¿Cuáles son los efectos más visibles del neoliberalismo? ¿El postneoliberalismo es el fin del capitalismo? ¿Qué resistencia es posible en el ámbito educativo? ¿Qué contiene la agenda post neoliberal?
La paradoja que
representó la aparición del neoliberalismo en nombre del “fin de las
ideologías” no logró ocultar su carácter de estrategia funcional de ajuste del capitalismo.
La crisis que hoy vive ese modelo no desdibuja el hecho de que sirvió con éxito
a la recuperación de la hegemonía de los Estados Unidos en los escenarios
económicos y políticos, debilitó la estructura de los estados nacionales que
intentaron consolidar modelos de bienestar, afectó profundamente las relaciones
entre el Estado y la sociedad civil y produjo una profunda fragmentación de
esta última, reconfiguró la noción de lo público en beneficio de los intereses privados,
modificó las relaciones laborales y los regímenes de contratación, satanizó los
intentos de resistencia anticapitalista, inclusive aquellos que se dan por la
vía democrática, modificó el carácter de los procesos políticos y, finalmente, que
resolvió la crisis del capitalismo fordista en beneficio de quienes comparten
los beneficios de su enorme concentración de la riqueza. Por estas
razones, la actualmente llamada “crisis neo liberal” puede ser que agote el
modelo de ajuste pero está lejos de significar la crisis del capitalismo. Lo
más probable que ocurra es que ante la explosión de la burbuja generada por la
expansión del capital financiero especulativo se busque recomponer el sector
productivo mediante una fuerte intervención estatal. “Post
neoliberalismo” no debe significar entonces “post capitalismo”. La lucha por el nuevo
mundo posible tendrá que seguir siendo la lucha por un mundo
no capitalista. Como dice Emir Sader, “los
límites del capitalismo no coinciden con los factores de construcción de una
alternativa socialista”. El nuevo mundo posible debe ser inventado.
En este contexto
debe ser leída la emergencia de los “gobiernos autonomistas” en América Latina.
La “crisis neoliberal” tiene sentidos distintos para los países ricos y para
los países pobres. En América Latina, el neoliberalismo experimentó sus más radicales
medidas. Muy pronto encontró los límites de estas acciones con las crisis de
México en 1994, Brasil en 1999 y Argentina en 2001-2002. Los fuertes golpes sufridos
por los sectores populares y las capas medias fueron resistidos por amplios
movimientos sociales ante la inoperancia de las luchas partidistas y la pérdida
de vigencia de las insurrecciones armadas. De esta manera, las distintas formas
de resistencia al neoliberalismo dieron lugar a la emergencia de “gobiernos autonomistas”
de distinto sello y diferentes niveles de radicalidad en el rechazo al modelo
en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.
En algunos de estos países se ensayan propuestas abiertamente antineoliberales,
que van desde la proclamación de la revolución socialista en Venezuela hasta la
refundación del estado plurinacional en Bolivia, pasando por la afirmación de
los pueblos originarios y la propuesta del “buen vivir” en Ecuador, mientras en
otros se inician procesos que intentan diferenciarse de los complejos compromisos
que atan las acciones impulsadas en Chile, Brasil y Argentina. Esto significa
que el campo alternativo “post neoliberal” no está claramente conformado en
América Latina y que persisten fuerzas tradicionales que se sostienen con apoyo
social como en los casos de Colombia, Perú, México, Costa Rica. Una tipología
significativa es la que subraya Emir Sader entre los países que firmaron y no
firmaron acuerdo de libre comercio.
En todos estos
casos, lo que resulta evidente es que el movimiento social debe acompañar las
acciones del Estado para contrarrestar los efectos de las políticas públicas
implementadas por el neoliberalismo en las últimas décadas.
En el caso de la
educación, como en otros ámbitos de la política pública, todavía quedan
acciones de resistencia a la tendencia mercantilista y privatizadora que subyace
al enfoque de la educación como servicio y una lucha estratégica por la perspectiva
de derechos, aún en el marco del estado social de derecho democrático liberal,
como el proclamado en Colombia.
La búsqueda de
modelos educativos alternativos en América Latina discurre, al menos, en cinco
escenarios: El más radical de corte revolucionario en Venezuela, impulsado por
las “misiones”, donde no se ve todavía una propuesta propia dado el relativo
atraso del movimiento magisterial; El radical de refundación del Estado con fuerte
componente étnico político pero con matices significativos, como en Bolivia y Ecuador,
con propuestas de educación propia, educación intercultural y educación popular;
El trámite democrático a las reformas alternativas en el marco de políticas neoliberales
como en el caso de Chile y Argentina; las acciones de resistencia a políticas
abiertamente neoliberales, como en el caso de Colombia y, algunas combinaciones
entre ellos.
Lo que hay de
común en todos estos casos es que la alternatividad debe superar los efectos ya
conocidos producidos por las políticas neoliberales: “Modernización”, concebida
como tecnologización, gerenciamiento y eficientismo; privatización; desfinanciamiento
de la educación pública; segmentación; calidad como atributo externo medido por
logros de aprendizaje; evaluación por pruebas estandarizadas; flexibilización
laboral y desprofesionalización docente; crisis de la formación docente;
focalización en sectores vulnerables y pérdida de universalidad; búsqueda de la
equidad por oposición a garantía universal del derecho a la educación;
participación social en el diseño, la aplicación, la evaluación y el seguimiento
a las políticas; énfasis en la formación de capital humano y formación para el
trabajo y no para la vida, entre otros.
La agenda “post
neo liberal” en educación sigue siendo una agenda anticapitalista, atada a la
lucha por hacer efectiva la concepción de derechos y a la necesidad de profundizar
los logros de las políticas de resistencia. La lucha por la universalidad debe
superar la expansión de la cobertura medida por matrícula y avanzar en materia
de retención y permanencia, haciendo efectiva la consigna de “educación para
toda la vida”; el mejoramiento de la calidad debe superar el marco neoliberal de
interpretación para incorporar todos los factores asociados que hacen posible
la realización del derecho; esto implica avanzar en modelos intersectoriales de
formulación de política pública que asocien los logros educativos a procesos reales
de superación de la pobreza, la exclusión y la discriminación.
Los límites de la
acción alternativa estarán determinados por los contextos locales. A contextos
más radicales corresponderán prefiguraciones más cercanas a las características
del nuevo
mundo posible. En contextos como el colombiano, donde la política nacional es
abiertamente neoliberal, se imponen luchas de resistencia que contrarresten los
efectos más nocivos de las políticas y permitan avances en la perspectiva de
derechos, en la medida en que las condiciones sociales y políticas lo permitan.
A este respecto resulta particularmente significativa la experiencia de la
Secretaría de Educación de Bogotá, que agencia una política que confronta la impuesta
por el Ministerio de Educación Nacional.
Como señala
Hernández (2006), “el triunfo en las elecciones regionales de octubre de 2003
del candidato del partido de izquierda democrática, “Polo Democrático Independiente”,
Luís Eduardo Garzón, para la Alcaldía de Bogotá que es el segundo cargo político
más importante del país luego del Presidente, no tenía antecedentes en nuestra
historia política y sin duda hizo parte de un naciente proceso de
reconfiguración del mapa político nacional. Por primera vez la izquierda accede
a un cargo de elección popular tan importante, rompiendo en la práctica con el
tradicional bipartidismo liberal – conservador. Se presume que el magisterio bogotano
fue actor determinante en este triunfo electoral. Garzón, nombra como Secretario
de Educación a Abel Rodríguez Céspedes, maestro de escuela que en su
trayectoria profesional ha ocupado, de manera impecable por cierto, los más altos
cargos de la vida gremial y pública del país relacionados con la educación: Presidente
de la Asociación
Distrital de Educadores – ADE, Presidente de la FECODE,
Constituyente, Viceministro de Educación, integrante de la coordinación general
de la
Expedición Pedagógica Nacional, entre otros. El nombramiento
fue de buen recibo para la mayoría del sector educativo oficial y despertó
renovado interés por la política pública educativa en la ciudad, descongelando
las relaciones entre sector educativo e institucionalidad estatal que habían
alcanzado puntos máximos de distanciamiento durante las dos administraciones
anteriores que tuvieron al frente a María Cecilia Vélez White, quien se
desempeñó como Secretaría de Educación de Bogotá durante cinco años en las dos
alcaldías anteriores (Enrique Peñalosa, 1998-2000 y Antanas Mockus 2, desde
2001 hasta su nombramiento como Ministra de Educación Nacional por Álvaro Uribe
Vélez en Agosto de 2002); la señora Vélez White continúa en su cargo de
Ministra con la reelección de Uribe Vélez para el periodo presidencial
2006-2010. Estos hechos configuran una curiosa paradoja: el magisterio bogotano
desde las urnas abre el camino para que un respetado maestro, sindicalista de
vieja data y de tendencia política de izquierda democrática, pase a ocupar el
cargo de Secretario de Educación; mientras que su antecesora inmediata cuya
gestión se caracterizó por el énfasis reformista-administrativista y por hacer
educación sin los educadores, pasa a desempeñarse como Ministra de Educación
Nacional en el gobierno de Uribe Vélez (agosto de 2002 a 2006) quien denomina
su plan de desarrollo “Hacia un Estado Comunitario” y dentro del cual los
programas centrales son “Seguridad Democrática” y “Revolución Educativa”.
La SED de Bogotá
ha logrado implementar una política abiertamente sustentada en un enfoque de
derechos que superó el concepto de cobertura medida por matrícula incorporando
estrategias de retención y permanencia mediante acciones intersectoriales que
incluyeron mejoramiento de la infraestructura escolar, construcción de nuevos
colegios en zonas clave de la ciudad, suspensión de nuevas concesiones de
instituciones escolares al sector privado, comedores escolares, gratuidad,
utilización del espacio público y de la infraestructura de la ciudad como
recursos educativos, modificación pedagógica de la Escuela, formación de
docentes, entre otros, en un contraste con la política nacional que ha significado
una demostración real posibilidades de transformación de la política educativa
hacia un efectivo disfrute de la concepción de derechos.
Este caso es
significativo pues ilustra sobre las posibilidades de emergencia de propuestas
anti neoliberales que permiten avanzar en reformas democráticas radicales que
contribuyen a la prefiguración del nuevo mundo posible, aún en contextos
políticos restringidos. Estas tensiones entre lo “local” y lo “nacional” ilustran
a escala lo que hoy ocurre en América Latina en relación con el contexto mundial
y hablan de las posibilidades de superar los límites impuestos por las relaciones
políticas de dominación y subordinación. Mientras tanto, parece que los retos
educativos que debe enfrentar América Latina, como dice Gentili, siguen estando
referidos a la necesidad de fortalecer una concepción democrática y radical del
derecho a la educación, fortalecer las luchas por la expansión de la educación
pública, promover reformas democráticas que reviertan la herencia de injusticia
y desigualdad de sistemas educativos segmentados y diferenciados, fortalecer
las experiencias locales y nacionales que conjugan calidad e igualdad educativa,
combinar el fortalecimiento de la escuela pública universal con estrategias de
afirmación de derechos orientados a los grupos más excluidos y discriminados y,
finalmente, promover una internacionalización democrática de las políticas
educativas en los países de América Latina y el Caribe.
La realización del
Foro Social Mundial de Belém, en el contexto de crisis neoliberal y de
reflexión sobre el quehacer “post neoliberal”, llaman a la necesidad de avanzar
en la construcción de nuevos bloques sociales, políticos y culturales con capacidad
real de acción política. El éxito en materia de superación de las políticas neoliberales
está directamente ligado a la capacidad de construir una nueva alternativa
social al capitalismo. En esta dirección se podrá avanzar solo en la medida en
que se logre configurar un campo de actores sociales políticamente unificados
que disputen simultáneamente las hegemonías vigentes y logren acceder al poder
con capacidad para realizar las transformaciones que impone el cambio de modelo
productivo.
Orlando
Pulido Chaves
Coordinador FLAPE
Colombia
Instituto Nacional
Superior de Pedagogía
Universidad
Pedagógica Nacional
Recuperado el 10 de febrero de 2009 de http://www.foro-latino.org/flape/boletines/boletin_referencias/boletin_25/documentos/LA_EDUCACION/Pulido_POSNEOLIBERALISMO_EDUC_AMERICA_LATINA_BELEM.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario