¿Qué aportes puede hacer la pedagogía crítica a toda actividad educativa? ¿En qué se fundamente la Pedagogía Crítica? ¿En qué consiste la idea de un conocimiento emancipador? ¿Qué potencial encierra la Educación?
La pedagogía y la didáctica desde la perspectiva de la Teoría Crítica,
tiene por finalidad iniciar y acompañar toda actividad educativa de los
procesos de aprendizaje y enseñanza, a través de la reflexión política del
quehacer pedagógico-didáctico. La Teoría Crítica nos proporciona los elementos
científicos básicos necesarios para establecer, una estrecha relación entre la
educación, en su sentido amplio, y la política, también en su real significado.
Esta es la única posibilidad de combinar las experiencias individuales y
colectivas con el aprendizaje y la enseñanza. Ella contribuye, a la comprensión
básica de las interacciones e interdependencias sociales, que no sería posible
sin el análisis de los procesos de decisión política en cada contexto
sociohistórico. La formación política de cada persona, al margen de su edad y
grado de escolarización, permite establecer relaciones apropiadas entre sujeto
y sociedad, así como la construcción de una sociedad igualitaria, democrática y
auténtica. La formación política de cada sujeto. Es condición esencial para la
conformación de comunidades independientes, autogestionarias, libres y
emancipadas. Esta formación es posible única y exclusivamente por la relación
entre educación y política, de modo específico entre pedagogía-didáctica y reflexión
sociocrítica.
Desde mucho antes de la construcción moderna de las
denominadas sociedades democráticas, en la conformación de los Estados,
determinados por las relaciones de producción capitalistas, se insiste en el
rol que juega la política en la organización y desarrollo de las sociedades,
respecto al control de los medios de producción en manos de los sectores
dominantes. Ellos, encubre, la influencia del pensamiento y quehacer político
en la reproducción de las estructuras conservadoras de los Estados opresores.
Por esta razón, la educación, desde la perspectiva de la Teoría Crítica,
tiene como objetivo básico el esclarecimiento, la emancipación, liberación y
destrucción de la dominación tanto en el ámbito personal, particular, como social,
general. Consideramos que cualquier acto educativo implica un posicionamiento
político y viceversa. Por ello, no podemos apartarnos de aquellas teorías
explicativas de la relación entre educación y reflexión-acción política, una de
ellas, probablemente la que posee mayor consistencia, tiene que ver con la Teoría Crítica. Esto
significa, que los conceptos de educación, pedagogía y didáctica no pueden ser
considerados sin el componente crítico, reflexivo y político. A medida que
profundicemos esta relación, nos encontraremos con interesantes resultados,
como por ejemplo, la consideración de que la didáctica y el método no pueden
estar separados del accionar político, que podrían ser dirigidas a diferentes
direcciones, la mayoría de ellas orientadas hacia el mantenimiento y
reproducción de las condiciones desiguales de las actuales sociedades. La
pedagogía y la didáctica son actos prácticos, interactivos, sociales, activos y
conservadores o esclarecedores, por lo tanto, son acciones políticas. McLaren
sale en defensa de las posiciones contrarrevolucionarias de la Teoría Crítica, en
el campo educativo:
La pedagogía crítica
ha sido descartada por muchos progresistas de izquierda por el hecho de que
constituye un discurso dominante de emancipación que los críticos acusan de
estar contaminado por las suposiciones modernistas occidentales y el
triunfalismo de la clase obrera. Por supuesto, el principal objetivo del ataque
es el propio viejo barbudo, Karl Marx, que ha vuelto a la literatura
antiimperialista en la educación y en las ciencias sociales en general. En esta
sección intentamos rescatar la pedagogía crítica de estas acusaciones y de
otras similares al ofrecer un contrapunto a los ataques contra el universalismo
y eurocentrismo que se dice que impregna las obras de Marx. Al establecer una
pedagogía crítica basada en la crítica de la economía política de Marx, somos
más capaces de desafiar el ataque sobre los derechos humanos
y la dignidad, que no
pocos han dirigido contra las poblaciones latinas.
Tal como indicamos, no es posible estudiar en profundidad la
educación, la pedagogía y la didáctica, sin asumir una clara posición
teórico-práctica de la
sociedad. Por ello, requerimos buscar una teoría coherente y
pertinente a la
sociedad. Esta teoría es la Teoría Crítica,
cuyo objetivo encara la emancipación del sujeto y el colectivo, el
esclarecimiento de las múltiples contradicciones, el desarrollo de conductas
críticas-reflexivas, la liberación de los estados de opresión y la
autodeterminación, sin perjudicar a los/as otros/as integrantes de cada grupo o
conglomerado social. Desde hace más de setenta años, constituye una Teoría
Crítica en el campo de las ciencias de la educación, la pedagogía y la didáctica. Esta
ciencia crítica de la sociedad y la educación, tiene respaldo en los principios
del marxismo, trabajados durante muchos años por diversos actores, en distintos
espacios internacionales, en esencia, tal como lo afirmamos en el análisis
social, económico e histórico del desarrollo de cada una de nuestras sociedades.
El punto de partida de la concepción política de la
educación, pedagogía, didáctica y el método, se sostiene en el interés de un
conocimiento emancipador, cuya forma de trabajo y explicación inicie del
análisis crítico de la sociedad y las diversas interacciones entre sus
participantes. Esta posición crítica ante el mundo, tiene que ver con el
interés y la necesidad de liberar, en el sentido más amplio del significado de
la palabra, a todas las personas de las fuerzas opresoras y explotadoras. La
ciencia educativa crítica, tiene por finalidad explicar esas profundas
contradicciones, pero también contribuir con la praxis hacia la emancipación y
liberación definitiva y permanente. La Teoría Crítica de
la educación, la pedagogía y la didáctica tiene por finalidad, no sólo el
análisis de las prácticas, sino además, las transformaciones de esas prácticas,
los cambios profundos de las tradicionales formas interactivas didácticas a
partir de la discriminación y dominación.
La educación, desde la perspectiva de la Teoría Crítica,
parte de la existencia de la posibilidad de organizar y estructurar la sociedad
a partir de principios totalmente diferentes a los empleados por las sociedades
capitalistas o semicapitalistas, donde la emancipación del sujeto-colectivo y
la razón, no deben ser quebrantadas por las fuerzas explícitas e implícitas del
capital. La comprensión de la dialéctica del esclarecimiento, nos muestra que
los procesos de emancipación tienen relación con las luchas en contra del
dominio jerárquico de unos/as sobre otros/as. Es necesario mantener esta lucha,
puesto que en cualquier momento puede resurgir la barbarie como expresión de la
razón instrumental del capital. La emancipación es un concepto dialéctico y,
por lo tanto, la lucha por una organización racional de la sociedad también es
un proceso dialéctico; por ello, existe el peligro potencial del retroceso. Con
la finalidad de disminuir ese potencial, es necesario el desarrollo de procesos
de aprendizaje y enseñanza críticos, reflexivos, activos, investigativos y
transformadores. La pedagogía y la didáctica no pueden ser entendidas desde las
luchas que caracterizan el desarrollo y las contradicciones sociales. La
educación, pedagogía, didáctica y el método están obligados, sin duda, a responder
crítica, reflexiva y revolucionariamente a esta gran tarea, la de emancipar
totalmente nuestras sociedades, al ser humano en su máxima expresión. Adorno
resalta el papel de la educación en esta gran tarea: emancipadora, en las
sociedades industrializadas y tecnificadas, que analiza este autor en uno de
los momentos más difíciles de la historia de la humanidad:
Permítame que
retroceda nuevamente a ciertas cuestiones fundamentales en relación con una
posible superación de la barbarie a través de la educación. Freud
fundamentó la tendencia a la barbarie de modo esencialmente psicológico y
acertó por completo al desvelar en este empeño suyo una serie de momentos, por
ejemplo, el de que las personas experimentan ininterrumpidamente fracasos
mediante la cultura, que desarrollan bajo ella sentimientos de culpa y que
éstos mutan en agresiones. Todo esto es cierto y es, por lo demás, tan conocido
que en realidad podrían ser sacadas las consecuencias en lo que afecta a la
educación si ésta condescendiera por fin a recibir seriamente los resultados de
Freud en lugar de dar vueltas en torno a todo ello al hilo de una
pseudoprofundidad de sexta mano. Pero lo que quiero decir ahora es algo muy
distinto. Me parece que, prescindiendo de estos factores subjetivos, hay un fundamento
objetivo de la barbarie, al que me gustaría caracterizar simplemente como el
fracaso de la cultura. La
cultura, que por esencia lo promete todo a los seres humanos, ha incumplido
esta promesa. Ha dividido a los seres humanos. La división entre trabajo
corporal y trabajo espiritual es la más importante de todas. Con ello ha hecho
que las personas pierdan la confianza en sí, la confianza en la cultura misma.
Y como acostumbra a ocurrir en las cosas humanas, la consecuencia de ello ha
sido que el odio de las personas no ha elegido como blanco el hecho de que esta
promesa de un estado de paz y plenitud, que late realmente en el concepto de
cultura, no haya sido satisfecha. En lugar de ello, el odio se dirige contra la
promesa misma y se manifiesta en la figura fatal de la negativa a ésta. Ahora
bien, si las personas son incitadas a elevar clarificadoramente a consciencia
contextos y circunstancias tales como la del fracaso de la cultura, la de la
perpetuación socialmente forzosa de la barbarie y mecanismos de desplazamiento
como los que acabo de caracterizar, tal vez no se consiga transformar esto de
entrada y sin más, pero sí podría quizá crearse un clima mucho más favorable a
una transformación de lo que es el ambiente todavía hoy dominante en el sistema
educativo alemán. Esta cuestión central es la que realmente me importa; a esto
es a lo que apunto también cuando hablo de la función de la ilustración y de la
clarificación, no a que los hombres se conviertan ahora todos en corderitos.
Todo lo contrario: lo corderil es ello mismo muy probablemente tan sólo una
forma de lo bárbaro, en la medida en que está dispuesto a contemplar meramente
lo abominable y a inclinar la cabeza en el momento decisivo.
Desde esta perspectiva se comprende la educación, pedagogía,
didáctica y el método, como una condición esencial para la organización social
emancipada e y igualitaria tanto en el ámbito del sujeto como del colectivo. Es
decir, una educación para la superación de la pasividad y la inaceptación de
las injusticias. En ambos casos la educación debe convertirse en un movimiento
abierto para alcanzar la conformación de sociedades igualitarias, donde se
supere la opresión, discriminación, explotación y exclusión. Se trata del logro
de dos objetivos fundamentales:
1. La liberación total del sujeto.
2. La organización igualitaria de la sociedad. Una, no
puede ser entendida sin la otra, puesto que el sujeto es producto y parte
integrante de la sociedad y ésta, a su vez, está conformada por el conjunto de
individuos que interactúan de acuerdo a reglas, principios, costumbres,
creencias, etc., en ese conglomerado social. La revolución educativa, dentro de
lo que significa la pedagogía insurgente-liberadora-transformadora, debe ser
simultánea, de lo contrario existirá el peligro del retroceso
contrarrevolucionario, como ocurre con algunos tecnócratas de la educación, que
en algún momento estuvieron al lado, tal vez por conveniencia, de la educación
liberadora, empero defienden la educación conservadora.
La educación puede convertirse en el mecanismo enajenante
más peligroso y efectivo, tal como ocurre en las sociedades capitalistas o
semicapitalistas; sin embargo, ella encierra el gran potencial, más que
cualquier otro aparato de dominación-enajenación, de transformarse y, al mismo
tiempo, transformar las estructuras de dominación de estas sociedades. La
educación, en sí misma, se mueve en el mundo de la contradicción entre la
dominación y la emancipación; sin embargo, puede encontrar salidas que superen
esta contradicción. Una de ellas consiste precisamente en orientar la educación
hacia procesos de liberación y transformación del sujeto y de la sociedad,
rescatándola de las garras de la dominación bajo el cual se encuentra
actualmente. Al asumir una educación liberadora e igualitaria, estaríamos no
solamente superando estas profundas contradicciones que la caracterizan en el
momento histórico actual, sino poniéndola al servicio de la estructuración de
nuevas sociedades, aquéllas que respondan a los intereses de toda la colectividad,
a los propósitos de las naciones libres y autodeterminadas.
La superación y eliminación de la dominación en las
sociedades actuales no es una tarea exclusiva de la educación, pedagogía,
didáctica y el método, porque los procesos revolucionarios son mucho más
complejos y exigentes. Sin embargo, la educación como movimiento
emancipador-transformador, nos permitirá, además de la contribución
revolucionaria, incorporar la crítica de manera permanente, evitando con ello
el surgimiento de las fuerzas opresoras, contrarias a la libertad e igualdad de
los sujetos y, por ende, de nuestras sociedades. Este es, por supuesto, un
hecho histórico innegable, que requiere un análisis desde el materialismo
histórico.
Claro que a la educación en el mundo actual, le exigimos
muchas cosas. Está sometida a las fuerzas no sólo de la comprensión conceptual
y la formación general básica, sino a la reproducción de las actuales
estructuras del sistema capitalista. Seguro, ésta es la tarea esencial de
nuestra educación y parece que allí hay un cierto consenso entre la sociedad y
el Estado Burgués. La educación, la pedagogía, la didáctica y el método, desde
la perspectiva de la
Teoría Crítica, no pretenden, añadir más objetivos a la
educación, esta vez valorativos; por el contrario, la idea consiste en
devolverle a la educación su rol principal. Educar en y para la emancipación,
desarrollar capacidades y fortalezas, para la acción política reflexión
crítica, para el fomento del esclarecimiento; autonomía, para la resistencia
ante las injusticias y la dominación alimentadas permanentemente por las
sociedades capitalistas y semicapitalistas. Hacia esta dirección debe
orientarse todo el esfuerzo educativo de cada país que busque la organización
de sociedades diferentes a las actuales.
La educación política, de carácter emancipador, tiene la
ineludible tarea de desarrollar una tradición pedagógica, didáctica y metódica,
que considere el tratamiento crítico permanente de la política en cada uno de
los ámbitos sociales donde tenga lugar, y logre además de la confrontación, la
superación del dominio y la destrucción paulatina del medio ambiente, tal como
ocurre hoy. Asimismo, la educación crítica fomentará la conformación de un
conjunto de conocimientos y herramientas metodológicas en cada sujeto y en cada
comunidad de aprendizaje- enseñanza que incorpore los intereses y necesidades
del colectivo, dejando atrás una educación individualista. La educación no debe
permanecer bajo la supuesta y falsa neutralidad, al margen de la polémica política
y social, tomará partido ante las injusticias, contradicciones y
comportamientos dominantes de las sociedades capitalistas actuales. La
educación debe vincularse a las demás prácticas fuera y dentro de los centros
educativos, fomentando el pensamiento crítico y cambios sociales.
La educación, desde la perspectiva crítica, impulsará el
sueño de aquellos pedagogos que lucharon con sus palabras y acciones por la
liberación total de las sociedades, sometidas históricamente al dominio del
capital y sus consecuencias injustas. Consiste en la transformación de la
escuela, transformando la sociedad y cambiarla, mudando la escuela en sus
diversos ámbitos y espacios. Freire nos recuerda la posibilidad dialéctica de
transformar simultánea a la escuela y la sociedad:
Pensábamos juntos en
una educación que, siendo respetuosa de la comprensión del mundo de los niños,
los desafiase a pensar críticamente. Una educación en cuya práctica la
enseñanza de los contenidos jamás se dicotomizase de la enseñanza de pensar
correctamente. De un pensar antidogmático, antisuperficial. De un pensar
crítico, prohibiéndose constantemente a sí mismo caer en la tentación de la improvisación. Cualquier
esfuerzo en el sentido de implementar las consideraciones referidas, vale
decir, cualquier intento de poner en práctica una educación que, respetando la
comprensión del mundo de los educandos, los desafíe a pensar críticamente, en
primer lugar, y que no se separe la enseñanza del contenido del enseñar a
pensar correctamente, en segundo lugar, exige la capacitación permanente de los
educadores y de las educadoras. Su capacitación científica exige un serio y
coherente empeño con miras a superar las viejas marcas autoritarias y elitistas
que perduran en las personas, que “habitan” en ellas, siempre prontas a ser
reactivadas. Y sin el ejercicio de este intento de superación, que engloba
nuestra subjetividad y que implica el reconocimiento de su importancia, tan
menospreciada y disminuida por un dogmatismo que la reduce a un simple reflejo
de la objetividad, todo intento de cambiar la escuela para hacerla más
democrática tiene a fracasar. Los dos principios ya referidos pueden inclusive
fundamentar toda una transformación de la escuela y de su práctica educativa.
Partiendo de aquellos dos puntos, les decía yo a los educadores y a las
educadoras del encuentro, es posible ir desdoblando dimensiones, innovando la
organización curricular, la relación educador-educando, las relaciones humanas
en la escuela, dirección- profesores-empleados-cuidadores, las relaciones de la
escuela con las familias, con el barrio donde se encuentra la escuela.
Extraído de:
Pedagogía y Didáctica Crítica para una Educación Liberadora
Dr. David Mora
Director Ejecutivo del Instituto Internacional de
Investigación Educativa para la Integración.
En Integra Educativa Nº 4 / Vol. II No. 1
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