El académico de la
Universidad de Wisconsin y autoridad mundial de la pedagogía crítica evalúa la
palada final con que el gobierno de Piñera sepultó la sanción al lucro en la
educación y el proyecto que acababa con el CAE. “No hay evidencia alguna de que
una política educativa como esa genere desarrollo. Ni siquiera en la Trump
University”, declara.
A un ritmo despiadado entre
conferencias en universidades y think thanks chilenos dedicados a la educación,
Michael W. Apple, dice alegrarse de estar una temporada lejos del radio de
influencia de Donald Trump en EEUU. El principal teórico de la pedagogía
crítica del mundo, académico de la Universidad de Wisconsin vino a nuestro país
a presentar su más reciente libro titulado “¿Puede la educación cambiar a la
sociedad?”. Una pregunta que -asegura- no es para nada retórica. Más bien es
una excusa para advertir sobre la molestia que los grupos dominantes sienten
ante las más recientes victorias de los educadores.
Hace poco, Apple se ha enterado
de que el Tribunal Constitucional sepultó el artículo 63º de la Ley de
Educación Superior que sancionaba el lucro en la educación y que el Ministro de
Educación, Gerardo Varela, notificó que el gobierno optará por retirar el
proyecto enviado por la expresidenta Michelle Bachelet que reemplazaba el CAE
Por un crédito estatal diferenciado por ingresos. El pedagogo dice estar
sorprendido, pero no del todo ante la figura de la retroexcavadora. “Cualquier
tipo de avance en materia de políticas públicas referidas a la educación, son
los que provocan que el neoliberalismo y la derecha estén restando recursos a
la educación pública. Recursos que sí tienen las escuelas y universidades
religiosas. Esto ha provocado, entre otras cosas en EEUU, el auge del
homeschooling, que llevan adelante padres descontentos con el sistema escolar y
que deciden educar a sus hijos en casa. A su vez esto impulsa la paradoja de
jóvenes que llegan a la universidad replicando ideas racistas, antievolutivas y
fundamentalistas propias de comunidades cerradas”, lamenta.
“En todo el mundo la derecha ha
sido hábil en conectarse con los temores reales de la gente y creo que nosotros
no hemos sido tan hábiles. Es cosa de escuchar al presidente Piñera: él se
comunica a través de un español muy simple, no cita a grandes autores, ni obras
relevantes y eso le da una ventaja respecto a los grupos oprimidos para quienes
las escuelas siguen siendo lugares de importancia. Las personas más pobres
saben que si no lo logras completar la enseñanza secundaria no podrás ser útil
al sistema”, sintetiza el estadounidense sobre el poder del discurso
progresista.
La
negación de los dinosaurios y del Big Bang
Este sistema de valores es -para
Apple- un proyecto tan cultural como político y que genera una tremenda
violencia simbólica. Algo que no es ajeno a nuestro país, cree el experto.
“Chile es como un experimento perverso y permanente del neoliberalismo, un
invento en constante cambio y prueba. El neoliberalismo opera a través de
instituciones legitimadas para poner a las personas en escenarios que siempre
cambian y donde la falta de memoria colectiva es una herramienta que le es
funcional”, dice como respuesta al título de su libro. “¿Puede la educación
cambiar a la sociedad?”, pregunta de nuevo el conferencista invitado por la
Facultad de Pedagogía de la UAHC.
“Un enfoque como éste permite ver
el mundo de otra manera y entender quiénes ganan ante ciertas realidades
cuando, por ejemplo, las madres y dueñas de casa, realizan un trabajo capital,
complejo que no es remunerado ni reconocido”, ejemplifica Apple. Recomienda que
la comunidad dentro y fuera de la escuela vea el mundo a través de los ojos del
neoliberalismo, un sistema asesino y despiadado con las minorías sexuales,
étnicas y los más pobres que está dando un brusco giro a la derecha en materia
educativa, piensa.
En las escuelas privadas de EEUU,
las principales cunas de líderes, conviven el ABC del capitalismo con la
negación de los dinosaurios y el big bang. Ideas que se propagan por el mundo a
la velocidad de la postverdad y las teorías de que la Tierra es plana. “En mi
país hay textos de historia muy, muy conservadores donde puedes leer cosas
aborrecibles como: “los esclavos eran personas que venían a EEUU desde África
en busca de trabajo. Desde luego eran “invitados” para ocupar esos puestos de
trabajo”. Otros, incluían anexos donde se hablaba ligeramente sobre la
“contribución de la mujer y otros grupos minoritarios a la sociedad
norteamericana”. La persona que escribió este tipo de cosas como material
escolar debería estar en la cárcel”, considera el profesor.
-Usted siempre se ha declarado un
pesimista de la forma en que Chile conduce su política educativa. El hecho de
que se haya detenido el proyecto que prohibía el lucro en la educación y el que
creaba un crédito estatal diferenciado, ¿qué reflexión le generan?
-Que en tan poco tiempo se le
haya entregado tanto espacio a quienes desean lograr más ganancias a costa de
la educación para mí es un desastre. No hay evidencia alguna de que una
política educativa como esa genere desarrollo. Ni siquiera en los EEUU y la
administración de Trump -que ya tenía su propia universidad con fines de lucro,
la Trump University-, se ha legitimado algo así desde un gobierno. Me refiero a
desregular un sistema que ya existe. Claro, ahora habrá un precedente del daño
que estas políticas mercantiles generan con la destrucción en la educación y el
aumento de las brechas de pobreza que crea más deuda para los estudiantes y sus
familias y que quizás sea útil a otros gobiernos. Esta explotación del cuarto
sector de la producción genera un doble efecto en estos estudiantes de menores
recursos porque no sólo deben pagar estos préstamos a la banca, sino que más
tarde verán cómo pierden sus seguros de salud ya privatizados o cómo dejan de
ser sujetos de crédito para esos mismos bancos, una vez egresados con la deuda.
Esa desregulación es muestra de cómo un Estado elude su responsabilidad ante
una deuda que debería ser, en muchos casos, adoptada por él.
-Usted ha realizado gran parte de
su trabajo de investigación en Finlandia, un modelo educativo para muchos. ¿Qué
omisiones cree que se cometen cuando se postula a este país como la solución a
la crisis educativa?
-He escuchado a muchos países e
instituciones que proponen mirar hacia lo que se hace en Finlandia. Un país
donde casi la totalidad de los profesores tienen, como mínimo, grados de
magister; donde existe una gran integración del sistema escolar y los sueldos
duplican o triplican el del promedio en Latinoamérica. En Finlandia los
profesores tienen poderosos sindicatos y se les paga de una manera respetable.
Eso es algo que hay que considerar antes de cualquier aventura, ya que cuentan
con una gran autonomía para operar. Se suele pasar por alto también que la gran
red de seguridad social de ese país, producto de una sólida socialdemocracia,
se traduce en un muy buen sistema de salud, bajas tasas de pobreza y buenos
puestos de trabajo. Entonces, si Chile o cualquier país deseasen mejorar su
educación acudiendo a esta formulación, lo principal sería optar a un sistema
como ese en su conjunto antes de cualquier otra consideración.
En esa comparación, también hay
algo relevante que tenemos que recordar sobre Finlandia, y esto es que tienen
muy pocos inmigrantes. Hay políticas sobre el tema que han sido bastante
inflexibles pero que se están cambiando. No estoy de acuerdo con ellas, pero
esa es también una buena razón que les ha permitido concentrarse en que sus
escuelas funcionen tan bien y con ese nivel de respeto hacia sus profesores.
Creo que Chile, si lo desea, puede seguir desde una buena distancia a
Finlandia. Conozco muy pocos países que en algunos aspectos humanos y sociales
funcionen mejor que Finlandia, y creo que el trato a sus migrantes es uno de
ellos.
Fuente
http://www.theclinic.cl/2018/04/06/michael-w-apple-educador-critico-la-educacion-chilena-chile-experimento-perverso-permanente-del-neoliberalismo/
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