¿Qué sentido tiene pensar lo pedagógico alejado de lo político? Soy sustantivamente político, y sólo adjetivamente pedagógico, afirmaba Freire ¿Ocultar la realidad o convertirse en herramienta emancipatoria? En los siguientes párrafos se describen los fundamentos pedagógicos que orientaron a Freire y Fanon.
Lo
pedagógico-político y político-pedagógico de Freire
Es Paulo Freire, probablemente más que cualquier otro
intelectual del siglo XX, que dio los fundamentos para pensar la pedagogía políticamente,
para entretejer lo pedagógico-político y lo político-pedagógico. “Leer críticamente el mundo,” decía
Freire, “es un hacer político pedagógico;
es inseparable del pedagógico-político, es decir, de la acción política que
involucra la organización de grupos y de clases populares para intervenir en la
reinvención de la sociedad” (Freire, 2004: 18).
“Lo opuesto de
intervención es adaptación,” señalaba Freire, “es acomodarse, o a simplemente adaptarse a una realidad sin
cuestionarla”. Para Freire, la intervención implicaba por necesidad
reconocerse y asumirse como político. “Soy
sustantivamente político, y sólo adjetivamente pedagógico”; de esta manera
asumía y entendía el acto de educar y educarse como actos políticos. “No hay práctica social más política que la
práctica educativa,” decía Freire, “en
efecto, la educación puede ocultar la realidad de la dominación y la alienación
o puede, por el contrario, denunciarlas, anunciar otros caminos, convirtiéndose
así en una herramienta emancipatoria”.
Para Freire, la educación no se limitaba o restringía a la
educación formal e institucional; más bien se incluía y se extendía ampliamente
a los contextos sociales, políticos, epistémicos y existenciales donde “líderes y pueblos, identificados mutuamente,
juntos crean las líneas directivas de su acción [educacional, política y de
liberación]”. Es a la “naturaleza educativa” de los contextos de lucha y la
tarea educativa —revolucionaria y críticamente concientizadora—, hacia el pensamiento
y la intervención, que Freire apuntaba.
Su preocupación central era con las condiciones
existenciales y vividas de las clases pobres y excluidas, es decir con los
“oprimidos” y “el orden injusto que engendra violencia en los opresores, la que
deshumaniza el oprimido”. Eso implicaba en la práctica —ampliamente expresada
en los círculos de educación popular— concentrarse en el análisis
político-social con los mismos “oprimidos” sobre sus condiciones vividas, como
manera de llegar a la concientización individual y colectiva, condición
necesaria para la
transformación. Así fue el problema subjetivo y objetivo de
la opresión, dominación, marginalización y subordinación —internalizada y
estructural-institucional— que inquietaba Freire. Su proyecto entonces: a
trazar rutas metodológicas y analíticas encaminadas hacia el reconocimiento de
esta realidad/condición y hacia la concientización, politización, liberación y
transformación humana.
Al enfocarse en “el dilema trágico del oprimido” —entendida
como la dualidad conflictiva central a la situación concreta de opresión, que
muchas veces impide al oprimido actuar— y delinear caminos posibles de reflexión,
acción y liberación, Freire construye y significa la “pedagogía del oprimido”,
entendida como:
Una pedagogía que tiene que ser forjada con, no para, los
oprimidos (como individuos o pueblos) en la lucha incesante a recuperar su
humanidad. Esta pedagogía hace la opresión y sus causas los objetos de reflexión
de los oprimidos, y desde esa reflexión vendría su necesario compromiso en la
lucha para su liberación. Es en esta lucha que la pedagogía está hecha y
re-hecha. El problema central es ese: ¿Cómo pueden los oprimidos como seres no
auténticos divididos, participar en el desarrollo de la pedagogía de su liberación?
Solo cuando descubren que ellos mismos son “anfitriones” del opresor, pueden
contribuir a la partería de su pedagogía liberadora. […] La pedagogía del
oprimido es un instrumento para su descubrimiento crítico que tanto ellos —los
oprimidos— como sus opresores son manifestaciones de la deshumanización.
(Freire)
Con su pedagogía del oprimido, Freire destacó además la
responsabilidad de pensar críticamente, de aprender a ser uno mismo en relación
con y contra su propio ser, lo que implicaba tener una ética humana en y con el
mundo. Para Freire, esta ética era inseparable de la práctica educativa; se
enraizaba en la lucha de confrontar las condiciones de opresión y sus
manifestaciones, incluyendo —como hizo más evidente en sus últimos trabajos— no
sólo la discriminación de clase, sino también de género y raza (Freire). De
hecho fue sólo en los años antes de morir, y tal vez como resultado de su
experiencia en África, particularmente en Cabo Verde y Guinea Bissau, que
Freire empezó a pensar en el poder que se ejerce no sólo desde la economía sino
también desde la racialización y colonización.
Este cambio se evidencia en uno de sus últimos libros, La
pedagogía de la esperanza, en el cual repiensa La pedagogía del oprimido,
haciendo, al mismo tiempo, una autocrítica a sí mismo por sus propias
limitaciones en ver y comprender la complejidad de la opresión y de la liberación. En La
pedagogía de la esperanza habla más de la rebeldía, la rebeldía como praxis
política-pedagógica de existencia, de la reinvención de la existencia y vida.
Para ejemplificar esta rebeldía, pone el caso de los quilombos (palenques)
entendidos como “momento ejemplar de
aquel aprendizaje de rebeldía, de reinvención de la vida, de asunción de la
existencia y de la historia por parte de esclavas y esclavos que, de la
‘obediencia’ necesaria, partieron en búsqueda de la invención de la libertad”.
Es en este texto, como también en la Pedagogía de
indignación, donde Freire no sólo cita a Fanon (algo que hace desde sus
primeros libros) sino entabla un mayor pensamiento y diálogo con él. Así,
Freire pasa de hablar sobre el oprimido y la conciencia de la clase oprimida, a
la conciencia del hombre y mujer oprimidos, de la humanización a más
directamente a la deshumanización, y a la relación opresores–oprimidos,
colonizador–colonizado, colonialismo-(no) existencia. Además, y de manera
relacionada, da atención al problema del proyecto neoliberal, como también del
“color de la ideología”. Y es en este movimiento de auto-criticidad, al
repensarse y al repensar el mundo, que Freire demuestra la praxis crítica, no
como algo fijo, identificable y estable, sino como una práctica y proceso
continuos de reflexión, acción, reflexión, lo que McLaren y Jaramillo denominan
como una “pedagogía perpetua”.
Sin embargo, lo que nos interesa no es sólo la manera en que
Freire repiensa su pensamiento, incorporando más críticamente algunos elementos
de Fanon, sino también la contribución pedagógica que hace Fanon, al enlazar lo
ontológico-existencial del sujeto racializado dentro del marco de la
descolonización, la (des)humanización y la revolución social.
Extraído de
LO PEDAGÓGICO Y LO DECOLONIAL:
Entretejiendo caminos
Catherine Walsh
En Pedagogías decoloniales
Prácticas insurgentes para resistir (re)existir y (re)vivir
Catherine Walsh editora
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