¿En qué consiste el “Sentido común”? ¿Permaneció inalterable a lo largo de la historia? ¿Cómo lo relacionamos con la escuela? ¿Cómo juega en el proceso de lograr hegemonías?
Si se asume que cualquier discusión sobre el sentido común
implica una discusión sobre la ideología, hay tres términos que merecen
definición. Primero, ¿que es el sentido común? En segundo lugar, ¿hubo un
sentido común dominante que prevaleció en la educación en todo el mundo y que
se modificó con el advenimiento del neoliberalismo? En tercer lugar, ¿cómo se
puede definir este nuevo sentido común neoliberal en términos teóricos?
A menudo nos referimos al sentido común como “inteligencia
innata normal”. Esta definición presenta dos ideas importantes: una es que el
sentido común puede llegar a ser “naturalizado” en la vida de las personas como
algo normal que hacemos o deberíamos hacer para salir adelante, sobrevivir o
prosperar. Es la forma normal de hacer las cosas, la forma normal de ser
humano. Por otro lado, aunque parezca contradictorio, la idea del sentido común
también se basa en comprensiones y valores culturalmente compartidos. Es decir,
el sentido común es variable entre culturas. Sin embargo, los procesos de la
globalización han cruzado fronteras, impactando y creando marcos relativamente
similares entre culturas y, por lo tanto, ha dado lugar a la aplicación de las
nociones del sentido común en la política educativa y la práctica en todo el
mundo.
El sentido común como recurso retórico es diferente del
sentido común como herramienta conceptual o práctica de la transformación. Es
decir, si uno comienza a argumentar que un sentido común establecido ha sido
sustituido por otro sentido común alternativo, debemos definir primero de qué
se trataba la “escuela nueva” anterior o el sentido común “liberal
progresista”, y cómo el nuevo sentido común neoliberal ha ido desplazando al
primero.
La educación y la
sociedad: el sentido común predominante
Tal vez nunca ha habido (y nunca habrá) un acuerdo completo
sobre los objetivos, la misión y las contribuciones de la educación a la sociedad. El papel de
la educación, y las formas en las que puede resultar en un cierto tipo de
sentido común educativo, son preguntas importantes que debemos discutir. A
pesar de la falta de consenso educativo, creo que el sentido común predominante
en los Estados Unidos (y en gran medida en otras partes del mundo) estaba
vinculado con la experiencia del new deal (“nuevo contrato”) y su reflejo
político-pedagógico en la educación progresista y el modelo de la “escuela
nueva”.
Primero, a diferencia de los modelos tradicionales de
educación, el progresismo pedagógico liberal, o movimiento de la “escuela
nueva”, estaba basado en las teorías educativas de William H. Kilpatrick, John
L. Childs, George S. Counts y William W. Brickman, pero particularmente estaban
influenciadas por John Dewey y su modelo centrado en el estudiante, que postula
una educación más vivencial que abstractamente cognitiva. En segundo lugar, la
educación está íntimamente vinculada con el bienestar de la sociedad y debe
contribuir al desarrollo de la igualdad y la equidad general.
Esta es la propuesta más generalizada del liberalismo como
parte de las formas de domeñar las tendencias jerárquicas y desiguales de las
sociedades capitalistas. En tercer lugar, debido a la lógica de la Ilustración,
el objetivo de la educación es aumentar la humanización, la razón y la
resolución de los conflictos. En cuarto lugar, la educación es un eje central
enlazado orgánicamente a las políticas
públicas en la construcción de la democracia y la ciudadanía. En
quinto lugar, las políticas educativas deben aumentar la movilidad social y la
cohesión social. Por último, en los años cincuenta y principios de los sesenta
las primeras versiones de la economía de la educación postulaban que los gastos
educativos, tanto individuales como sociales, no debían ser considerados
simplemente como un gasto sino como una inversión en capital humano. Esta
premisa, que comenzó a prevalecer durante una época de la expansión educativa,
abrió las puertas a una visión economicista de las metas educativas.
Este sentido común liberal, tan bien representado en la obra
de John Dewey, no deja de tener sus detractores, en particular quienes
provienen de las tradiciones socialistas y comunistas. Por ejemplo, George
Snyders, un intelectual francés estrechamente alineado con el partido comunista
francés, criticó la teoría de la educación de Dewey por sus limitaciones
pedagógicas y su aceptación del capitalismo como modo de producción. Entre las
críticas más importantes se cuentan las siguientes: el análisis de Dewey
debilita la disciplina en la educación, su influencia en la educación es
anti-intelectual, su pragmatismo enfatiza indebidamente la formación
profesional, y la propuesta de Dewey exagera la singularidad de su programa del
“aula activa”.
La teoría de los cambios paradigmáticos de Kuhn establece
que hay cambios en la forma en que la ciencia progresa a través de nuestro
concepto del “sentido común”. Hay poca semejanza, a pesar del pensamiento
positivista, entre la lógica de las ciencias naturales, matemáticas y
biológicas, y la lógica de las ciencias sociales. Sin embargo, se puede ver un
cambio paradigmático en la forma en que la educación ha sido percibida
científicamente en los últimos 80 años. Es decir, la ciencia normal que surgió
con el “liberalismo progresista” se basa en una lógica-en uso, o un paradigma
que he optado en llamar “sentido común”. Cuando en el campo educativo algunos
de los fundamentos de un modelo comenzaron a ser cuestionados, se produjo un
cambio de paradigma que dio como resultado otro “sentido común”, es decir, la
aparición del neoliberalismo en la educación.
Kuhn (1962) nos ha enseñado que un cambio en los paradigmas
científicos resulta en lógicas inconmensurables, es decir, el nuevo paradigma
no puede ser probado o refutado por las reglas del viejo paradigma, y
viceversa. No debe sorprender que el nuevo paradigma (en este caso el nuevo
sentido común neoliberal) también produzca cambios. Éstos se refieren a la
terminología y las narrativas en la educación, así como a las formas en que los
principales actores (científicos sociales, políticos, asociaciones
profesionales) ven el desarrollo del campo y la práctica educativa; y más
importante aún, el nuevo paradigma ofrece un sinnúmero de preguntas críticas
sobre cuáles indicadores deben usarse para justificar las premisas básicas en
el campo de estudio (por ejemplo, qué significa la calidad de la educación) y
las normas que definen lo que es la verosimilitud en las narrativas. Tomados en
su conjunto, estos cambios han producido últimamente un nuevo sentido común
hegemónico.
En retrospectiva, con los cambios paradigmáticos y la
inconmensurabilidad de los discursos, mi hipótesis más genérica es que la
noción de sentido común se convierte en una ideología que juega un importante
papel en el proceso de construir hegemonía como liderazgo moral e intelectual
en cualquier sociedad. Cabe recordar que
en Gramsci
(1980) la hegemonía se refiere a un proceso de liderazgo
moral e intelectual establecido como un consenso que se comparte con base en
el sentido común. Este sentido común,
sin embargo, es dinámico y no estático. Invariablemente, la construcción de
este sentido común surge de una lucha o enfrentamiento entre fuerzas sociales,
ideologías, filosofías y concepciones generales de la vida. A pesar de las
antinomias de Gramsci, éste entiende la hegemonía como un proceso de dominación
social y política por el cual las clases dirigentes establecen su control sobre
sus clases aliadas a través del liderazgo moral e intelectual. Así las cosas,
la hegemonía adquiere un carácter pedagógico, pero Gramsci también se refiere a
hegemonía como el doble uso de la fuerza y la ideología para reproducir las
relaciones sociales entre los gobernantes y las clases subalternas.
Autor
Carlos Alberto Torres
El neoliberalismo como nuevo bloque histórico
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