La
escuela debe ser crítica, permitir ver a los alumnos lo que se trata de ocultar
mediante un uso perverso de la lengua. En forma cotidiana escuchamos referencia
a la “Libertad de comercio” ¿En qué consiste? ¿Es una expresión libre de
ideología?
Julio
Yao sintetiza perfectamente lo que el capitalismo oculta tras el concepto de
libre comercio. En la ponencia presentada en el Encuentro Internacional de
Propuestas Alternativas en Agricultura, Acceso a Mercados, Comercio y Medio
Ambiente, ante la Ministerial de la OMC, lo expresa así:
A
la luz de la historia, el “libre comercio” es un eufemismo que entraña un
conflicto semántico, una contradicción intrínseca. ¿Qué libertad le
reconocieron los europeos a los pueblos africanos cuando se repartieron su
continente sin pedirles permiso a los verdaderos dueños? ¿Qué libertad tenían
esos pueblos africanos cuando se les obligó a firmar cientos de acuerdos
comerciales y territoriales, todos los cuales fueron violados por los europeos?
¿Qué libertad tenían los pueblos africanos si ni siquiera libertad tenían para
ser personas, cuando fueron sometidos a la esclavitud, a la trata y al comercio
de esclavos, para enriquecer tanto a Europa como a Estados Unidos en las
plantaciones, en las fábricas y ciudades? ¿Qué libertad tenían los pieles
rojas, los sioux, los cheyennes y otras nacionalidades de Norteamérica para
reglamentar su comercio con los invasores cuando la única libertad que se les
permitió fue la de entregar incondicionalmente todas sus riquezas, posesiones y
patrimonios, todas sus vidas? ¿Qué libertad tenían los cubanos cuando les
impusieron en 1903 la Enmienda Platt y cuando ocuparon Guantánamo? ¿Qué
libertad tenían los panameños cuando en 1903 Estados Unidos les impuso un
Tratado que firmó un extranjero, mediante el cual el Canal, construido para el
“libre comercio”, quedaría a perpetuidad en manos de Estados Unidos, sin que se
permitiese a Panamá siquiera comerciar en la antigua Zona del Canal?
Allí
están, en las Secretaría General de las Naciones Unidas, los reclamos de estos
pobladores indígenas al gobierno federal de Estados Unidos por las violaciones
de cientos de tratados suscritos en el siglo XIX. En el “libre comercio” de hoy
no hay más libertad que la que tenían los esclavos y siervos para comerciar su
mano de obra, es decir, su producción, su patrimonio y su vida, con los
esclavistas y señores feudales. En otras palabras, ¡ninguna! Y ésta es la
realidad de nuestro sistema internacional y del comercio internacional: su
carácter es profundamente asimétrico y feudal.
No
hay libre comercio cuando las partes negociantes o contratantes gestionan desde
una base profundamente desigual de poder. No hay libre comercio cuando el
objeto de la negociación —el comercio internacional— está rodeado de
circunstancias estructuradas que se manifiestan en beneficio de una de las
partes y notoriamente en perjuicio de la otra.
No
hay libre comercio cuando el propósito de la negociación es en sí mismo un
objeto ilícito, algo no susceptible de negociación, como lo es la forma y
contenido de vida de los pueblos. No hay libre comercio cuando la negociación
conlleva la aceptación de compromisos que atentan contra la ética, la
solidaridad humana y el derecho a la vida. No hay libre comercio si los
acuerdos son el resultado predeterminado y lógico de las condiciones y
estructuras que rodean la negociación. No hay libre comercio si no se produce
la voluntad de las partes contratantes mediante su libre consentimiento. No hay
libre consentimiento si la voluntad de una de las partes fue forzada, por los
medios que sea, a aceptar un acuerdo. No hay libre comercio si las partes
negociantes o contratantes carecen de capacidad jurídica para comprometer el
destino de nuestros pueblos. Y si en las negociaciones no se verifican ni el
libre consentimiento ni la capacidad de las partes contratantes o negociantes,
los acuerdos comerciales quedarán viciados de nulidad y carecerán de validez
jurídica.
Publicado
en
Publicada
por Rebelión el 20/11/2005.
Extraído
de
La
Intoxicación Lingüística
El
uso perverso de la lengua
Vicente
Romano
Colección
TILDE
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