Los supuestos pueden
ser vistos como una especie de “columna vertebral”. Son las bases sobre los
que se asienta todo el andamiaje. ¿En qué principios se basa la Educación
bancaria? ¿Cuáles son sus supuestos?
Cuanto más analizamos las relaciones educador-educandos
dominantes en la escuela actual, en cualquiera de sus niveles (o fuera de
ella), más nos convencemos de que estas relaciones presentan un carácter
especial y determinante -el de ser relaciones de naturaleza fundamentalmente
narrativa, discursiva, disertadora.
Narración de contenidos que, por ello mismo, tienden a
petrificarse o a transformarse en algo inerme, sean estos valores o dimensiones
empíricas de la
realidad. Narración o disertación que implica un sujeto -el
que narra- y objetos pacientes, oyentes -los educandos.
Existe una especie de enfermedad de la narración. La tónica
de la educación es preponderantemente ésta, narrar, siempre narrar.
Referirse a la realidad como algo detenido, estático, dividido
y bien comportado o en su defecto hablar o disertar sobre algo completamente
ajeno a la experiencia existencial de los educandos deviene, realmente, la
suprema inquietud de esta educación. Su ansia irrefrenable. En ella, el educador
aparece como su agente indiscutible, como su sujeto real, cuya tarea
indeclinable es “llenar” a los educandos con los contenidos de su narración.
Contenidos que sólo son retazos de la realidad, desvinculados de la totalidad
en que se engendran y en cuyo contexto adquieren sentido. En estas
disertaciones, la palabra se vacía de la dimensión concreta que debería poseer
y se transforma en una palabra hueca, en verbalismo alienado y alienante. De
ahí que sea más sonido que significado y, como tal, sería mejor no decirla.
Es por esto por lo que una de las características de esta
educación disertadora es la “sonoridad” de la palabra y no su fuerza
transformadora: Cuatro veces cuatro, dieciséis; Perú, capital Lima, que el
educando fija, memoriza, repite sin percibir lo que realmente significa cuatro
veces cuatro. Lo que verdaderamente significa capital, en la afirmación: Perú, capital
Lima, Lima para el Perú y Perú para América Latina.
La narración, cuyo sujeto es el educador, conduce a los
educandos a la memorización mecánica del contenido narrado. Más aún, la
narración los transforma en “vasijas”, en recipientes que deben ser “llenados” por
el educador. Cuando más vaya llenando los recipientes con sus “depósitos”,
tanto mejor educador será. Cuanto más se dejen “llenar” dócilmente, tanto mejor
educandos serán.
De este modo, la educación se transforma en un acto de
depositar en el cual los educandos son los depositarios y el educador quien
deposita.
En vez de comunicarse, el educador hace comunicados y
depósitos que los educandos, meras incidencias, reciben pacientemente,
memorizan y repiten. Tal es la concepción “bancaria” de la educación, en que el
único margen de acción que se ofrece a los educandos es el de recibir los
depósitos, guardarlos y archivarlos. Margen que sólo les permite ser
coleccionistas o fichadores de cosas que archivan.
En el fondo, los grandes archivados en esta práctica
equivocada de la educación (en la mejor de las hipótesis) son los propios
hombres. Archivados ya que, al margen de la búsqueda, al margen de la praxis,
los hombres no pueden ser. Educadores y educandos se archivan en la medida en
que, en esta visión distorsionada de la educación, no existe creatividad
alguna, no existe transformación, ni saber. Sólo existe saber en la invención,
en la reinvención, en la búsqueda inquieta, impaciente, permanente que los
hombres realizan en el mundo, con el mundo y con los otros. Búsqueda que es también
esperanzada.
En la visión “bancaria” de la educación, el “saber”, el
conocimiento, es una donación de aquellos que se juzgan sabios a los que juzgan
ignorantes. Donación que se basa en una de las manifestaciones instrumentales
de la ideología de la opresión: la absolutización de la ignorancia, que
constituye lo que llamamos alienación de la ignorancia, según la cual ésta se
encuentra siempre en el otro.
El educador que aliena la ignorancia, se mantiene en
posiciones fijas, invariables. Será siempre el que sabe, en tanto los educandos
serán siempre los que no saben. La rigidez de estas posiciones niega a la
educación y al conocimiento como procesos de búsqueda.
El educador se enfrenta a los educandos como su antinomia
necesaria. Reconoce la razón de su existencia en la absolutización de la
ignorancia de estos últimos. Los educandos, alienados a su vez, a la manera del
esclavo, en la dialéctica hegeliana, reconocen en su ignorancia la razón de la
existencia del educador pero no llegan, ni siquiera en la forma del esclavo en
la dialéctica mencionada, a descubrirse como educadores del educador.
En verdad, como discutiremos mis adelante, la razón de ser de
la educación libertadora radica en su impulso inicial conciliador. La educación
debe comenzar por la superación de la contradicción educador-educando. Debe
fundarse en la conciliación de sus polos, de tal manera que ambos se hagan,
simultáneamente, educadores y educandos.
En la concepción “bancaria” que estamos criticando, para la
cual la educación es el acto de depositar, de transferir, de trasmitir valores
y conocimientos, no se verifica, ni puede verificarse esta superación. Por el contrario,
al reflejar la sociedad opresora, siendo una dimensión de la “cultura del
silencio”, la “educación bancaria” mantiene y estimula la contradicción.
De ahí que ocurra en ella que:
a)
el educador
es siempre quien educa; el educando el que es educado.
b) el educador
es quien sabe; los educandos quienes no saben.
c) el educador
es quien piensa, el sujeto del proceso; los educandos son los objetos pensados.
d) el educador es
quien habla; los educandos quienes escuchan dócilmente.
e) el educador
es quien disciplina; los educandos los disciplinados.
f) el educador es
quien opta y prescribe su opción; los educandos quienes siguen la prescripción;
g) el educador
es quien actúa; los educandos son aquellos que tienen la ilusión de que actúan,
en la actuación del educador.
h) el educador es
quien escoge el contenido programático; los educandos, a quienes jamás se
escucha, se acomodan a él.
i) el educador identifica
la autoridad del saber con su autoridad funcional, la que opone antagónicamente
a la libertad de los educandos. Son éstos quienes deben adaptarse a las
determinaciones de aquél.
j) Finalmente, el
educador es el sujeto del proceso; los educandos, meros objetos.
Si el educador es quien sabe, y si los educandos son los
ignorantes, le cabe, entonces, al primero, dar, entregar, llevar, trasmitir su
saber a los segundos. Saber que deja de ser un saber de “experiencia realizada”
para ser el saber de experiencia narrada o trasmitida.
No es de extrañar, pues, que en esta visión “bancaria” de la
educación, los hombres sean vistos como seres de la adaptación, del ajuste.
Cuanto más se ejerciten los educandos en el archivo de los depósitos que les
son hechos, tanto menos desarrollarán en sí la conciencia crítica de la que
resultaría su inserción en el mundo, como transformadores de él. Como sujetos
del mismo.
Cuanto más se les imponga pasividad, tanto más ingenuamente
tenderán a adaptarse al mundo en lugar de transformar, tanto más tienden a
adaptarse a la realidad parcializada en los depósitos recibidos.
En la medida en que esta visión “bancaria” anula el poder
creador de los educandos o lo minimiza, estimulando así su ingenuidad y no su
criticidad, satisface los intereses de los opresores. Para éstos, lo
fundamental no es el descubrimiento del mundo, su transformación. Su
humanitarismo, y no su humanismo, radica en la preservación de la situación de
que son beneficiarios y que les posibilita el mantenimiento de la falsa generosidad
a que nos referíamos en el capítulo anterior. Es por esta misma razón por lo que
reaccionan, incluso instintivamente, contra cualquier tentativa de una
educación que estimule el pensamiento auténtico, pensamiento que no se deja
confundir por las visiones parciales de la realidad, buscando, por el
contrario, los nexos que conectan uno y otro punto, uno y otro problema.
Extraído de
Pedagogía del Oprimido
Paulo Freire
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