“La ética está en conexión necesaria con la
racionalidad. Para que algo sea moral tiene que ser, al mismo tiempo,
razonable… Si pretende superar los niveles infrahumanos del comportamiento, la
persona no puede por menos de obrar con criticidad, es decir, con
racionalidad…”
Vivimos
en un país marcado por el enojo, la frustración, la desmoralización y la
desesperanza por las evidencias cada vez más frecuentes, numerosas y
contundentes de actos de corrupción que quedan en la total impunidad, por el
cinismo con el que el gobierno y toda la clase política se empeñan en negar
esta realidad ofensiva y pretenden incluso hacernos creer que el problema está
en nuestra percepción equivocada por empeñarnos en ver las cosas al revés.
Nos
encontramos en un momento muy delicado porque los candidatos y los partidos
están intentando capitalizar a su favor este enojo para obtener votos para sus
respectivas causas y proyectos, en los que más que el bienestar del país parece
estar de fondo la mera ambición del poder por el poder.
Las
campañas apenas inician pero el período de los neologismos absurdos de nuestra
legislación electoral –precampañas, intercampaña- han sido caldo de cultivo
para generar un clima de creciente agresión entre las distintas fuerzas
políticas que se refleja automáticamente en una escalada de polarización
social.
Un
simple vistazo a las redes sociales basta para constatar esta creciente ola de
agresiones mutuas, insultos y descalificaciones en las que todo el mundo parte
de que su candidato y su partido está sujeto a una campaña de noticias falsas
–“fake news”- , calumnias y campañas que buscan destruirlos pero comparte al
mismo tiempo sus propias fake news asumiéndolas como verdades incuestionables
aunque se sustenten en datos evidentemente falsos.
Los
graves problemas de nuestro país y la urgencia de enfrentar y empezar a
resolver todas las carencias y afrentas que sufre cotidianamente la ciudadanía
están pidiendo que todos los ciudadanos dejemos a un lado la apatía, la
indiferencia y la inactividad para tomar una postura clara y defender con
claridad y fuerza los principios que consideramos deben regir la transformación
indispensable de un México que no puede ni debe esperar más.
No
son tiempos de neutralidad. Son tiempos de definiciones existenciales y cívicas.
Esta toma de posición es una cuestión moral. Nuestra definición personal y
ciudadana va a definir la forma en que decidimos y vivimos nuestro día a día y
en el tejido de lo que Edgar Morin llama la “Ecología de la acción” irá
influyendo en la orientación de nuestra patria en el futuro.
Pero
la ética está conectada estructural e inevitablemente con la racionalidad. Como
afirma la cita que sirve de epígrafe al artículo de hoy, “para que algo sea
moral tiene que ser, al mismo tiempo, razonable.”
Como
afirma Vidal, si queremos dejar atrás la actuación infrahumana, debemos actuar
con criticidad, es decir, apegados a la racionalidad, sustentados en evidencias
y fundamentos más que en meras percepciones o emociones espontáneas, movidos
por valores auténticos y no por simples latidos viscerales o reacciones
espontáneas de odio y revancha.
Dejar
de lado la neutralidad no implica actuar sin criticidad o racionalidad sino por
el contrario, apela a un compromiso real con la búsqueda de lo verdadero y la
afirmación de lo razonable.
Decir
que no son tiempos de neutralidad significa en el fondo decir que son tiempos
de criticidad. De criticidad bien entendida en la que debemos trascender la
visión simplista y superficial que asume como criticidad la simple oposición o
reacción contra todo lo establecido y que lleva consigo el seguimiento ciego
–acrítico- de cualquier candidato o partido que vocifere cosas –por más falsas
o irracionales que sean- en contra de quienes hoy detentan el poder.
Tristemente
estamos hoy muy lejos de este escenario de no neutralidad crítica. Nos
encontramos más bien en el México de las descalificaciones mutuas y del
cuestionamiento de las vigas de las fake news ajenas combinado con la absoluta
ceguera de la viga de las fake news propias.
Los
ciudadanos mexicanos deberíamos, si ejercitamos nuestra criticidad, darnos
cuenta de que el escenario de las disyuntivas entre “el pueblo bueno contra la
mafia en el poder” o entre “el cambio con rumbo frente al peligro de volvernos
como Venezuela” constituyen dos visiones igualmente simplificadoras y falsas y
que optar por una de ellas es romper la neutralidad desde un nivel que Vidal
llamaría infrahumano porque carece de toda racionalidad.
El
rompimiento de la neutralidad para adoptar una postura emotiva en el marco de
uno de los dos polos de estas dos visiones de falsas disyuntivas no nos va a
llevar a una situación de mejoría real ni abonará a la emergencia de
condiciones de probabilidad para una transformación real de nuestro país.
La
adopción de una postura emotiva y acrítica para impulsar estas alternativas
ficticias nos llevará solamente a apoyar el mantenimiento del statu quo que
pretendemos cambiar.
Hoy
más que nunca requerimos de una ruptura de la neutralidad que sea
verdaderamente crítica y razonable y nos lleve a la construcción de una
sociedad civil exigente y comprometida con lo que de manera sustentada se
muestre como mejor para lograr enfrentar los enormes desafíos del México del
siglo veintiuno.
Este
escenario actual debería hacernos reflexionar sobre la enorme relevancia del
pensamiento crítico en la formación ciudadana de las nuevas generaciones de
mexicanos y a capacitarnos para trabajar en esta dimensión fundamental de una
educación que esté a la altura de nuestros tiempos.
Fuente: http://www.e-consulta.com/opinion/2018-04-01/desarrollo-del-pensamiento-critico
Por
MARTÍN LÓPEZ CALVA
Doctor en Educación
por la Universidad Autónoma de Tlaxcala, maestro en Educación superior por la
misma universidad y en Humanismo universitario por la Universidad
Iberoamericana Puebla.
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