En esta publicación, el autor hace un diagnóstico sobre el legado neoliberal en Educación, para plantear luego un camino a seguir para superar los desequilibrios establecidos.
Este proceso no se ha improvisado de un día para otro. Han
empleado muchos millones de dólares en campañas, propaganda, publicidad,
fundaciones, financiación de investigaciones y publicaciones con una
orientación determinada. Pero lo han conseguido. Han conseguido “naturalizar”
determinados valores, consiguiendo que los asumamos como inevitables y
configuradores del “sentido común”.
De esta forma el neoliberalismo se ha convertido en el
“telón de fondo” de los ajustes de la política educativa a nivel mundial, que
no se limitan ya al recorte en la asignación de recursos o a su privatización,
sino que afectan básicamente a los núcleos centrales del ideario educativo y a
las políticas pedagógicas. Los conflictos que se dirimen en la escuela no son
más que una parte de una crisis más general de la política y de la ciudadanía
en el capitalismo global.
Estas políticas siguen las directrices de los organismos
internacionales (principalmente el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional). La tesis central que se viene a concluir es que no sólo se está
en un proceso privatizador a escala mundial abriendo la educación a los
mercados y rompiendo la concepción de la educación como un derecho social que
ha de ser protegido por el Estado, sino que se está adecuando la misma educación
a los principios y prácticas del mercado.
Lo sorprendente es que esta dinámica neoliberal se ha
configurado como “sentido común” tan poderoso que ha sido capaz de redefinir
los límites de la discusión en torno a la libertad de elección del consumidor o
la consumidora en un mercado “libre” que nos oferta distintos productos que ha
de elegir (por supuesto, quienes tengan capacidad para comprar).
Se quiere convertir la enseñanza en un asunto privado de
consumidores y consumidoras que eligen según sus intereses. Se trata de un
replanteamiento total del papel de la educación en la sociedad. Se intenta,
de hecho, separar la educación de la esfera pública, regida por la autoridad
política, para confiarla al mercado. En el mercado, cada cual, tanto ofertante
como demandante, se regula por su cuenta, en función de su fuerza y sus
posibilidades. La educación pasa así a ser un elemento de consumo individual.
Se trata, en definitiva, de negar su condición de derecho social y
transformarla en una posibilidad de consumo individual, variable según el
mérito y la capacidad de los consumidores y las consumidoras. El sistema
escolar pasa así del ámbito prioritario de los valores culturales y educativos
a la lógica urgente del valor económico.
Se está produciendo así, por tanto, una mutación en la
concepción del derecho a la educación: si durante años la educación fue una
causa social, ahora la conciben como un imperativo económico, al servicio de la
economía y de su competitividad. La formación y el conocimiento se convierten
en un bien privado, en una ventaja competitiva para insertarse en el futuro
mercado laboral. Las nociones de igualdad, emancipación y democracia han sido
reemplazadas por un discurso de excelencia, autonomía financiera y reducción de
costes.
Debemos combatir este nuevo neoconservadurismo
desigualitario que nos inunda, reclamando un sistema público de educación
inclusiva que garantice el derecho a la educación de todos y todas, que cubra
la necesidades de plazas escolares de todo el conjunto de la población y con la
suficiente calidad en cada centro para que toda la población pueda recibir el
máximo posible de oportunidades en su aprendizaje y desarrollo personal y
profesional.
Por eso ahora, más que nunca, es necesario articular un
amplio espacio de confluencia en la defensa de lo público como garante de
nuestros derechos sociales. Y en ese empeño, debemos construir colectivamente
un discurso sólidamente fundamentado que se contraponga y contrarreste el
lenguaje neorwelliano, que con su ambigua retórica (libre elección de centro,
gobernanza…) oculta intereses neoliberales puramente mercantilistas, buscando
convertir este derecho en una oportunidad de negocio (que mueve dos billones de
euros anuales a nivel mundial, según datos de la UNESCO), a la vez que perpetúa
un modelo social neoconservador segregador y excluyente, que refuerza los
aspectos más autoritarios, competitivos, academicistas y
religioso-confesionales.
Nos jugamos nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos e
hijas. Educación o barbarie, no hay neutralidad posible. Actuemos en
consecuencia.
Autor
Enrique Javier Díez Gutiérrez
Profesor de Didáctica y Organización Escolar de la
Universidad de León y
Coordinador del Área Federal de Educación de IU
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