jueves, 4 de agosto de 2016

EL SENTIDO COMÚN DE LA ECONOMÍA Y LOS ECONOMISTAS

El sentido común. ¿Hay un término más usado en estos tiempos de confusión y cambio que nos ha tocado vivir? Creo que no. Casi todo se justifica apelando a ese sentido común, como si reflejara una lógica irrefutable. Quien se sitúe fuera de esas coordenadas, donde conviven la razón y la tradición, o se atreva a cuestionar unos registros que, supuestamente, nos permiten entender la realidad -para los que tenemos un lenguaje simple y directo, nada sofisticado- es inmediatamente descalificado o arrojado a las tinieblas de la sinrazón y la ignorancia.

En economía son muchas las afirmaciones que se sostienen en una suerte de sentido común alimentado de paradigmas que, nos dicen, estarían sólidamente anclados en postulados teóricos y en políticas ampliamente contrastadas y respaldadas por la evidencia empírica. Todo ello formaría parte de los pilares del buen razonar.
Algunos ejemplos, sin pretender ser exhaustivo: el crecimiento económico genera empleo suficiente en cantidad y calidad y crea las condiciones para que los salarios aumenten; una política económica centrada en el crecimiento es la mejor política social; la retribución de los factores productivos, trabajo y capital, se corresponde con su productividad; los mercados, dejados a su libre albedrío, conducen a situaciones de equilibrio y, además, tienen mecanismos que corrigen los desequilibrios que eventualmente se pudieran originar; la desregulación de las relaciones laborales, al introducir más flexibilidad en los mercados de trabajo, tiene un efecto positivo sobre el empleo; la recuperación de los márgenes empresariales se traduce en más inversión productiva; la contención salarial nos hace más competitivos en el mercado internacional, lo que favorece las estrategias exportadoras de las firmas; la disciplina presupuestaria fortalece y maximiza las capacidades de crecimiento; el sector privado es, por definición, más eficiente que el público; la globalización de los procesos económicos premia sobre todo a los países más rezagados; la innovación tecnológica resuelve los problemas relacionados con la sostenibilidad.
Y tantos otros axiomas que se han colado, que nos han colado como verdades incontrovertibles…LOS ECONOMISTAS DICEN…Como si fuera evidente que los economistas formaran parte de un grupo homogéneo e identificable, fuera del cual se sitúan los “no economistas”, que ocuparían un espacio inferior, de menor rango, en la jerarquía del conocimiento. Se trataría de un magma integrado no sólo por los profanos en la materia, sino también por aquellos que intentan acercarse a la reflexión de los procesos económicos desde coordenadas distintas de las que prevalecen en la corriente dominante, el “mainstream”, que marca la pauta, no sólo en los espacios académicos sino también en la esfera de las políticas públicas.
Conforme a esta manera de pensar, merecerían especial rechazo aquellas incursiones que se realizan desde la ecología, el feminismo, la cultura, la historia, la política, que tan sólo contaminan la “buena economía”. Lo mismo cabe decir del término “teoría económica”, conjunto de principios incuestionables, de pretendida validez universal, a partir de los que los “economistas” realizan su trabajo, elaboran sus modelos y concretan sus predicciones.
Como si sólo existiera una visión desde la que encarar la compleja realidad de la economía y las interacciones; fuera de ella solo se encontrarían los que han sido incapaces de captar y aprender la esencia de la verdadera economía.
Pues no, el grupo de los economistas, y mucho más si lo ampliamos con los que intervienen en la reflexión económica, se caracteriza por la diversidad de enfoques y perspectivas. No sólo existe una pluralidad de visiones dentro de la economía, “strictu sensu”, sino que, extramuros de la oficial, encerrada en una visión estrecha de qué es la lógica económica, existe un muy interesante y fructífero debate sobre los problemas y desafíos de nuestra disciplina.
Resulta paradójico que, por un lado, la crisis económica y la gestión de la misma que han hecho las élites han supuesto un cuestionamiento radical (desde la raíz) de estos y otros lugares comunes a los que antes me refería, y, por otro, continúe o incluso haya salido reforzado el discurso dominante, que ha impregnado las políticas de los gobiernos y de las instituciones comunitarias.
Frente a este planteamiento monocorde, dogmático e ideológico, es necesario poner sobre la mesa preguntas. Urge una reflexión amplia, atrevida y estratégica a partir de la que construir un sentido común (que tiene que ser nuevo para ser bueno) que dé cuenta de las disfunciones y contradicciones del capitalismo, que debe ser capaz de ofrecer una interpretación de la Gran Recesión (y también de la Gran Transformación que se ha abierto camino impulsada por las elites políticas y las oligarquías económicas), que arroje luz sobre las causas de la fractura del denominado proyecto europeo y que abra caminos de superación de la crisis, aplicando políticas al servicio de la mayoría social y de la vida.
Porque, simplemente, en esta encrucijada, la economía convencional, con sus lugares comunes, con su sometimiento a la lógica del poder, nos encierra en un bucle sin salida.


Por Fernando Luengo
Fuente: http://blogs.publico.es/fernando-luengo/2016/07/18/el-sentido-comun-de-la-economia-y-los-economistas/


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