Delante de
la injusticia, la impunidad y la barbarie, necesitamos de una pedagogía de la
indignación. Paulo Freire
Nuestro
punto de partida surge de la identificación de asuntos problemáticos en el
campo pedagógico referidos a la consolidación de mecanismos en el ámbito
institucional en torno a la desprofesionalización del maestro y a los procesos
de despedagogización en la escuela.
Este reconocimiento situacional −aunado a las
tendencias pedagógicas de tipo tecno-instrumental, gerencial,
humanista-neoconservadora y unas pedagogías para el control que se están
imponiendo− propende por viabilizar un proyecto de formación para la
adaptación, la integración y la movilidad social desde una lógica de
compensación de desigualdades y contenedora de los conflictos para unos sujetos
que se pretende sean “asistidos, integrados e incorporados”.
Pedagogías
que se sostienen desde discursos anclados en la calidad, las competencias, los
estándares; discursos acerca de la tolerancia, el fundamentalismo y el
relativismo ético. Asimismo, se identifican en ellas un vaciamiento de
reflexividad y de pensamiento crítico.
Una
aproximación a la pedagogía crítica en Colombia se hace fundamentalmente desde
el reconocimiento de la educación popular como una de las vías de
resignificación en nuestro país. En esa medida, la pedagogía crítica recoge los
planteamientos de Paulo Freire desde la década de los años ochenta en la
educación no formal; se configura así un enfoque que orienta los discursos, las
prácticas y los proyectos de nuestros contextos. Por ello, asuntos como la
relación práctica-teoríapráctica se convierte en construcción y confrontación
permanente en cada uno de los escenarios en donde se actúa.
Al
respecto, se identifican producciones teóricas específicas de investigadores y
pedagogos en el ámbito nacional. La pedagogía para Freire consiste, ante todo,
en una reflexión acerca de la práctica y del contexto desde unas opciones
1 La forma
que toma la despedagogización para la práctica docente consiste en su reducción
a unos mínimos necesarios, más de corte didáctico -entendido en su acepción más
limitada, como técnicas y estrategias para la enseñanza- de los que se puede
apropiar cualquier profesional con título universitario en un período de
prueba. (Mejía, 2006).
2 Es de
anotar que se habla de pedagogía crítica en plural, dada la diversidad de sus
enfoques, presupuestos epistemológicos, tradiciones teóricas, comunidades
académicas y su carácter interdisciplinario.
3 En estas
producciones se reconocen abordajes temáticos acerca de la educación popular,
la educación comunitaria, los procesos de movilización social, los conflictos y
las convivencias, la formación en ciudadanías, la sistematización de
experiencias, los procesos de alfabetización, las políticas educativas, los
estudios culturales y la pedagogía crítica en autores como Marco Raúl Mejía,
Lola Cendales, Germán Mariño, Jorge Posada, Mario Sequeda, Rafael Ávila, Luis
E. Maldonado, Alfredo Ghiso, Mario Peresson, Alfonso Torres, Mario Acevedo,
Miriam Zúñiga, Rafael Díaz Borbón, Alejandro Álvarez, Armando Zambrano y Jorge
Gantiva.
4 Cuatro
categorías se encuentran implicadas en la práctica, según Freire: los sujetos,
el condicionamiento social del saber, el concepto de ideología y la
intencionalidad humanizadora. emancipadoras para favorecer la construcción de
un sujeto social protagónico que toma su especificidad de acuerdo con contextos
muy definidos y con historias de sus colectividades. Se identifican diversas
líneas argumentativas de la pedagogía crítica.
Éstas
hacen énfasis en: la construcción de una visión social para el trabajo de los
maestros –en términos de la perspectiva ética-política–, las formaciones
específicas en el campo de las políticas educativas, del currículo y de la
didáctica, los discursos para la regulación social, los estudios culturales, la
vinculación con organizaciones populares, movimientos sociales y educativos y
la reflexividad crítica acerca de las prácticas pedagógicas y socio culturales.
La
pedagogía crítica comparte con la educación popular una apuesta ética y
política. Ética sustentada por fines de reconocimiento, empoderamiento y
democracia de sujetos que se reconocen desde sus diferencias y desigualdades en
condiciones de género, de clase, de etnia, de sexo y en condiciones de
subalternidad.
En fin,
una actuación intencionada de corte educativo que construye lo colectivo como
soporte de los procesos escolares y sociales; una apuesta pedagógica en la
orientación de procesos de construcción del conocimiento y de socialización que
incluye prácticas, saberes, dinámicas socioculturales e interacciones para
transformar la sociedad desde ciudadanías incluyentes y resistencias
culturales. Los sentidos que proponemos de una pedagogía crítica en la escuela
se asumen desde la perspectiva freireina.
De su
propuesta pedagógica, se pueden destacar los siguientes rasgos: construcción
dialógica, realismo esperanzado, humanismo crítico, prácticas emancipatorias y
reinvención como la posibilidad de soñar este y otros mundos desde la esperanza
que propende por la constitución de vínculos sociales solidarios. Los procesos
pedagógicos agenciados desde múltiples escenarios escolares y no escolares se
hacen impensables si no se tienen en cuenta las condiciones antes enunciadas y
si no se asumen desde una apuesta ética y un direccionamiento político que haga
relevante las expectativas de vida de los sujetos.
Construcciones
que se resignifican en relación con unas prácticas y una intencionalidad
formadora y se asumen desde procesos de escolarización, prácticas de desarrollo
comunitario, proyectos de redes y movilización social, entre otros.
La
pedagogía crítica se sostiene desde las propuestas de Freire: Pedagogía del
oprimido, Pedagogía de la autonomía, Pedagogía de la esperanza, Pedagogía en la
ciudad, Pedagogía de la indignación. En fin, pedagogías que nos convocan a la
re-invención, a la pregunta que desacomoda y que alienta; pedagogías que desafían
los discursos y prácticas desde el lugar de actuación de cada uno de nosotros y
que demandan un posicionamiento ético y político para orientar los proyectos de
formación que se desarrollan.
La pedagogía crítica en palabras de Giroux,
consiste, sobre todo, en una praxis política y ética, así como una construcción
condicionada social e históricamen te. La pedagogía no debe limitar su campo de
acción a las aulas; está comprometida en aquellas tentativas que pretenden
influir en la producción y en la construcción de significado. En este sentido,
la pedagogía no se relaciona únicamente con las prácticas de enseñanza sino que
implica también un reconocimiento de las políticas culturales que sustentan
dichas prácticas. McLaren y Giroux plantean que la pedagogía crítica consiste,
esencialmente, en “una pedagogía híbrida; es naturalmente anfibia.
Está
acostumbrada a disentir con climas intelectuales no llamados aún a un campo
disciplinario propio. La pedagogía está enraizada éticamente, además de estar
fundamentada teóricamente” (McLaren y Giroux, 1998, p. 226).
En esa
medida, se reconoce como un cuerpo de pensamiento que ha de leerse articulado a
un proyecto de lucha pedagógica y de fortalecimiento político. Un proyecto que
propende por el reconocimiento y el sostenimiento de la subjetividad del
maestro, la dinamización del vínculo social desde prácticas pedagógicas
afianzadas en una reflexividad dialógica, el agenciamiento del cuidado de sí
mismo y del otro, la construcción de un pensamiento crítico para la construcción
de comunidades solidarias y la apuesta por una ciudadanía crítica fundada en
principios como democracia, dignidad, justicia, solidaridad y responsabilidad.
Los anteriores planteamientos permiten afirmar que la pedagogía crítica también
se asume como parte de un proyecto ético y político en el cual la acción
pedagógica se propone como relación con el otro (alteridad) y se basa en la
responsabilidad y en el recogimiento del otro (hospitalidad).
La
pedagogía crítica para estos tiempos requiere producir la comprensión del otro,
de acuerdo con Bárcena (2005), desde prácticas reflexivas, hermenéuticas y de
compromiso; en ese sentido, la pedagogía introduce el cuidado formativo del
otro. La pedagogía, se reitera, consiste en una práctica potencialmente
política y ética porque constituye una acción responsable; a través de ella
respondemos no sólo ante las propias intenciones o convicciones, sino ante las
consecuencias de los actos al cargar con la responsabilidad de las mismas de
antemano (Bárcena, 2005, p. 174),
En esa medida, la pedagogía nos exige
pensarnos en situación; por ello, es una práctica históricamente dada porque
necesitamos aprender a vivir, actuar y pensar en la incertidumbre que tanto
tememos. Así, la pedagogía crítica se define como una instancia de formación y
aprendizaje ético y político que incide en las formas de producción de
subjetividades, en los procesos de construcción y circulación de valores y en
la generación de prácticas sociales (socialización).
Consideramos
que las orientaciones que ofrece la pedagogía crítica permiten promover el
desarrollo de la autonomía, la participación, el reconocimiento y el respeto
por la alteridad, la generación de espacios para la comprensión y la
tramitación de los conflictos y la creación de ambientes sociales y
comunitarios para reconocernos en apuestas colectivas. Contextos y fines de las
prácticas pedagógicas
Extraído
de
La Pedagogía Crítica: Reflexiones en torno a sus prácticas y
sus desafíos∗
Autora: Piedad Ortega Valencia