Sin la escuela no se puede construir una sociedad más
justa e integrada. Esta proposición es cada vez más verosímil en las
condiciones actuales del desarrollo social. En efecto, es para todos una
evidencia que la riqueza de las sociedades y el bienestar de las personas
depende cada vez más de la calidad y cantidad de conocimientos que ha logrado
incorporar y desarrollar. El conocimiento es un capital cada vez más
estratégico para producir y reproducir la riqueza. Pero si es
un capital, ¿porqué extraña razón éste tendría una distribución más igualitaria
que las otras especies de capital (por ejemplo la tierra, los activos, el
dinero, etc.)? Algunos creen que el conocimiento es un recurso que está
igualmente disponible para todos. Esto es una ilusión. Es cierto que los medios
masivos de comunicación e información, el desarrollo de Internet, por ejemplo,
pone al alcance de la mano productos culturales (obras de arte, textos,
fórmulas, información, etc.) que cuando sólo una existencia material (libros,
aparatos, cuadros, etc.) estaban concentrados en determinados lugares físicos y
lejos del alcance de las mayorías. Hoy pareciera ser que todo el saber
acumulado por las disciplinas está disponible para quien puede pagar el costo
de unas horas de internet. Pero no es lo mismo tener un libro en la biblioteca
que transformar el saber en el libro en un saber incorporado y transformado en
competencia, es decir, en saber hacer. La incorporación de saber, el desarrollo
del conocimiento en las personas es una tarea muy compleja y que requiere de
una combinación de elementos y recursos que tienen un costo y no están
disponibles para todos. El primer aprendizaje, el aprendizaje estratégico que
le permite a los sujetos aprender toda la vida necesita del auxilio de una
institución especializada: la
escuela. Por eso, para mejorar la distribución de esa riqueza
estratégica que es el conocimiento la escuela es necesaria.
Pero la escuela sola no puede
Si el aprendizaje es el resultado de un proceso donde
participa el aprendiz además de las condiciones escolares es preciso contar con
determinadas condiciones sociales que la escuela no está en condiciones de
garantizar. Si se quiere construir una sociedad más igualitaria y más justa no
basta contar con una política educativa adecuada, sino que es preciso articular
políticas económicas y sociales que garanticen la provisión destinadas a
garantizar mínimos de bienestar, la satisfacción de necesidades básicas que
constituyen el cimiento de la ciudadanía y la realización práctica de los
derechos sociales instituidos en todas las constituciones republicanas de los
Estados latinoamericanos.
Las interdependencias que existen entre el desarrollo
educativo, el desarrollo social y el desarrollo económico de nuestras
sociedades nos obligan a replantear la visión clásica de las políticas
públicas. La política educativa no alcanza los objetivos que normalmente se
propone sin una adecuada articulación con las políticas económicas (productivas
y distributivas) y sociales (resdistributivas). A su vez, las políticas
económicas orientadas al crecimiento y a la inserción exitosa de nuestras
sociedades en el mercado internacional requieren de fuertes inversiones en el
campo de la producción y distribución social del conocimiento científico y
tecnológico. El desarrollo económico no es posible sin desarrollo educativo y
éste no es posible sin generación de riqueza y sin una distribución equitativa
de la misma.
Si la escuela sola no puede es inútil formular y ejecutar
reformas educativas aisladas o desarticuladas de las políticas económicas y sociales.
La mejor intencionada de las reformas educativas fracasará ante los límites que
pone la exclusión social a cualquier intento de democratizar el ingreso y el
aprendizaje en las instituciones escolares. Sólo una estrategia integral de desarrollo
(¿porqué no volver a la idea de plan estratégico de desarrollo integral con las
necesarias adecuaciones a los tiempos actuales?) puede favorecer el desarrollo
de una sociedad más rica, más igualitaria y también más libre.
Sin una intervención pública integral, en un marco
institucional democrático, seguirá reproduciéndose el ciclo del voluntarismo
educativo seguido de la decepción y el retorno del pesimismo pedagógico estéril
y paralizante. Por eso nunca es suficiente insistir con colocar el tema del
conocimiento no sólo en el centro de las políticas sociales, sino en el centro
mismo de cualquier estrategia exitosa y realista de desarrollo económico
nacional. Las visiones parciales y sectoriales de las políticas públicas sólo
producen las reiteradas demandas de articulación y coordinación difíciles de
realizar ex-post.
Extraído de
Dimensiones de la exclusión educativa y las políticas
de inclusiónEmilio Tenti Fanfani
Este texto retoma y sintetiza argumentos presentados en el libro de Emilio Tenti Fanfani “La escuela y la cuestión social. Ensayos de sociología de la educación” (Siglo XXI, Buenos Aires 2007)
No hay comentarios:
Publicar un comentario