No estoy en el mundo simplemente para adaptarme a
él, sino para transformarlo
Paulo Freire
Profesan
la fe en el conocimiento, lo declaran y practican públicamente y a diario. Son
los que llamamos “profesores”. Maestros, que en cada rincón del planeta se
ocupan de que cada niña o niño se sume en corto tiempo a la corriente milenaria
del progreso humano. Docentes, que viven en el intento de acompañar, contener,
ayudar a resolver o a mitigar las contradicciones acumuladas por ese mismo
proceso.
¿Quién
podría perseguir o reprimir, quién osaría cercenar los derechos de este pueblo
del conocer? ¿Podría acaso alguien poner en entredicho su dedicada entrega,
limitar o desfavorecer su sagrada vocación? ¿Quién se arrogaría criticar tan
elevada misión? ¿Quién obstaculizar su cometido? Y sin embargo…
En
Honduras, el sector magisterial es violentamente reprimido mientras sostiene
protestas y paros desde hace varias semanas. La derogación de los decretos que
abrían la puerta a despidos masivos y privatización de la educación no conforma
a un amplio sector de maestros, quienes descreen que el gobierno inconstitucional
de Juan Orlando Hernández tenga interés en fortalecer el sector público de la
educación.
En
Chile, los profesores iniciaron el 3 de Junio un paro nacional indefinido luego
de las reiteradas negativas del Ministerio de Educación a dar respuestas a la crisis
de la Educación Pública. Con la medida de fuerza los docentes reclaman que el
gobierno se retracte del cambio curricular que hace optativas las materias de
Historia, Artes y Educación Física, repare la Deuda Histórica, remedie el
agobio y mejore las condiciones laborales de los maestros.
Cientos
de miles salen también a la calle para repudiar los dramáticos recortes de
presupuesto para la educación y la investigación científica en Brasil. A ello
se suma la línea ideológica con la que el gobierno de Bolsonaro pretende
censurar la práctica académica, limitar derechos, eliminar contenidos
progresistas y ensalzar la sangrienta dictadura de 1964.
El
reclamo por mayores recursos para infraestructura escolar, protección a la
salud de los docentes, garantías al acceso a la educación gratuita y
jerarquización de la educación pública movilizan a los docentes en Colombia,
mientras que en Ecuador maestros jubilados debieron iniciar una huelga de
hambre en la Asamblea Nacional para exigir el pago de haberes atrasados.
En
Puerto Rico, un amplio arco de organizaciones nucleadas en el Frente Amplio en
Defensa de la Educación Pública (Fadep) marchó en Marzo de este año en rechazo
a las “escuelas chárter”, al tráfico de influencias y contra el mal manejo de
fondos públicos para beneficiar intereses privados.
En
Costa Rica los sindicatos docentes luchan contra la intención gubernamental de
declarar a la educación como “servicio esencial”, subvirtiendo así el Derecho a
huelga de los trabajadores de la educación.
La
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) realizó un plantón
en el Congreso mexicano contra la sanción de lo que consideran una apenas
remozada nueva-vieja Reforma educativa, rechazando las evaluaciones compulsivas
como mecanismo que pone en riesgo su estabilidad laboral.
En
Argentina, la pérdida de poder adquisitivo de los maestros, la represión de la
protesta, la difamación y amenazas a la dirigencia sindical han sido moneda
corriente en el gobierno de Macri.
Más
allá de los matices locales, la homogeneidad de este cuadro en los países
gobernados por la derecha en América Latina y el Caribe responde sin duda a un
patrón global.
¿Dónde
están, cuántos son, los valientes del pizarrón?
Según
consignan las estadísticas de la UNESCO, en el nivel preprimario de la región
latinoamericano caribeña hay algo más de un millón de docentes, poco más de 3
millones en la primaria y 3.9 millones en la secundaria. El perfil de género es
significativo: las educadoras constituyen un 95% en la etapa inicial, 78% en la
primaria y algo menor, pero todavía mayoritaria, es la participación femenina
de un 57% en el escalón secundario.
En
promedio regional, por aula cada docente se ocupa de unos 20 párvulos, de casi
22 alumnos en la escuela primaria y de algo más de 16 educandos en el nivel
secundario. Las disparidades, sin embargo, son elocuentes: Mientras el número
de estudiantes por profesor es bajo en Cuba (9), Uruguay (11) o Costa Rica
(12), revelando el enorme papel que históricamente tiene la educación en estas
naciones, en países como Nicaragua (30, según último dato 2010), El Salvador
(28), México (27), Honduras (26) o Colombia (24) la proporción aumenta
enormemente, dando cuenta de las dificultades de docentes y educandos para
avanzar con el aprendizaje.
Esto
guarda directa correlación con el presupuesto que destinan los gobiernos a la
misión educativa en relación al PBI. Mientras Cuba se sostiene invicta en la
cúspide con casi un 13%, naciones como Panamá o Guatemala rondan un magro 3%;
mientras Bolivia o Costa Rica invierten más del 7% del PBI (2015), Chile,
Paraguay, Nicaragua, Colombia o Uruguay no llegan al 5%.
Las
7 plagas neoliberales en la educación
El
Banco Mundial, por ejemplo, –entidad cuyos principales accionistas son Francia,
Alemania, Japón, Reino Unido y Estados Unidos – opina que
“realizar inversiones inteligentes y eficaces en las personas resulta
imprescindible para desarrollar el capital
humano con el que se pondrá fin a la pobreza extrema.”
Entiéndase bien: capital humano no es aquí un dinerillo del que todos pueden
disponer, sino la increíble visión que reduce lo humano a un factor económico.
En
la misma introducción, el Grupo -cuyo actual presidente David Malpass se
desempeñó antes como subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento
del Tesoro de los Estados Unidos- dice que “trabaja con los países para
fortalecer y alinear sus sistemas educativos, de manera que se haga hincapié en
garantizar que todos los niños aprendan.” Entre otros elementos “benéficos”
este banco, uno de los pilares centrales del esquema financiero y de
desigualdad internacional de la posguerra, “ayuda a los países a definir las
competencias y los conocimientos que se deben enseñar, a brindar apoyo a los
docentes y a los establecimientos educativos para establecer estrategias de
instrucción eficaces, y a medir el aprendizaje de los alumnos.”
Esta
mirada, alineada (y alienada) con los intereses de los más altos estamentos del
poder financiero mundial, permite entender porqué entidades como la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), conformada
por 36 países del capitalismo occidental, ha desarrollado un sistema de
evaluación internacional de estudiantes conocido como PISA, a través del cual,
directa o indirectamente, se pondera también el desempeño del cuerpo docente y
de los Estados.
Como
de manera arrogante se indica en su sitio web, este programa “busca determinar qué es importante que los
ciudadanos sepan y puedan hacer”. La explicación continúa así:”PISA evalúa
hasta qué punto los estudiantes de 15 años de edad que se encuentran cerca del
final de su educación obligatoria han adquirido los conocimientos y habilidades
que son esenciales para la plena participación en las sociedades modernas”. El
test en cuestión contiene pruebas de lectura, matemáticas y ciencias, pero
además, en algunos países se han incluido recientemente problemas de
“literatura financiera y competencia global”.
Lejos
de restringirse a sus miembros, el programa se ha extendido ya a 80 países. Sin
duda que el muestreo no da cuenta de la real capacidad estudiantil o de los
sistemas educativos, sino que revela el grado de vasallaje de los países que lo
aplican de someterse al monitoreo global de la educación por parte de los
centros del capital.
Según
la integrante del Grupo de Trabajo de CLACSO sobre Reformas y Contrarreformas
Educativas Iliana Marina Lo Priore Infante, con esta estandarización
jerarquizadora se induce “la aceptación de escalas estratificadoras
socioculturalmente en la educación que se correspondan con la división social y
jerárquica que reproduce la sociedad capitalista” y “ se pretende que los
países que presuntamente salieron rezagados en las posiciones “deben” imitar en
sus políticas y prácticas educativas a los países que resultaron mejor
ubicados, con base a las orientaciones de la OCDE.”
La
investigadora agrega que así se asimila la educación a la noción de
capacitación y no se ve como un proceso holístico, integral, global,
humanizado, además de invisibilizar los avances de inclusión educativa en
algunas regiones, como es el caso de América Latina, al sobrevalorar criterios
de calidad tecnocráticos de la educación.
Es
evidente que los resultados de las evaluaciones son consistentes con su
propósito, que es hacer llover sobre el mundo educativo las siete plagas del
dios dinero.
Mercantilización
y Privatización
La
Educación pública y gratuita es un logro histórico colectivo hacia la
nivelación de oportunidades. El tratamiento de la educación como mercancía y su
direccionamiento privatizador representan un ataque directo a la posibilidad de
ascenso y cohesión social.
Desfinanciamiento
educativo del sector público
Los
gobiernos de derecha asumen políticas de desinversión pública, amparados en el
supuesto cuidado de no incurrir en déficits presupuestarios. La educación,
junto a la salud, suelen ser sus primeros blancos. Por lo demás, si
bien el monto global de recursos destinados por el Estado a la educación es un
primer indicador, la desagregación de su destino es fundamental. En muchos
países los recursos públicos se transfieren a entidades privadas ya sea
mediante convenios o cubriendo los salarios de personal en sus
establecimientos. Algo similar ocurre con la compra de bienes y servicios.
Éstos se tercerizan a empresas cuyas prestaciones, enfocadas en la maximización
de beneficios, colocan al sector educativo en calidad de rehén.
En
el mismo sentido actúa la municipalización, la que escondida bajo el manto de
descentralización administrativa y posibilidad de incluir contenidos locales,
impide compensar las dificultades presupuestarias de comunas más pobres,
eliminando la mediación niveladora del Estado entre distintos segmentos
sociales.
Estandarización,
difamación y premio-castigo
Junto
a los testeos estudiantiles, se han implantado sistemas de evaluación a la
docencia, con punición o recompensa según los resultados. Es frecuente la
utilización de estas pruebas estandarizadas para difamar al magisterio,
culpándolo del fracaso del sistema. Esta visión tecnocrática y competitiva de
la educación, agrega inestabilidad y presión, abriendo la puerta a la
precarización, el despido, la enfermedad y el malestar de miles de maestros.
Cosificación
al servicio del mercado
El
capital exige que el sistema educativo sirva a sus necesidades inmediatas y
mediatas. Se “enseña” para conseguir mano de obra “apta”, se instalan en el
imaginario individual y colectivo “virtudes” como innovación o eficiencia, se
fomenta la potenciación unilateral de capacidades en desmedro de un desarrollo
integral y armónico, se apadrinan la competencia y el mérito, se potencian
actitudes de tecnificación, se desprestigia lo público y lo colectivo. Los
educandos son cifras en planilla tecnocráticas y objetos sin intención,
conciencias vacías que hay que llenar. Los docentes, en este esquema, son
apenas ejecutores de un plan de sometimiento acrítico a los parámetros
existentes.
Gobernanza
corporativa en la definición de la política pública educativa
A
través del tráfico de influencias, donativos, prácticas de lobby o presión
sobre la opinión pública a través de los medios masivos (cuyos grupos
hegemónicos están fuertemente ligados al negocio educativo), el sector
privatista incide crecientemente en las decisiones públicas. Como lo indica el
Mapeo sobre Tendencias de la Privatización en América Latina y el Caribe
(CLADE: 2014) mediante la “participación de empresas o redes empresariales en
la elaboración de la agenda educativa nacional y regional; la presencia de
programas desarrollados por el sector empresarial y la presencia directa de
este segmento en órganos públicos y cargos estratégicos para definir dicha
agenda, lo que implica un conflicto de intereses manifiesto.”
La
financiarización educativa
El
informe de la CLADE citado anteriormente señala incluso modalidades tales como
la negociación de matrículas en forma de “commodities” en la bolsa de valores,
a modo de activos que garantizan rendimientos a futuro. A lo que hay que sumar
el endeudamiento forzado del estudiantado en algunos países, como único modo de
afrontar el costo de onerosas carreras universitarias.
El
sometimiento cultural
Al
estar impregnadas por el virus globalizador, las empresas de educación privadas
tienden a formar parte de redes internacionales. Los programas pasan a depender
de contenidos fabricados en los países centrales, los que a través de
nucleamientos como la OCDE, dictaminan los modos y criterios de evaluación.
Todo el esquema conspira contra la afirmación e integración de la multiplicidad
de identidades propias, implica una mengua de soberanía, de diversidad cultural
y la degradación de la lógica democrática, pública y participativa.
La
cruzada oscurantista
A
los flagelos anteriores se agregan los vientos de irracionalismo que surcan la
época. La exclusión sistemática de una porción significativa de la sociedad de
los circuitos de protección social, la cerrazón de futuro individual y
colectivo junto a la velocidad de transformaciones que resulta arduo digerir,
configuran un malestar que es captado por corrientes retrógradas para engrosar
sus filas. Este fenómeno, expandido de modo mercantil, pisa sobre terreno
fertilizado por el abandono y ha cobrado fuerza en las periferias tanto urbanas
como rurales.
La
clave de su avance está en la proposición de “volver el tiempo atrás”, a
tiempos de una “moralidad” falsamente idealizada pero de perfil más reconocible
y ciertamente más estable. Tal imposibilidad histórica arroja sin embargo
arcaísmos monstruosos sobre la superficie política, los que rápidamente actúan
sobre el aparato educativo para volverlo afín a sus propósitos. De trasfondo
actúa la idea de un retroceso civilizatorio a épocas pretéritas, en las que el
conocimiento libre, el pensamiento racional y crítico no debían rebasar los
límites doctrinales determinados por el poder eclesiástico.
Arriba
los que creen en el conocimiento y luchan por él
El
azote que propina el sistema capitalista a los que acercan diariamente a niños,
niñas y jóvenes a beber de la fuente del conocimiento, es una muestra de su
lógica cruel. Cuanto menos redituable para el poder, más fuertes son los
latigazos. De nada sirven aquí la súplica, el consentimiento, la inacción, ni
la adaptación a la injusticia flagrante. Así lo indican las luchas en curso, en
las que profesores y educandos defienden un derecho humano inviolable.
Pretender
que los frutos del conocimiento colectivo sirvan tan sólo a la voracidad
particular es un barbarismo que debe ser desechado. Por eso es en la educación
donde se juega la bifurcación de senderos entre una real igualdad de
oportunidades y la perpetuación de un mundo de segregación y violencia, entre
la posibilidad de transformar la realidad en sentido humanista o sucumbir a
ella.
Tenemos
profunda confianza en que triunfarán los que proclaman la fe en el
conocimiento. Convicción fundada, más allá de las coyunturas, en su historial
de victorias ante la opresión.
Por: Javier
Tolcachier
Fuente:
http://rebelion.org/noticia.php?id=257038