miércoles, 16 de julio de 2014

Pedagogía Social, interculturalidad y traducción entre culturas


La realidad nos indica que, en forma creciente, nuestros ambientes son multiculturales. La educación debe ser pensada desde esa característica. Entonces ¿Cómo considerar una educación democrática?


En el ámbito de la Pedagogía Social, una de las dimensiones que más fuerza ha cobrado en los últimos años es la vinculada con lo intercultural, entendiendo este término desde una enorme polisemia conceptual, fruto de la propia complejidad de los procesos de análisis de la realidad multicultural y también de una, más o menos intencionada, desvirtuación e incluso apropiación indebida del discurso intercultural por parte de otros que precisamente atacan en su semántica y su praxis la esencia de la interculturalidad como espacio o lugar ético para la comprensión e intervención en la realidad social y cultural. Esto nos lleva a compartir afirmaciones como la de Pérez Tapias: “una verdadera educación democrática ha de ser por fuerza intercultural. A su vez, una educación intercultural la entenderemos cabalmente como educación democrática radicalizada, la cual llevará la búsqueda transcultural de principios, criterios y normas de convivencia hasta las consecuencias pedagógicas que educar democráticamente exige.

Dentro de esa perspectiva dialógica esencial para lo intercultural, cobra hoy más que nunca vitalidad la traducción entre culturas como eje referencial para la Pedagogía Social. Y para ello, nos basamos en la conceptualización realizada por Santos al respecto. Para este autor, la traducción es el procedimiento que permite crear inteligibilidad recíproca entre las experiencias del mundo, tanto las disponibles como las posibles, sin atribuir a ninguna de ellas, ni el estatuto de totalidad exclusiva, ni el estatuto de parte homogénea. En este sentido, las experiencias del mundo son tratadas en momentos diferentes del trabajo de traducción como totalidades o partes y como realidades que no se agotan en esas totalidades o partes. Esta cuestión, aplicada a los procesos educativos, nos permite vislumbrar el papel mediador de los mismos si somos capaces de realizar un permanente trabajo de traducción entre las experiencias de todas las personas y agentes implicados en los mismos, tanto desde la perspectiva de los saberes como de las prácticas, porque según indica este autor, la traducción incide sobre ambos, permitiendo también desdogmatizar los posicionamientos hegemónicos y dar voz a los silenciados. No debemos dejar de tener en cuenta que si la educación se resuelve en comunicación, desde la óptica intercultural mucho más. Por tanto, no se trata tanto de vincular lo intercultural con la enseñanza de otras culturas como con la generación de capacidades para el encuentro, para relacionarse en el mundo de la vida con criterios de equidad y justicia.

En todo caso, aparte del desarrollo competencial que debe ser inherente a la educación intercultural, hay realidades significantes diversas que en todo encuentro es necesario atender bajo este marco conceptual. Así, en el caso de la traducción entre saberes, Santos invita a que ésta asuma la forma de lo que denomina una hermenéutica diatópica, que consiste en “un trabajo de interpretación entre dos o más culturas con el objetivo de identificar preocupaciones isomórficas entre ellas y las diferentes respuestas que proporcionan”. Esta hermenéutica diatópica, parte de la idea de que todas las culturas son incompletas y, por tanto, pueden ser enriquecidas por el diálogo y la confrontación. Supone pues un avance hacia una comprensión de lo multicultural como interpretación ampliada de la democracia, trascendiendo la concepción teórica del multiculturalismo liberal que habla retóricamente de lo Otro pero sin él. De esta manera, la hermenéutica diatópica dentro del trabajo de traducción de saberes debe remitir a la confrontación y entrelazamiento polémico de diferentes grupos, comunidades e identidades que entran en conexión e intercambio, los procesos de negociación y conflicto que se den y las condiciones para que se produzcan mediados por criterios de justicia. De ahí la importancia de estas cuestiones para definir en la práctica los procesos educativos como realidades a construir y donde la incompletud de las culturas y el cruce de motivaciones y voluntades hace que sea posible el trabajo de traducción.

Respecto al trabajo de traducción que tiene lugar entre prácticas sociales y sus agentes, hay que partir de la premisa que comenta Santos, de trascendencia para la Pedagogía Social: “Es evidente que todas las prácticas sociales se basan en conocimientos y, en ese sentido, son también prácticas de saber. Sin embargo, al incidir sobre las prácticas, el trabajo de traducción intenta crear inteligibilidad recíproca entre formas de organización y entre objetivos de acción.” Esta concepción tiene un enorme potencial, contextualizada, en el desarrollo de procesos educativos, porque nos permite dejar identificar la idea de igualdad epistémica y la legitimidad de partida de todos los saberes previos inscritos en prácticas sociales y culturales diversas al entrar en interacción, así como la posibilidad de que los procesos de traducción intercultural permitan esa ansiada reciprocidad en la mutua comprensión de lo organizativo e institucional entre personas con marcos referenciales distintos, y en muchos casos ajenos a los que dotan de sentido las prácticas en los contextos educativos, como son las minorías étnicas, sí, pero también los grupos castigados por la masculinidad hegemónica, las personas y colectivos empobrecidos, etc. De esta manera, dicho trabajo de traducción “es, básicamente, un trabajo argumentativo, basado en la emoción cosmopolita de compartir el mundo con quien no comparte nuestro saber o nuestra experiencia” (Santos).

En síntesis, cabe decir de nuevo de la mano de Santos que: “El trabajo de traducción permite crear sentidos y direcciones precarios pero concretos, de corto o medio alcance pero radicales en sus objetivos, inciertos pero compartidos. El objetivo de la traducción entre saberes es crear justicia cognitiva a partir de la imaginación epistemológica. El objetivo de la traducción entre prácticas y sus agentes implica crear las condiciones para una justicia global a partir de la imaginación democrática”. Por ello, el objetivo de la traducción entre culturas en el ámbito pedagógico social debe responder al objetivo de crear justicia social a partir del diálogo intercultural y la 'imaginación' pedagógica.





Extraído de
Alternativas a las políticas educativas neoliberales desde la pedagogía social
Eduardo S. Vila Merino
Víctor M. Martín Solbes
Universidad de Málaga

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