¿Cómo
lograr que una micro minoría del uno por ciento continúe, década tras década
acumulando más riqueza que el restante noventa y nueve por ciento de una
sociedad? Quienes lo han hecho lo saben bien:
Otra
forma es enlazar disputas y axiomas diversos sin una necesaria relación lógica:
la religión de las armas y el amor religioso, el aborto y la baja de impuestos
a los más ricos, la negación del cambio climático y el odio a los inmigrantes,
la libre circulación del capital y el patriotismo, etc.
De
esta forma, el uno por ciento continúa recogiendo los frutos de toda una sociedad
y de toda una historia, con el apoyo necesario de una elite criolla dominante
o, incluso (cuando existen elecciones) de un número significativo de quienes no
pertenecen al uno por ciento.
Así,
en América Latina, las opciones al neoliberalismo, cuando han fracasado, han
fracasado por errores propios y, sobre todo, por el criminal bloqueo económico
de la superpotencia del mundo. Eso cuando no han recurrido a los más
tradicionales golpes militares para defender la libertad del capital de la
minoría criolla (clasista y racista) aliada a las más poderosas
transnacionales.
Así,
por otro lado, en América Latina las imposiciones neoliberales han fracasado a
pesar de repetidas inundaciones de capitales en formas de créditos
multimillonarios que no dejaron en sus países ni progreso ni desarrollo sino
deudas masivas y más pobreza.
Para
el neoliberalismo, solo el éxito económico cuenta como éxito. No obstante, este
mito del éxito económico ni siquiera ha tenido éxito en la economía de los
países colonizados por el mito del éxito económico. No, por el contrario, se
insiste en “el probado fracaso” de sus otras opciones apuntando a países
acosados, bloqueados y en ruinas, lo cual es un patrón de acción y de narración
política.
América
Latina es parte de esta ola que, a falta de mejor nombre, se suele denominar
neoliberalismo. Esa ola que arrasa, quema y destruye cualquier malla de
contención social y ambiental hasta poner en riesgo la propia supervivencia
planetaria y cuyas consecuencias económicas y sociales volvemos a presenciar en
todo el continente como una historia que se repite de forma cíclica.
Si
bien en estos días la atención está mayormente concentrada en el vergonzoso
estado de sitio en Ecuador y la consecuente represión de las movilizaciones
contra las medidas antipopulares del gobierno de Lenín Moreno, una amplia
mayoría de países vive en estado de permanente amenaza e incertidumbre al mismo
tiempo que los inversores presionan, amenazan y aumentan sus ganancias.
No
habrá que soslayar que mientras escribimos estas líneas la respuesta
gubernamental ecuatoriana viene cobrándose muertos, heridos y detenidos y aún
inciertos por el ejercicio de la censura y el toque de queda. Pero las
movilizaciones que comienzan a resistir esta crisis humanitaria, producto de
políticas adulatorias del poder mundial y generadoras de miseria, se extienden
de norte a sur. Como en Colombia (sede de la mayor cantidad de bases militares
de Estados Unidos en el hemisferio y sede del narcotráfico mundial y del
paramilitarismo impune) se opone al único proceso de paz concreto propuesto en
cincuenta años. Como en Perú, donde idéntico desconocimiento mutuo entre dos
poderes fundamentales del Estado (ejecutivo y legislativo), es considerado una
opinable cuestión constitucionalista mientras que en Venezuela (no se lea este
manifiesto como un apoyo a su gobierno) la mafia hegemónica llama a la
intervención militar. Argentina vive envuelta en piquetes frente a la
aceleración exponencial de la pobreza y el endeudamiento súbito, mientras en
Chile y en Brasil se sigue profundizando la inequidad social, la desprotección,
el narcotráfico y la violencia civil y policial que ya amenazan hasta países
como Uruguay por razones de proximidad.
Diferentes
procesos electorales aún están pendientes en Argentina, Bolivia y Uruguay en lo
que resta del año. Otros seguirán en los años por venir. La disyuntiva continúa
siendo entre la narrativa del uno por ciento (el autoritarismo de las élites,
el militarismo reaccionario, el odio de los racistas, de los nacionalistas, de
los clasistas, del machismo que se resiste a ceder paso, del neomedievalismo,
de la destrucción del medio ambiente a cambio de unos dólares) y la
construcción de una democracia progresiva, solidaria, no consumista, que ponga
el énfasis en el ser humano y no en las riquezas de unos pocos a costa de unos
muchos. Una sociedad capaz de construir un mundo para todos y no sólo para una
minoría elegida por un dios que nunca la eligió.
Por:
Noam Chomsky
Fuente
del artículo: https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2019/10/13/noam-chomsky-sobre-la-crisis-del-neoliberalismo-en-ecuador-2467.html
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