miércoles, 4 de febrero de 2015

Neoliberalismo, post neoliberalismo y educación


¿Cuáles son los efectos más visibles del neoliberalismo? ¿El postneoliberalismo es el fin del capitalismo? ¿Qué resistencia es posible en el ámbito educativo? ¿Qué contiene la agenda post neoliberal?


La paradoja que representó la aparición del neoliberalismo en nombre del “fin de las ideologías” no logró ocultar su carácter de estrategia funcional de ajuste del capitalismo. La crisis que hoy vive ese modelo no desdibuja el hecho de que sirvió con éxito a la recuperación de la hegemonía de los Estados Unidos en los escenarios económicos y políticos, debilitó la estructura de los estados nacionales que intentaron consolidar modelos de bienestar, afectó profundamente las relaciones entre el Estado y la sociedad civil y produjo una profunda fragmentación de esta última, reconfiguró la noción de lo público en beneficio de los intereses privados, modificó las relaciones laborales y los regímenes de contratación, satanizó los intentos de resistencia anticapitalista, inclusive aquellos que se dan por la vía democrática, modificó el carácter de los procesos políticos y, finalmente, que resolvió la crisis del capitalismo fordista en beneficio de quienes comparten los beneficios de su enorme concentración de la riqueza. Por estas razones, la actualmente llamada “crisis neo liberal” puede ser que agote el modelo de ajuste pero está lejos de significar la crisis del capitalismo. Lo más probable que ocurra es que ante la explosión de la burbuja generada por la expansión del capital financiero especulativo se busque recomponer el sector productivo mediante una fuerte intervención estatal. “Post neoliberalismo” no debe significar entonces “post capitalismo”. La lucha por el nuevo mundo posible tendrá que seguir siendo la lucha por un mundo no capitalista. Como dice Emir Sader, “los límites del capitalismo no coinciden con los factores de construcción de una alternativa socialista”. El nuevo mundo posible debe ser inventado.

En este contexto debe ser leída la emergencia de los “gobiernos autonomistas” en América Latina. La “crisis neoliberal” tiene sentidos distintos para los países ricos y para los países pobres. En América Latina, el neoliberalismo experimentó sus más radicales medidas. Muy pronto encontró los límites de estas acciones con las crisis de México en 1994, Brasil en 1999 y Argentina en 2001-2002. Los fuertes golpes sufridos por los sectores populares y las capas medias fueron resistidos por amplios movimientos sociales ante la inoperancia de las luchas partidistas y la pérdida de vigencia de las insurrecciones armadas. De esta manera, las distintas formas de resistencia al neoliberalismo dieron lugar a la emergencia de “gobiernos autonomistas” de distinto sello y diferentes niveles de radicalidad en el rechazo al modelo en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay. En algunos de estos países se ensayan propuestas abiertamente antineoliberales, que van desde la proclamación de la revolución socialista en Venezuela hasta la refundación del estado plurinacional en Bolivia, pasando por la afirmación de los pueblos originarios y la propuesta del “buen vivir” en Ecuador, mientras en otros se inician procesos que intentan diferenciarse de los complejos compromisos que atan las acciones impulsadas en Chile, Brasil y Argentina. Esto significa que el campo alternativo “post neoliberal” no está claramente conformado en América Latina y que persisten fuerzas tradicionales que se sostienen con apoyo social como en los casos de Colombia, Perú, México, Costa Rica. Una tipología significativa es la que subraya Emir Sader entre los países que firmaron y no firmaron acuerdo de libre comercio.

En todos estos casos, lo que resulta evidente es que el movimiento social debe acompañar las acciones del Estado para contrarrestar los efectos de las políticas públicas implementadas por el neoliberalismo en las últimas décadas.

En el caso de la educación, como en otros ámbitos de la política pública, todavía quedan acciones de resistencia a la tendencia mercantilista y privatizadora que subyace al enfoque de la educación como servicio y una lucha estratégica por la perspectiva de derechos, aún en el marco del estado social de derecho democrático liberal, como el proclamado en Colombia.

La búsqueda de modelos educativos alternativos en América Latina discurre, al menos, en cinco escenarios: El más radical de corte revolucionario en Venezuela, impulsado por las “misiones”, donde no se ve todavía una propuesta propia dado el relativo atraso del movimiento magisterial; El radical de refundación del Estado con fuerte componente étnico político pero con matices significativos, como en Bolivia y Ecuador, con propuestas de educación propia, educación intercultural y educación popular; El trámite democrático a las reformas alternativas en el marco de políticas neoliberales como en el caso de Chile y Argentina; las acciones de resistencia a políticas abiertamente neoliberales, como en el caso de Colombia y, algunas combinaciones entre ellos.

Lo que hay de común en todos estos casos es que la alternatividad debe superar los efectos ya conocidos producidos por las políticas neoliberales: “Modernización”, concebida como tecnologización, gerenciamiento y eficientismo; privatización; desfinanciamiento de la educación pública; segmentación; calidad como atributo externo medido por logros de aprendizaje; evaluación por pruebas estandarizadas; flexibilización laboral y desprofesionalización docente; crisis de la formación docente; focalización en sectores vulnerables y pérdida de universalidad; búsqueda de la equidad por oposición a garantía universal del derecho a la educación; participación social en el diseño, la aplicación, la evaluación y el seguimiento a las políticas; énfasis en la formación de capital humano y formación para el trabajo y no para la vida, entre otros.

La agenda “post neo liberal” en educación sigue siendo una agenda anticapitalista, atada a la lucha por hacer efectiva la concepción de derechos y a la necesidad de profundizar los logros de las políticas de resistencia. La lucha por la universalidad debe superar la expansión de la cobertura medida por matrícula y avanzar en materia de retención y permanencia, haciendo efectiva la consigna de “educación para toda la vida”; el mejoramiento de la calidad debe superar el marco neoliberal de interpretación para incorporar todos los factores asociados que hacen posible la realización del derecho; esto implica avanzar en modelos intersectoriales de formulación de política pública que asocien los logros educativos a procesos reales de superación de la pobreza, la exclusión y la discriminación.

Los límites de la acción alternativa estarán determinados por los contextos locales. A contextos más radicales corresponderán prefiguraciones más cercanas a las características del nuevo mundo posible. En contextos como el colombiano, donde la política nacional es abiertamente neoliberal, se imponen luchas de resistencia que contrarresten los efectos más nocivos de las políticas y permitan avances en la perspectiva de derechos, en la medida en que las condiciones sociales y políticas lo permitan. A este respecto resulta particularmente significativa la experiencia de la Secretaría de Educación de Bogotá, que agencia una política que confronta la impuesta por el Ministerio de Educación Nacional.

Como señala Hernández (2006), “el triunfo en las elecciones regionales de octubre de 2003 del candidato del partido de izquierda democrática, “Polo Democrático Independiente”, Luís Eduardo Garzón, para la Alcaldía de Bogotá que es el segundo cargo político más importante del país luego del Presidente, no tenía antecedentes en nuestra historia política y sin duda hizo parte de un naciente proceso de reconfiguración del mapa político nacional. Por primera vez la izquierda accede a un cargo de elección popular tan importante, rompiendo en la práctica con el tradicional bipartidismo liberal – conservador. Se presume que el magisterio bogotano fue actor determinante en este triunfo electoral. Garzón, nombra como Secretario de Educación a Abel Rodríguez Céspedes, maestro de escuela que en su trayectoria profesional ha ocupado, de manera impecable por cierto, los más altos cargos de la vida gremial y pública del país relacionados con la educación: Presidente de la Asociación Distrital de Educadores – ADE, Presidente de la FECODE, Constituyente, Viceministro de Educación, integrante de la coordinación general de la Expedición Pedagógica Nacional, entre otros. El nombramiento fue de buen recibo para la mayoría del sector educativo oficial y despertó renovado interés por la política pública educativa en la ciudad, descongelando las relaciones entre sector educativo e institucionalidad estatal que habían alcanzado puntos máximos de distanciamiento durante las dos administraciones anteriores que tuvieron al frente a María Cecilia Vélez White, quien se desempeñó como Secretaría de Educación de Bogotá durante cinco años en las dos alcaldías anteriores (Enrique Peñalosa, 1998-2000 y Antanas Mockus 2, desde 2001 hasta su nombramiento como Ministra de Educación Nacional por Álvaro Uribe Vélez en Agosto de 2002); la señora Vélez White continúa en su cargo de Ministra con la reelección de Uribe Vélez para el periodo presidencial 2006-2010. Estos hechos configuran una curiosa paradoja: el magisterio bogotano desde las urnas abre el camino para que un respetado maestro, sindicalista de vieja data y de tendencia política de izquierda democrática, pase a ocupar el cargo de Secretario de Educación; mientras que su antecesora inmediata cuya gestión se caracterizó por el énfasis reformista-administrativista y por hacer educación sin los educadores, pasa a desempeñarse como Ministra de Educación Nacional en el gobierno de Uribe Vélez (agosto de 2002 a 2006) quien denomina su plan de desarrollo “Hacia un Estado Comunitario” y dentro del cual los programas centrales son “Seguridad Democrática” y “Revolución Educativa”.

La SED de Bogotá ha logrado implementar una política abiertamente sustentada en un enfoque de derechos que superó el concepto de cobertura medida por matrícula incorporando estrategias de retención y permanencia mediante acciones intersectoriales que incluyeron mejoramiento de la infraestructura escolar, construcción de nuevos colegios en zonas clave de la ciudad, suspensión de nuevas concesiones de instituciones escolares al sector privado, comedores escolares, gratuidad, utilización del espacio público y de la infraestructura de la ciudad como recursos educativos, modificación pedagógica de la Escuela, formación de docentes, entre otros, en un contraste con la política nacional que ha significado una demostración real posibilidades de transformación de la política educativa hacia un efectivo disfrute de la concepción de derechos.

Este caso es significativo pues ilustra sobre las posibilidades de emergencia de propuestas anti neoliberales que permiten avanzar en reformas democráticas radicales que contribuyen a la prefiguración del nuevo mundo posible, aún en contextos políticos restringidos. Estas tensiones entre lo “local” y lo “nacional” ilustran a escala lo que hoy ocurre en América Latina en relación con el contexto mundial y hablan de las posibilidades de superar los límites impuestos por las relaciones políticas de dominación y subordinación. Mientras tanto, parece que los retos educativos que debe enfrentar América Latina, como dice Gentili, siguen estando referidos a la necesidad de fortalecer una concepción democrática y radical del derecho a la educación, fortalecer las luchas por la expansión de la educación pública, promover reformas democráticas que reviertan la herencia de injusticia y desigualdad de sistemas educativos segmentados y diferenciados, fortalecer las experiencias locales y nacionales que conjugan calidad e igualdad educativa, combinar el fortalecimiento de la escuela pública universal con estrategias de afirmación de derechos orientados a los grupos más excluidos y discriminados y, finalmente, promover una internacionalización democrática de las políticas educativas en los países de América Latina y el Caribe.

La realización del Foro Social Mundial de Belém, en el contexto de crisis neoliberal y de reflexión sobre el quehacer “post neoliberal”, llaman a la necesidad de avanzar en la construcción de nuevos bloques sociales, políticos y culturales con capacidad real de acción política. El éxito en materia de superación de las políticas neoliberales está directamente ligado a la capacidad de construir una nueva alternativa social al capitalismo. En esta dirección se podrá avanzar solo en la medida en que se logre configurar un campo de actores sociales políticamente unificados que disputen simultáneamente las hegemonías vigentes y logren acceder al poder con capacidad para realizar las transformaciones que impone el cambio de modelo productivo.


Orlando Pulido Chaves
Coordinador FLAPE Colombia
Instituto Nacional Superior de Pedagogía
Universidad Pedagógica Nacional


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