jueves, 28 de mayo de 2015

Paulo Freire y la formación del maestro

¿Qué rol le asigna Paulo Freire a la Educación? Entonces ¿Cómo debe actuar el docente? ¿Cuál debe ser su preparación para asumir sus responsabilidades? ¿Qué necesita saber el maestro para enseñar?


¿Cuál fue la enseñanza que nos dejó Paulo Freire a nosotros los educadores?
— La formación del maestro fue una preocupación constante para Paulo Freire, manifestada a través de sus numerosas obras.

En Profesora sí, tía no: cartas a quien pretende enseñar, él reafirma la indispensable profesionalización de la docencia contra la desvalorización de esta profesión. Las sociedades no puede consolidar el sueño de cambio sin la presencia de la maestra. Es cierto, dice Freire, “la educación no es la palanca de la transformación social, pero sin ella no se puede lograr tal transformación. Ninguna nación se afirma si excluye esa loca pasión por el conocimiento, sin que se aventure, plena de emoción, a reinventarse a sí misma constantemente, sin que se arriesgue a crear. Ninguna sociedad se afirma sin perfeccionar su cultura, la ciencia, la investigación, la tecnología, la enseñanza. E todo eso comienza con la pre-escuela”. Comienza con una maestra.

En su libro Miedo y osadía: el día a día del maestro, Freire, preocupado por esa dialéctica entre utopía y cotidianidad, entre sueño y realidad, en diálogo con el educador estadounidense Ira Shor, intercambia ideas sobre las experiencia personales de ambos como docentes, comparando las situaciones vividas en Brasil y en Estados Unidos usando como telón el sueño de una educación libertadora. Aprender es atreverse, es superar el miedo. En eso, ambos son apoyados por el educador popular Carlos Rodríguez Brandão. En su maravilloso libro Paulo Freire: el niño que conecta el mundo – una historia de personas, letras y palabras, él afirma que “lo bueno de aprender a leer el mundo en que se vive es que, poco a poco, nuestros miedos van desapareciendo, puesto que la gente sólo siente miedo de lo que no entiende” (Brandão).

En Miedo y osadía los autores sostienen que la educación libertadora constituye un estímulo para que las personas se movilicen, organicen y “empoderen” (ellos utilizan la palabra inglesa empowerment). Ambos critican el “pensum oficial”, puesto que entienden que esto implica desconfianza en la capacidad de los estudiantes y maestros, negándoles el ejercicio de la creatividad. Freire defiende, en la acción educadora, el rigor y no es rigidez, el derecho del maestro a tomar la palabra, pero no el derecho de fastidiar a sus alumnos con su discurso.

Las teorías clásicas sobre el currículo escolar separaban los contenidos de su proceso de construcción, transformando la educación en un proceso de acumulación de pensamientos ya pensados. Si un niño siente dolor en un diente la actividad medular del currículo debe ser la asistencia odontológica. Existen necesidades, intereses, que son anteriores a todos los currículos, la misma alfabetización, que significa el acceso a la condición humana, según la cual aprender cualquier cosa es una extensión de esa necesidad de ser gente.

La manera en que Paulo Freire defiende el discurso del maestro nos recuerda otro libro escrito esta vez junto a Antonio Faundez, titulado Por una pedagogía de la pregunta. En este libro él defendió la capacidad de dirección de la práctica educativa: “se no tenemos nada que proponer o si sencillamente nos rehusamos a hacerlo, en realidad, no tenemos nada que hacer con respecto a la práctica educativa. El tema que se plantea radica en la comprensión pedagógica democrática del acto de proponer, por parte del educando (Freire y Faundez). En ese libro, ellos siguen planteando la necesidad de que la escuela tenga un proyecto político-pedagógico afirmando que “el punto de partida de un proyecto político pedagógico tiene que estar exactamente en los niveles de aspiración, en los niveles de sueño, en los niveles de comprensión de la realidad y en las formas de acción y de lucha de los grupos populares”.

Sin embargo, el libro más importante de Paulo Freire sobre el maestro y su formación es Pedagogía de la autonomía, escrito tras su experiencia en la función de secretario municipal de Educación de Sao Paulo (1989-91), su mayor experiencia como administrador público.  Adicionalmente, existe una relación directa entre ese libro y la evaluación que, para ese entonces, Freire realizaba sobre su última experiencia como funcionario público.

En Pedagogía de la autonomía, Freire muestra la magnitud de la formación del maestro para cualquier cambio educativo, sobretodo para mejorar la calidad de la enseñanza. La calidad de la educación y la de enseñanza fue un tema constante en los debates de Paulo Freire. Calidad, a su juicio, era un concepto político, como bien afirma en su libro Política y educación “precisamente debido a que no hay una calidad sustantiva, cuyo perfil se crea universalmente realizado, una calidad de la cual se pueda decir: esto es calidad, tenemos que familiarizarnos con el concepto e indagar sobre la calidad de la que estamos hablando”. “Educación y calidad son siempre un asunto político, y sin su compresión y reflexión no nos sería posible entender ni la una ni la otra”.

La calidad de enseñanza también se mide a través de la formación de un alumno crítico y politizado. Los neoliberales confunden calidad con competitividad. En los países que presentan desigualdades enormes de ingreso, tal como Brasil, son los docentes quienes financian la expansión de la enseñanza. Si la escuela en estos países conserva aún un poco de calidad se debe al trabajo de los maestros. La desprofesionalización del maestro le concierne como ciudadano.

En el libro Pedagogía de la autonomía él nos habla de los “saberes necesarios para la práctica educativa”, señalando una dificultad que había encontrado en la prefectura de São Paulo con respecto a la aplicación de sus teorías educativas, precisamente la formación del maestro. Vale decir que no se trataba de una formación cualquiera, era una formación basada en los principios y valores que él presentaba en su libro. En 1991, Freire dejo de la Secretaria – “me voy como el que se queda”, solía decir, porque su política tendría continuidad con el nuevo secretario Mário Sérgio Cortella. Salía porque quería regresar a escribir y se sentía motivado a escribir sobre la formación del maestro, del educador.

La escuela pública es la escuela de la mayoría, de las periferias, de los ciudadanos que sólo cuentan con ella. Ningún país del mundo se desarrolló sin tener una buena escuela pública. Ninguna sociedad pudo haberse desarrollado sin incorporar a la mayor parte de sus ciudadanos al buen vivir. La escuela pública del futuro, según una visión freireana de ciudadanía, tiene por objeto brindar posibilidades concretas de liberación para todos. Freire entendía la escuela pública como “escuela pública popular” (gran mote de su gestión), como “escuela ciudadana”, la cual el mismo definiría más tarde como “escuela del compañerismo que vive la experiencia tensa de la democracia”, o utilizando una expresión más concreta la “escuela pública popular”.

La escuela ciudadana es el resultado de un movimiento creciente de renovación educativa, tal como lo fue el movimiento de la Escuela Nueva a finales del siglo XIX, un movimiento que surgió de las experiencias obtenidas en gestiones populares y democráticas acerca de la escuela. Se caracteriza por el pluralismo de instituciones y de proyectos político-pedagógicos. “La escuela tiene el deber de ser ciudadana y desarrollar en la sociedad la capacidad de gobernar y controlar el desarrollo y el mercado. La ciudadanía necesita controlar el Estado y el Mercado, verdadera alternativa al capitalismo neoliberal y al socialismo burocrático y autoritario” (Gadotti).

En la alcaldía de São Paulo, Freire defendió la Escuela Pública Popular como escuela autónoma, escuela ciudadana, pero enfrentó ciertas dificultades en lo referente a su ejecución, incluso por divergencias en su equipo y porque esa no era la concepción mayoritaria en el Partido de los Trabajadores, que había llegado al gobierno municipal. Pienso que el subtítulo de su libro Pedagogía de la autonomía “saberes necesarios para la práctica educativa” se podría traducir como: “los saberes necesarios para el educador a fin de construir la escuela autónoma, la escuela ciudadana”. Y es que esos saberes se refieren a una pedagogía de la educación como el ejercicio de la libertad y la autonomía. Freire siguió repitiendo esa idea constantemente en el Instituto Paulo Freire, fundado en 1991, que a partir de 1992 fue uno de los espacios donde él más analizó y reflexionó sobre los últimos temas que lo preocuparon, incluso el tema de la ecología.

Considero que el título “pedagogía de la autonomía” es una especie de crítica a lo que no logró hacer en su paso por la Alcaldía de São Paulo y que, en 1977, año en que publicó la obra, representaba una reformulación de lo que había hecho como secretario. La repercusión reinventada de lo que hizo se puede percibir en el hecho de que muchas otras alcaldías adoptaron, con el tiempo, las mismas prioridades que mantuvo la gestión de Freire en São Paulo. A decir verdad, él se identificaba mucho con esas nuevas experiencias de gestión que retomaban lo que él había hecho, sin copiarlo.

Paulo se sentía, a menudo, insatisfecho cuando algunos “seguidores” repetían mecánicamente lo que él había escrito, dicho o hecho. Él se oponía radicalmente a los “repetidores de ideas. Siempre retomaba sus ideas a partir del contexto donde se encontraba y, así, nos dio el ejemplo de que no era ni siquiera repetidor de sus propias ideas. Freire era coherente con sus pensamientos, pero no los repetía. He allí la razón por la cual, en mi opinión, Pedagogía de la autonomía, representa no sólo su último libro, sino uno de sus libros más importantes. Sin lugar a dudas, fue el más trascendental para la formación del maestro y para el administrador público. En su último mensaje, Freire nos llama la atención sobre la importancia de formar maestros y de la autonomía de la escuela. Según él, la autonomía es un logro, no una donación. La autonomía no alejará las escuelas de un modelo nacional de calidad, todo lo contrario, mientras mayor sea la autonomía de la escuela, mayor también será su capacidad de alcanzar ese modelo.

—¿Qué necesita saber el maestro para enseñar?
— El maestro necesita saber muchas cosas para poder enseñar. Pero, lo más importante no es lo que necesito saber para enseñar, sino como debemos ser para enseñar. La base está en no matar al niño que existe en nuestros adentros, matarlo sería una forma de matar al alumno que está allí en frente. El estudiante sólo aprenderá cuando tenga un proyecto de vida y sienta placer por lo que está aprendiendo. El alumno quiere saber, pero no siempre quiere aprender lo que se le enseña. Debemos aprender con la rebeldía del alumno, que es una señal de su vitalidad, una señal de su inteligencia, la cual debemos canalizar para orientarla hacia la creatividad social y no hacia la violencia.

— ¿Qué significa enseñar dentro de esta óptica emancipadora?
— Educar siempre significa impregnar de sentido todos los actos de nuestra vida cotidiana. Es entender y transformar el mundo y a si mismo. Significa compartir con el mundo: compartir más allá del conocimiento y las ideas… compartir el corazón. Inmersos como estamos en una sociedad violenta educar para el entendimiento resulta indispensable. Educar también significa desequilibrar, dudar, sospechar, luchar, participar, estar presente en el mundo.

Educar significa tomar una posición, no apartarse de ella por omisión. Para Paulo Freire “no puede existir camino más ético, más verdaderamente democrático que ser compartir con nuestros estudiantes la forma como pensamos, las razones para que pensemos de esa manera, nuestros sueños, los sueños que nos hacen batallar, pero, al mismo tiempo, darles pruebas concretas, irrefutables, de que respetamos sus opciones cuando se oponen a las nuestras”. La educación es un espacio donde toda nuestra sociedad se cuestiona a si misma, se debate y se busca. Como dice H Arendt “la educación es un punto en el que decidimos si amamos el mundo lo suficiente para asumir nuestra responsabilidad con él (…). Asimismo, la educación es donde decidimos si amamos a nuestros hijos e hijas lo suficiente para no expulsarlos de nuestro mundo y abandonarlos sólo con sus propios recursos”.

Educar es reproducir o transformar, repetir servilmente aquello que fue, optar por la seguridad del conformismo, por la fidelidad de la tradición, o, por el contario, enfrentarse al orden establecido y correr el riesgo de aventurarse; querer que el pasado configure todo el futuro o partir de él para construir algo nuevo. Por todo esto, ser maestro es un privilegio. No podemos imaginar un futuro sin el maestro.



Autor
Moacir Gadotti
La Escuela y el Maestro
Paulo Freire y la pasión de enseñar


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