Para Paulo Freire,
la interacción es fundamental en los procesos educativo ¿Qué sentido le da al
diálogo? ¿A qué llama antidiálogo? ¿Qué efectos buscan ambos? ¿Existen antidiálogos disfrazados?
Cuando Paulo Freire aborda este aspecto, comprende
perfectamente el daño profundo que produce en los sectores populares una
comunicación sustentada en la falta de interacción e interlocución, de ahí, que
llegue a apuntar: “El antidialógico,
dominador por excelencia, pretende en sus relaciones con su contrario, conquistarlo,
cada vez más, a través de múltiples formas. Desde las más burdas hasta las más
sutiles. Desde las más represivas hasta las más almibaradas, cual es el caso
del paternalismo”.
Lo antidialógico es eminentemente abusivo del poder que
detenta, en independencia del lugar, destino o modo que utilice, siempre
tratará de imponer su voluntad o propósito; la historia humana ha estado
caracterizada, desde su propio origen, por su naturaleza avasalladora, la
desigualdad social y cultural, donde no hay tiempo para el intercambio
equilibrado, ni para la escucha respetuosa y mucho menos para dar la palabra a
los sectores menos favorecidos.
Las mayorías marginadas al no tener posibilidad de
expresarse libremente, no se puede contar con una real noción del pensamiento
que los caracteriza, de sus aspiraciones, de sus necesidades. Es decir, se
destruyen las vías de una comunicación horizontal, desde el propio comienzo de
la sociedad clasista, agudizándose con el devenir de la sociedad y la presencia
de elites dominantes, que afianzaron este estado de cosas y justifican con
diversos pretextos la ausencia de la palabra para los pobres. Tal panorama no
propicia la aparición del diálogo como una herramienta de entendimiento entre
los seres racionales, ya que para los grupos poseedores del poder no lo
consideran viable y para las masas desposeídas era insospechado pensar abrir
esta perspectiva.
El Antidiálogo evade la construcción del camino de la
armonía social y la solidaridad entre hombres y mujeres, sepultando la idea de
una convivencia feliz y una comunicación dialógica. Es bueno volver a Freire en
este punto, recordando: “Si no amo el
Mundo, si no amo la vida, s i no amo a los hombres, no me es posible el diálogo”.
La libertad individual y social es restringida sensiblemente
a partir de la incidencia del Antidiálogo, que se contrapone raigalmente a todo
tipo de derecho, dignidad o democracia, es por eso, que éste se alimenta de
justificaciones ahistóricas, simulaciones o genuinos engaños epistemológicos.
Incluso, cuando se ha visto amenazado por tendencias progresistas, ha acudido a
la fuerza de la violencia, en la que la intolerancia reina de manera plena o
parcial.
Una de las trampas de las sociedades expoliadoras hasta el
presente, ha sido la de convencerse y tratar de que se acepte, que sólo priman
las oportunidades para los poderosos, incluyendo en esta visión, el presupuesto
del monopolio de la cultura y, por tanto, el dominio de la palabra. Este
pensamiento contrario al progreso se sustenta en la estrecha y deformada
versión, en la que determinados individuos tienen el privilegio de manifestar
lo que les parezca conveniente y otros, la mayoría asumen la obligación de
atender y aceptar lo que indican los primeros.
La colocación de cuatro rasgos o eslabones que retratan la
concepción de los defensores del Antidiálogo, sintetizadas fehacientemente por
Freire en “Pedagogía del Oprimido”, permiten ubicar, caracterizar y analizar
adecuadamente las fuentes y formas que tienen los postulados de las clases
dominantes, en varios siglos de subyugación cultural de pueblos enteros. Nos
referimos a: La Conquista, La División, La Manipulación y la Invasión Cultural,
los cuales conforman un todo único, reflejando a plenitud el grado de
exacerbación de las contradicciones sociales y del carácter injusto de los
grupos de poder a lo largo de la historia de la explotación del hombre por el
hombre.
Junto a esta aportación de Paulo Freire, podemos destacar
también el valor metodológico que ella alcanza, ya que se puede apreciar una
lógica de sistema, la interacción entre las mismas, la visión dialéctica y el
rango de significación que distingue a cada una, sirviendo en la comprensión de
la relación comunicativa, tanto para épocas pasadas, como en la sociedad
actual.
Además, a partir de esta visión, se puede derivar la
evidente plasmación de una verdad irrefutable: el Antidiálogo ha sido un
instrumento consciente o no de la ignominia y la sordera histórica de las
elites de poder. Esta aseveración nos lleva a otra conclusión: los poderosos están
incapacitados para promover la viabilidad de un diálogo verdadero.
Incluso, en la sociedad contemporánea, cuando se producen
conversaciones de negociación de conflictos (El Salvador, Guatemala, Kosovo,
etc.), ha predominado de modo implícito, el interés de favorecer a los grupos
de poder, en detrimento de la otra parte.
El Antidiálogo impide o limita el avance del ser social
hacia un proceso de humanización, ya que trunca el progreso espiritual de la
mayor parte de la
sociedad. Para nosotros, la humanización es un peldaño
superior de la humanización, el salto de mono a hombre y a la construcción de
sus relaciones de intercambio productivo y generativo.
El Antidiálogo, por lo tanto, es una fuerte barrera
interpuesta en el crecimiento humano, en la edificación de valores cívicos, en
el fomento de una cultura general de hombres y mujeres con posibilidades de
realización.
Más a fondo, el Antidiálogo se constituye en un recurso de
humillación para los sectores populares, en las que se manifiesta, abierta o
simuladamente, un desprecio por la opinión de éstos, un acto consciente de
ignorar los derechos de la libre expresión de las personas, es además una
forma de etiquetar los límites de los mismos y, a la vez, un instrumento de
opresión cultural.
Hay mecanismos solapados de Antidiálogo, donde se disfraza
la palabra, dibujándose una aparente oportunidad de diálogo. Estamos en
presencia de un hecho de simulación, de un seudo- diálogo. Los disfraces del
Antidiálogo pueden ser numerosos, pero la esencia es la misma: no escuchar la
voz del otro. Decía Freire: “La manipulación, en la teoría de la acción
antidialógica, como la conquista a que sirve, tiene que anestesiar a las masas
con el objeto de que éstas no piensen”.
Extraído de
APORTES DE PAULO FREIRE: PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA
Autores:
Alisa Natividad Delgado Tornés
Doctora en Ciencias Filosóficas. CEDIC. Facultad de Ciencias
Sociales. Universidad de Oriente. Santiago de Cuba
Jorge Mesa Castillo
En Revista Colegio Universitario. Vol. I,
No. 2, Año 2012
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