Se trata de barreras físicas, sociales, ideológicas
simbólicas, mentales o emocionales que impiden el desarrollo integral de todos
los seres humanos así como el pleno ejercicio de sus derechos democráticos.
Ante todo, están todos aquellos obstáculos que a causa
de la pobreza y la creciente desigualdad social cierran la puerta al disfrute
de unas prestaciones y servicios básicos como es el derecho a la educación.
Pero las barreras en este ámbito son muy diversas y algunas de gran calado. Las
hemos sintetizado en este catálogo. Y nos hemos quedado cortos.
1. Las que excluyen a la infancia refugiada e
inmigrante. Se les restringe la libre movilidad y, en algunos
países, se les cierre literalmente el paso o se les ponen mil obstáculos para
que sus familias pueden legalizar su situación y ser escolarizados. En otros
malviven en los llamados campos de refugiados -de concentración y
supervivencia-. Y cuando son escolarizados suelen hacerlo en guetos escolares o
en centros segregados, con una concentración mayoritaria de alumnado
inmigrante. Mucho habrá que bregar para modificar los estereotipos y prejuicios
de aquellos imperios y nacionalismos excluyentes que no entienden ni respetan
los derechos básicos de los seres humanos desde la más tierna infancia, vengan
de donde vengan y sea cual sea su lengua. Y también habrá que repensar las
políticas públicas para garantizar el reparto equitativo del alumnado autóctono
e inmigrante -entre la escuela privada y la pública y también dentro de esta-;
y para entender que la diversidad cultural es la mejor vacuna para la
convivencia y para el éxito escolar de toda la población.
2. Las que afectan a las personas con cualquier
tipo de diversidad funcional. Nos referimos a las barreras arquitectónicas que
dificultan todo tipo de desplazamientos por el espacio rural o urbano o el uso
de diversos códigos comunicativos en los distintos centros y espacios
socioeducativos. Pero también a las que se ponen en el ámbito de la
contratación laboral y dentro del ocio y la cultura. No hay inclusión real sin
la normalización del libre acceso a todo tipo de servicios y trabajos por parte
de toda la población. Y, lamentablemente, con la llegada de la crisis que
mengua el estado de Bienestar y se producen recortes, los recursos y apoyos a
estas personas suelen disminuir, aumentando la vulnerabilidad de unos de los
colectivos más vulnerables.
3. Los muros del aula. Que impiden
que penetre el viento de la libertad, los olores de la naturaleza, las voces
del vecindario y el ruido de la ciudad: todo cuanto se vive y acontece en un
entorno plagado de situaciones y experiencias de aprendizaje. Que encierra al
alumnado dentro de cuatro paredes y aísla al profesorado que trabaja desde la
soledad individual, ignorando lo que se puede llegar a aprender cuando entre
aulas y grupos de distintas edades se comparten saberes ayudándose entre sí;
cuando los pasillos, el patio y otros lugares del centro se convierten en
espacios didácticos y educativos; cuando los docentes reflexionan conjuntamente
sobre lo que hacen y por qué lo hacen; o cuando los centros se convierten en un
laboratorio de investigación y experimentación donde el alumnado se mueve
constantemente por distintos rincones, talleres y ambientes de aprendizaje,
sustituyendo los tradicionales muros grisáceos de incomunicación por espacios
abiertos, luminosos y polivalentes.
4. Los muros de la escuela. Que dificultan
una conexión entre distintos centros para tejer redes de colaboración con el
propósito de compartir dudas, deseos, retos, formación, experiencias y
proyectos. Para avanzar juntos en la aventura de la renovación pedagógica y de
la educación emancipadora. Un camino que recorrer en paralelo con otros agentes
educativos y sociales que intervienen en el proceso de socialización infantil y
juvenil. A esto, según sea el tiempo o el territorio, se le llama ciudad
educadora, planes de entorno, sistema formativo integrado o educación a lo
largo y ancho de toda la vida: porque se aprende siempre y en cualquier lugar.
Por eso se denuncia la rigidez del currículo escolar que impide la relación con
otros saberes y experiencias sociales que operan en la vida cotidiana, en las
familias y en el grupo de iguales, en las actividades extraescolares y
culturales o en las redes sociales. De ahí el valor de los proyectos de vida
personalizados del alumnado que incorporan en el aprendizaje todo lo que
aprenden dentro y fuera de la escuela.
5. La asignaturización del saber. El
conocimiento parcelado y troceado en disciplinas y en compartimentos estancos
contribuye a reducir y empobrecer el saber en un mundo cada día más complejo e
interconectado. Además, empobrece las visiones globales acerca de la
comprensión histórica y actual del mundo en todas sus dimensiones cognitivas y
contextuales. Y, como muy bien dice Freire, el texto no se entiende sin el
contexto en el que confluyen los conocimientos acumulados por la Humanidad pero
también los saberes extraídos de la experiencia del sujeto. Por otro lado,
existen suficientes evidencias acerca de la bondad pedagógica del trabajo por proyectos
-cuando este es fruto de un riguroso proceso reflexivo y no de una mera moda
pasajera- y de otras propuestas globalizadoras e interdisciplinares, que forman
parte del ADN de las pedagogías innovadoras de los últimos tiempos.
6. La manipulación informativa y la posverdad. La propagación
de noticias falsas (fake news) -sin ningún tipo de escrúpulos,
prescindiendo de hechos y evidencias-, tiene hoy un efecto viral y letal merced
a las consecuencias multiplicadoras de las redes sociales. La información se
tergiversa y simplifica, la información se confunde con la opinión, y el
cultivo de las emociones más primarias se antepone a la exposición y
argumentación de razones. Y las mentiras, a base de repetirlas, se convierten
en verdades en el imaginario colectivo. Por otra parte, cabe recordar que los
grandes medios de comunicación refuerzan progresivamente los nexos entre el
poder financiero y político, marcando la agenda de lo que se dice y se oculta.
Ante este panorama, hegemonizado por la velocidad de la ingente información, la
ciudadanía choca con un gran muro a la hora de acceder a una información veraz,
honesta y rigurosa. También existen, afortunadamente, contrapoderes
informativos más libres y críticos, aunque su presencia es minoritaria y menos
visible. ¿Se trabaja en las escuelas con y sobre los medios de comunicación
para despertar la conciencia y el pensamiento crítico?
7. El pensamiento conservador y neoliberal. La sombra del
pensamiento que teoriza, justifica y legitima la conveniencia de mantener las
actuales relaciones de poder y el orden establecido es muy alargada. Para ello
se venden relatos continuistas o de mera adaptación epidérmica, o en otros
casos -con una ofensiva creciente- se instalan discursos neoliberales, bajo una
cierta pátina de modernidad, que significan un retroceso en toda regla de los
derechos y conquistas sociales, acrecentando las barreras entre las distintas
clases sociales y entre los colectivos visibles e invisibilizados. Para
combatir el adoctrinamiento del pensamiento único neoliberal, que fomenta la
ideología de la competitividad y del sálvense quien puede, se requieren fuertes
dosis de pensamiento crítico; y la mejor forma de impulsarlo es a través de la
conversación democrática horizontal, donde se planteen dudas, se hagan
preguntas y se vaya formando una ciudadanía que se empodere día a día en
contacto con una realidad plural, compleja y cambiante.
8. La burocracia de la Administración. No hay duda de
que hay leyes y normas básicas que son necesarias para el buen gobierno y
funcionamiento de una institución social como es la escuela. Pero cuando estas
son excesivas, con la letra pequeña de decretos, disposiciones y normativas de
todo tipo, el buen funcionamiento se entorpece y lo que sería un buen trampolín
para gestionar un centro se convierte en una pesada carga y en una barrera
entre la legalidad y la realidad. Un inspector decía que bastaba con pocas,
poquísimas leyes, pero que estas fueran conocidas y se cumplieran. Pero estamos
lejos de allanar este camino. Es más: la carga de tarea administrativa por
parte de los directores se acrecienta ante el vendaval de evaluaciones,
controles, informes, aplicativos, parrillas, etc. Parecía que con la
introducción de las TIC todo esto se iba a simplificar pero no es así: porque
existe un ejército de informáticos dispuestos a inventar nuevas tareas y
protocolos. Por eso, con frecuencia, las leyes educativas circulan por una
pista, y la realidad transita por otra, tomando un atajo siempre que pueden.
9. El academicismo y el recetismo. Dos muros
desconectados situados en las antípodas. El uno, instalado en la torre de
marfil de la Academia universitaria especulando, teorizando, investigando o
simplemente reproduciendo saberes acontextualizados que se van repitiendo año
tras año sin aterrizar en la escuela y, por tanto, desligados de la práctica
docente cotidiana. El otro, enraizado en el aula pero obsesionado en buscar
procedimientos, técnicas y recetas mágicas para resolver todo tipo de
problemas, siempre guiado por la actividad inmediata y haciendo caso omiso a la
reflexión. Es el muro que disuade de viajar de la acción al pensamiento, del
qué tengo que hacer al por qué lo tengo que hacer, de mantenerse siempre con
las luces cortas o de avanzar, de tanto en tanto, con las largas. Uno de los
grandes desafíos de la innovación es precisamente el de tender puentes entre
ambas culturas y actitudes para construir pensamiento a partir de la realidad y
para enriquecer la práctica pedagógica con la reflexión.
10. La inercia y la indiferencia. La dinámica de
instituciones sociales como la escuela anclada en el pasado se mueve por
inercias muy arraigadas que se reproducen y enquistan con el paso del tiempo.
El individualismo, el corporativismo, el autoritarismo clásico o suavizado o la
resistencia al cambio son algunos de los componentes que explicitan un discurso
que trata falsamente de apaciguar, neutralizar u ocultar cuantas situaciones
conflictivas emerjan. Y, obviamente, no hay comunidad democrática que no se
construya y enriquezca a partir del conflicto. Pero si este no se reconoce y se
mira para otro lado, no hay reconstrucción sino parálisis e, incluso,
destrucción. Es bueno recordar al respecto las palabras de Albert Einstein: “El
mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por aquellos que miran
sin hacer nada”. Por eso no hay educación inclusiva, transformadora y
emancipadora sin conciencia ni compromiso. No hay posibilidad alguna de cambio
si no se derriban los muros de la pasividad, la apatía y la indiferencia.
Por JAUME CARBONELL
Profesor de
Sociología de la Educación y miembro del grupo de investigación de la Facultad
de Educación de la Universidad de Vic (Barcelona). Es además director de la
revista mensual "Cuadernos de Pedagogía" de la que forma parte de su
equipo de redacción desde su primer número en enero de 1975.
Fuente
http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/301912
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