Aminata O. Yalcouyé nació en
Malí. Tiene veinticuatro años. Cuando era joven, cada día cargaba agua sobre su
cabeza desde el pozo y estudiaba por las noches. Quería ser doctora. Comenzó la
carrera en su país pero tuvo que dejarla al primer año porque su familia no
tenía dinero. Ahora vive en Cuba y estudia medicina sin tener que pagar un
peso. Los cubanos le dieron una beca.
Aminata estudia en la Escuela
Latinoamericana de Medicina (Elam). Cada día ora. Ella es musulmana. Los
primeros dos años en la universidad los vivió en una residencia estudiantil en
la que compartió cuarto con Sena, una joven cristiana nacida en Benin, con
Paola, una chica venezolana católica, y con Julia, una alumna mexicana atea.
A Aminata le fascina la
anatomía. Los exámenes la ponen nerviosa. Cada noche estudia obsesivamente,
siempre detrás de su mosquitero, de cuclillas frente a su computadora. A Julia,
su compañera de cuarto, le contó cómo en su país los médicos del hospital
mandaban a los pacientes con el chamán, porque hay enfermedades que corresponden
al doctor y males cuya curación es responsabilidad del brujo. Le platicó la
manera en que la vieja del pueblo de su padre intentó envenenarla con la sopa,
que su abuela le quitó de las manos justo antes de que se la llevase a la boca.
Compartió con ella que su hermana Cadí era cuasiadivina, y la acostumbró a
inspeccionar siempre el lugar del cual salía para evitar dejar cabellos, porque
temía que fuesen utilizados por las brujas, a veces disfrazadas de gatos.
Las historias de Aminata solían
ir acompañadas de hache ké, un platillo del oeste africano. Una
noche, le confesó a Julia lo inconfesable: su nombre escondido detrás del punto
de la O de Aminata O . Yalcouyé es un nombre secreto, que nadie conoce, pues si
se llegase a escuchar en el fondo del canal que desemboca en el mar, la belleza
estructural del sonido rompería en pedazos. El agua cristalina desgarraría la
palabra y nos convertiríamos todos en los mismos sonidos. Aminata tiene un
nombre escondido detrás del punto en la o . y, aunque eso no se lo cuenta a
nadie, esa noche se lo dijo a su amiga-hermana mexicana. Esa convivencia y esos
secretos compartidos entre los estudiantes del elam , como el de Aminata y
Julia, han tejido fraternidades trasnacionales. La solidaridad internacional
que los cubanos han forjado a lo largo de décadas con África, el Caribe y
América Latina, de la que la Escuela es apenas un eslabón más, ha revolucionado
la enseñanza y la práctica de la medicina.
En la Elam se mira la medicina
con lentes diferentes a las de las escuelas tradicionales donde priva la lógica
de la ganancia. También la enseñanza. Las clases a las que Julia asistió
durante sus dos primeros años cubanos, se hablaba mucho de los países de los
que provenían los estudiantes.
Había allí alumnos de Ecuador,
Bolivia, Surinam, Guyana, Mongolia, Tanzania, Palestina, El Salvador, Jamaica,
República Dominicana, México, Guatemala y San Vicente. Contaban anécdotas y
hacían análisis. Conversaban sobre el medio ambiente, los servicios de salud,
la situación política, los movimientos sociales, los índices de desarrollo
humano y su relación con la sanidad y el proceso de salud-enfermedad.
La elam , la escuela donde
estudian Aminata y Julia, es una de las criaturas educativas de Fidel Castro.
Se fundó en 1999. Forma parte del Programa Integral de Salud que se desarrolla
desde octubre de 1998 para atender los desastres naturales causados por los
huracanes Mitch y George , que afectaron a
países centroamericanos y caribeños. En ella se entrecruzan dos grandes
cruzadas de la Revolución cubana: la pedagógica y la sanitaria.
En esta escuela, ubicada en las
antiguas instalaciones de la Academia Naval Granma, cedidas por el Ministerio
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se han formado durante los últimos
diecisiete años más de 25 mil médicos. Sus estudiantes provienen de 122 países
latinoamericanos, caribeños, de Estados Unidos, África, Asia y Oceanía.
Pertenecen a más de cien grupos étnicos y decenas de religiones. Su objetivo es
formar gratuitamente como médicos a jóvenes de otras naciones. En su mayoría,
los alumnos son parte de familias de bajos recursos y de lugares apartados.
A los estudiantes no se les
pide nada que no sea cumplir con sus obligaciones como alumnos. Nada, excepto
una sola cosa. Cuenta Julia: “Nuestros maestros nos decían: lo único que les
pedimos es que cuando vuelvan a sus países no le cobren lo mismo al pobre que
al rico.”
Una potencia educativa
Cuba es hoy, a pesar del
bloqueo estadunidense, una potencia educativa. “La educación cubana es un
ejemplo para el mundo”, declaró a la Agencia Cubana de Noticias el
representante de la UNESCO, Miguel Jorge Llivina Lavigne, en el Congreso
Internacional Universidad 2014.
La Isla tiene un Índice de
Desarrollo de la Educación para Todos muy elevado, incluso si se compara con
los países desarrollados. El índice considera la calidad, la primera infancia,
la primaria, los jóvenes, la alfabetización de los adultos y la paridad entre
los sexos. La enseñanza en Cuba es gratuita y es responsabilidad del Estado
impartirla. Es obligatoria hasta el nivel de Preparatoria.
Las cifras hablan. En 2015, esta
institución educativa reconoció que Cuba fue el único país que cumplió los
objetivos establecidos por el Foro Mundial de Educación de Dakar en el año
2000. Es uno de los veinticuatro países que han alcanzado una tasa bruta de
escolarización en la enseñanza preescolar superior al ochenta por ciento y la
han mantenido, siendo el único país latinoamericano en integrar este listado, (https://goo.gl/CkzkUk).
En el sistema de enseñanza
primaria universal, la isla ya alcanzaba en 1999 un porcentaje de noventa y
siete por ciento o superior. Lo mantiene hasta la fecha. Con respecto a la
transición de la enseñanza primaria a la enseñanza secundaria, en 2011 las
cifras cubanas llegaron al noventa y nueve por ciento.
Sorprendentemente, el número de
los alumnos cubanos por docente en la enseñanza primaria es de 10 por cada
maestro. La media internacional es de 40. A pesar de sus enormes carencias y de
la tendencia mundial a reducir cada vez más el gasto público en educación, Cuba
tiene el primer lugar entre los países con ingresos bajos que más gastan en
educación. Destinó al sector en 2012 el trece por ciento del Producto Nacional
Bruto.
Esta hazaña no es producto de
la casualidad sino de la convicción y el trabajo. En septiembre de 1961, el
comandante Castro señaló sin ambigüedad alguna la misión de la transformación
en marcha. “Lo más fundamental que tiene que hacer una revolución –dijo– es preparar
hombres y mujeres. Lo más fundamental que tiene que hacer una revolución es
enseñar y educar. La tarea más importante de una revolución, y sin la cual no
hay revolución, es la de hacer que el pueblo estudie.”
La historia viene de atrás. Ya
desde 1953, en su célebre alegato de autodefensa “La Historia me absolverá”,
Fidel Castro había puesto la cuestión educativa como uno de los asuntos que
inspiraron su lucha por un mundo mejor. En ese año, el 23.6 por ciento de la
población cubana no sabía leer ni escribir y más de la mitad de los niños entre
seis y catorce años no estaban matriculados.
Los revolucionarios echaron a
andar esta labor pedagógica sin esperar el triunfo. En plena guerra de
guerrillas, con destacamentos de hombres armados en continuo movimiento e
inclemencias del tiempo, se dedicaron a instruir a sus combatientes y a sus
bases de apoyo. Al triunfo de la Revolución en 1959, crearon 10 mil nuevas
aulas e impulsaron una reforma integral a la enseñanza.
En 1960, en un célebre discurso
ante la Asamblea General de la ONU , Fidel Castro se comprometió a terminar con
el analfabetismo en un año. Miles de educadores voluntarios se trasladaron a
los rincones más alejados de la Isla para combatir la ignorancia. En apenas
doce meses, más de 700 mil personas aprendieron a leer y escribir.
Los resultados de este proyecto
han sido contundentes. Como lo ha señalado Olga Fernández Ríos, en “1975 la
educación primaria en Cuba se había multiplicado en casi tres veces a la
existente en 1958, mientras que la educación media lo hacía en más de seis
veces, a la vez que la enseñanza universitaria se multiplicó de forma tal que
si en 1959 en Cuba había dieciséis alumnos universitarios ya en 1975 había más
de 83 mil”.
Para Teodoro Palomino, un
antiguo dirigente magisterial que hizo un doctorado en Ciencias Pedagógicas en
la Isla entre 1997 y 1999 ha participado en muchos intercambios profesionales
con el mundo docente cubano, en pleno período especial, y ha investigado la
experiencia educativa de ese país a profundidad, una de las grandes fortalezas
de este proyecto es el papel que se les da a los docentes. “No son
privilegiados –dice–. Pero gozan de un reconocimiento social muy grande. Se les
respeta enormemente.”
Las claves del éxito
¿Cómo funciona la educación
cubana? Julia, la joven mexicana estudiante de la ELAM, cuenta su experiencia:
“En mi memoria quedan mis compañeros dando repasos hasta las tres de la mañana
en las aulas que las tías –así llamábamos a todas las trabajadoras de la
escuela– nos prestaban. Veía a estudiantes dando clases a otros estudiantes a
todas horas, de todas las maneras posibles. En las aulas, en los cuartos, en
las literas, en las canchas de fútbol, en los pasillos. Vi gente compartir
computadoras, cuadernos, lápices, libros, información. Lo que se tenía, lo
tenían todos. No se trataba de aprobar el año y graduarse, se trataba de que
todos aprobásemos el año y nos graduásemos juntos. Cuando uno terminaba de
comprender un tema y repasarlo, no se iba a dormir, se quedaba ayudando al de
junto y hasta entonces llegaba la hora de dormir.
“Desde primer año comenzamos a
asistir a los policlínicos y a los consultorios. Aprendimos a atender a la
población y a elaborar el Análisis de la Situación de Salud, comprendiendo el
proceso salud-enfermedad como un proceso biopsicosocial, entrevistando a gente
en sus casas, ganándonos la confianza de la población, recorriendo calles,
montándonos en bicitaxis para llegar hasta el último rincón para no dejar una
sola casa sin visitar. En la mayoría de esas casas nos recibieron con sonrisas
y hasta con cafés. Aprendimos los procederes básicos de enfermería con personal
de salud que tuvo la paciencia necesaria con nuestro nulo conocimiento de la idiosincrasia
cubana e incluso con quienes acababan de aprender español.
“Al terminar el segundo año
salimos de la sede central de la elam para seguir nuestros estudios en otras
sed es, muchas de ellas en provincia. Las puertas de casi todos los hospitales
del país se nos abrieron de manera cálida para hacernos sentir como médicos.
Desde el primer día se nos asignó una cama y comenzamos a trabajar. Mi primera
paciente se convirtió en mi amiga y cada vez que me cruzo con ella o con su
hija por las calles de Cienfuegos me reclama el hecho de que nunca fui a
visitarla a su casa a comer aquel cerdo asado que me prometía siempre. El
paciente de la cama que tuve asignada en terapia intensiva me regaló un
bolígrafo cuando dejé el mío olvidado en casa.
“Los doctores nos explicaron
cómo determinar la conducta médica tanto en Cuba como en nuestros paí ses,
dependiendo de las posibilidades económicas y de recursos que tuviésemos a la
mano. En ocasiones no había en la farmacia los medicamentos necesarios y tratar
a los pacientes en consulta resultaba difícil, pero pocas veces predominaba la
quietud o el silencio. Se recurría a la medicina natural, a explicar la
situación al paciente y ante todo, a tranquilizarlo. Se intentaba dar solución
siempre al problema aunque fuese inventando, como se dice en buen cubano al
hecho de resolver un problema de manera creativa. “ Poco a poco nos fuimos
acostumbrando. Caí en cuenta de lo mucho que me había acostumbrado un día en
que me senté a redactar un plan preventivo en caso de derrumbe para una
comunidad en la cual iba a trabajar en México el verano siguiente. La
información que logré obtener en internet mostraba que para el municipio entero
existían nueve médicos y siete clínicas, y ninguno se encontraba cerca de la
comunidad. No entendí cómo eso era posible, me quedé fría.”
Sin ser los únicos, la gran
mayoría de los rasgos de la enseñanza en el elam que describe la estudiante
mexicana son parte del proyecto educativo cubano. La forma en la que los
jóvenes aprenden, la orientación general de sus estudios, es la misma con la
que se instruyen los cubanos. En ellos está la llave de su éxito. Según Teodoro
Palomino, una de las claves que explican los enormes avances en la enseñanza en
la Isla, tienen que ver con su política educativa única. El sistema está
integrado desde los círculos infantiles hasta el postgrado. Hay verdadera
planeación. Los docentes están en un proceso de formación permanente, y
disfrutan de asesoría continua sobre técnicas y metodologías. Se forman con
conocimientos científicos probados por su aplicabilidad más que en la
investigación y comprobación de teorías. Se parte de que la pedagogía es una
ciencia, no una disciplina.
En 1992, Fidel Castro resumió
la ideas-fuerza del proyecto educativo de la Cuba socialista. “Una de las cosas
que tiene que lograr la escuela –dijo en el Palacio de las Convenciones– es
enseñar a estudiar, a ser autodidacta, porque la inmensa mayoría de los
conocimientos no los va a adquirir en la escuela; en la escuela va a adquirir
las bases, en la escuela tiene que aprender a estudiar, tiene que aprender a
investigar; en la escuela tienen que introducirle el virus del deseo y la
necesidad de saber”. Ese virus del deseo y la necesidad de saber han hecho de
Cuba el país mejor y más educado de América Latina, y un ejemplo para todo el
mundo.
Por: Luis Hernández Navarro
Pedagogía de la solidaridad
Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220417
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