En
los últimos años Henry Giroux, uno de los creadores y referentes de la
Pedagogía Crítica en el mundo, viene escribiendo sobre la complejidad política
de los EEUU con la presidencia de Trump, posicionándose como un pedagogo que
denuncia las injusticias sociales y económicas. Cabría preguntarse si la tarea
del pedagogo hoy, en el mundo que vivimos, no es trascender la cuestión
educativa y denunciar las opresiones a las que estamos siendo sometidos en
nuestros países. Conversamos con Henry, desde esa mirada sobre esta América tan
compleja que estamos transitando.
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– ¿Hoy la Pedagogía Crítica es conocida en muchos lugares del mundo, no creés
que en muchos de esos lugares la encerraron en términos netamente escolares
anulando la posibilidad de poder pensarse como una herramienta de lucha en
términos sociales?
HAG:
Sí, creo que en muchos casos el término ha perdido su amplia relevancia social
no sólo por haber sido reducido al ámbito académico, sino también a una
regresiva noción de método. Al instrumentalizar la pedagogía crítica, se
ignoran sus amplias posibilidades políticas de comprender cómo la pedagogía
funciona en el ámbito más amplio de la esfera pública con sus numerosos
espacios y dispositivos culturales
- Hoy en Brasil el presidente Bolsonaro tiene un proyecto que se
llama “Escuela sin partido” con el cual pretende eliminar de las aulas las
“ideologías de izquierdas” y todo rastro de nuestro querido Paulo Freire,
¿cómo estás viendo estos procesos que desde el norte se están expandiendo
por toda la América?
HAG:
Se trata de intervenciones sumamente reaccionarias, diseñadas para despojar a
la educación de sus posibilidades emancipatorias y deja bien en claro cuan
peligrosa es la pedagogía crítica para los demagogos, quienes temen a su
capacidad de convertir la pedagogía en una poderosa herramienta para el
aprendizaje crítico y la resistencia política. Quiero decir, la pedagogía de
Paulo era peligrosa, porque afirmaba que sin una ciudadanía informada no es
posible la democracia, no es posible tener democracia sin un pueblo educado,
alfabetizado y dispuesto a tomar riesgos. Él creía que la educación era central
en todos los aspectos de la vida. Pienso que lo que Paulo le decía a gente como
la del Movimiento Escuelas Sin Partido es “No se trata de educación, se trata
de despolitizar al pueblo y convertirlo en pasivo y dispuesto a someterse a la
ideología de un estado represor, es decir, se trata de una educación que les
niega la capacidad de agencia y vacía a la política de todo significado.” Es un
modelo autoritario de dominación, una educación para la dominación y no para la
decolonización. A esto se refería cuando propuso su teoría sobre la pedagogía
del oprimido. Cuando Paulo Freire definió la “Pedagogía del Oprimido”, lo que
estaba diciendo es que la pedagogía puede estar enfocada en la comprensión de
la realidad y la búsqueda de la libertad o puede orientarse hacia la
comprensión de datos y la dominación. No existe la educación neutral, no existe
tal cosa. Lo que, de hecho, debemos preguntarnos aquí es “¿de qué lado
te vas a poner?”¿Qué clase de estudiantes querés? ¿Querés estudiantes
críticamente imaginativos que llegado el caso tomen sus propias decisiones y
opciones políticas o querés jóvenes incapaces de pensar críticamente y por lo
tanto susceptibles de ser seducidos por demagogos y dictadores?
- ¿Cuál es la función hoy de los profesores como intelectuales, o
mejor dicho, qué características deben tener hoy los docentes para
enfrentar a estos procesos de derecha?
HAG:
Opino que los docentes deben ser portadores de un conocimiento exhaustivo, ser
autorreflexivos, estar dispuestos a asumir riesgos, tener conciencia social,
ser capaces de enmarcar sus actos en un proyecto teórico, deben creer en la justicia
social, deben tener en cuenta las comunidades de las que sus estudiantes forman
parte y sus historias, ser capaces de trabajar colectivamente junto a otros
dentro y fuera de la escuela, deben creer en la educación como un proyecto de
liberación, y por último, pero no menos importante, deben ser capaces de
combinar sus roles de ciudadanos con sus roles de educadores para asumir el rol
de intelectuales públicos. Pienso que es crucial que reconozcan que la
pedagogía debe ser comprendida bajo la luz de determinadas tradiciones teóricas
que son el resultado de muchas luchas y que constituyen nociones básicas de
algún tipo y la naturaleza contextualizada de los productos en los que se
traducen tales tradiciones. Para ser críticos, los educadores deben aprender
cómo volver significativo y crítico el conocimiento con el objetivo de hacerlo
transformador.
- Uno de los debates históricos de la Educación es cómo se construye
el conocimiento ¿Qué elementos se ponen en juego en esa construcción, y
cuáles son los saberes socialmente válidos?
HAG:
El verdadero desafío es reconocer que el conocimiento es una construcción
social, tiene raíces teóricas, siempre está alineado de algún modo fundamental
con el poder, y es crucial en la lucha de las identidades, valores, agencia,
relaciones sociales y poder. Al mismo tiempo, el valor del conocimiento debería
ser comprendido en términos de su capacidad de ampliar la creatividad de los
estudiantes, de permitirles pensar trascendiendo sus experiencias, ser
problematizador, es decisivo en tanto modo de irrumpir en el sentido común, de
proporcionar a los estudiantes de la comprensión política, cultural, social,
histórica, científica, tecnológica que necesitan para actuar por sí mismos,
junto a otros y conducirse en el vasto mundo en su totalidad y exhaustivamente.
Claramente, en tiempos en los que la verdad se encuentra bajo ataque, cualquier
tipo de crítica es desechada como si fuera una noticia falsa, y la emoción
cotiza más alto que la razón. Es fundamental que el conocimiento se construya
en torno a racionalidades, modos lógicos y al respeto por las evidencias
–científicas y de otros tipos– que priorizan la verdad sobre la ficción, la
pruebas por sobre las opiniones y los valores democráticos sobre las
concepciones nihilistas fascistas.
- En la historia de América Latina han surgido organizaciones y
movimientos sociales que tuvieron la decisión de tomar la educación en sus
manos: las escuelas zapatistas en México, Warisata en Bolivia, más cerca
en el tiempo el MST en Brasil, los Bachilleratos Populares en Argentina,
educación que se basa en la resistencia y la lucha contra la opresión y
con una tensión constante con respecto al Estado. ¿Qué opinas de estas
experiencias que surgen desde abajo en tanto dispositivos que tensionan la
hegemonía escolar?
HAG:
Estoy completamente a favor de los métodos alternativos de educación que hunden
sus raíces en los principios democráticos y emancipadores. Al mismo tiempo, me
opongo a ciertos críticos que las ven como los únicos espacios donde la pedagogía
crítica puede desarrollarse. La educación tradicional nunca debería abandonarse
como espacio de lucha y resistencia. Los docentes deberían respaldar las
posturas en las que las estrategias tienen un pie adentro y el otro afuera de
los métodos establecidos de educación, debido a que toman en cuenta las
tensiones dentro de los mismos. Siempre existen posibilidades para luchar
dentro de la escuela tradicional. Al mismo tiempo, crear escuelas alternativas
es invaluable porque se incrementa la cantidad de espacios para el avance de
las pedagogías emancipadoras y los abordajes de la educación.
- ¿Puede la educación impartida desde un Estado Capitalista
construirse a partir de la Pedagogía Critica? Recuerdo una frase de Frei
Betto que dice que no es posible hacer educación popular en las escuelas
del Estado mientras que ese estado sea capitalista, que en ese caso hay
que crear otras escuelas. ¿Qué pensás de esta afirmación?
HAG:
No creo que el poder en las escuelas estatales se circunscriba exclusivamente a
la dominación. En diversos grados, siempre existen espacios de resistencia
donde las pedagogías críticas pueden ser utilizadas, los docentes movilizados y
los estudiantes expuestos a pedagogías que operan al servicio de la liberación.
- Teniendo la posibilidad de leer tus artículos de actualidad
política (agradezco que siempre me los envíes) lo interesante es que se
escribe desde la mirada de un pedagogo y pienso en Bourdieu cuando decía
que la información es muy importante como para dejarla en manos de
periodistas y me pregunto hoy ante los embates que estamos sufriendo
-desde Trump para abajo- si no hay una necesidad de reconfigurar o mejor
dicho de reconstruir los sentidos de la información teniendo en cuenta la
fragilidad, y la convivencia política de cierto periodismo con estos
gobiernos, cómo podemos desde la pedagogía crítica analizar esta realidad
que estamos viviendo.
HAG:
Podríamos empezar reconociendo que la educación está enlazada al desarrollo de
las identidades, instituciones y esferas públicas cuya tarea es la producción
de culturas formativas que permitan a las personas convertirse en ciudadanos
críticos y agentes democráticos. La educación proporciona las herramientas
pedagógicas y simbólicas que determinan cómo las personas ven el mundo, cómo
definen sus propios sentidos de agencia, qué valores habitan al establecer sus
relaciones con sí mismas y con los demás. La pedagogía es el medio a través del
cual se realiza el tipo de trabajo cultural que produce, a la vez, momentos de
identificación y reconocimiento en los que las personas invierten parte de
ellos mismos y comienzan a vincular los problemas privados con una comprensión
más amplia y sistémica de los problemas sociales. La pedagogía también realiza
el “trabajo cultural” que produce nuevas identificaciones de las personas. La
pedagogía crítica deja en claro que la educación es central para la política
porque está en el corazón, en la raigambre más profunda, de cómo el pueblo se
narra a sí mismo, habita un sentido de agencia y determina en gran medida si se
someterá a las fuerzas de dominación o será capaz de resistirlas. En un buen
número de libros de educación he argumentado que la educación es central tanto para
la ideología tóxica y resistente del neoliberalismo como crucial para combatir
la plaga de políticas fascistas que está acorralando al planeta. Para mí, la
centralidad de la pedagogía emerge del reconocimiento de que existe una crisis
educacional real o percibida y que se hace necesario dar cuenta de esta
problemática, sin dejar de lado la cuestión teórica, y esa pedagogía juega un
rol importante en interpelar a la crisis.
- Desde hace un tiempo vengo planteando la necesidad de empezar a
pensar en plural la categoría de educación popular es decir hablar de
“educaciones populares”, por todas las diferencias de construcción que se
daban bajo estos términos, con la pedagogía critica no tendría que pasar
lo mismo; ¿es decir no deberíamos empezar a hablar de “Pedagogías
Críticas”?
HAG:
Esta cuestión apunta a una consideración fundamental. La pedagogía crítica en
su desarrollo teórico más avanzado nunca ha postulado ser una narrativa maestra
que pueda ser instrumentable excepto en un contexto diferente, utilizando
herramientas diferentes. En tanto imperativo pedagógico, descansa en un número
de premisas que tomarán formas diferentes según el contexto en el cual sean
empleadas. Por lo tanto, si se ha teorizado correctamente, el contexto y su
naturaleza plural siempre intervienen en el modo en que se la utilice. La
pedagogía siempre refiere a la especificidad del lugar, habla de cómo el poder
modela y es reinventado en la interacción que se da entre los textos, los
docentes y los estudiantes, también trata de la politicidad del docente situado
y requiere de un compromiso con los valores democráticos, instituciones y
horizontes políticos que dirigen la atención hacia los modos en los que el
conocimiento, el poder, el deseo, y la experiencia son producidos bajo condiciones
básicas y especificas de enseñanza y aprendizaje.
- Trump, Bolsonaro, Macri, por nombrar algunos, hoy están jugando el
mismo partido, algunos de ellos con una ayuda importante de las iglesias
Evangelistas no solo en términos económicos, sino en términos de
participación popular aprovechando la vulnerabilidad de nuestros pueblos,
en ese partido que ellos mismos delimitan entre ellos y nosotros. ¿Cuál
sería la tarea de los Educadores Populares ante esta situación?
HAG:
Pienso que de diversos modos, las Iglesias Evangélicas comprendieron la
cuestión de lo social o cómo interpelar necesidades sociales sensibles tales
como la alimentación, dar refugio, atender la esfera afectiva, y otras
consideraciones básicas fueron tan importantes como el crudo poder de su ideología.
La educación en este caso combinada con políticas sociales interpeló
necesidades sociales concretas, pero ofreció a través de ellas lo que Bloch
alguna vez llamó la “estafa de la satisfacción”. En este ejemplo, el concepto
marxista de que los derechos individuales y políticos son inútiles si no se
cuenta con los derechos económicos fue apropiado por los grupos Evangélicos con
el objetivo de colonizar necesidades sociales e individuales decisivas, y luego
utilizar a estas últimas como un modo de colonizar la conciencia. La izquierda
tiene que aprender de esta lección. Las estructuras de la dominación no se
limitan a las estructuras económicas, sino que también están enraizadas en los
anhelos de necesidades sociales básicas muy específicas. La Pedagogía Crítica
está obligada a operar en esos espacios que existen entre las realidades
existenciales de la vida cotidiana de la gente y los ámbitos donde la
distribución del poder, el valor y las fuerzas económicas operan y las oprimen.
Creo, citando a Larry Grossberg, que esos son los espacios “donde las personas
y los grupos se articulan tanto ideológica como afectivamente, a las
identidades sociales, prácticas culturales y proyectos políticos y es aquí
donde la pedagogía debe operar”.
- En América Latina las pruebas estandarizadas como las pruebas Pisa
llevadas a cabo por la OCDE a nivel mundial se encargan de medir el
rendimiento académico categorizando los países acuerdo a un resultado que
no da cuenta la cuestión de clase, las múltiples pobrezas, etc. Qué
opinión te merecen las evaluaciones escolares en general y cuál es su
sentido en estos tiempos.
HAG:
No estoy en contra de los métodos constructivos de evaluación en las escuelas,
ni de los de ninguna clase. Pero creo que los criterios de evaluación tienen
que surgir de la participación democrática y comunitaria, de modo tal que las
personas que sean objeto de tales evaluaciones de aprendizaje puedan intervenir
en cómo son construidos, cómo serán usados, y cómo se los va a evaluar. También
deberían poder juzgar esas evaluaciones sobre la base de si genuinamente
promueven las capacidades creativas e intelectuales de los estudiantes o si las
clausuran. En tiempos de neoliberalismo, las evaluaciones a menudo toman la
forma de una cierta clase de terrorismo pedagógico. Terminan generando
enseñanza para la evaluación, docentes desprofesionalizados, aniquilan la
imaginación de los estudiantes y confunden la educación con disciplinamiento.
Por
Fernando Lázaro
*Educador
Popular argentino. Profesor e investigador Universidad Nacional de Luján.
Fuente http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/320103
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