El exilio fue el triste destino que Freire debió transitar
durante dieciséis años a partir del golpe militar que ocurrió en Brasil en
1964:
Nadie llega solo a
ningún lado, mucho menos al exilio. Nadie deja su mundo adentrado por sus
raíces, con el cuerpo vacío y seco. Cargamos con nosotros la memoria de muchas
tramas, el cuerpo mojado de nuestra historia, de nuestra cultura, la memoria a
veces difusa, a veces nítida, clara, de la infancia, de la adolescencia, el
recuerdo de algo distante. Experimentamos en la travesía que hacemos una
agitación del alma, síntesis de sentimientos contradictorios: la ausencia del
inquisidor, del interrogador brutal y ofensivo (Freire).
Tal como lo expresan sus palabras una vivencia vigorosa en el
camino profesional. Primero llega a Bolivia, luego pasa a Chile allí reside
varios años en donde escribe Pedagogía
del Oprimido, su libro «más crítico y radical». Luego su vida en EEUU, su
participación en las experiencias pos-independencia de los países africanos
como Guinea Bisau, Angola y Cabo Verde. Como él lo relata: «discutiendo con educadores nacionales
problemas fundamentales de sus subsistemas educacionales».
El exilio obliga a Freire a descentrarse de lo estrictamente
nacional y desarrollista; esto significa para él un gran desafío. Su
experiencia de desarraigo, de dolor y tristeza, pero de sensibilidad hacia los
otros, lo acerca a las discusiones de los grupos más revolucionarios e
intelectuales, y de esta manera retoma lecturas antes realizadas e incorpora
otros referentes de la filosofía y la teoría critica: el análisis de George W.
Hegel, Edmund Husserl, Karl Marx, Vladimir Lenin, Mao TseTung, Erich Fromm,
Frantz Fanon, Antonio Gramsci, Jean Paul Sartre, John Dewey, entre otros, como
así también los movimientos revolucionarios que comienzan a gestarse en América
Latina y el Tercer Mundo tienen una fuerte y sustancial influencia en su
revisión intelectual. «Algunas de estas
tramas terminaron por traerme al exilio al que llego con el cuerpo mojado de
historia, de marcas culturales» (Freire).
El período que se extiende entre el año de su exilio −1967−
hasta el comienzo de los setenta estuvo marcado por hechos interrelacionados. Entre
los más importantes figuran el triunfo y la consolidación de la revolución
cubana y el surgimiento de movimientos populares revolucionarios en América Latina,
con diferentes expresiones y estrategias. Estos movimientos populares fueron
capaces de organizar a las masas políticamente, y las llevaron a confrontar al
estado capitalista. Por otra parte, cabe destacar la relación cercana entre la
filosofía educativa de Freire y el pensamiento católico. En aquel tiempo,
después del Concilio Vaticano Segundo (1965), la Iglesia Católica,
así como otras iglesias cristianas, entraron en un proceso de transformación
ideológica y de ampliación de sus sistemas y estrategias socioculturales,
dirigidas al pueblo. Productos de esta apertura son la corriente de la Teología
de la Liberación y, conjuntamente con ella, el Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo, un movimiento cristiano de opción por los pobres que se dispone a
escuchar la voz de los sin voz, la voz de los desarrapados del mundo. En
resumen, el desarrollo del pensamiento de Freire refleja el nuevo horizonte
intelectual en América Latina, una atmósfera intelectual que tiene algunas
características claves: «la repercusión
del trabajo de Louis Althusser y posteriormente de Antonio Gramsci en el medio
académico de América Latina y las fuertes figuras de Ernesto Che Guevara y
Fidel Castro en la praxis política» (Gadotti y Torres).
Continuando con esta línea, son tres las filosofías que
marcan sucesivamente la obra de Freire: el existencialismo, la fenomenología y
el marxismo: «Con la de Hegel y la de Marx, Freire hace la
crítica de la religión y de la teología, la crítica de la filosofía y de la
enajenación política, social y económica» (Gadotti y Torres). Es importante
señalar que la presencia de la teoría hegeliana de la dialéctica del amo y el
esclavo y el concepto marxista de alineación están presente en toda su obra, cobrando
una particular importancia en su texto principal: Pedagogía del oprimido.
Asimismo, con la fenomenología y el existencialismo, Freire se ocupa de la
problemática del sujeto.
Al respecto, en Pedagogía del oprimido, Freire plantea que
es necesario que el oprimido deje de ser pensado y vivido por el opresor como
un «objeto-cosa», que su presencia obligue a pensar al opresor que el oprimido
es otro sujeto. En la entrevista realizada por la Revista Víspera 6
de enero de 1969, antes de la publicación de su libro, Freire refiere:
Se llama Pedagogía del
oprimido, y ya en el primer capítulo discuto un tema que me parece fundamental:
la constitución histórica de la conciencia dominada y su relación dialéctica
con la conciencia dominadora en la estructura de dominación.
Otra influencia primordial y sustantiva en el pensamiento de
Freire es Frantz Fanon
(1925-1961), especialmente su obra Los condenados de la Tierra. En Pedagogía del oprimido, Fanon está presente en todo momento. Sustancialmente,
podemos situar esta influencia en la advertencia de Freire: «las formas
de ser y de comportarse de los oprimidos reflejan en diversos momentos la
estructura de la dominación» (Fanon).
Fanon alerta sobre el riesgo que corre el oprimido, producto
de su alienación en el opresor, y en consecuencia, su imposibilidad de ser, de
asumirse tal cual es, «colonizado», para, a partir de allí, recorrer el camino
de la liberación. Una
acotación importante al respecto señala Alejandro de oto en su texto Las huellas del sujeto: historicidad y
liberación en Frantz Fanon: en la etapa emancipatoria, el colonizado, el
oprimido, pasa de la inmovilidad a desear el lugar del colono, Fanon entiende
que el lugar del colono es lugar de la supervivencia con un poder.
La resistencia a la colonización, alerta Fanon, no es
suficiente para recorrer el camino de la liberación. En
relación con esta temática, Freire insiste permanentemente en Pedagogía del
oprimido: «en tanto marcados por su miedo
a la libertad, se niegan a acudir a otros prefiriendo la adaptación».
Siguiendo las huellas de Fanon, de Fromm, de Marx, de Mao,
Freire sostiene que el oprimido debe asumir su lugar en el mundo, hacerlo
consciente para transitar, a partir de allí, el camino y la lucha por la liberación. Esta
lucha no se justifica solo por el hecho de tener libertad para comer, sino que
es necesaria la liberación para crear y construir, para admirar y aventurarse.
Tal libertad requiere que todo hombre y mujer, niño y niña, sean creativos,
activos, responsables, no autómatas. El resultado de la transformación, de la
liberación, es el amor a la vida. «Nadie
libera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión»
(Freire). En este momento, la preocupación de Freire por los pobres, por los
desarrapados, se resignifica, se conmueve; haciendo carne las palabras de
Fanon, plantea a la educación como una vía posible para la liberación. Desde
este lugar, brega y se propone instaurar un lugar educativo digno, de palabra y
diálogo. Un espacio que restituya la humanización negada, un lugar de creación
de la ética y la política.
Su propuesta es con el oprimido y no para él; su objetivo
primordial, una pedagogía que participe activamente en la lucha por la
permanente recuperación de la humanidad negada (Freire), con el reconocimiento
de la acción pedagógica como lucha por la liberación.
Lucha por la liberación que solo es posible si las acciones
están guiadas por el amor entendido como amor y deseo de restaurar la ética.
¿Por qué no arriesgar un acto de amor, reconociendo al otro como ser humano?,
se interroga Freire. Desde esta enunciación, el amor es la vía de compromiso
con los hombres; dondequiera que exista un hombre oprimido, el acto de amor
radica en comprometerse con la causa de su liberación, y este compromiso es dialógico,
ético y político (Freire).
Su experiencia en el armado del sistema educativo de
Guinea-Bissau lo acerca aún más a la experiencia de la colonización y de la opresión.
Guinea-Bissau. La invitación para que Freire participe surge
del gobierno revolucionario, y se le plantea que colabore con el programa de
alfabetización de adultos en la propuesta de «descolonización de las mentes y reafricanización de las mentalidades».
Freire entiende que asumir este compromiso es pensar e implicarse en una transformación
radical del sistema educativo heredado del colonizador:
Este proyecto […]
tenía que nacer allí, pensado por los educadores nacionales en función de la
práctica social que se da en el país. Nuestra colaboración al diseño del
proyecto y a su puesta en práctica dependería de nuestra capacidad de conocer
mejor la realidad nacional, profundizando lo que ya sabíamos de la lucha por la
liberación y de las experiencias realizadas […]. Nuestra opción política […]
nos prohibía pensar siquiera que nos sería posible enseñar a los educadores y a
los educandos de Guinea-Bissau sin aprender con ellos.
La función político-pedagógica de Freire será destacar el
carácter creador del acto de conocer, la «reinvención
que el acto de conocer exige de sus sujetos, el problema de la curiosidad
frente al objeto» (Freire); el educador no es llevado a «burocratizarse» en el proceso, sino a
mantener viva su curiosidad, a redescubrir el objeto junto con los educandos. De
hecho, en este movimiento es indispensable que educadores-educandos y
educandos-educadores se ejerciten constantemente en decir «no a la burocratización que, aniquilando la creatividad, los convierte
en repetidores y memorizadores de recetas» (Freire).
De esta manera, conjuntamente con el gobierno revolucionario
de Guinea-Bissau, Freire y su equipo desarrollan una escuela de trabajo
vinculada «con la producción y preocupada
por la formación política, en respuesta a las exigencias mismas de la lucha de
liberación». Este movimiento de pedagogía de la liberación, que cobra
vigencia en estos años y se conforma con las contribuciones de Illich y las
influencias del reproductivismo, logró su máxima expresión con Freire: el
aporte de sus ideas abrió un panorama crítico y propositivo que aún no ha sido
superado (Puiggrós).
Extraído de:
Los trazos de la escritura de Freire
Inés Fernández Mouján
Universidad Nacional de Río Negro, Argentina
En Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.14: 11-28, enero-junio
2011
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