¿Cuál
es la relación entre la inclusión educativa y la social? ¿Qué situación podemos
observar en América Latina? ¿Qué aportes se pueden hacer desde la Educación?
La exclusión
social y educativa son fenómenos crecientes en todos los países del mundo y
especialmente preocupantes en América Latina, que se caracteriza por ser la
región más inequitativa del mundo y por tener sociedades altamente segmentadas.
Las desigualdades entre y al interior de los países, el desarraigo producido
por las migraciones o el éxodo rural, el desigual acceso a las nuevas
tecnologías de la información y a la sociedad del conocimiento, o la ruptura de
las solidaridades tradicionales excluyen a numerosos individuos y grupos de los
beneficios del desarrollo y conllevan una crisis del vínculo social (UNESCO),
otorgando una nueva importancia a la cohesión y la justicia social.
Existe una
relación dialéctica entre inclusión educativa y social porque, si bien la
educación puede contribuir a la movilidad social y a la igualdad de
oportunidades para participar en las diferentes áreas de la vida social, no es
menos cierto que la educación por sí sola no puede compensar las desigualdades
sociales ni eliminar las múltiples formas de exclusión y discriminación
presentes en la sociedad y en los sistemas educativos, siendo necesaria una
mínima equidad social que asegure las condiciones mínimas que hagan posible el
aprendizaje (Tedesco). Un sistema educativo justo que asegure la
democratización en el acceso y la apropiación del conocimiento es esencial para
fortalecer la cohesión y el sentido de pertenencia a la sociedad.
Todos los países
reconocen el derecho a la educación para todos sus ciudadanos, pero en la
práctica es posible constatar que este derecho es para “casi todos”. América
Latina ha tenido grandes avances en cobertura, pero todavía hay alrededor de un
3,4% de la población en edad de cursar la educación primaria excluida de las
oportunidades educativas, y un 2,4% deserta en el primer grado (UNESCO). El
acceso a la educación secundaria, fundamental para tener mayores oportunidades de
acceder al mundo laboral y salir de la pobreza, todavía es baja en algunos países,
especialmente en el caso de los estudiantes de contextos más desfavorecidos, y
las tasas de abandono siguen siendo altas; alrededor del 30% de la población
entre 20 y 24 años no ha culminado la secundaria baja y el 50% no ha concluido
la secundaria alta (OREALC/UNESCO). Los índices de analfabetismo se han
reducido significativamente en algunos países, pero el número de analfabetos de
15 o más años en la región asciende a 38,2 millones, de los cuales el 55% son
mujeres (UNESCO).
El gran aumento en
cobertura no ha sido acompañado de medidas efectivas que garanticen la
permanencia en el sistema escolar ni la satisfacción de las necesidades básicas
de aprendizaje de todos los estudiantes. Aquellos que provienen de los sectores
de menores recursos, zona rural, pueblos originarios o afrodescendientes son
quienes, por situación estructural, presentan mayores índices de repetición y
deserción, y tienen inferiores resultados de aprendizaje. En cuanto al género,
hay prácticamente paridad entre varones y mujeres en educación primaria y
secundaria, e incluso en algunos países las tasas de escolarización de los
varones en el segundo ciclo de secundaria son menores que las de las mujeres.
No obstante, estas se encuentran en situación de desigualdad en el mundo laboral,
lo cual reafirma que, si bien ningún cambio social es posible sin la educación,
esta no es suficiente para lograr una mayor equidad e inclusión social.
La injusticia en
educación no se limita a la exclusión de quienes están fuera de la escuela,
porque nunca han accedido a ella o la abandonan debido a la repetición, la
falta de pertinencia de la educación, los obstáculos económicos o las
circunstancias de vida de los estudiantes. La injusticia también afecta a
quienes estando escolarizados son discriminados o segregados por su etnia,
género, su procedencia social, sus características personales o situaciones de
vida, o a quienes reciben una educación de baja calidad y no logran aprender lo
necesario para participar en la sociedad y realizar su proyecto de vida, lo
cual limita seriamente su inclusión en la sociedad. Romper el círculo vicioso
de la exclusión educativa y social requiere en primer lugar visibilizar a los
excluidos, porque no todos los marginados son “igualmente visibles”,
identificar los obstáculos que enfrentan en los ámbitos educativo y social, y
desarrollar políticas intersectoriales que den respuesta integral a sus
necesidades.
Extraído de:
La atención
educativa a la diversidad: las escuelas inclusivasRosa Blanco
En
Calidad, equidad y reformas en la enseñanza
Álvaro Marchesi, Juan Carlos Tedesco, César Coll
Coordinadores