domingo, 11 de mayo de 2014

Los Derechos Humanos como referentes de la Pedagogía Social


Para los autores “…la pobreza y la desigualdad se presentan como factores que impiden la convivencia pacífica, porque el concepto de paz asume, al menos desde nuestra perspectiva, un equilibrio inestable entre la lógica individual y la colectiva, y entre los intereses del mercado y el ejercicio de una ciudadanía responsable, todo ello, en busca de una justicia social, por lo que nos es difícil hablar de paz, si no asumimos la búsqueda de la equidad entre las personas y los pueblos” Ante esto ¿Qué posición ética debe asumir la Pedagogía Social? 
 


Los derechos humanos representan, como filosofía y acción política, el reconocimiento de las reivindicaciones y la dignidad humana, y la defensa de la justicia y la paz, ya que los derechos humanos, a pesar de sus deficiencias, tanto conceptuales y prácticas, como en sus procesos de creación, representan un reconocimiento global de la dignidad de las personas y de los grupos (Muñoz y Molina), ya que como afirmó el Premio Nóbel de Economía, Amartya Sen,“un desdichado muerto de hambre puede ser demasiado frágil y estar demasiado abatido como para luchar y combatir, y hasta para protestar y gritar. Por tanto, no es sorprendente que con mucha frecuencia el sufrimiento intenso y generalizado y la miseria hayan estado acompañados de una paz y un silencio inusuales”. Indudablemente estas situaciones constituyen una violencia estructural que impiden el desarrollo de la paz; así pues, la pobreza y la desigualdad se presentan como factores que impiden la convivencia pacífica, porque el concepto de paz asume, al menos desde nuestra perspectiva, un equilibrio inestable entre la lógica individual y la colectiva, y entre los intereses del mercado y el ejercicio de una ciudadanía responsable, todo ello, en busca de una justicia social, por lo que nos es difícil hablar de paz, si no asumimos la búsqueda de la equidad entre las personas y los pueblos, porque, a pesar de la complejidad del concepto “paz”, no nos cabe duda que éste debe suponer repensar los actuales modelos de desarrollo humano, posicionándonos en un modelo sociopolítico crítico en el que prime el interés común y optando por la defensa de las utopías que desde la educación pueden ser vehículos para la transformación de las personas y las sociedades. Y aquí la Pedagogía Social como disciplina que se interesa por los procesos educativos y de socialización, tiene importancia en la reflexión e implementación de modelos de desarrollo humano, que desde nuestro punto de vista, están muy conectados con las propuestas de Paulo Freire y su Pedagogía de la Liberación, basada en procesos de empoderamiento de las personas, acabando con la cultura del silencio y la construcción de una conciencia crítica capaz de fomentar las necesarias transformaciones sociales.

En este sentido, siguiendo a Martín y Vila, creemos que en una sociedad donde el mercantilismo económico es el que rige la vida, la diferencia entre incluidos y excluidos se encuentra en gran parte determinada por la despolitización y la posibilidad de acceso, de unos y otros, a los bienes de consumo, al ocio y al mercado laboral, cada vez más precario, donde los incluidos, los que están, y basándose en planteamientos individualistas, legitiman el actual sistema. Mientras tanto, los excluidos, los que no están en el circuito antes descrito, se preocupan más por incluirse en el circuito laboral mercantilista, que cuestionarlo. Así pues, creemos que la Pedagogía Social se presenta como motivadora y generadora de participación, entendida como las acciones encaminadas a propiciar el cambio, tanto personal como de estructuras políticas, sociales, económicas, educativas, a través de procesos dinámicos y dialécticos, para llegar a la conciencia y la denuncia de situaciones injustas, porque parece evidente que debemos vincular, de manera indiscutible, el poder económico, las estrategias de mercado y el capitalismo, que imponen situaciones de violencia estructural a las que dan soluciones eficaces y universales, y en las que la víctima es el pobre, que se encuentra privado de derechos y que amenaza el orden establecido, ya que reclama otra distribución de riquezas. De esta manera se criminaliza y se culpabiliza la pobreza, a la víctima del desarrollo social, económico y político por la situación que sufre. Este desarrollo del modelo capitalista, se ve avalado por lo que Tedesco vislumbra como una desvalorización en la formación del ciudadano, que se traduce en un déficit de socialización propiciada por la sustitución de los agentes tradicionales de socialización, familia, escuela, grupo de pares, etc., por un formidable protagonismo de los medios de comunicación, que manejados desde las trastiendas de intereses económicos, políticos y sociales muy concretos, realizan una apología del consumismo, el capitalismo y la reproducción social, invisibilizando situaciones de exclusión y de injusticia social. De este modo, creemos necesario confrontar dialécticamente políticas y prácticas que impidan que las estructuras sociales y de poder obvien derechos educativos y culturales de las personas y de los colectivos, incrementando las prácticas exclusoras. Así pues, en el contexto actual, en el que los procesos de globalización neoliberal afectan a todas las esferas de la convivencia, y por ende, también a los referidos a los de la Pedagogía Social, de manera que todo sea incuestionable, donde lo único válido es lo medible, cuantificado y eficaz, bajo un prisma mercantilista de “pensamiento único”, es necesario intervenir educativamente para la transformación del espacio público y el desarrollo de la sociedad civil, y todo ello, desde una ética profesional.

Comprender el mundo en el que vivimos nos capacita desde nuestra ética y desde nuestra conciencia política, para intervenir críticamente en él, a pesar de los posicionamientos inalterables e incuestionables que desde todas las esferas tratan de mantenernos inmóviles. Sin embargo, por coherencia personal y profesional, es necesario reivindicar nuestra conciencia política como soporte fundamental para la transformación social y la reconstrucción colectiva. Paulo Freire, lo expresó hace años: “si, en realidad, las estructuras económicas me dominan de manera tan señorial; si moldeando mi pensamiento, me hacen objeto dócil de su fuerza, ¿cómo explicar la lucha política y, sobre todo, cómo hacerla y en nombre de qué? Para mí, en nombre de la ética, obviamente, no de la ética universal del mercado, sino de la ética universal del ser humano; para mí, en nombre de la necesaria transformación de la sociedad de la que se deriva la superación de las injusticias deshumanizadoras. Y todo ello porque, condicionado por las estructuras económicas, no estoy, sin embargo, determinado por ellas”. Pues bien, no podemos ser ajenos desde la Pedagogía Social a esta actitud ética y política, enfrentada a las políticas neoliberales y a las injusticias y desigualdades que generan a través de su propio devenir, que se traducen en las dinámicas relacionales, la evolución de los procesos de producción y la tensión de los valores existentes.

Algunas reflexiones finales
Sin lugar a dudas, los ámbitos referidos suponen ejes importantes de reflexión desde la Pedagogía Social, aunque, evidentemente, no son los únicos, sí creemos que suponen focos importantes e ineludibles para que las personas se sientan ciudadanos libres y con los mismos derechos, así como su desarrollo implica la posibilidad de vehicular alternativas a las políticas educativas neoliberales desde la Pedagogía Social.
Hace años Bernard Cassen, escribía en Le Monde Diplomatique un artículo titulado “Otro mundo es posible”, en el que desarrollaba una serie de ideas que ahora retomamos por considerarlas acordes con las reflexiones que presentamos. En síntesis decía:
-          Es necesario desarrollar nuevos marcos de análisis para redefinir qué significa productividad, riqueza, intercambio, competitividad, desarrollo, desarrollo humano, recursos, riqueza.
-          Es necesario impulsar una educación crítica en donde se enseña a juzgar, calibrar, mesurar, contrastar la información en función del conocimiento que produce, sabiendo de dónde deviene, quién la produce y cuáles son los procesos que la condicionan, contrastando fuentes y teniendo acceso a ellas.
-          La educación pública debe generar redes de acción social en donde los ciudadanos puedan libremente crear sus procesos de comunicación, partiendo del principio de libertad de pensamiento.
-          Hay que abrir las fronteras del primer mundo, teniendo en cuenta que los capitales no son sólo para optimizar beneficios a costa de la dignidad de los trabajadores.
-          Es necesario desarrollar espacios públicos de intercambios de ideas y de acciones comunes, donde, en igualdad de condiciones, todos puedan aportar.
-          Debemos construir espacios para una educación que se cimente en la solidaridad y donde la educación y la justicia sean palabras que estén unidas.

En definitiva, estamos hablando del derecho de todas las personas a tener derechos y al reconocimiento teórico y práctico de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para todos y todas. Para terminar, recordamos las palabras del desaparecido profesor Joaquín Herrera Flores, cuando afirmaba que no somos nada sin derechos. Los derechos no son nada sin nosotros. En este camino no hemos hecho más que comenzar.




Extraído de
Alternativas a las políticas educativas neoliberales desde la pedagogía social
Eduardo S. Vila Merino
Víctor M. Martín Solbes
Universidad de Málaga

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