La idea de “Alfabetización” fue tradicionalmente ligada a la de “aprender a leer y escribir” ¿Cuál es el trasfondo político de esta interpretación? ¿A qué sector favorece? ¿Es posible pensar la alfabetización de otra manera? ¿Qué alfabetización se necesita, para una democracia plena?
Cuando hablamos de alfabetización nos metemos en un tema
controvertido que plantea muchas preguntas aún no resueltas. El propio concepto
de alfabetización no resulta fácil de explicar. Una definición rígida, que ha
dejado secuelas y que aún no ha sido desterrada totalmente del campo de la
educación es la de la alfabetización como equivalente a conocer las letras del
abecedario y saber cómo usarlas para leer y escribir, de hecho el diccionario
de la Real Academia
de la Lengua define alfabetizar como “el
proceso por el cual se enseña a leer y a escribir a una persona analfabeta”.
Encontramos diferentes enfoques a la hora de entender el
proceso de alfabetización. Enfoques tradicionales como el utilitario, o el
académico de la lectura, se basan en el aprendizaje mecánico de la capacidad de
leer, sacrificando el análisis crítico del orden social y político que genera
en primera instancia la necesidad de leer. Esta postura ha provocado el desarrollo
de personas alfabetizadas funcionalmente, preparadas básicamente para satisfacer
los requisitos de nuestra cada vez más compleja sociedad tecnológica (Freire y Macedo).
Esta concepción es característica de los países en Occidente
y de muchos países en desarrollo, la alfabetización utilitaria ha sido promocionada
como vía hacia el progreso económico, para el acceso laboral y el aumento de la productividad. Este
enfoque es defendido incluso por la UNESCO, para la cual “los programas de alfabetización deberían estar principalmente
relacionados con las prioridades económicas. No sólo deben capacitar para la
lectoescritura, sino que deben también impartir conocimientos profesionales y
técnicos, provocando una mayor participación de los adultos en la vida
económica”.
Para la UNESCO “una persona analfabeta es aquella que no
puede leer entendiendo lo que lee ni escribir una descripción sencilla y breve
de su vida cotidiana" (UNESCO).
Esta definición concibe la alfabetización como una
satisfacción de las exigencias básicas de lectura de una sociedad
industrializada. Esta perspectiva está orientada a convertir a los adultos en
trabajadores y ciudadanos más productivos dentro de una sociedad determinada.
A pesar del atractivo del progreso económico, la
alfabetización funcional reduce el concepto de alfabetización y pedagogía en
que se inserta a las exigencias pragmáticas del capital, consecuentemente, las
concepciones críticas de pensamiento, cultura y poder desaparecen bajo los
imperativos del proceso laboral y la necesidad de acumular capital (Giroux).
Este tipo de conceptualización tradicional de la
alfabetización supone para Antonio Gramsci, socialista italiano de principio
del siglo XX, un arma de doble filo, ya que puede ser utilizada con el
propósito de perpetuar las relaciones de opresión y dominación. De hecho este
tipo de enfoques, característicos de los años 60, surgen al servicio del
“desarrollismo” propio de la época, que consideraba el desarrollo como un
proceso lineal que parte, justamente, del subdesarrollo (situación en la que supuestamente
se encontraba América Latina) para llegar, después de atravesar varias etapas,
al desarrollo, situado en el extremo final del proceso.
Esta teoría percibió la educación como un sector auxiliar
para sus propósitos económicos. “Le
adjudicó, como objeto fundamental de su tarea, la preparación de los “recursos
humanos” para lograr llegar al fin de ese proceso lineal, o sea, al
desarrollo, a través de la industrialización” (Carreño)
Este desarrollismo supuso el afianzamiento de concepciones
pedagógicas que sirvieran a sus fines. Tanto el modelo económico como el
pedagógico del desarrollismo, ambos importados de los países ricos, son modelos
abstractos, supuestamente válidos para todas las sociedades, que no tienen en
cuenta las singularidades de cada una de ellas. Las pedagogías desarrollistas
no se plantearon las cuestiones de fondo de la educación, es decir, su relación
con el contexto histórico, político y con las estructuras sociales concretas de
las naciones latinoamericanas. Con este fin, se propiciaron reformas con las
que se pretendía un Freire reflexiona sobre la alfabetización tradicional,
puesta al servicio de la industrialización y la critica, porque convierte
–dice- la palabra en algo independiente de la experiencia, de la realidad de
quien la dice y sin relación con las cosas y con el mundo. Considera, en
definitiva, que los métodos tradicionales estimulan la separación del
analfabeto con su realidad. Define estos métodos como domesticadores,
alienadores, perpetuadores del modelo opresor oprimido y que dejan que el
hombre siga ajeno a su propia realidad.
El analfabetismo es entonces un freno impuesto al hombre por
la dominación, por los opresores, que se han caracterizado siempre por el
escaso interés en la educación elemental de los adultos. Este modelo es todo lo
contrario a “hacer pensar”, la persona que se educa en él, durante todas sus
etapas, es reducida a un objeto de manipulación por parte de los educadores que
responden también a unas estructuras de dominación de la sociedad actual.
Dirá Freire en su libro “La educación como práctica de la
libertad”, que este modelo “es la negación
de todas las posibilidades transformadoras del individuo vueltas hacia el
ambiente natural y social en el cual le tocará vivir. Se convertirá, sin
quererlo, por efecto de esta situación alienante, en un miembro más del statu
quo” (Freire). La alfabetización se ve no como un derecho sino como un
regalo que los que “saben” hacen a los que “nada saben”, es lo que Freire
denomina como “la concepción ingenua del analfabetismo”. Este modelo de
alfabetización no tiene nada que ver con el que Freire defiende, que es también
el que se propone para enmarcar el proyecto.
Autor
Juan Pablo Arranz Molinero
Universidad de Valladolid
En Proyecto de formación de alfabetizadores bilingües basado
en la pedagogía y método de Paulo Freire y en las ideas y saberes que recoge el
“buen vivir”.
Tutora: María Dolores Fernández Malanda
Trabajo fin de Master
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