martes, 9 de junio de 2015

La utopía como epocal freireano

¿Qué sentido le otorga Freire a “Utopía”? Dice el autor de los siguientes párrafos “Los pasajes más bonitos de las obras de Paulo Freire son los que tratan sobre el sueño y la utopía. Paulo Freire era un educador dedicado al futuro. Para leer a Freire, siempre hay que traspasar esa puerta de entrada, la puerta de la utopía. Partiendo desde este punto de vista, me gustaría sacar algunas consecuencias de este aspecto para la formación del maestro. La utopía es lo que Freire llamaría un tema “epocal”, según él esta palabra se refiere al tema que abarca el más amplio y compartido interés de toda una época”.


En todos sus libros, Paulo Freire siempre nos menciona algo sobre utopía y sueño. En el libro Pedagogía de la tolerancia, Freire nos cuenta que su sueño consistía en una “sociedad menos fea, una sociedad en que sea posible amar y ser amado”. Cada vez que retomaba el tema, Freire siempre agregaba una idea nueva y nos recuerda que “no es posible soñar y cumplir el sueño si no se comparte ese sueño con otras personas”.

En otro libro, Pedagogía de la Indignación, encontramos algunos de esos pasajes bellísimos sobre sueño y utopía:
1 ª – “Sin sueño y sin utopía, sin denuncia y sin anuncio, lo único que queda es el entrenamiento técnico al que la educación es reducida”;
2 ª – “El sueño de un mundo mejor nace de las entrañas de su contrario. Por eso corremos el riesgo tanto de idealizarnos un mundo mejor, desligándonos del nuestro real, como de quedar demasiado ‘adheridos’ al mundo real, sumergiéndonos en el inmovilismo fatalista”;
3 ª – “La desproblematización del futuro, dentro de una comprensión mecanicista de la historia, de derecha o de izquierda, conduce necesariamente a la muerte o a la negación autoritaria del sueño, de la utopía, de la esperanza”.

Freire nos habla también de un pensamiento profético como un pensamiento utópico, un pensamiento que “anuncia un mundo mejor” sin la soberbia y la arrogancia de quien pretende determinar la historia. Por el contrario, el pensamiento profético, según él “implica la denuncia de lo que estamos viviendo y el anuncio de lo que podríamos vivir. Es un pensamiento esperanzador (…). Hablar sobre el estado de la realidad, denunciarla, anuncia un mundo mejor (…) en la profecía real, el futuro no es inexorable, es problemático. (…). Contra cualquier tipo de fatalismo, el discurso profético insiste en el derecho que tiene el ser humano de comparecer ante la Historia no sólo como su objeto, sino también como sujeto”.

— ¿Cómo define Paulo Freire la utopía?
— En el libro El Educador: Vida y Muerte, organizado por Carlos Rodríguez Brandão, hay un artículo de Paulo Freire titulado “Educación: el sueño posible”, en el cual se versa sobre la utopía, afirmando lo siguiente:
El sueño posible exige que piense diariamente en mi práctica; me exige descubrimiento, el descubrimiento constante de los límites de mi propia práctica, lo que implica percibir y demarcar la existencia de lo que llamo espacios vacíos a ser llenados. El sueño posible tiene que ver con los límites de estos espacios y esos límites son históricos. (…) El tema del sueño posible tiene que ver exactamente con la educación liberadora y no con la domesticadora. El tema de los sueños posibles, reitero, tiene que ver con la educación liberadora siempre que sea práctica y utópica.

Pero no utópica en el sentido de lo irrealizable; tampoco en el sentido de quien habla sobre lo imposible, sobre los sueños imposibles. Es utópica en el sentido de que es una práctica que vive a la unidad dialéctica, dinámica, entre la denuncia y el anuncio, entre la denuncia de una sociedad injusta y explotadora y el anuncio de un sueño posible de una sociedad que por lo menos sea menos explotadora, desde el punto de vista de las grandes masas populares que constituyen las clases sociales dominadas.

La palabra utopía fue acuñada por el escritor católico inglés Thomas Morus (1450-1535) con la publicación de su libro Utopía, en 1516 . Moro imaginó un lugar perfecto que fuese al mismo tiempo un buen lugar y ningún lugar. Escribiendo en latín y en forma de diálogo, él creó al marinero Rafael Hythloday quien,  a su regreso de un viaje con Américo Vespucio, cuenta la historia del descubrimiento de una isla fantástica llamada Utopía, ubicada posiblemente en la costa brasileña, donde existía una sociedad feliz e igualitaria. “El objetivo de las instituciones sociales en Utopía era, primero que nada, ocuparse de las necesidades de consumo público y personal, dejando a cada ciudadano el mayor tiempo posible para liberarse de la esclavitud del cuerpo y cultivar libremente el espíritu y desarrollar sus facultades intelectuales a través del estudio de las ciencias y las artes. Este desarrollo integral representaba para ellos la verdadera felicidad” (Moro). Tomás Moro no olvidó incluir el papel del maestro en su Utopía. En su opinión, el maestro de Utopía debía emplear “todo su talento y experiencia para grabar en el alma aún tierna y fácil de impresionar de la infancia, los buenos principios que constituyen la salvaguarda de la república. El niño que recibe la semilla de esos principios los conserva cuando se hace hombre, convirtiéndose con el tiempo en un factor útil para la preservación del estado”.

Uno de los estudiosos más importantes con respecto al papel de la utopía en la educación es el educador suizo Pierre Furter. En su libro Educación y reflexión (1972), Furter dedica un capítulo entero a la discusión de este tema. Según él, la utopía “tiene una función social educativa porque es una manera de escapar de la violencia, al tiempo que se preparan las reformas necesarias y se organiza mentalmente un espacio propicio para los cambios, sin revolución sangrienta. La utopía no escapa de la historia hacia una isla o una ciudad amurallada (…) pero básicamente constituye una manera de tomar distancia con respecto a la historia, para así poder reflexionar dialécticamente sobre ella. La utopía, gracias al imaginario y a la ficción, permite retraerse un poco de la realidad para escapar de las obligaciones tiránicas que impone la realidad inmediata y medir todas las consecuencias de una acción”.

Para Paulo Freire “una de las tareas más importantes de la practica educativo-crítica consiste en propiciar las condiciones para que los estudiantes ensayen la experiencia profunda de asumirse en el marco de sus relaciones comunes con otros estudiantes y maestros. Asumirse como ser social e histórico, como ser pensante, comunicador, transformador, creador, realizador de sueños, capaz de sentir rabia porque también es capaz de amar”. El educador es un “realizador de sueños”, para él, el pensamiento utópico va muy ligado a la reflexión pedagógica en la medida en que el educador, al reflexionar sobre como su accionar produce cambios, a través de su acción hace realidad, en efecto, una utopía. La educación como un instrumento eficaz de transformación es, en esencia, utópica. No obstante, Furter advierte que en vista de que la utopía guarda relación con la imaginación, siempre será ambigua y es necesario verla de forma crítica. El educador piensa en el futuro, él está dedicado a ese futuro, pero su acción cotidiana está totalmente comprometida con el presente. Su accionar, por ende, representa una acción contradictoria. Es por esto que las relaciones entre el pensamiento utópico y la acción pedagógica constituyen relaciones complejas y dialécticas, asimismo, la utopía pedagógica debe ser concreta, para que no se convierta en una abstracción delirante.

La utopía atraviesa hoy por un tiempo de crisis. Nosotros los educadores, en un acto pedagógico esencial para la construcción de la educación del futuro, tenemos el compromiso de reafirmarla. Crisis equivale a perder respuestas, las mismas que utilizábamos para vivir mejor. La crisis es ruptura y promesa, es por eso que también representa una oportunidad.


Autor
Moacir Gadotti
La Escuela y el Maestro
Paulo Freire y la pasión de enseñar



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