Freire
asume un sentido de fe a la fuerza que tiene la palabra confianza en su teoría.
En Pedagogia do oprimido (1987), al discutir la centralidad de la propuesta de
la “educación como práctica de la
libertad-educación dialógica, él afirma: el diálogo es ese encuentro de los
hombres, mediatizados por el mundo, para pronunciarlo, sin por lo tanto,
agotarse en la relación yo-tú” (FREIRE, 1987,
p. 78).
En esa
perspectiva el diálogo es camino y es una exigencia existencial, pues el ser
humano es un ser-con el otro, en la materialidad de las relaciones sociales. Él
no vive aislado, es un ser social que, como dice Freire, sobrepasa la relación yo-tú y se irradia en
la relación más amplia, como la sociedad local y universal. La confianza se
construye a través de actitudes de respeto como el acogimiento, en los límites
de las relaciones humanas posibles, intercaladas de afecto y de disponibilidad
para el diálogo. La confianza no está dada por relaciones abiertas, ella es
condición construida junto con la humildad, con la creencia de que lo posible
es también construcción ética a ser transitada entre lo personal y lo social, o
mejor, entre lo individual y lo social que nos construyen como personas
situadas en y con el mundo.
Freire
(1987) nos enseña que: “la autosuficiencia
es incompatible con el diálogo. (…) No hay diálogo si no hay una intensa fe en
los hombres. Fe en su poder de hacer y de rehacer. La fe en los hombres es un
dato a priori del diálogo (…) Esta (fe) no es una fe ingenua” (pp. 80-81).
Es una fe
en la potencialidad de ser humano y de venir a ser, que es difícil explicar,
salir hacia afuera, desdoblarse con una definición, pero es una producción de
sentido que permea su vida y su obra. De acuerdo al Dicionário Aurélio,
confianza es un sustantivo femenino que se expresa como acción de confiar, la
cual puede también exigir una seguridad para hacerla. Situándola en el contexto
freiriano, ella se instituye y es instituida como una esperanza firme. La
confianza construye un clima, al mismo tiempo que es construida en él, para dar
“un soporte a la relación dialógica como
práctica fundamental de la naturaleza humana y de la democracia por un lado y
de otro, como una exigencia epistemológica” (FREIRE, 1995, p. 74).
Freire
(1995, p. 75) trae con mucha energía la idea de que la “conciencia de, la intencionalidad de la conciencia, no se acaba en la
racionalidad”. Hay un movimiento de comprensión de entereza del ser humano
que crea un clima de confianza, de fe que le permite exponer que:
La conciencia del mundo que implica
la conciencia de mí, con él y con los otros, que implica también nuestra
capacidad de percibir el mundo, de comprenderlo, no se reduce a una experiencia
racionalista. Es como una totalidad —razón, sentimientos, emociones, deseos—,
que mi cuerpo consciente del mundo y de mí, capta el mundo al que dirige su
intencionalidad.
(p. 77)
Al revisar
la palabra “implica”, es bueno recordar que etimológicamente plica en Latín es
dobladura, “implica” tiene el significado de juntar las múltiples dimensiones
de la concepción de conciencia, racionalidad, totalidad y las conexiones entre
esas dimensiones. El físico Mário Schenberg (1985), desde otro campo
epistemológico, cuando discutía ese movimiento de totalidad, afirmaba que la
confianza en el estudiante era fundamental para su desarrollo, sin respuestas
listas. En una entrevista sobre la Física como arte, Schenberg (1984, p. 145)
dijo:
Antes de nada, soy una persona de
tendencias intuitivas, y no de muchos raciocinios. Así, me comporto de acuerdo
a lo que la intuición me sugiere. Puedo haber preparado una clase de acuerdo a
una idea y al llegar a la sala, cambiar completamente (…).
En esa
misma entrevista, argumentaba la importancia de que, más allá de otras
racionalidades presentes en el ser humano, era fundamental estimular la
creatividad que se aproxima de la curiosidad que Freire llama de epistemológica
en su obra y en su vida:
Entonces
yo buscaba no ser formal, incluso en las salas de clase. No me preocupaba mucho
en dar cursos de una manera impecable, sino que más bien buscaba transmitir
ciertos puntos de vista que me parecían correctos, para que él mismo, por su
cuenta, desarrollara. Yo no quería ser quien desarrolle sino él mismo, pues
sólo así sería fructífero. Si yo desarrollara, el alumno sería pasivo, sólo
repetiría. Mi filosofía general para toda la enseñanza es no llenar al alumno
de conocimientos, sino estimular su creatividad. (Schenberg, 1984, p. 145)
Para
Freire la curiosidad epistemológica es intencionada por un clima de confianza
que se construye dentro del diálogo y se distancia de la curiosidad espontánea,
siendo ésta superada por el rigor epistemológico construido históricamente en
un determinado espacio. Freire afirma (1995), que escapa de la armadilla de la
rigidez en la relación con el conocimiento científico, como único conocimiento
válido: “El conocimiento científico no es
riguroso. La rigurosidad se encuentra en la aproximación al objeto” (p.
78). Para ello, la centralidad de la educación como práctica de la libertad
implica el diálogo que exige el amor, la amorosidad y la confianza en la
construcción del lugar del conocimiento como derecho de participación en otro
mundo posible.
Por Cleoni
Fernandes
Extraído de
DICCIONARIO Paulo Freire
Danilo R. Streck, Euclides Redin, Jaime José Zitkoski (Orgs.)
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