralógica inherente. Por ejemplo,
la tosca noción de Poulantzas, que considera las escuelas como un mero aparato
estatal ideológico, no proporciona ningún espacio teórico para la investigación
del surgimiento y la dinámica de contra-culturas estudiantiles y de cómo se van
desarrollando en la interacción de las relaciones escolares concretas y
antagonistas. La
cultura es, sin embargo, tanto el sujeto como el objeto de la resistencia, la
fuerza direccional de la cultura no sólo está en cómo funciona para dominar a
los grupos subordinados, sino también en el modo como los grupos oprimidos
sacan de su propio capital cultural un conjunto de experiencias para desarrollar
una lógica de oposición. Pese a ciertas afirmaciones teóricas en sentido
contrario, esta visión dialéctica de la cultura a menudo se subsume en una
visión del poder que se apoya demasiado en la lógica del dominio cuando define
la cultura simplemente como un objeto de la resistencia, y no como su origen.
Para obtener una visión más concreta de la dinámica de la resistencia y de la
lucha -tal como éstas dan forma a las culturas escolares subordinadas que
operan bajo coacciones ideológicas y materiales construidas, en parte, por el
Estado- es necesario apelar a las teorías de la resistencia.
La enseñanza y las teorías de la
reproducción
AutorHenry A. Giroux
[Traducción de Raquel Serur]