jueves, 30 de enero de 2020

Una aproximación a la pedagogía crítica


Delante de la injusticia, la impunidad y la barbarie, necesitamos de una pedagogía de la indignación. Paulo Freire


Nuestro punto de partida surge de la identificación de asuntos problemáticos en el campo pedagógico referidos a la consolidación de mecanismos en el ámbito institucional en torno a la desprofesionalización del maestro y a los procesos de despedagogización en la escuela.

 Este reconocimiento situacional −aunado a las tendencias pedagógicas de tipo tecno-instrumental, gerencial, humanista-neoconservadora y unas pedagogías para el control que se están imponiendo− propende por viabilizar un proyecto de formación para la adaptación, la integración y la movilidad social desde una lógica de compensación de desigualdades y contenedora de los conflictos para unos sujetos que se pretende sean “asistidos, integrados e incorporados”.

Pedagogías que se sostienen desde discursos anclados en la calidad, las competencias, los estándares; discursos acerca de la tolerancia, el fundamentalismo y el relativismo ético. Asimismo, se identifican en ellas un vaciamiento de reflexividad y de pensamiento crítico.

Una aproximación a la pedagogía crítica en Colombia se hace fundamentalmente desde el reconocimiento de la educación popular como una de las vías de resignificación en nuestro país. En esa medida, la pedagogía crítica recoge los planteamientos de Paulo Freire desde la década de los años ochenta en la educación no formal; se configura así un enfoque que orienta los discursos, las prácticas y los proyectos de nuestros contextos. Por ello, asuntos como la relación práctica-teoríapráctica se convierte en construcción y confrontación permanente en cada uno de los escenarios en donde se actúa.

Al respecto, se identifican producciones teóricas específicas de investigadores y pedagogos en el ámbito nacional. La pedagogía para Freire consiste, ante todo, en una reflexión acerca de la práctica y del contexto desde unas opciones
1 La forma que toma la despedagogización para la práctica docente consiste en su reducción a unos mínimos necesarios, más de corte didáctico -entendido en su acepción más limitada, como técnicas y estrategias para la enseñanza- de los que se puede apropiar cualquier profesional con título universitario en un período de prueba. (Mejía, 2006).
2 Es de anotar que se habla de pedagogía crítica en plural, dada la diversidad de sus enfoques, presupuestos epistemológicos, tradiciones teóricas, comunidades académicas y su carácter interdisciplinario.
3 En estas producciones se reconocen abordajes temáticos acerca de la educación popular, la educación comunitaria, los procesos de movilización social, los conflictos y las convivencias, la formación en ciudadanías, la sistematización de experiencias, los procesos de alfabetización, las políticas educativas, los estudios culturales y la pedagogía crítica en autores como Marco Raúl Mejía, Lola Cendales, Germán Mariño, Jorge Posada, Mario Sequeda, Rafael Ávila, Luis E. Maldonado, Alfredo Ghiso, Mario Peresson, Alfonso Torres, Mario Acevedo, Miriam Zúñiga, Rafael Díaz Borbón, Alejandro Álvarez, Armando Zambrano y Jorge Gantiva.
4 Cuatro categorías se encuentran implicadas en la práctica, según Freire: los sujetos, el condicionamiento social del saber, el concepto de ideología y la intencionalidad humanizadora. emancipadoras para favorecer la construcción de un sujeto social protagónico que toma su especificidad de acuerdo con contextos muy definidos y con historias de sus colectividades. Se identifican diversas líneas argumentativas de la pedagogía crítica.

Éstas hacen énfasis en: la construcción de una visión social para el trabajo de los maestros –en términos de la perspectiva ética-política–, las formaciones específicas en el campo de las políticas educativas, del currículo y de la didáctica, los discursos para la regulación social, los estudios culturales, la vinculación con organizaciones populares, movimientos sociales y educativos y la reflexividad crítica acerca de las prácticas pedagógicas y socio culturales.

La pedagogía crítica comparte con la educación popular una apuesta ética y política. Ética sustentada por fines de reconocimiento, empoderamiento y democracia de sujetos que se reconocen desde sus diferencias y desigualdades en condiciones de género, de clase, de etnia, de sexo y en condiciones de subalternidad.

En fin, una actuación intencionada de corte educativo que construye lo colectivo como soporte de los procesos escolares y sociales; una apuesta pedagógica en la orientación de procesos de construcción del conocimiento y de socialización que incluye prácticas, saberes, dinámicas socioculturales e interacciones para transformar la sociedad desde ciudadanías incluyentes y resistencias culturales. Los sentidos que proponemos de una pedagogía crítica en la escuela se asumen desde la perspectiva freireina.

De su propuesta pedagógica, se pueden destacar los siguientes rasgos: construcción dialógica, realismo esperanzado, humanismo crítico, prácticas emancipatorias y reinvención como la posibilidad de soñar este y otros mundos desde la esperanza que propende por la constitución de vínculos sociales solidarios. Los procesos pedagógicos agenciados desde múltiples escenarios escolares y no escolares se hacen impensables si no se tienen en cuenta las condiciones antes enunciadas y si no se asumen desde una apuesta ética y un direccionamiento político que haga relevante las expectativas de vida de los sujetos.
Construcciones que se resignifican en relación con unas prácticas y una intencionalidad formadora y se asumen desde procesos de escolarización, prácticas de desarrollo comunitario, proyectos de redes y movilización social, entre otros.

La pedagogía crítica se sostiene desde las propuestas de Freire: Pedagogía del oprimido, Pedagogía de la autonomía, Pedagogía de la esperanza, Pedagogía en la ciudad, Pedagogía de la indignación. En fin, pedagogías que nos convocan a la re-invención, a la pregunta que desacomoda y que alienta; pedagogías que desafían los discursos y prácticas desde el lugar de actuación de cada uno de nosotros y que demandan un posicionamiento ético y político para orientar los proyectos de formación que se desarrollan.

 La pedagogía crítica en palabras de Giroux, consiste, sobre todo, en una praxis política y ética, así como una construcción condicionada social e históricamen te. La pedagogía no debe limitar su campo de acción a las aulas; está comprometida en aquellas tentativas que pretenden influir en la producción y en la construcción de significado. En este sentido, la pedagogía no se relaciona únicamente con las prácticas de enseñanza sino que implica también un reconocimiento de las políticas culturales que sustentan dichas prácticas. McLaren y Giroux plantean que la pedagogía crítica consiste, esencialmente, en “una pedagogía híbrida; es naturalmente anfibia.

Está acostumbrada a disentir con climas intelectuales no llamados aún a un campo disciplinario propio. La pedagogía está enraizada éticamente, además de estar fundamentada teóricamente” (McLaren y Giroux, 1998, p. 226).

En esa medida, se reconoce como un cuerpo de pensamiento que ha de leerse articulado a un proyecto de lucha pedagógica y de fortalecimiento político. Un proyecto que propende por el reconocimiento y el sostenimiento de la subjetividad del maestro, la dinamización del vínculo social desde prácticas pedagógicas afianzadas en una reflexividad dialógica, el agenciamiento del cuidado de sí mismo y del otro, la construcción de un pensamiento crítico para la construcción de comunidades solidarias y la apuesta por una ciudadanía crítica fundada en principios como democracia, dignidad, justicia, solidaridad y responsabilidad. Los anteriores planteamientos permiten afirmar que la pedagogía crítica también se asume como parte de un proyecto ético y político en el cual la acción pedagógica se propone como relación con el otro (alteridad) y se basa en la responsabilidad y en el recogimiento del otro (hospitalidad).

La pedagogía crítica para estos tiempos requiere producir la comprensión del otro, de acuerdo con Bárcena (2005), desde prácticas reflexivas, hermenéuticas y de compromiso; en ese sentido, la pedagogía introduce el cuidado formativo del otro. La pedagogía, se reitera, consiste en una práctica potencialmente política y ética porque constituye una acción responsable; a través de ella respondemos no sólo ante las propias intenciones o convicciones, sino ante las consecuencias de los actos al cargar con la responsabilidad de las mismas de antemano (Bárcena, 2005, p. 174),

 En esa medida, la pedagogía nos exige pensarnos en situación; por ello, es una práctica históricamente dada porque necesitamos aprender a vivir, actuar y pensar en la incertidumbre que tanto tememos. Así, la pedagogía crítica se define como una instancia de formación y aprendizaje ético y político que incide en las formas de producción de subjetividades, en los procesos de construcción y circulación de valores y en la generación de prácticas sociales (socialización).

Consideramos que las orientaciones que ofrece la pedagogía crítica permiten promover el desarrollo de la autonomía, la participación, el reconocimiento y el respeto por la alteridad, la generación de espacios para la comprensión y la tramitación de los conflictos y la creación de ambientes sociales y comunitarios para reconocernos en apuestas colectivas. Contextos y fines de las prácticas pedagógicas

Extraído de
La Pedagogía Crítica: Reflexiones en torno a sus prácticas y sus desafíos
Autora: Piedad Ortega Valencia


No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Busca en mis blogs