Es preciso considerar la educación desde el punto de vista
del proceso de socialización. Al respecto, ya no es posible pensar, como en el
pasado, que los marcos de referencia normativos, las visiones del mundo y de la
propia identidad serán provistos exclusiva o fundamentalmente por instituciones
como el Estado, la Iglesia o la familia. Tampoco es posible pensar que habrá una
construcción espontánea de los marcos identitarios que aseguren la cohesión y
la equidad necesarias para el desarrollo social sustentable. Las formas
tradicionales de solidaridad están perdiendo importancia. Numerosos testimonios
indican la aparición y el riesgo de expansión rápida de una sociedad atomizada,
donde el individuo aislado estaría frente a una colectividad anónima. Están
apareciendo nuevas formas de solidaridad y asociación: círculos de vecinos,
tribus urbanas, bandas juveniles, etc. Pero las solidaridades generadas por
estas nuevas formas de agrupamiento no están asociadas a movimientos
integradores. La desaparición de las formas tradicionales de pertenencia
obligada provoca la aparición de una nueva obligación, la de generar uno mismo
su forma de inserción social.
Un ejemplo claro de esta transformación es el caso de la familia. La familia
mantiene su importancia, pero ya no es la familia fija y estable del pasado. La
trayectoria familiar de una persona puede atravesar fases diferentes: pareja
estable, familia monoparental, unión libre, etc. Los parientes se transforman
en una combinación de lazos electivos y de sangre. Lo mismo sucede con el resto
de los círculos (amigos, colegas, etc.). En este contexto, se estaría
configurando un tipo de sociedad donde existe el riesgo de la presencia de
formas paralelas, duales, de pertenencia social. Por un lado, ámbitos donde
predominan las relaciones elegidas y especializadas y, por el otro, ámbitos
donde volverán a establecerse solidaridades impuestas por factores
adscriptivos. Más allá del análisis de cada una de estas posibilidades, lo
cierto es que el papel y las formas de solidaridad serán el tema central en la
discusión acerca de las alternativas de desarrollo social en el futuro.
La formación del sentido de solidaridad está íntimamente
asociada a la formación del sentido de pertenencia. Al respecto, el desafío
educativo implica desarrollar la capacidad de construir una identidad compleja,
una identidad que contenga la pertenencia a múltiples ámbitos: local, nacional
e internacional, político, religioso, artístico, económico, familiar, etc. Lo
propio de la ciudadanía moderna es, precisamente, la pluralidad de ámbitos de
desempeño y la construcción de la identidad a partir de esta pluralidad y no de
un solo eje dominante y excluyente.
En términos educativos, el desarrollo de este sentido plural
de pertenencia, que combine la adhesión y la solidaridad local con la apertura
a las diferencias, implica introducir masivamente en las instituciones
escolares la posibilidad de realizar experiencias que fortalezcan este tipo de
formación. Al respecto, todos los diagnósticos indican la existencia de un
significativo déficit de experiencias democráticas y pluralistas en la sociedad. La escuela
es un ámbito privilegiado para el desarrollo de experiencias de este tipo, que
puedan ser organizadas educativamente.
Postular la necesidad de que la escuela se transforme en un
ámbito de socialización que resista algunas de las tendencias culturales
vigentes en la sociedad es necesario pero no suficiente. El desafío para los
educadores consiste, además, en definir los diseños institucionales más
apropiados y elaborar las herramientas técnicas y metodológicas más eficaces
para que estos objetivos superen la fase puramente retórica y se transformen en
metas concretas de aprendizaje. Desde el punto de vista institucional, es
necesario discutir qué tipo de escuela y qué articulaciones entre ellas y la
sociedad son las más apropiadas para estos desafíos. La escuela tradicional ha
estado particularmente cerrada al contacto con otras instituciones y con otros
actores sociales. Si bien este diseño podía ser el más apropiado en el momento
de construcción de los estados nacionales, cuando la escuela aparecía como la
institución que debía superar los particularismos, actualmente ya no puede
mantenerse aislada, ignorando las transformaciones que se han producido en el
ámbito de la familia, de la empresa y de los medios de comunicación.
En síntesis, es preciso romper el aislamiento institucional
de la escuela, redefiniendo sus pactos con los otros agentes socializadores,
particularmente la familia y los medios de comunicación. Pero, ¿cuál debería
ser el papel específico de la escuela? En el contexto del análisis que
efectuamos hasta aquí, parece necesario enfatizar la idea de que la escuela
debe asumir una parte significativa de la formación en los aspectos duros de la socialización. Esto
no significa reivindicar la rigidez, la memoria, la autoridad, etc., sino
aceptar que su tarea es llevar a cabo en forma consciente y sistémica la
construcción de las bases de la personalidad de las nuevas generaciones.
En un mundo donde la información y los conocimientos se
acumulan y circulan a través de medios tecnológicos cada vez más sofisticados y
poderosos, el papel de la escuela debe ser definido por su capacidad para
preparar para el uso consciente, crítico, activo, de los aparatos que acumulan
la información y el conocimiento. En este sentido, parecería que una de las
pistas más prometedoras de trabajo para la escuela es la que tiene que ver
justamente con ésta como ámbito de disposición para la convivencia, las
relaciones cara a cara, con la posibilidad de ofrecer un diálogo directo, un
intercambio con personas reales donde los instrumentos técnicos sean lo que
son, instrumentos y no fines en sí mismos. El clima de las instituciones
escolares, diferenciadas según proyectos pedagógicos y dotadas de
significativos niveles de autonomía para poder conectarse con el medio,
constituye una variable central para el desarrollo de un proceso de
socialización eficaz.
Pero así como el diseño institucional tradicional no puede
ser mantenido en las actuales circunstancias históricas, también es preciso
advertir que un diseño institucional basado solamente en la autonomía de las
escuelas puede aumentar los riesgos de atomización y fragmentación social y
cultural. Desde este punto de vista, la autonomía debe ser un estímulo para la
vinculación y no para el aislamiento. La idea de red constituye una forma
fértil para estimular conexiones entre las instituciones escolares que superen
el formalismo tradicional y permitan intercambios reales, tanto en el nivel
local como nacional e internacional.
Extraído de
Educar en la sociedad del conocimientoJuan Carlos Tedesco
3 comentarios:
Hola necesito saber si alguien me puede brindar informacion de la violencia simbólica en los libros de texto de educacion primaria del área de lengua,por favor si alguien puede ayudarme lo agradecere.Gracias.
Hola
No se cuál es el nivel que necesitas, lo aconsejables es que uses esas palabras en
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http://scholar.google.es/
http://www.scirus.com/
En orden creciente de complejidad
Con paciencia hasta encontrar las palabras de búsqueda adecuadas
¡Suerte!
Buen análisis.Quizá faltó analizar el rol de la escuela como agente socializador considerando el constante desplazamiento de estudiantes venidos de diferentes países.integrando comunidades escolares aún demasiado segregadas, poco integradoras y con Proyectos educativos q contemplan una visión local y no cosmopolita para atender a la diversidad.
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