Etimológicamente
derivada de la palabra aula-ae, que en Latín quería decir “patio de una casa,
palacio, corte de un príncipe, adaptado del griego aulê, ês, todo espacio al
aire libre, patio de una casa, por extensión residencia, morada” (Diccionario
Houaiss), la palabra “aula” sugiere, originalmente la idea de privado, de
particular, porque se refería a las actividades que se desarrollaban al
interior de la casa, en el abrigo del hogar.
Además,
sugería también el ocio, ya que se refería a las ociosas actividades cortesanas
y que, supuestamente, se daban en el patio de los palacios, ya que el interior
estaba reservado a los magníficos o a los señores feudales.
Modernamente
ganó el significado de conferencia o cualquier actividad de enseñanza,
desarrollada en un tiempo determinado y sobre un área del conocimiento
específica. Sea en el sentido original de las actividades cortesanas o en el
sentido de enseñanza, la palabra y el concepto de aula no se armoniza muy bien
con la teoría pedagógica desarrollada por Paulo Freire.
Al
investigar en sus obras, la palabra “aula” no es muy frecuente y se encuentra
casi siempre adjetivada con calificativos como “expositiva”, “pasiva”,
“alienante”, etcétera, para referirse a las actividades de la educación
bancaria; y con adjetivos como
“dinámica”, “liberadora”, “dialógica”, etc., para dar el significado de
mediación pedagógica liberadora. Examinando de forma más profunda los textos
freirianos, es posible concluir que según esta perspectiva, aula debe ser
substituida por “Círculo de Cultura”. En él, contrariamente a los(as)
educadores(as) bancarios (as)”, que “no desean correr el riesgo de la aventura
dialógica, el riesgo de la problematización, y se refugian en sus aulas
discursivas, retóricas, que funcionan como si fueran “canciones de cuna”,
los(as) educadores(as) liberadores(as) se colocan como investigadores de las
realidades que surgen de las expresiones culturales de las(os) educandos(as),
como animadores(as) culturales y como sistematizadores(as) de las formulaciones
colectivas, y no como un (una) maestro (a) que sabe todo y que enseña todo a
quien no sabe.
En la
misma obra, Freire explica mejor aquello que sería el “aula” de un(a)
educador(a) “anti bancario”: “De esta manera, su aula no es un aula en el
sentido tradicional, sino un encuentro en el que se busca el conocimiento y no
uno en el que éste es transmitido (p. 54). Sin embargo, es conveniente destacar
que Paulo Freire no condenó el aula, afirmando que ella debería ser expulsada
del sistema escolar.
Ni
siquiera condenó a la conferencia, a la exposición de ideas por el (la)
educador (a). Esto queda claro en el siguiente texto que Freire dejó registrado
en el libro que escribió con Ira Shor: Pero es importante decir, Ira, que al
criticar a la educación “bancaria”, debemos reconocer que no todos los tipos de
aulas expositivas pueden ser consideradas educación “bancaria”. Tú puedes ser
muy crítico haciendo exposiciones.
Para mí la
cuestión es hacer que los alumnos no se duerman, ¡porque ellos nos oyen como si
les estuviéramos cantando! El asunto no es si las conferencias son “bancarias”
o no, o si no se debe hacer conferencias. Porque el asunto es que los
profesores tradicionales volverán oscura a la realidad, sea dando clases
expositivas o coordinando discusiones. El educador liberador iluminará la
realidad incluso con aulas expositivas. El asunto es el contenido y el
dinamismo del aula, el abordaje del objeto a ser conocido. ¿Ellas reorientan a
los estudiantes hacia la sociedad de forma crítica? ¿Estimulan su pensamiento
crítico o no? (FREIRE, 1986, p. 31) En definitiva, Paulo Freire no esconde su
preferencia por el círculo de cultura en vez del aula; su elección por el(la)
animador(a) cultural en lugar del(a) profesor(a) tradicional; sin embargo no
condena de ninguna manera el aula, ni al(a) profesor(a), ni mucho menos a la
escuela formal.
Por José
Eustáquio Romão
Extraído
de
DICCIONARIO
Paulo Freire
Danilo R.
Streck, Euclides Redin, Jaime José Zitkoski (Orgs.)
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